Las mejores firmas madridistas del planeta

Después de felicitar por su gran torneo a la selección española y al seleccionador, la cuenta de Twitter del Real Madrid felicitó a Francia y especialmente a Benzema, para quien pidió el Balón de Oro. Lo cierto es que la metamorfosis que ha experimentado Benzema desde la salida de Cristiano Ronaldo merece un gran reconocimiento.

Benzema llegó muy joven al Madrid y se encontró desde el principio un contexto complicado. Debía convivir con un jugador total como Cristiano y repartir los minutos con Higuaín. Su carácter tranquilo y pausado no le ayudó a entrar por la puerta grande en un Bernabéu que a veces valora más una carrera que un control orientado. En la "pelea" con el Pipa se acabó imponiendo Karim más por un convencimiento del presidente que porque Mourinho así lo decretara. Fue entonces cuando Benzema pasó a una segunda fase de su carrera en la que su empeño fue abastecer a uno de los mejores jugadores de la historia.

Dados los criterios del Balón de Oro, posiblemente la Nations League no le permita ganarlo este año. A pesar de hacer un grandísimo 2021

Y hay que decir que Benzema lo hizo realmente bien y así siempre lo valorará Cristiano. Fueron años sin portadas para el francés, pero de mucho disfrute para los benzemistas. Todo inteligencia en el campo, aunque quizás demasiados intangibles para sus críticos. El caso es que Cristiano se fue y Benzema se transformó en otro jugador. Sabedor que el equipo de la BBC ya sólo tenía operativo de verdad a la primera B, asumió los galones del equipo y se echó a la espalda la responsabilidad goleadora demostrando que en el francés había un goleador capaz de asaltar, con un poco de suerte, el segundo puesto de goleadores históricos del Real Madrid. Pero Benzema no se ha limitado sólo a eso, también ha asumido una capitanía moral que está ayudando enormemente a los jóvenes. Es un mentor para los Vinícius de turno que buscan en el francés y su profesionalidad absoluta un espejo en el que mirarse.

Benzema no ganará el Balón de Oro

Dados los criterios del Balón de Oro, posiblemente la Nations League no le permita ganarlo este año. A pesar de hacer un grandísimo 2021, Benzema no ha ganado más títulos ni es la persona más popular en Francia. Pero si de votar al mejor del año se tratase este trofeo, no tengo dudas de que Benzema debería disputarlo con Lewandovski. Ningún jugador ha aunado en semejante cantidad tanto fútbol y goles en un equipo que le ha dado muy poco. Benzema ha sido el sistema ofensivo de un conjunto que debió ganar la Liga y que llegó hasta las semifinales de Champions. No, no lo ganará, pero lo merece.

 

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El mito francés recuerda al madridismo y al antimadridismo quiénes son

Al término del gran partido jugado contra el Getafe, Karim Benzema aprovechó una pregunta ante los micrófonos para decir que el Real Madrid era el mejor equipo del mundo y que todo alrededor era ruido. Es esta una pequeña rebeldía, sutil y medida y contundente, respecto al perfil amable que se estila en los blancos con respecto a la prensa que dispara.

Esto de Benzema fue una bienvenida y apropiadísima “salida de tono” que golpea directamente donde tiene que golpear impidiendo, además, una réplica a semejante altura, por lo que hace imposible que se produzca de ningún modo de la misma forma que no hay contestación a la jugada de la línea de fondo en el Calderón. Es el silencio triunfante.

Benzema Atlético gol

Benzema será recordado como un mito, un campeón y un genio único, madridista hasta las trancas y por ello con el derecho adquirido de ciscarse en los ciscadores con la elegancia, incluso no tanta (se lo ha ganado), de un control suyo con la puntera, pongamos por caso.

Ese ruido del que habla Benzema es para el Madrid como ese zumbido neoyorquino constante. Todo el que haya estado en Nueva York lo habrá podido apreciar. Manhattan es un zumbido que no afecta a la vida de los knickerbockers (sólo a los turistas), que caminan a toda prisa sin detenerse y sin mirar a nadie.

Todo eso es el ruido (y la furia) del que habla el portento lionés, cuya hors catégorie nos indica el camino como antes otros nos lo indicaron desde el principio de los tiempos madridistas

Eso es el Madrid. Con el zumbido ya nos entretenemos nosotros, los aficionados, que es precisamente con lo que tratan de entretenernos. Siempre hay alguien ahí dispuesto al sabotaje de cualquier tipo. Alrededor del Madrid siempre bullen las murmuraciones y las maquinaciones, sustentadas en las mezquindades y en las envidias que genera, como dijo Benzema, el mejor equipo del mundo.

