Vinícius cumplió contra la Real Sociedad 100 partidos con el Real Madrid regalándole un punto curiosamente un año después de marcarle un gol decisivo al Barcelona que fue fundamental para la conquista de la Liga. Nunca olvidaremos ese partido que acogió por última vez hasta nuevo aviso a los aficionados en el Bernabéu. En esos 100 partidos, Vinícius ya ha tenido tiempo de dejar actuaciones deslumbrantes que le han dado triunfos a su equipo, sin embargo, la percepción de gran parte del madridismo es de cierta insatisfacción.
Creo que una mirada objetiva a Vinícius sirve para vislumbrar que el problema que hay con el brasileño es de expectativas. Desde que el Real Madrid renunció al fichaje de Neymar para evitar males mayores, existe cierto síndrome que empuja a buscar con desesperación al nuevo Neymar, ese jugador con un talento descomunal que ayuda a cambiarlo todo. Sin embargo, se suele obviar que cuando Neymar arribó a Barcelona ya contaba con 21 años y más de 200 partidos como profesional. Se puede decir que su formación se había completado. En el caso de Vinicius, el joven brasileño llegó tras sólo 69 partidos y 18 años a un Real Madrid que ansiaba tener un nuevo ídolo tras la salida de Cristiano. Todos quisimos ver más de lo que todavía podía haber, Vinicius con algunas grandes actuaciones también contribuyó a ello y en cuanto el rendimiento bajó y se hizo más acorde al de un jugador de 18 años la decepción se apoderó de muchos de nosotros.
Tras sus primero sus 100 partidos, Vinícius figura en el imaginario colectivo como un veterano cuando a sus 20 años es todavía un jugador sumamente joven. El ejemplo de Phil Foden resulta bastante equiparable: tras unos años jugando más bien poco en el City, en esta temporada se está convirtiendo en un habitual. Cuesta imaginar ese proceso tan lógico y progresivo en un Real Madrid acostumbrado a encumbrar y despeñar ídolos a una velocidad infinita. Esta llamada a la paciencia y cordura no debe hacer obviar que Vinicius tiene una falta de base técnica muy importante. Su superioridad física en edad juvenil en el Flamengo le permitía ser diferencial sin necesidad de trabajar o pulir una serie de fundamentos técnicos que ahora sí necesita imperiosamente cuando juega con los mayores. Con Vinicius se suele confundir falta de entendimiento del juego, (en esto ha evolucionado bastante) con falta de calidad técnica que en ocasiones le impide ejecutar con precisión las jugadas que su cabeza imagina. Es habitual ver como Vinicius precisa de varios controles para dejarse el balón apto para chutar o que muchas veces dispare sin tener bien equilibrado el cuerpo por habérsele quedado el balón atrás. Por eso muchos tiros de Vinicius rebotan en los contrarios o algunos de sus goles llevan ese sello tan particular.
Por todo lo comentado, el Madrid y Vinícius deben hacer una doble reflexión. El conjunto blanco debe valorar si puede esperar a ver la evolución de Vinícius en un papel de jugador revulsivo que, en mi opinión, ya está cumpliendo perfectamente. El brasileño ya ha generado 8 goles esta temporada, registro que le permite ser el segundo atacante más productivo del equipo. Por tanto el Madrid ha de estudiar si las posibles ofertas por Vinicius son dignas de ser estudiadas para poder tener acceso a un jugador más contrastado o sigue apostando por un jugador que quizás en 3 años sí tenga el nivel de titular del Real Madrid. En paralelo, Vinicius tiene que pensar si está dispuesto a seguir evolucionando y mejorando en el Real Madrid en un rol más secundario, que es el acorde a su nivel actual, o si le acaba cansando esa situación y prefiere buscar otro sitio. Las declaraciones de Vini invitan a pensar que está dispuesto a hacer lo que sea por triunfar en el Madrid. En todo este tiempo, Vinicius se ha hecho querer por gran parte de la afición, pero urge que alguien le ayude a trabar el aspecto técnico que le ayude a dar el siguiente paso.
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Courtois (5)
No obró ninguno de los milagros a los que nos ha acostumbrado esta temporada. Raro en él, incluso falló en algún balón aéreo. Impotente en el gol.
Mendy (5)
No es un prodigio técnico, pero estuvo más fallón que de costumbre. Un pulmón durante todo el encuentro. Mejor cuando peor estaba el Madrid.
Varane (6)
Serio y correcto. Rápido al corte. Sostuvo bien a Isak.
Nacho (7)
Esta en forma. Muy concentrado. Sin fallos. Incluso se atrevió con una ruleta en la penúltima jugada del encuentro que pudo valer el gol de la victoria.
Lucas (6)
Bien en ataque, mejor en el primer tiempo, y peor en defensa. Bravo y punzante partido del gallego que porfía su renovación. Sigue cumpliendo.
Kroos (7,5)
Dejó una lección magistral de dirección de juego en el primer tiempo. Más sobrepasado en el segundo.
Casemiro (6)
Mejor en la medular que entre centrales. Siempre responde al toque de corneta blanco. Pudo marcar dos veces.
Modric (6)
Mostró su calidad, sobre todo en el primer tiempo en el que incluso dejó una delicatessen. Desconectado en el segundo tiempo y por consiguiente, sustituido.
Asensio (4)
Demasiado ausente como demasiadas veces. Buena maniobra dentro del área en la mejor ocasión del Madrid. Sólo un destello.
Isco (6)
Buen partido de un renacido Isco. Flotó en los alrededores del área y aunque se perdió en alguno de sus arabescos generó peligro y aportó criterio. Sin fuelle. Sustituido.
Mariano (4)
Lucha sin descanso. Poco más.
