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Rudy Fernández en la historia del Real Madrid de Baloncesto

Rudy Fernández en la historia del Real Madrid de Baloncesto

Escrito por: Germán Urrutia12 abril, 2024
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Cuando Rudy Fernández decidió abandonar la NBA para enfundarse la camiseta del Real Madrid en el verano de 2012, el equipo blanco acumulaba más de diecisiete años sin ganar la máxima competición continental. El alero mallorquín tuvo un efímero paso previo por la capital de España, a causa del cierre patronal de la liga estadounidense, que coincidió con los inicios de Pablo Laso en la banqueta merengue. El paréntesis de Ramón Calderón dejó en las vitrinas del Santiago Bernabéu dos ligas de fútbol y una de baloncesto, además de una Copa ULEB, pero el Real Madrid necesitaba recuperar su identidad. El regreso de Florentino Pérez en 2009 abrió una nueva etapa en la que Cristiano Ronaldo se erigió en el jugador más determinante desde Alfredo Di Stéfano. La crisis en la sección de baloncesto era de mayores dimensiones que la de fútbol, y Pérez tiró de talonario para asegurarse como entrenador al laureado Ettore Messina. El italiano tuvo una tarea similar a la que se encomendó a José Mourinho un año después: igualar los duelos con el Fútbol Club Barcelona y que el Real Madrid fuese temido de nuevo en Europa. El técnico de Setúbal inició su romance con la grada antes de tomar posesión de la banda del Bernabéu, al contrario de un Messina al que la afición dio la espalda. La sección de baloncesto había dejado de interesar. Tras la demolición del Pabellón Raimundo Saporta, el Real Madrid vagó por Vistalegre, la Caja Mágica o incluso el Madrid Arena, lugares donde el cemento predominaba en los sucesivos fracasos.

La primera etapa de Florentino Pérez no fue brillante en el deporte de la canasta. El recuerdo más comentado de aquellos sinsabores fue una entrevista que concedió Pérez a El Larguero, en la que cuestionado por Kaspars Kambala, el presidente respondió «estuvimos a punto de ficharle», cuando el pívot letón ya vestía de blanco. Lolo Sainz, a la sazón director técnico, matizó que se había tratado de una broma. El baloncesto no pudo paliar la falta de éxitos en el fútbol como había hecho en otras ocasiones, y Florentino Pérez se planteó cerrar la sección en 2010 y 2011. «En el baloncesto son casi todo gastos», dijo el presidente en la Asamblea General de 2010, meses antes de despedir a un Messina que se quejó de la falta de unión con los jugadores. Juan Carlos Sánchez asumió la dirección de la parcela deportiva, con Alberto Herreros de escudero, al abrigo del director general, Jorge Valdano, en uno de sus últimos servicios antes de que sus choques con Mourinho lo llevasen a abandonar Chamartín. Hombre de su máxima confianza y fanático del Real Madrid, Antonio García Ferreras convenció a Florentino Pérez para que escuchase los consejos de Javier García Coll y contratase a Pablo Laso. El vitoriano tenía la difícil tarea de ganarse el respeto de los fieles que acompañaron al equipo en su retorno al Palacio de los Deportes.

El posible final de la sección de baloncesto no era una novedad. Tras ganar la Copa de Europa de fútbol en cinco ocasiones de forma consecutiva, los sesenta fueron años complicados en el apartado económico para el Real Madrid. El gran impulsor de este deporte en la entidad (y en Europa), Raimundo Saporta, diseñó un plan para mejorar la situación financiera, que incluía la supresión de su «propio hijo». Don Santiago Bernabéu se negó a disolver el equipo de Pedro Ferrándiz, como sí hizo con otras secciones. Saporta no tardó en generar ingresos para su deporte predilecto con una jugada maestra: se aseguró el patrocinio de Philips gracias a la retransmisión de los partidos a través de Televisión Española, que también abonaba una compensación por los derechos. La llegada de la marca neerlandesa y el ente público alumbraron el añorado Torneo de Navidad. Emiliano Rodríguez y Clifford Luyk fueron los pilares que tomaron el relevo del equipo de fútbol para llevar más trofeos continentales al Santiago Bernabéu.