Todo eso es el ruido (y la furia) del que habla el portento lionés, cuya hors catégorie nos indica el camino con las mismas pinceladas con las que antes nos lo indicaron otros desde el principio de los tiempos madridistas. Las palabras de Karim lo elevan a él, elevan al Madrid y elevan también a la afición que se enorgullece de sus creencias y de sus diferencias.

Sound and the Fury Faulkner

No todo el mundo puede ser del mejor equipo del mundo, pero nosotros lo somos y nos lo recuerda Benzema como si nos arengara sin arengarnos, como si pontificara sin pontificar, casi como si recitara con su lira, desde el púlpito improvisado que le han montado los que en buena medida son sus enemigos y el ruido y la furia del idiota del verso de Macbeth que inspiró a Faulkner.

El ruido de ahí afuera, esa escandalera de mercadillo donde se oyen las voces de los mercaderes del templo o el cloqueo de las gallinas enjauladas, por favor, con la quietud y el sosiego, la gloria y la belleza de los hombres que se respira aquí dentro.

 

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El Real Madrid primero en la fase de grupos tras un epílogo inolvidable

Me encanta cuando hablan Zidane y Benzema a solas cuando el partido está a punto de empezar. Es como si hablaran de chicas. No los oigo, pero en mi cabeza suenan sus voces como la del doblaje con acento francés de Valeria Bruni-Tedeschi (la hermana de Carla) en Un buen año, esa peliculita de Ridley Scott para quedarse a vivir en ella. Los veo hablar y me vienen aires provenzales, que son como aires de infancia. Dos chavales que van a jugar un partido en verano en el campo, entre viñedos. Y los dos son del Real Madrid.

Mientras el Madrid jugaba ayer sonaba Charles Trenet. “Boum! (y marcaba Benzema) quand notre coeur fait, boum! (y volvía a marcar Benzema) Tout avec lui dit Boum! (y un palo, y un contraataque…) Et c’est l’amour qui s’eveille…”. Y cuando corría Lucas Vázquez por la banda derecha se escuchaba esa parte tan divertida, iniciática y trotona: “La pendule fait tic tac tic tic, les oiseaux du lac font pic pic pic, glou glou glou font tout les dindons, et la jolie cloche ding ding ding…”.

Distefanismo Modriciano, que parece un nombre de El Gatopardo, la novela, un primo de Giuseppe Tommaso di Lampedusa

“Boum!” nos hizo ayer el Madrid por dentro y por fuera. Inundados de Madrid, de zidanismo y de belleza, que era la de Luka Modric surcando como el guerrero de Apocalypto los verdes campos. El mariscal balcánico jugando en todas partes al mismo tiempo. En el área rival, en la propia, en el medio campo, en las bandas, rematando, defendiendo. Gloria bendita. Distefanismo Modriciano, que parece un nombre de El Gatopardo, la novela, un primo de Giuseppe Tommaso di Lampedusa, porque el gatopardo real es Benzema.

A Kroos the universe

A Kroos the Universe, decía maravillosamente La Galerna en Twitter a propósito del prusiano que nos dirigía contra los prusianos, algo, además de exacto, matemático y perfecto, romántico, como el hijo de Taras Bulba dirigiendo a los polacos por su amada frente a los suyos, los cosacos. Ayer mismo pedía yo (y soñaba con él) un Madrid épico y austero. Ordenado y eficiente. Ahorrador y directo. Pandépico. No podía imaginarme, ni siquiera podía soñar con un Madrid despampanante, refulgente, brillante, sorprendente como una iluminación de Rimbaud tras una temporada en el infierno.

Benzema le dijo al final todo el mundo quién es el Madrid. Era el verano en diciembre y acababan de deslumbrar como bailarines y toreros.

Es el Madrid que no juega a nada y juega a todo lo que ninguno, nadie absolutamente, sabe. Es el misterio, el duende, el talento oculto, dormido bajo una maraña de letargo y de farfolla. El Madrid que vuelve. El Madrid que golpea. Que nos golpea y nos aplaca. Por supuesto también a las fieras que callan, que se callan obligadas y acariciadas por la suave brisa del Madrid, esa ventolera imparable de los terrenos de juego que aparece de repente como si se abriera el telón y abajo, en la orquesta, sombreado de espaldas, moviera su batuta Zidane.