Hugo Duro (5)
Peleón. Oxigenó al equipo.
Vinicius (7)
Se dejó ver, mostró descaro y marcó un gol de rebote ¿Qué más podemos pedirle a nuestro Vini?
Rodrygo (6)
Su regreso es una gran noticia. Dejó buenos detalles. Aportará mucho al equipo.
Valverde (7,5)
Otra buena nueva. Insufló aire al equipo cuando Modric ya estaba agotado. Su taconazo en el gol del Madrid está al alcance de pocos elegidos.
Zidane (5,5)
Planteó bien el partido pero el cambio de sistema en el descanso descentró al equipo hasta encajar el gol visitante. Acertó en los cambios y recupera lesionados. Si acaba por resucitar a Isco estaremos ante su último sortilegio.
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Arbitró Jesús Gil Manzano del colegio extremeño.
Partido bastante plácido para el colegiado que, en un arbitraje muy europeo, permitió los contactos y dio continuidad al juego. La única amarilla del choque fue para Gorosabel en el minuto 75 cuando agarró de forma ostensible a Vinicius.
Gil Manzano estuvo BIEN.
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Aparece Zidane sonriente junto a un señor con traje y gafas muy educado (educado el señor, no el traje).
“Nuestra meta contra el Valencia es seguir desarrollando la fuerza y la energía de los últimos partidos. Mañana es un buen momento para reivindicarnos y seguir creciendo. Los jugadores están comprometidos e hicieron una buena semana de entrenamientos. Mañana es un partido exigente”.
A Zidane le pregunta si su continuidad como entrenador del Real Madrid depende de que Sergio Ramos renueve. Zidane se ríe, imaginamos que por no llorar. “Yo soy entrenador del Real Madrid hoy y voy a aprovechar cada día. Del futuro no se habla nunca y no se va a hablar”. (Nueva frase zidanesca).
Le cuestionan sobre si cree que el Atlético de Madrid soportará la presión. “Faltan 48 puntos y vamos a pelar, intentar jugar bien al fútbol, ganar partidos y no podemos controlar nada más. Vamos a darlo todo hasta el final”.
Un periodista quiere saber si se siente identificado con Mourinho tras el malestar del entrenador luso con Bale. Zidane tira de diplomacia: “A Bale le deseo lo mejor porque es futbolista del Real Madrid. No estoy allí, por lo que no puedo comentar nada”.
Dice el presidente de la Federación Francesa que el día que se marche Deschamps usted es la primera opción para ser seleccionar francés. “De momento estoy aquí disfrutando. El futuro no se sabe nunca, pero mi presente es el Real Madrid”.
El último partido el Madrid contaba con nueve bajas. Para este se recupera a Carvajal y Lucas, pero siguen siendo siete. Le interrogan al técnico si tiene detectado el problema o es mala suerte. “No, mala suerte no. Sí estoy preocupado porque me gusta tener a todos los jugadores. No voy a hablar de lo mismo. Recuperamos a Carva y Lucas y ojalá vayamos recuperando al resto”.
Vuelven a tema de la selección francesa y le indican a Zidane que parece que todos los sitios por donde ha pasado quieren contar con él. Le preguntan que si cree que él podrá elegir destino. “No, porque no es así, al final son las oportunidades. Llevo siendo del Madrid casi 20 años y el club me ha dado la oportunidad de entrenar a este gran equipo. Disfruto todos los días y me apasiona. Lo que va a pasar en el futuro no se sabe, tú tampoco sabes si vas a seguir trabajando donde estás o en otro sitio” —responde Zidane con la misma medicina al periodista.
Nuestro periodista favorito (?) pregunta acerca de la generación que fue campeona de Europa juvenil por primera vez con el Real Madrid, mas no puede dejar de meter la puyita y le pregunta a Zidane que SI sigue la siguiente temporada, ve a alguno de esos chavales con posibilidades de hacer carrera en el Real Madrid. “Claro que sí, lo bueno del Madrid es la cantera. Algunos antes de empezar con el primer equipo han de salir a jugar un poco fuera, pero para ellos es un reto importante. Tienen cualidades para estar”. Hoy Zidane decide contestar de manera aséptica tras el corte que le pegó no hace mucho.
¿Qué rumores les afectan más: su continuidad, la renovación de Ramos…? “No podemos cambiar lo que se habla fuera. Conocemos la condición y la presión que supone estar en el Real Madrid, nosotros a lo nuestro. Queda mucho para final de temporada y podemos conseguir grandes cosas en Liga y Champions”.
Le cuestionan acerca de cómo ve a Hazard y de cuándo cree que volverá (sigue siendo una rueda de prensa, no una consulta con un adivino). “Hazard está mucho mejor de ánimo porque ya ha podido estar en el campo, lo veo animado. No puedo decirte exactamente cuándo volverá, ojalá la semana que viene pueda hacer algo con el equipo” —Zidane responde sin hacer uso de su bola de cristal.
La tradicional última cuestión en francés incide sobre las palabras del presidente de la Federación Francesa de fútbol y su posible futuro como seleccionador galo. Le preguntan si es un objetivo para Zidane dirigir el combinado de su país. “Mi relación con el presidente de la federación es buena, nos conocemos desde el 98. Cuando empecé a entrenar hace 10 años ya dije que la selección francesa podría ser un objetivo algún día. Pero hoy estoy aquí y es mi deber únicamente estar en lo que estoy”.
Zidane se levanta y se va a comer dos huevos fritos con patatas. También fritas.