El baloncesto se convirtió en el segundo deporte más popular en una España que buscaba referentes culturales al otro lado del Atlántico tras la Transición. Televisión Española acercó a los españoles «cerca de las estrellas» al ritmo de George Michael. Unas pistas que parecían demasiado lejanas cuando Fernando Martín dio el salto como máximo exponente de la selección que logró la plata olímpica en Los Ángeles 1984, tras el Mundial que se celebró en España dos años después. Los de Lolo Sainz se trasladaron al Palacio de los Deportes ante el aumento de aficionados que querían presenciar los duelos entre Martín y Audie Norris, o la trepidante temporada de Drazen Petrovic. La sociedad española lloró la muerte de Fernando Martín a los 27 años en un accidente de tráfico. Año y medio después, la maldición que perseguía a la sección se cobró otra víctima: el entrenador Ignacio Pinedo sufrió un infarto durante un partido de la Copa Korac que acabó con su vida cinco meses después. Ramón Mendoza buscó sin éxito nuevos patrocinadores que permitiesen reducir las pérdidas, motivo por el que dimitió en otoño de 1995, al no aprobar sus cuentas la Asamblea General. El antiguo directivo de Bernabéu se presentó ante los socios escoltado por la Copa de Europa que había ganado el equipo capitaneado por Sabonis y Arlauckas. Lorenzo Sanz levantó la primera «Champions» del Real Madrid, treinta y dos años después de la sexta conseguida por los «yé-yé». Un triunfo que agrandó la herida del baloncesto, que tuvo que regresar a la Ciudad Deportiva por los recortes económicos.

El club blanco necesitaba un nuevo referente que cambiase su destino. Lejos quedaban los días de gloria en un Palacio de los Deportes que ardió el 28 de junio de 2001. La ACB no supo gestionar su éxito tras unirse a Canal+, y se vio golpeada por el nacimiento de la Euroliga al inicio del siglo actual. El Barça ganó dos veces la máxima competición del Viejo Continente, mientras el Madrid permanecía instalado en «la liga de Herreros». La llegada de Rudy Fernández dotó al equipo blanco de la intensidad que exigía Pablo Laso, y los Reyes, Mirotic, Llull o Rodríguez dieron un paso adelante a los que solo un inspirado Vassilis Spanoulis privó de la anhelada novena. Desde aquella final, el Real Madrid ha coleccionado títulos, incluidas tres Euroligas, al mismo tiempo que el equipo de fútbol ha logrado otras cinco Champions. Aquel joven que realizó un mate en la cara de «Superman» Howard en una final olímpica maduró con la camiseta blanca, que escogió con el reto de hacer frente al Barça de Juan Carlos Navarro. El balear no ha encabezado las tablas estadísticas, pero ha jugado sus mejores minutos a ambos lados de la cancha cuando el balón más quemaba. Doncic, Campazzo o Tavares se han contagiado de su espíritu, que ha vuelto a llenar el renombrado Wizink Center.

El club blanco necesitaba un nuevo referente que cambiase su destino. La llegada de Rudy Fernández dotó al equipo blanco de la intensidad que exigía Pablo Laso

La exigencia del madridismo le ha costado a Fernández recibir más de un silbido por parte de su afición, una presión con la que también tendrán que lidiar sus sucesores más allá de anotar canastas. La sección de baloncesto sigue siendo deficitaria, pero aporta prestigio a la marca Real Madrid, motivo principal para que la masa social acepte perder más de veinte millones por temporada. El madridismo se siente identificado con noches como las de la pasada Euroliga, de la misma forma que Don Santiago Bernabéu respaldó el equipo que ideó Raimundo Saporta. Rudy Fernández lucha por despedirse contribuyendo a levantar nuevos trofeos junto a Sergio Llull, mientras Juan Carlos Sánchez afronta la difícil tarea de evitar que el equipo de baloncesto vuelva a incurrir en campo atrás.

 

Getty Images

Intentando que nadie nos robe el balón, como Fernando Redondo en Dortmund.

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Cuento en @lagalerna_ el asombro que me produce que los rivales sigan atribuyendo a la suerte nuestras victorias y que piensen que no jugamos a nada. Por mí, y seguro que por Carletto, que sigan igual.

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