Decía Karim al final del partido, con una sonrisa infantil y poderosa, sudorosa como la de Walt Whitman, que cuando jugaban así nadie podía pararles. Y quiso ser prudente porque paró un segundo antes de continuar la frase, pero no pudo ni quiso al final contenerse porque era el verano en diciembre y acababan de deslumbrar como bailarines y toreros. Le dijo a todo el mundo quién es el Madrid. Qué él y los demás, esa demostración fulgurante que habíamos visto, eran el Madrid y que allí estaban para jugar como nadie y para ser y hacernos felices con el acento, esta vez sí lo oí, de Valeria Bruni-Tedeschi.

 

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Antiguamente los medios se paseaban por el Bernabéu y por la Ciudad Deportiva como cortesanos. El resultado era una convivencia dieciochesca, con cientos de ojos observándolo todo en cada momento, acompañando a los jugadores, aconsejándoles, dirigiéndoles a su antojo e influyendo en las decisiones y en el rumbo del Club. Ahora no es así y los excortesanos se enfadan. Ya no pueden murmurar en palacio, así que difaman, despechados.

Las murmuraciones fueron el alimento periodístico durante décadas hasta la llegada del florentinismo, cuando se empezó a regular la entrada de los cortesanos, que campaban a sus anchas por doquier, ejerciendo mayormente labores extraperiodísticas intolerables. La retirada de esos privilegios abusivos supuso el comienzo de una guerra (que continúa) por la devolución de los mismos.

Yo a veces pienso en el coyote y en el correcaminos. Pasa el Madrid a toda velocidad y a esa prensa depredadora le cae una roca en la cabeza

Uno de los ejemplos más significativos es la cruzada casi vital de Alfredo Relaño, que convirtió su notable carrera periodística en la obsesión de Gargamel por los Pitufos. Un poco en cosa de dibujos animados es en lo que se ha convertido el tratamiento de la prensa en general al Real Madrid. Yo a veces pienso en el coyote (Carnivorous Vulgaris) y en el correcaminos (Accelerati Incredibilus). Pasa el Madrid a toda velocidad y a esa prensa depredadora le cae una roca en la cabeza.

Así viene sucediendo desde hace muchos años, en medio de feroces campañas de acoso y tergiversación, años en los que el Barcelona fue (y es) el elegido por la cortesanía, que en realidad era villanía, como su favorito, y no por admiración sino por odio a la némesis. Ese barcelonismo mediático no proviene del amor por el color azulgrana, sino por el odio al blanco.

Ramos

Así se han esforzado en trasladarlo a sus lectores y oyentes y televidentes, y el clima futbolístico que se vive en la actualidad es fruto de esa obsesión visceral. La tormenta en el Madrid nunca cesa. El madridista vive en una continua ventolera con ansias de convertirse en huracán. Menos mal que nosotros somos La Galerna. Los vientos resoplan incluso (o sobre todo) entre los madridistas mediatizados por décadas de consignas.

Piperos, omaítas, oficialistas… en inacabable descontento. Instalados en la queja por defecto y por norma. Suspicaces ante los triunfos. Ese es el clima creado por esa antigua nobleza periodística desprovista de sus regalías, que no ceja en su empeño en una inexorable decadencia de las formas, cuya sordidez ya alcanza cotas inimaginables.

En estos días la tendencia parece ser descubrir conversaciones privadas de los futbolistas reventando los códigos privados, los contextos y la verdad.

El último pozo horadado es el “reportaje” de Sport (los antimadridistas ya se confunden con los madridistas, viven juntos fuera de la corte) donde un individuo que pedía en público que le partieran la rodilla a un jugador del Real Madrid se fue a buscar los supuestos orígenes madridistas del árbitro del Clásico, señalándole a él y a su familia, y mintiendo en los mismos. Da igual. Todo vale.

En estos días la tendencia parece ser descubrir conversaciones privadas de los futbolistas, cortarlas, editarlas a conveniencia y publicarlas reventando los códigos privados, los contextos y la verdad. Isco hablando de su suplencia y de Zidane, Ramos hablando de las camisetas o Benzema hablando ayer en el descanso, supuestamente mal, sobre Vinícius.

Vinicius

Una palabra más gruesa o una frase o una conversación sacada ad hoc con intenciones aviesas para su uso espurio no sería relevante sin estas condiciones. La peor discusión íntima o las peores palabras no son el termómetro real de una relación. Por eso pertenecen a la intimidad, que nunca debería ser ventilada. Lo contrario es tergiversar, confundir. De la confusión vive el excortesano. De hacer creer que Benzema piensa que Vinícius juega con el enemigo.