Buenos días, amigos. El Madrid está en cuadro. Si queréis os enumeramos todas las bajas que merman a los de Zidane, pero acabaremos antes si nombramos a los que sí están disponibles para jugar mañana ante el correoso y amenazante Getafe. Entre lesiones y sanciones (la muy inoportuna de Kroos), vamos a tener que repescar a Royston Drenthe, que metió al Rácing Murcia un chirlo de primera aunque ahora juegue en Tercera o así. Nos queda eso o poner de corto al propio Zidane, a quien vemos tan contrariado que o bien hace cuatro ruletas o le practica un materazzi a Soldado.
Como especifica As, solo hay 12 jugadores del primer equipo en disposición de intentar derrotar al Getafe. Entendemos que el duodécimo es Lunin, por lo que en este caso, a menos que se quiera jugar con dos porteros o tirar del Castilla (que puede ser), nadie podrá estar en desacuerdo con el once que presente el francés por cuanto será el único que hay, a saber: Courtois, Mendy, Nacho, Varane, Marcelo, Casemiro, Modric, Asensio, Benzema, Zidane y Drenthe. (Perdón por la fijación, nos hemos levantado chuscos y no tenemos nada contra Vinicius ni Mariano). Ese será el once, decimos, a menos que Zidane opte por dar bola a algún chico del Castilla, entre los que Marvin ocupa un lugar destacado. Nos referimos a Marvin Olawale Akinlabi Park, chico con cara de bueno y peinado espectacularmente afro que debe su aparatoso nombre completo a su origen nigeriano-coreano, que ya jugó (bastante bien) unos minutos en Huesca y en quien La Fábrica ha depositado muchas esperanzas. La cara de bueno le viene por el lado coreano, pensamos, aunque un nuevo visionado de la película Parásitos nos quitará enseguida la razón. El origen nigeriano, por su parte, le ha de aportar esa ignota alcurnia de la nobleza yaruba (o hausa, no estamos seguros) que armoniza exóticamente con la realeza blanca.
En Marca, sin embargo, apelan a los galones, trayendo en portada a dos cuasiveteranos como Casemiro y Courtois (el primer y el tercer jugador de la plantilla más valorados por el mercado respectivamente, ojo al informe de KPMG), destinados a poner sobre el tapete el aplomo necesario para aspirar a los (también respectivos) milagros de Liga y Champions. El tercero en discordia (o en concordia) no es otro que Asensio, lejos por edad de ser un veterano pero convertido en auténtico valladar ofensivo en los últimos partidos.
No sabemos si aquel Asensio que rehusó públicamente tirar del carro no se expresó bien, o si lo que sucede es que nos hallamos ante un nuevo Asensio. El hecho es que Zidane parece haber inyectado en el balear, tras su larga lesión, la fórmula del ojo del tigre. Está en línea claramente ascendente, reclamando protagonismo y ejerciéndolo de manera amenazante. Incluso en la derrota ante Medié Jiménez (perdón, ante el Levante) brilló la joven perla blanca. Este, el que estamos viendo ahora, es el Asensio que queremos.
Tanto en Mundo Deportivo como en Sport vienen cantando con alegría, Señor, cantando vienen con alegría, Señor, los que caminan por la vida, Señor, sembrando tu paz y amor. No sé si nos explicamos. D10s volvió a hacerse carne, esta vez desde el banquillo, que ya es un lugar ignoto para encarnarse, y contribuyó a sacar del atolladero a los culés frente al Betis. El gol definitivo lo anotó Trincao, también saliendo desde el banco, mientras que el otro tanto blaugrana hay que adjudicarlo al fabuloso mundo del circo, con Griezmann dando el taconazo de Guti en Riazor pero sin querer, posibilitando un gol bético en propia puerta.
Sobre la evolución del Barça queremos decir lo siguiente.
1.- Están jugando significativamente mejor. No pasa nada por admitirlo.
2.- Gozan, como diría Juanma Rodríguez, de un inmejorable estado de forma arbitral. El doble pisotón en área bética, ignorado por colegiado y VAR, refrenda una clarísima tendencia inaugurada a partir del momento en que el Barça azuzó a sus perros de presa para que articularan un acoso social contra el padre de un árbitro, mintiendo además sobre su presunto madridismo. Así se las gastan por allí. This is what you get when you mess with us, como cantaba Radiohead. La campaña culé surtió efecto, y de qué manera.
3.- Los de Koeman están ganando sus partidos incorporando un elemento que creíamos genéticamente incompatible con el culerío: la casta. Están remontando incluso, con ribetes de capellismo por momentos. Esto sí que no nos lo esperábamos, y es una sorpresa que nos preocupa. El Barça siempre se ha distinguido tanto por dar un buen trato al balón como por su endeblez anímica. Esta imprevista virilidad del Barça nos descoloca, en el peor sentido posible. Luchan. Muestran fe. Se sobreponen con gallardía a las dificultades. Si Koeman es (como parece) capaz de inyectar testosterona en esas almas tradicionalmente lánguidas, logrando además que sus hombres se aíslen del quilombo institucional que les asola, se convierten en firmes candidatos a eliminar al PSG, y quién sabe si a la propia Champions.
Otro día traeremos buenas noticias (?).
Pasad una buena jornada.
Podríamos decir que sigue llamando la atención el descaro de varios de los megáfonos del culerismo radical. Pero no es cierto. Ya nada nos puede sorprender.
Anteayer, sin ir más lejos, Francesc Aguilar (a.k.a. Paco Aguilar), periodista de cámara del “más que un club”, veterano y curtido en batallas, presumía que, en su momento, Laporta había “dinamitado” la idea de la Superliga europea (de aquel efímero G-14) y que por ese gesto, la UEFA agradeció al entonces presidente azulgrana por ese apoyo que fue “básico”.
I tant, amics! Laporta fue presidente de junio de 2003 a junio de 2010, y, como recordarán, una de sus primeras acciones fue el cambiar su voto favorable a Gerardo González en las elecciones a la RFEF (voto prometido y comprometido) y, en el último momento, dárselo en absoluta pleitesía a Ángel María Villar, gesto que nunca dejó de agradecer este último. Célebres fueron las palabras del vicepresidente Alfons Godall, en las que, con total naturalidad, habla de lo bien que le fue a su club en la época Laporta, o el mítico: "Qué más quieres que te dé, Sandro" del propio Villar al presidente que tomó el relevo de Jan, Sandro Rosell.
El tuit de Paco Aguilar nos hace rememorar aquellos años, tanto en España como en Europa, donde se nos aparecen en pesadillas los arbitrajes perpetrados por la cuadrilla al mando de Sánchez Arminio. Pero no solo. También el atraco arbitral más perfecto de la historia, perpetrado por Ovrebo en Stanford Bridge, con sus antecesores y sucesores célebres coletazos de colegas que empequeñecieron funestas gestas del lejano Oeste, que dejaron a la altura del betún a Jesse James, a Calamity Jane, a Billy el Niño y a los hermanos Dalton: De Bleeckere, Stark, Busacca, Merk, Frisk...
Recuerda todo aquello a una —mediocre— película de los años 80, protagonizada por Roger Moore y Elliott Gould, pero cuyo título es muy significativo y revelador: “A cara descubierta”. Con el más absoluto descaro. Sin disimular siquiera.
Y es que la barra libre de la que dispuso en aquellos años el FC Barcelona era de tal calibre, que hasta presumían de ella en todos los ámbitos: ante las cámaras, en las entrevistas en todos los medios escritos y radiados, a todas horas, en cualquier lugar. Un descaro insólito que, según parece —y los nostálgicos Aguilares de turno están poniendo velas a sus santones— puede volver a ser el pan de cada día si vuelve Laporta a presidir el club “ejército desarmado de Cataluña”.
Protejan sus bienes y vigilen sus carteras. Que la historia, desgraciadamente, se repite en muchas ocasiones.
Fotografías: Getty Images.
Las elecciones al Barcelona se presentan entretenidísimas, en parte por la situación financiera, que amenaza bancarrota, y en parte por los que se presentan. Todo lo que pasa en Cataluña, desde hace tiempo, parece un gag de Polonia, el programa aquel de TV3. El Barcelona es un elemento capital del proceso de nation building catalanista y controlarlo no es baladí, es controlar la principal institución política de Cataluña, un ministerio de la propaganda en sí mismo de alcance incomparable, sobre todo en el extranjero. En estas elecciones además parece que va a dirimirse algo más que la próxima junta que lo dirija, puede que «el soci» esté eligiendo, sin saberlo, a la última, a la que conduzca al club a la conversión en sociedad anónima para evitar la quiebra. El caso es que uno de los que se presentan es Joan Laporta, el tipo que siempre se me viene a la mente cuando recuerdo el tifo aquel de los ultras sur en un derby contra el Atlético de hace casi una década: se busca rival decente, etcétera.
Yo reconozco que Laporta me cae muy bien. Como madridista, verlo de presidente del Barcelona me da mala espina. Pero luego pienso que sólo un tipo así, osado, caradura, deslenguado y con la mirada alta, puede sacar a Florentino de una gobernanza acomodaticia. Prefiero un Laporta a mil Bartoméus, del mismo modo que prefiero un Barcelona fuerte a uno arruinado y a un tris de la quiebra: al Madrid no le conviene vivir sin enemigos, sino enemigos fuertes y atrevidos.
prefiero un Barcelona fuerte a uno arruinado y a un tris de la quiebra: al Madrid no le conviene vivir sin enemigos, sino enemigos fuertes y atrevidos
Laporta fue el primer presidente del Barcelona que no parecía un envarado y mustio comercial de aspiradoras del Corte Inglés. En él se da una curiosa mezcla de chulería muy castiza y muy madrileña y de charlatanería muy fenicia y muy catalana. Como último representante de una estirpe de directivos del fútbol español prácticamente extinta, tiene una vena pop muy pronunciada. Se le conoce como Jan, que suena guay, «cool», algo así como un nuevo «Don Manué» en versión catalana y por lo tanto, vanguardista, porque ya se sabe que en ese inmenso plató de televisión que es Cataluña, habita «lo más avanzado de España», que suele ser un remedo casposo de lo francés. No obstante, Laporta ha logrado incrustar en el imaginario colectivo de los aficionados chascarrillos felices como aquello de «¡al loro, que no estamos tan mal!» o la imagen, sonriente, bronceado, a la vuelta del mejor verano de la historia de su club, diciendo que estaba «tricontento» a pesar de que su propia Junta Directiva le estaba preparando unos idus de marzo. En 2004 le ganó nada menos que a Bassat, el Bertram Cooper español, y lo hizo con esa misma fusión de chusquería cañí y modernidad de publicista. Ahora, regresa por todo lo alto con una acción marca de la casa: un cartelón gigantesco con su cara frente por frente del Bernabéu. Cuando lo vi, he de confesarlo, se me cayeron dos lagrimones. Ah, el sabor olvidado del viejo mundo.