Ya se relamían, siempre se relamen, pero cuánto daño hizo el uno a tres. Y cuánto daño hizo ayer el dos a dos. Y qué gusto, y qué risa produce comprobarlo. Primero Benzema y luego Casemiro, y así toda la vida, haciendo caer la roca (¡mic, mic!) sobre los pobres coyotes.

 

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Karim se engrandece tras el veto de Francia

Hace pocos días, en un ejercicio de cinismo sin precedentes, el presidente de la Federación Francesa de Fútbol, Noël Le Graët, confesó haber felicitado a Zidane por la consecución del título de Liga, remarcando la gran temporada de Benzema en particular.

En circunstancias ordinarias este gesto no habría pasado de una simple rutina protocolaria, pero en el caso que nos incumbe existen una serie de connotaciones que lo particularizan y que están en relación con los motivos por los que Karim lleva casi cinco largos años sin disputar un solo partido con su selección.

La decisión de Deschamps de excluir sistemáticamente al delantero madridista de sus convocatorias-  y escurrir el bulto cuando es preguntado por su ausencia en las ruedas de prensa - no se sostiene en términos objetivos y escapa de lo meramente deportivo. En primer lugar, porque si nos atenemos al legítimo derecho a la presunción de inocencia, cualquier individuo es inocente hasta que un Tribunal de Justicia, imparcial e independiente, resuelva lo contrario mediante sentencia judicial firme. Desde finales de 2015 el interminable “Caso Valbuena” sigue enredado en las instancias jurisdiccionales francesas y no hay, hasta la fecha, prueba material palpable que acredite la existencia de la comisión de un delito de extorsión; por lo que, en esencia, Karim es inocente y susceptible de pleno derecho de ser convocado.

Karim Benzema con la Selección Francesa

En segundo término, conviene recordar que el lionés lleva dos temporadas en el Real Madrid a un nivel que roza la excelencia, a una distancia sideral de sus teóricos competidores (Antoine Griezmann, Olivier Giroud, Alexander Lacazette) y con un status mundial incuestionable, gozando además del honorable distintivo de ser el futbolista galo con mejor palmarés de clubs de la historia.

Para comprender el contexto que explica el infundado destierro que sufre Benzema, deberíamos remontarnos a los meses previos a la celebración de la Eurocopa de Francia en 2016. Multitud de políticos y personalidades de variada índole se atrevieron a verter feroces críticas sobre Karim, alimentando un juicio mediático que se trasladó a las calles y degeneró en un linchamiento continuado a un futbolista que siempre dio lo mejor de sí con la elástica bleue. “Karim sí” vs “Karim no”: una dicotomía perniciosa que se convirtió en cuestión de Estado. Manuel Valls (ex primer ministro francés), Patrick Kanner (senador y ex ministro de deportes) o la pintoresca Marine Le Pen, manifestaron, entonces, que el delantero madridista no era una persona lo suficientemente honrada para representar los valores de la selección.

¿Acaso las máximas autoridades de un país deben pronunciarse sobre cuestiones estrictamente futbolísticas? ¿Y no constituían esas opiniones un ataque frontal al lema oficial de la República Francesa (igualdad, libertad y fraternidad) al condenar a una persona sin que mediara resolución firme de por medio? Utilizar instrumentos tan poderosos para movilizar a las masas, difamando y ultrajando a un ciudadano, constituía un abuso de poder en toda regla y, en definitiva, una inmoralidad impropia de un país civilizado y democrático. ¡Hasta le llegaron a acusar de escupir el himno de La Marsellesa!

Karim Benzema celebra un gol con la Selección Francesa

La demonización institucional hacia su figura no había hecho más que empezar, y con la consecuente opinión pública en su contra, Karim empezaba a vivir un ostracismo a todas luces inaceptable. Portadas acusatorias, aquelarres mediáticos, juicios paralelos… Todo parecía torcerse para una persona cuyo único pecado fue ser fiel a sus orígenes y no renegar de su pasado en pro de ciertas compañías que le acarrearon más quebraderos de cabeza de los que él se esperaba. Una confraternidad sacrosanta que, si bien ha cercenado en buena parte su carrera profesional, nos enseñó que valores como la amistad y la lealtad a las raíces están por encima de cualquier maniqueísmo.