Laporta se declara independentista, pero uno tiene siempre la sospecha, con gente así, de que eso, la adscripción pública a la idea dominante, no es otra cosa que camuflaje. En todo caso, «Jan» es un Puigdemont, en contraste con los Junqueras. Desconoce la vergüenza, es un divo, un clown, pero entrañable. Y muy divertido. Ahora que todos los presidentes del fútbol profesional son iguales, es decir, mortalmente aburridos, Laporta evoca el mundo aquel en el que Núñez decía que tenía dinero para comprar el Madrid, Jesús Gil lo llamaba «el enano de Las Ramblas»; Mendoza se hacía fotorreportajes en el Caribe con las seis Ligas consecutivas antes de palmar la primera en Tenerife, y los presidentes de Betis y Sevilla se llamaban maricón y borracho el uno al otro en la comida de directivas, teniendo que acudir una delegada del Gobierno a calmarlos. Era otro mundo y Laporta es un eco de todo aquello, un mundo quizá más viril y más cutre, pero seguro que también más verdadero, menos «cordial» y almibarado. Laporta es como una última copa de estranjis cuando están cerrando el garito. Sobre todo, es un cínico, y con los cínicos uno puede entenderse. No en vano, Laporta es heredero directo de todo aquel magma de constructores inmobiliarios, pelotazos urbanísticos, fullerías con Hacienda, presidentes-estrella, peleas a puñetazo limpio en la sede de la Federación, destituciones en antena e insultos en prime time, como cabeza visible durante años de la oposición al nuñismo. Los cínicos hacen la vida más sencilla, nada más que con su displicencia, tan diferente de la sequedad fanática de los Gaspares.
Laporta se declara independentista, pero uno tiene siempre la sospecha, con gente así, de que eso, la adscripción pública a la idea dominante, no es otra cosa que camuflaje
Su biografía es la de un Julien Sorel, advenedizo de oro que se cuela en la alta sociedad barcelonesa con un braguetazo y que luego sigue escalando a base de un derroche permanente de sonrisas, confianza en sí mismo, cara dura, promesas y audacia. Ha sido diputado en el parlamento catalán y concejal en el ayuntamiento de Barcelona, abogado del cónsul japonés, novio de pornstars, cierrabares ilustre y vividor a tiempo completo. Sus juergas en el Mediterráneo crearon escuela y siendo presidente del Barcelona se comentaba en la prensa que le tenía puesto un apartamento en el centro de la ciudad a sus amantes y un reservado en los restaurantes de moda: un auténtico gran duque ruso de los tiempos de los zares. Es uno de esos tipos claramente españoles que da la literatura a lo largo de los siglos. Se dio a conocer al mundo emulando a Florentino, erigiéndose en su némesis al quitarle un galáctico al don del momento: Ronaldinho, que estaba apalabrado para 2004, acabó en Barcelona en el verano del 2003, como respuesta audaz al fichaje de Beckham por el Madrid, baluarte de la propaganda laportista de cara a esas elecciones. Eso, el guiño del azar, la baraka, también lo tiene, y en la vida, y qué decir en el fútbol, no es poca cosa, precisamente. Sus dos grandes aciertos deportivos fueron accidentes de la fortuna. Su galáctico era Beckham y su entrenador top, Mourinho. Sin embargo, se quedó con Ronaldinho y con Guardiola. Cambió la historia sin quererlo, como suelen pasar estas cosas.
Laporta cae muy mal a eso que se conoce por oficinismo madrileño porque presume con su misma chulería castiza. Tiene lo del primer florentinismo, el ir a por el crack que esté de moda con la seguridad de traérselo, y tiene eso como digo del presidencialismo ochentero y noventero: es el último Gil, el último Lopera, el último Mendoza que queda en el fútbol español. También cae mal porque es el único presidente del Barcelona del que se tiene constancia de que puede hacerle daño al Madrid. Esto no es baladí. Pero, ¿es malo?
Es el último Gil, el último Lopera, el último Mendoza que queda en el fútbol español
En clave madridista, no tengo dudas: es muy bueno. La historia reciente ha demostrado que un gran Barcelona conlleva un gran Madrid: la estructura deportivo-económica del club se despereza, como un gran felino, y se quita de encima el óxido y el moho, cuando en frente hay una amenaza muy real y muy directa. El mejor Florentino siempre ha respondido a amenazas monstruosas, como el riesgo evidente de acabar siendo una SAD en el año 2000 y como la enormidad deportiva y cultural que supusieron Guardiola y Messi. Fruto de la gestión laportista, naturalmente. Además, Laporta se ha creado su personaje siguiendo la tradición más genuina del antimadridismo ambiental, o sea, contra el Madrid. Todas sus acciones, todos sus gestos, el cartelón en La Castellana, aquello de que el 2-6 era el cuarto título del año del triplete, reproducen el sentimiento original de inferioridad que está en la base de la animadversión barcelonista al Madrid. De la envidia, uno de los grandes motores del hombre, junto con el odio y, por supuesto, el amor. Qué duda cabe que la fijación laportista por el Madrid tiene mucho de amor freudiano. También en la fijación con Florentino, o con el florentinismo. Además, en la distancia corta, como todos los dandis, los pantagrueles y los populacheros, parece un buen tipo. Rafael Verdú me confesó, cuando lo entrevisté, que era el presidente, después de Florentino, de quien guardaba un mejor recuerdo, por echao palante y por atento: le prometió la camiseta de Messi firmada, y se la envió. Si el Madrid afronta en este año 2021 un proceso electoral opuesto por completo al del Barcelona, qué mejor que la balsa de aceite de la «pax florentina» la remueva un ogro que recuerda las peores humillaciones deportivas infligidas por el máximo rival, pero también la necesidad continua de renovarse para seguir siendo los mejores.
A menudo leo o escucho opiniones y deseos de aficionados, expertos y buenos amigos que ‘imploran’ una vuelta a la normalidad del fútbol. Me refiero a la normalidad que vivía la industria antes de la pandemia, dando por hecho que aquella normalidad era buena… simplemente, porque nadábamos en la creciente abundancia económica de LaLiga y en el optimismo irredento de su factótum, Javier Tebas. No seré yo quien diga que una Liga rica es peor que una más empobrecida; ni tampoco que sus políticas y estrategias han sido malas para nuestro sector del balompié. Pero esas personas que tienen en sus mentes una inminente vuelta del fútbol boyante quizá deberían empezar a desconfiar de su mundo onírico, porque la realidad que nos acecha parece bien distinta…
tras las crisis de los sectores financiero e inmobiliario, el prestigioso abogado Antonio Garrigues Walker preconizó que la próxima burbuja que iba a estallar en nuestro país sería la del fútbol
Hace ya unos cuantos años, tras las crisis de los sectores financiero (global) e inmobiliario (en España), el prestigioso abogado Antonio Garrigues Walker —a mi modo de ver un auténtico líder de opinión por su inmenso conocimiento, alto nivel intelectual y gran capacidad de análisis— preconizó que la próxima burbuja que iba a estallar en nuestro país sería la del fútbol. Le ofrezco al lector un fragmento de una de las tribunas para que vea por sí mismo cómo Garrigues fundamentaba, allá por 2014, el porqué de su tan inquietante vaticinio: “Sin duda, hay una mayor intensidad aquí [en España] por una razón muy simple: además de la burbuja financiera teníamos la burbuja inmobiliaria más importante de toda Europa. Eso es lo que estamos pagando ahora. Todo lo excesivo acaba explotando. La siguiente en estallar será la burbuja del fútbol. Hay cantidades que se pagan en salarios que son desorbitadas, igual que las deudas de los clubes. Y será bueno que acabe algún día esa espiral. Pero no le doy mucha importancia, y no me daría pena que explotara. Más allá de esa situación creo que estamos mejorando, aunque vivimos una situación paradójica...”.
He traído a colación este enfoque porque la pandemia está provocando tal catarsis en nuestro fútbol que —así lo espero—hará meditar a muchas personas decisorias de la industria, les devolverá el sentido común y, de ese modo, podrá evitar que la burbuja del balón se pinche y salte por los aires. Estos días, estoy leyendo teorías y anticipos en esa línea y me siento algo más tranquilo y reconfortado. Entre otras, las de Álvaro Marco, socio del área Legal del despacho BDO y experto en la materia. Álvaro es especialista en M&A con experiencia en operaciones de compraventa de sociedades de todo tipo de sectores, incluidos clubes de fútbol, sector en el que es experto.
En una pieza publicada en Palco 23, el abogado pinta “Un sector con salarios a la baja, con estadios que se conviertan en money makers y con una creciente digitalización”. Esta temporada ha sido de menos fichajes y salarios más ajustados, nos recuerda: “Vamos a entrar en una serie de años de contención en los salarios de los jugadores”; y advierte que “En el marco de un recorte generalizado de gastos, “los jugadores están más concienciados ante un ajuste de salarios o las prórrogas para abonarlos en el futuro”, como ha sucedido en el caso del FC Barcelona. En su opinión, “Veníamos de una época de bonanza, donde se habían multiplicado los derechos de televisión y los ingresos de los clubes, con equipos cerca de los mil millones de euros de ingresos, como FC Barcelona o Real Madrid, lo que permitía a priori elevar los sueldos”. Pero la situación está cambiando…
A partir de ahora, tan importante como ganar una competición a costa de hacer dispendios o caer en endeudamientos excesivos) será afrontar su sostenibilidad
¿Y qué tienen que ver todas estas reflexiones con que, en el fútbol, algunas cosas ya nunca volverán a ser como eran? ¿Acaso el fútbol no seguirá siendo el mismo juego de antes? Sí, por supuesto que seguirá siendo un juego, de 11 contra 11, con una pelotita que debe entrar en la portería contraria. Pero se trata de un juego condicionado por los nuevos enfoques de clubes, instituciones y aficionados que hasta hoy lo financian o subvencionan.
De momento, parece claro que para los clubes están cambiando prioridades y conceptos. A partir de ahora, tan importante como ganar una competición a costa de hacer dispendios o caer en endeudamientos excesivos) será afrontar su sostenibilidad. Para ello, se están convirtiendo en auténticas multinacionales del ocio y del entretenimiento, con actividades más allá del mero fútbol. Y en esa estrategia, veremos cómo lo prioritario para ellos será encontrar nuevas vías de ingresos al margen de su core business (explotación del fútbol).
En ese proceso de transformación estamos viendo cómo los estadios ganan un protagonismo inusitado y van convirtiéndose poco a poco en auténticas palancas de crecimiento de sus clubes titulares. “Los estadios no pueden abrirse cada quince días para un evento de 90 minutos. La gente no va allí porque no hay nada”, nos recuerda también Álvaro Marco. El abogado pone el dedo en la llaga cuando nos recuerda que “fiarlo todo a los éxitos deportivos puede tener consecuencias nefastas para las cuentas de resultados de los clubes” [y para su misma supervivencia, digo]. Y, por ello, cuando aún resulta complicado aventurar nuevas oportunidades de negocio, los clubes se ven obligados a prepararse bien para ‘pasar al ataque’ desde el minuto uno del final de la pandemia… No habrá tiempo que perder.
fiarlo todo a los éxitos deportivos puede tener consecuencias nefastas para las cuentas de resultados de los clubes. Y, por ello, cuando aún resulta complicado aventurar nuevas oportunidades de negocio, los clubes se ven obligados a prepararse bien para ‘pasar al ataque’ desde el minuto uno del final de la pandemia
En ese sentido, sabemos que el Real Madrid es un club adelantado, pues va haciendo muchas cosas desde hace ya unos cuantos años. Sin embargo, y a pesar de ser el club deportivo más laureado del mundo, no ha sido el más pionero y dista bastante de ser hoy un auténtico líder. En Europa, los clubes están siguiendo el camino que marcan las grandes empresas norteamericanas de la industria deportiva, como nos recuerda el abogado. Desde emitir criptomonedas propias hasta explotar al máximo los naming rights (en España no terminan de funcionar y no sé muy bien por qué), mejorar las relaciones con sus fans y hacerlas mucho más interactivas (y productivas) o suscribir acuerdos estratégicos con tiendas on line globales para multiplicar exponencialmente la propia mercadotecnia de sus derechos intelectuales y/o productos licenciados allá donde el club no sea capar de llegar directamente.