Con todo, y a juzgar por su comportamiento como profesional, no hay indicio alguno que demuestre una supuesta aura de conflictividad. Sus 13 tarjetas amarillas en más de 700 partidos, la ausencia de conductas polémicas o sus nulos problemas en sus respectivos vestuarios ponen de relieve la ejemplaridad de Benzema. Los resortes del poder nos han privado de ver a Karim tejiendo asociaciones con el portentoso Mbappé, de celebrar un buen puñado de goles con su selección o de sostener una Copa del Mundo entre sus brazos. Y me dejo en el tintero la rocambolesca decisión de France Football de cancelar el Balón de Oro cuando más y mejor posicionado estaba Benzema para ganarlo. Una causa perdida, dicen unos. Una completa injusticia, afirman otros; pero lo que es más que irrebatible es que la casa de Karim siempre será el Real Madrid, una entidad que estará eternamente agradecida por sus servicios.

El tuit de Benzema por las declaraciones de Noël Le Graët

“Prefiero reírme”, ha contestado Karim en sus redes sociales a la felicitación que le envió el presidente de la Federación por la consecución del campeonato de Liga. Porque fue Le Graët el que, en el pasado mes de noviembre, determinó el destino del jugador blanco con un demoledor: “Karim no volverá a vestir la camiseta de la selección, su tiempo aquí ha terminado”. Otra razón más para que KB9 se aleje de todo lo relacionado con la FFF, se dosifique física y mentalmente y se centre única y exclusivamente en el Real Madrid.

 

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¿Puede Benzema ser el máximo goleador de esta Liga? La respuesta aséptica a esta pregunta es sí y la respuesta reflexiva es que es difícil, para qué engañarnos. Karim ha marcado 21 goles por 23 de Messi, solo les separan dos tantos, pero únicamente resta una jornada por disputarse.

 

Motivos para pensar que Benzema no será Pichichi:

- El primero es que Karim tendría que anotar dos goles más que el argentino.

- El francés es menos goleador que Messi. Las características de ambos son diferentes e históricamente Messi siempre ha marcado más goles que Karim.

- En el Barça, Messi lanza todo lo susceptible de ser lanzado menos la jabalina y piedras, al menos en público. En su afán de sacar y lanzar todo, incluso saca de quicio al público al lanzarle pelotazos impunes como quien tira caramelos desde lo alto de una carroza de la Cabalgata de Reyes para aplacar su ira y calmar su frustración. También es habitual que lance fuera de sí mismo —vía oral— aquello que le sobra en el estómago en un acto que provoca nauseas a los espectadores. Se rumorea que durante un tiempo estuvo a punto de ser la imagen publicitaria de Primperan, pero un directivo del laboratorio farmacéutico observó a Messi regurgitar desde un vomitorio del Camp Nou y paralizó la inminente firma del contrato.

Motivos para creer en que Benzema gane el trofeo al máximo goleador:

- Karim es jugador del Real Madrid. No solo eso, sino que es muy madridista y la principal consecuencia de ello es que nunca se va a rendir y lo va a intentar con ahínco hasta el final. La entrega y la lucha de Benzema no es aparatosa ni ostentosa, es inteligente, jamás derrocha energía en un gesto innecesario, una carrera absurda para la galería o una protesta que no va a cambiar la decisión arbitral. Esta virtud le ha costado que parte de la afición madridista le tache de indolente. Es inevitable, no todo el mundo aprecia el talento ajeno y existe mucha gente admiradora de los futbolistas populistas.

- En caso de empate, el trofeo sería para Benzema porque ha marcado menos goles de penalti.

- Benzema está en mejor estado de forma que Messi. Físico y anímico. La forma física de Benzema ha ido mejorando con los años, cada vez está más fino y rápido. Sin embargo, Leo no está viviendo su mejor año. Ambos jugadores comparten la característica de que para jugar bien han de gozar de confianza y estar razonablemente felices. En este sentido, el francés tiene ventaja. Messi no es que tenga confianza, sino que es el propietario de facto del Barcelona y tiene secuestradas las decisiones de la directiva desde hace años. Tampoco es necesario ser una lumbrera para darse cuenta de que Leo no está feliz. Se ha encargado de dejarlo patente en gestos como la cobra que le hizo a Sarabia, a la altura ya de aquella de Bisbal a Chenoa. Después, tras marcar de falta contra Osasuna, hizo un gesto de rabia con el brazo similar al que realiza un torero tras concluir una tanda de muletazos con un pase de pecho. Por si fuera poco, después del partido verbalizó su malestar de manera clara con el mismo aspecto insalubre que lucía Supermán cuando en la tercera entrega de la saga se contamina con Kriptonita y se vuelve malo. Por el otro lado, Karim mantiene una simbiosis perfecta con Zidane, incluso desde antes de conocerse, y la confianza que necesita no es la del poder leonino, como el argentino, sino que no se dude de él.