Me propongo escribir en esta sección sobre cómo imagino que será en el futuro una visita al nuevo Estadio Santiago Bernabéu, dando por sentado que se tratará de una experiencia emocional bien intensa. Y mi idea es ir realizando también un catálogo de posibles vías de nuevos ingresos, que iremos comentando aquí con los galernautas de forma recurrente. Todas las ideas y sugerencias serán bien recibidas… y, quizá un día, el Club incluso nos las agradezca.
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Ayer, el Real Madrid Club de Fútbol, equipo de la Primera División española campeón vigente de la Liga se enfrentó al Alcoyano —que por mucho que se encuentre en el acervo popular gracias a la frase “tener más moral que el Alcoyano” — es equipo de la Segunda División B. Hecho este último dignísimo, pero que conlleva que sus posibilidades de ganar al Real Madrid tiendan a cero. Y sin embargo , dejaron impregnados de un acerbo sentir a los madridistas.
El Madrid ayer alineó a diez jugadores internacionales más un canterano, que además no destaco precisamente por ser el peor futbolista sobre el terreno de juego. Ni que decir tiene que la calidad futbolística de los jugadores alineados por el Alcoyano (ojo, solo esta cualidad), no es comparable con la de los jugadores del equipo blanco. Sin embargo, el Madrid sucumbió por 2 goles a 1, tal y como comentaba ayer Jesús Bengoechea en su crónica para La Galerna.
Además de la hecatombe obvia que supone esta eliminación de la Copa del Rey en términos absolutos, hay un problema añadido que a mi juicio es aún más preocupante. Y es que el Madrid lo intentó, no fue un partido en el que los jugadores estuviesen con la mente en las últimas vacaciones disfrutadas, o que se pasasen el partido andando, como últimamente hemos visto hacer a otros futbolistas. Lo alarmante es que incluso intentando ganar, no consiguieron vencer al Alcoyano.
Este hecho indica que existe un problema grave generalizado, no es posible señalar a un culpable de la derrota porque no existe, se trata de un cúmulo de circunstancias que han conducido al club a la situación actual. Del mismo modo, dichas circunstancias son externas e internas al club. Probablemente con otra situación global, se hubiese tenido margen de maniobra para conducir la nave blanca por una ruta más acorde. Pero la crisis que vivimos afecta a todos los equipos, por lo que también existen decisiones y actos en diferentes estamentos del club que han ayudado a que hoy nos encontremos los madridistas con cara de tontos y aún sin dar crédito que un equipo de segunda B con 10 jugadores en el campo haya eliminado al Real Madrid
Ni siquiera el buen planteamiento del Alcoyano o la excelente actuación de su portero José Juan sirven de excusa para paliar lo más mínimo el suceso de ayer. Es vergonzoso e intolerable a partes iguales. Por mucho que sea cierto que en un partido aislado cualquiera puede vencer a cualquiera, el Real Madrid no puede y no debe permitir que esto ocurra.
El fin de ciclo parece irremediable, las relaciones no son eternas y el desgaste que supone desempeñar cualquier cargo o ser jugador del Real Madrid son inmensos. Si bien es cierto que el único capaz de levantarse de una debacle sin paliativos como la de ayer es el Madrid. No es la primera temporada horrorosa que termina con una Copa de Europa más, aunque, sinceramente, no parece que esta vez vaya a suceder. Pero ¿qué sería del Real Madrid si se hubiese rendido en situaciones como esta? La respuesta ya la saben, no sería el mejor equipo de la historia.
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Durante siglos perduró la idea de que las golondrinas en lugar de migrar a climas más cálidos, hibernaban. Aristóteles creía que las golondrinas y cigüeñas pasaban el invierno enterradas en el barro, a la manera de sapos y ranas. Olaus Magnus escribía en 1555 que las golondrinas se escondían en el lodo de los lagos y pantanos. Linneo todavía creía en 1758 que dichas aves se escondían durante el invierno, bajo los tejados entre otros lugares. Unos cuantos años más tarde, John Hunter, anatomista escocés, cirujano radical, empírico convencido, de métodos tan expeditivos como para inocularse el pus gonocócico y realizar la primera inseminación artificial de la historia, no tenía claro aquel lugar común; así que capturó parte de una bandada de golondrinas, las sumergió bajo el lodo y esperó la llegada de la primavera.
Santiago Hernán Solari, madridista ilustrado, de pensamiento crítico y convicciones valientes, optó por un método similar. Frente a las dudas reinantes en el ambiente, frente al escepticismo previo de Lopetegui, sometió a Vinícius a un procedimiento agresivo de titularidades. El mozalbete del que la prensa maledicente rumoreaba que carecía del nivel necesario para los rondos del primer equipo, ése que apenas había jugado un par de partidos en 2ªB entre patadas alevosas, mordiscos en la cabeza y críticas de todo tipo, demostró sobradamente su valía.
Vinícius no sólo mostró descaro, arrojo y coraje, sino que fue capaz de echarse el equipo a la espalda; no sólo se dedicó a regatear y a desbordar hasta la línea de fondo, sino que concitó las esperanzas de la afición en un periodo oscuro. Vinícius pedía una y otra vez el balón, encaraba a un adversario tras otro, percutía por su banda sin desmayo, rompía cinturas y sóleos rivales, y cargaba con el peligro ofensivo. Su función fue casi de faro. Sin embargo, la maratón de partidos fue tal que Vinícius se rompió en el partido de vuelta contra el Ajax. Ahí se acabó la temporada del púber brasileño, de Solari, y del equipo.
Santiago Hernán Solari, madridista ilustrado, de pensamiento crítico y convicciones valientes, sometió a Vinícius a un procedimiento agresivo de titularidades. El mozalbete demostró sobradamente su valía
La lesión fue de consideración, rotura de los ligamentos del tobillo derecho. La recuperación, inevitablemente lenta. Antes de que pudiera volver a tener ritmo de competición, las críticas se centraron en Zidane, que había acudido al rescate de la plantilla y de la institución. Primero se dijo que a Zidane no le gustaban los jugadores jóvenes, que sólo confiaba en su bloque de veteranos. Después se insistió en que a Zidane no le gustaba Vinícius; más tarde se porfiaba que le había quitado la confianza. De hecho, todavía lo dicen.
En el verano de 2019 llegó Hazard para colonizar la banda izquierda. Desde luego, no entraba en los planes ni del belga ni del madridismo que nos lesionaran al 7 a las primeras de cambio, ni tampoco recurrentemente. Cada convalecencia de Hazard, suponía una nueva oportunidad para las capacidades de Vinícius. Vini lució compromiso defensivo, eficacia en la presión, llegada generosa y desborde solidario. Sin embargo, a esas alturas el viento ya había girado.
El jugador al que la prensa había recurrido para propinar azotes a todo el mundo: primero a Lopetegui cuando no participaba; luego a Isco, a Bale y a Lucas Vázquez cuando jugaba con Solari; más tarde a Zidane cuando terminaba de recuperarse tras la lesión; se llevaba ahora una linda patada en las nalgas. El vértigo se había convertido en atropello, la audacia en torpeza, el optimismo en atolondramiento, el desequilibrio en constantes pérdidas de balón, el descaro en falta de confianza, la alegría en melancolía, y una estrella emergente en un jugador cómico, en un meme con patas.
Una buena parte de la afición, cada vez mayor, decide transitar esa senda de la desdicha que supone primar los defectos sobre las virtudes, ignorar la proyección y las cualidades, anteponer las carencias sobre las fortalezas
Una buena parte de la afición, cada vez mayor, decide transitar esa senda de la desdicha que supone primar los defectos sobre las virtudes, ignorar la proyección y las cualidades, anteponer las carencias sobre las fortalezas. El desánimo cunde por doquier, el muchacho no vale. El aficionado que se había levantado del asiento cuando el brasileño cogía el balón da paso a un runrún de insatisfacción. Se masculla el pesimismo: no centra bien, se deja el balón atrás, no tiene gol, no elige bien las jugadas, confunde las opciones. La bandera de la esperanza, un jugador con 15 años de carrera por delante, un jugador mucho más completo y maduro, vuelve a ser aquel menino recién llegado, falto de nivel para jugar en el Real Madrid. Las golondrinas vuelven al fondo de las lagunas, se entierran en el barro.
Ésa podría ser la secuencia general, pero si ponemos ahora algo de perspectiva y de autocrítica, es evidente que no se juega igual con el viento a favor que bajo el escrutinio constante. Es evidente que el desempeño no es el mismo bajo la mirada severa y el juicio destructivo que bajo el apoyo incondicional o al menos la comprensión o cierta tolerancia amistosa. Conviene no olvidar que se trata de un jugador aún en pleno proceso de formación, que incluso si no consiguiera evolucionar más allá, ha demostrado poder liderar el ataque en los momentos sombríos, poder ser un suplente más que competente de una estrella mundial como Hazard, y poder funcionar como un revulsivo de calado.
La parte oscura de la secuencia entraña una muestra más del doble rasero, del fuego amigo, y de las campañas de lavado o de ensuciado de imagen. Sirvan como botón todos los comentarios laudatorios que reciben en las retransmisiones, las crónicas, las tertulias y los artículos de opinión, Pedri, João Félix y Ansu Fati. En tales casos se ignoran los fallos y se ensalzan los aciertos; se magnifica la proyección, se potencia el futuro y se refuerza el presente. Reflexione el lector, por un breve momento, si su hijo preferiría la camiseta del nuevo Zidane, o del siguiente Ronaldo Nazario, o la de un jugador que se tropieza solo y del que se hacen burlas y chistes de manera frecuente. Piense en términos de mercadotecnia cómo se revalorizan unos, aun con un mercado menor, y cómo se deprecia un jugador con millones de admiradores en Brasil y un mercado planetario.
Tengamos presente aquello que dijo Ramón Mendoza hace ya unas cuantas nevadas: no se juega con el patrimonio del club que amamos
La narrativa no sólo afecta a la imagen del jugador, sino también a las cuentas y al patrimonio de la entidad. Hagan la prueba de comparar los precios de mercado de Pedri, João Félix y Ansu Fati con los de Rodrygo y Vinícius. Comparen también los goles y asistencias por minutos de unos y otros. Ciertamente no es lo mismo comprar ilusión que comprar pesimismo; no es lo mismo vender calma y paciencia que vender crisis y derrotismo; no es lo mismo hablar de esperanza que de frustración. No es lo mismo dar estabilidad que desestabilizar. Todo ello tiene consecuencias estéticas, éticas y monetarias para el madridismo. Por consiguiente, no caigamos en ciertas trampas, defendamos a nuestro equipo, apoyemos a los nuestros con paciencia y confianza. Rechacemos aquello que vaya en perjuicio de nuestro Real Madrid. Tengamos presente aquello que dijo Ramón Mendoza hace ya unas cuantas nevadas: no se juega con el patrimonio del club que amamos.
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