- Y por último y no menos importante, Benzema tiene una venda en la muñeca que le confiere poderes y puede ser clave para ganar el Pichichi de esta liga.

 

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Este debería ser un texto sobre la fantástica temporada de Karim Benzema. Porque se lo merece y porque yo, tan crítico con el francés durante años, aprovecharía así para redimirme de algunos pecados -no de todos, ya que algunos son sanos y entendibles-. Pero no. No voy a hablar del que, para mí -y para muchos-, ha sido el mejor futbolista de la Liga. Ya no sólo del Real Madrid, sino de la competición en general. Sí, por encima de Messi. ¿Quiere decir que sea mejor que el argentino? No. ¿Hacía falta explicarlo? Tampoco. Pero las letras, de momento, salen gratis. Ya que estaba…

Lo cierto es que me apetecía lanzar una ligera reflexión sobre la Liga que han firmado tres jugadores en concreto: Thibaut Courtois, Sergio Ramos y Casemiro. El título no se entendería sin la figura de los tres. Tampoco sin la de Kroos -perdóname, Toni-, pero el impacto del alemán en el Real Madrid está tan manido -hasta Casemiro lo dijo en una entrevista- que no hacía falta que nadie, y mucho menos yo, le dedicase unos párrafos.

Así las cosas, y dejando a un lado al cirujano teutón y al bailarín francés -qué bien escribe sobre él Mario de las Heras-, mi lupa se centra en los tres futbolistas citados anteriormente. Imposible entender la conquista de la Liga sin el mejor guardameta que ha tenido el Real Madrid desde Iker Casillas, un central de época y un centrocampista que aguantó durante años la etiqueta de jugador limitado única y exclusivamente por ser una petición de Mourinho. No se engañen, queridos galernautas, hay fichajes que se analizaron por el valedor y no por su nivel. Así funciona el entorno del fútbol español, ese que ahora critica el VAR por acertar.

Zidane, que si algo tiene es una confianza extrema en los suyos, edificó el Real Madrid 2019/2020 sobre Courtois, Sergio Ramos, Casemiro, Kroos y Benzema. El resto de piezas -salvo Varane- fueron bailando en mayor o menor medida. Y sí, Vinícius, Valverde, Modric, Isco y compañía han sido importantes en el largo y turbulento camino hacia la cima, pero, con permiso de Benzema, el campeón se sostiene sobre el potencial defensivo que arrojan Courtois, Ramos y Casemiro. En los peores momentos -los ha habido, y alguno muy delicado-, el equipo lo fio (casi) todo a la muralla que forma un trío que, a mi modo de entender, no ha sido valorado como merecía.

Sergio Ramos ha marcado siete goles en una segunda vuelta antológica, pero lo mejor es que su nivel defensivo ha sido extraordinario. El camero ha dominado en ambas áreas con la naturalidad de los más grandes. Parecía central y delantero en un mismo cuerpo. Y qué cuerpo, ojo. Los 34 años mejor llevados de la historia -no te enfades, Cristiano, que a ti te querré siempre-. Mientras el camero vivía su segunda juventud, Courtois las paraba todas con 0-0. Esas intervenciones son las que más valen. Aliento ante las posibles dudas. El Real Madrid salvaba los muebles con el resultado inicial y luego golpeaba en el mentón. Plan infalible. Junto a ellos, el mejor Casemiro que han visto mis ojos. Formidable tácticamente, fantástico con el balón y pisando área rival más que en años anteriores.

Repito mi disculpa, Karim, aunque no te faltarán piropos -y con razón-. Sin embargo, tu sobresaliente rendimiento no tendría el merecido premio del título de no ser por el pasillo central construido por Zinedine Zidane.

 

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Karim Benzema es un jugador que (casi) siempre ha sembrado debates antagonistas. Los que nos consideramos benzemistas hemos sido muy pesados defendiendo el talento del francés hasta cuando su mapa de calor invitaba a la crítica. Los antibenzemistas acudían a los números y trampeaban comparando sus cifras con las de Cristiano Ronaldo. Era un debate sensacional, puesto que Benzema es un jugador que no deja indiferente a nadie. Desde su llegada vivió enfrentado en el debate público con Higuaín. El argentino producía más desde lo tangible, pero afortunadamente el Club supo ver que el francés era mejor. La apuesta debía hacerse por el talento superior y complementario al de Cristiano Ronaldo.

Eran tiempos en los que Benzema era un foco continuo de críticas. Sus problemas penales no ayudaban a sus defensores, pese a que nunca se demostró nada punible en su actitud. Incluso en sus peores tiempos, los benzemistas siempre veíamos la importancia de la aportación de Karim. Para empezar era esa cuota de calidad que todo gran equipo debe lucir, ese lujo que uno debe poder pagarse para que todo tenga sentido, pero además era el acompañante perfecto de la estrella del equipo, el que compensaba cada movimiento que hacía Cristiano para que el luso se luciera y el equipo ganara. Pese a que ello le alejaba de los focos masivos, los entendidos (entrenadores en muchos casos) siempre valoraron su aportación y desde la llegada de Zidane se convirtió en un indiscutible. Pasó entonces a ser considerado un mimado del entrenador para los antibenzemistas.

A los benzemistas nos costaba reconocer que el estado físico de Karim no siempre era el óptimo y que su gestualidad no invitaba al aplauso del forofo. Sin embargo nos reivindicábamos, a veces en soledad, con cada control orientado, con cada movimiento que limpiaba el área a un compañero o con cada contragolpe que posibilitaba con su juego de espaldas con descarga inmediata a la banda. Por contra, no solíamos reivindicar sus goles dado que nos podía parecer hasta algo sucio reivindicar a Benzema desde lo más material. No atendíamos en ese momento a la realidad de que Karim seguía escalando a gran velocidad en la lista de máximos goleadores de la historia del Real Madrid y de la Champions League. Hubiera sido un gran argumento de defensa, pero nos iba lo etéreo.

Tras la salida de Cristiano, Gareth Bale parecía llamado a liderar el ataque del Real Madrid. Poca gente esperaba que Karim, de nuevo al servicio del equipo, cambiaría completamente su rol compensando la dimisión del galés. Benzema venía de hacer un final de temporada tan espectacular como poco valorado por la opinión pública. Sus goles en semifinales ante el Bayern y su actuación en la final de Kiev, también con gol, ya anunciaban lo que vendría después. El francés también puso de su parte. Un nuevo plan alimenticio y de preparación nos devolvieron a un Benzema mucho más esbelto y potente. Los goles pronto empezaron a llegar y poco a poco los antibenzemistas perdieron tal condición. Con un Madrid a la deriva, Benzema era la única referencia a la que agarrarse. Se rompió una falange y consciente de que no podía dejar de liderar al equipo lleva un año y medio jugando con un vendaje que se ha convertido en un símbolo de su compromiso con el Club. Imposible no ganarse al aficionado tribunero si uno no para de marcar goles, aleccionar a los jugadores más jóvenes y comparece en cada partido con un vendaje que tapa una herida sufrida en el campo de batalla.

No se confundan, Benzema sigue siendo un jugador profundamente colectivo, pero ahora su aportación al grupo se centra más en el gol. Ello no ha impedido que el Madrid juegue en ataque a lo que quiera el francés. Su contribución es continua y las lesiones han desparecido del catálogo de un futbolista que, a sus 32 años, está en el mejor momento de su carrera. En opinión del que escribe ha sido el jugador de la Liga que está a punto de acabar y, como el Madrid haga la machada en Manchester, el mayor candidato al Balón de Oro. Aunque lo consiguiera, les aseguro que los benzemistas seguiremos hablando de sus controles. Somos así de pesados.

Cuánto hemos hablado del nueve en estos últimos años. La marcha de Cristiano dejó un enorme vacío que casi todo aficionado pensó que sería la urgente posición a reponer. Todos esos nueves posibles se quedaron por el camino y casi nadie lo podía creer. El peso del delantero se había echado todo en Benzema, el jugador que había hecho de condensador de fluzo, de pared, de asistente, de ayuda de cámara discreta, silente, durante una década.

Los antibenzemistas clamaron ante la blasfemia táctica por la que casi se sentían atacados. El griterío fue ensordecedor durante meses y meses hasta que Benzema, como había hecho siempre, trabajando en silencio, creando en silencio, sabedor de su talento y de sus posibilidades, fue callándolos a todos, casi uno a uno, como si los hipnotizara. Yo cada día me encontraba un nuevo antibenzemista sin palabras. Donde antes había un ruidoso descontento, ahora había un mudo con la sonrisa reticente, pero con los delatores ojos alegres.

Benzema los había ido convenciendo como si nunca hubiera desistido de poder enseñarles sus poderes sutiles y secretos, no aptos para cualquier aficionado. Ese aficionado había sido silenciado finalmente, se diría que convertido sin más remedio al benzemismo como al silencio. Porque Benzema es el silencio como el anuncio de aquellos aires acondicionados. Y no solo el silencio sirve al benzemismo sino también los goles. Los goles, estruendosos en esencia, terminaron de atraer al reacio y mostrarle las maravillas de la estética y la quietud.

Benzema se hizo el nueve que había sido siempre, aunque necesitaba recambios. Jovic era la opción tomada esta temporada y Mariano la anterior. Ambos habían mostrado en sus anteriores destinos interesantes maneras. Pero ninguno de ellos está disponible en los momentos definitivos de la temporada como el de hoy. Del serbio se podría escribir casi una novela de andanzas picarescas. No buscaba el Madrid un buscavidas de extrañas costumbres sino un goleador al uso. Un delantero marcador como Mariano, cuya potencia rematadora prometía ser un caballo de carreras ganador si se conseguía domar primero, y luego regular.

Pero no están. Jovic por causas difíciles de justificar tras las sucesivas recaídas en su dudoso comportamiento, y Mariano por la recurrente y misteriosa baja de última hora. El Madrid se va a jugar esta liga con el único nueve que siempre está y que siempre ha estado. Quizá no me arriesgo mucho si digo que siempre estará. El mismo nueve que no les servía a tantos es el único nueve que les ha respondido completamente sin hacer ruido, casi jugando insistentemente de puntillas entre abucheos, mientras esos mismos abucheadores hoy rezan para que no se les lastime la leyenda.

Ese delantero especial, distinto, cuestionado hasta límites desconocidos está sosteniendo e iluminando al Real Madrid cuando el Real Madrid más le necesitaba, como si se hubiera quitado las gafas para lucir el rostro del héroe que quizá sostenga en el aire un helicóptero o gane una Liga y por qué no una Copa de Europa y con ello, y con menos, puede que el Balón de Oro para terminar una de las más bellas historias del fútbol jamás escritas.

 

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Una de las cosas más encantadoras de Benzema es que apenas toca el balón. El balón de Benzema corre libre por el campo. Es un balón Montessori, cuyo rumbo y movimiento se desarrolla por medio de un trabajo libre. Benzema no le transmite conocimientos. Es el balón el que los adquiere a través de sí mismo.

El balón de Benzema es autónomo. Él no lo toca, sólo lo dirige. Y ese balón se desarrolla plenamente. Ahora lo estamos viendo después de tanto tiempo. El balón de Benzema ha crecido y es intelectual, moral, social y emocionalmente independiente. El balón de Benzema suena como un haiku.

Cuando ese balón duda, Benzema lo dirige con un simple toque. Cuando está perdido él lo recoge con su amoroso empeine y lo tranquiliza. Ese pie es una batuta minimalista que, en cada movimiento, incluye actos enteros, escalas interminables de corcheas y semicorcheas, fusas y semifusas.

Y siempre parece que no es nada. Hay que detenerse y escuchar. Ayer en Barcelona dio un recital de educación de balones. Ese balón que le llegaba se sentía al instante en su medio, en el microcosmos benzemista donde lo comprende todo. Si el balón se desviaba, Benzema acudía solícito a encaminarlo.

El balón de Benzema se ha hecho mayor y domina el entorno de su vida de una forma nunca vista. El balón se mueve y Benzema apenas lo toca. No hay que tocar mucho las cosas. Es un tocar diferente. Un tocar respetuoso, religioso. Ese balón se despistó ayer y quedó momentáneamente extraviado en el vértice del área pequeña.

Benzema lo vio y fue a buscarlo acompañado del defensor españolista, que también lo quería. Benzema puso el cuerpo por delante para protegerlo. No quería que nadie lo tocara (y menos el defensor blanquiazul) para que él solo supiese encontrar su camino. Benzema esperó unas décimas de segundo, pero se alejaba sin solución en sentido contrario.

Fue cuando se abalanzó sobre él como una sombra protectora y le devolvió la vida que se le perdía con un talonazo de espaldas que lo dejó en la punta de la bota de Casemiro para que este lo rematara.

La punta de la bota de Casemiro era el tren al que se subía ese balón para ir a la universidad y hacerse adulto, mientras el madridismo le despedía en pie desde el andén con lágrimas en los ojos, recordando lo pequeño y lo bonito que era cuando nació de aquel talón.

 

Fotografías Getty Images.

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