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Réquiem por la Copa de Europa

Réquiem por la Copa de Europa

Escrito por: Antonio Valderrama20 abril, 2021
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Se ha hecho oficial, por fin, la Superliga, con una nocturnidad extraña, un domingo a medianoche, y cierta precipitación, el vértigo de los días en que, en efecto, la Historia sucede ante nuestros ojos. A pesar de que implicados están doce equipos, doce de los clubes más poderosos de Europa («the dirty dozen» los han bautizado ya, desde luego esta rebelión otra cosa no, pero literatura tiene una poca), que apretaron el botón nuclear más o menos a la vez, hay una figura que lo está copando naturalmente todo: Florentino, el símbolo de esta transformación, quizá el acontecimiento más determinante que le ha ocurrido al fútbol desde la invención de la Copa de Europa. Hoy, las versiones digitales de todos los periódicos del mundo tienen a Florentino en primera plana, como cuando fichaba galácticos. Esto es indiscutible, y en términos de imagen, de mensaje, de poderío narrativo, es un éxito rotundo que sin lugar a dudas cualquier otro presidente de cualquier otro club que no fuera el Madrid, no habría logrado. Precisamente esto es lo que le da, en apariencia, un sentido de continuidad con la obra de Bernabéu, fundador junto con L´Equipe de la obra europea más importante desde 1945, sin duda, la más hermosa y emocionante, la Copa de Europa. Florentino, chairman de la nueva organización, ha dado la puntilla, de facto, al invento del patriarca, en lo que algunos consideran «transformación» o «renovación» del modelo, comparándola con el cambio de nombre y de formato que sucedió a principios de los 90. Estoy leyendo mucho desde ayer ese tipo de cosas, renovarse o morir, los nuevos tiempos, lo que se suele decir en estos casos. Lo cierto es que a mí no me lo parece. Veo muchas diferencias entre aquella apuesta que nacía clásica, por moderna, y la Superliga, que de innovador tiene bastante poco; diferencias no ya en la forma, sino en el fondo, con implicaciones profundas en la concepción del juego y del mundo que refutan por completo aquella serie de nociones, no sólo mercantiles sino también intelectuales, sociales y políticas, que subyacían bajo el proyecto que hoy acaba de morir.

Fundación Copa Europa Bernabéu

En lo único que se parece la Superliga a la Copa de Europa, hablando estrictamente desde el punto de vista madridista, en la comparación entre Florentino y Bernabéu (que Pérez ya sólo piensa en igualar el legado de don Santiago es lo que verdaderamente está detrás de todo esto), es en que, igual que el proyecto original de Bernabéu y los redactores de L´Equipe, el control y la administración de la competición recae exclusivamente en las manos de los clubes que la organizan. Este ansia de independencia sí que es puramente bernabeuísta, absolutamente entroncado en la tradición histórica del Madrid, que ya le disputaba al Estado franquista la autonomía con respecto a los ingresos por quinielas y demás. Esto, por supuesto, no es moco de pavo, y menos aún en un mundo como en el que vivimos, pura consultocracia en donde sólo se habla de «mercados». Aunque el mercado siempre ha sido el mismo, o sea, el mundo, en el reparto se han ido distanciando cada vez más los productores (clubes y futbolistas) de los distribuidores (siempre los intermediaros, el mal necesario del capitalismo). Reducida la cuestión a un simple arreglo comercial, los agentes que operan en medio de quien produce y de quien consume se han ido multiplicando, en un fenómeno típicamente europeo, por burocrático: la UEFA, cueva de facinerosos, ha abusado durante demasiado tiempo, maltratando tanto a clubes como a la joya de su corona, la Copa de Europa, persiguiendo un lucro desmesurado a través del fútbol de selecciones, por ejemplo, o el reparto televisivo.

En lo único que se parece la Superliga a la Copa de Europa, hablando estrictamente desde el punto de vista madridista, en la comparación entre Florentino y Bernabéu. Este ansia de independencia sí que es puramente bernabeuísta, absolutamente entroncado en la tradición histórica del Madrid

Sin embargo, detrás de la Copa de Europa estaba algo más que un crecimiento exponencial dentro de, no es algo baladí, un «mercado» aún por explotar, en el que faltaba una competición que juntara a los mejores equipos profesionales del fútbol europeo. La Copa de Europa llenó ese hueco pero aún hubo más: fue un vector de modernización importantísimo en una Europa que ya tendía, a todo trapo, hacia la unificación, al menos en lo económico, prólogo siempre de todo lo demás. A Bernabéu, por ejemplo, la República francesa lo condecoró con la Legión de Honor, mientras que hoy, Macron, ha declarado la guerra a los promotores de la Superliga. O sea, a Florentino y al Madrid. Para palpar las diferencias. La Copa de Europa sirvió para integrar en el circuito comunitario a los equipos del otro lado del Telón de Acero, valga el dato para ponderar la naturaleza abierta de una competición que se proyectaba hacia arriba, hacia las estrellas, impulsada sin duda por el optimismo que empezaba a empujar de nuevo al continente devastado por la guerra de quince años antes. Para qué hablar de España, absolutamente marginada por entonces en aquel escenario que se reconfiguraba mediante socialdemocracia y lluvia de dólares americanos: la Copa de Europa fue la primera ventana que se abría al exterior desde 1939, una oportunidad de oro para ventilar el régimen de Franco y, cosa no menor, para ofrecerles a los españoles una muestra del mundo de ahí fuera, del progreso y prosperidad que ya se empezaba a experimentar desde el Tratado de Roma y la unificación de los mercados alemanes, franceses, holandeses, etc.

Real Madrid campeón Europa 1956

La Copa de Europa, desde su mismo nombre, Coupe des Clubs Champions Européens, implicaba un confederalismo, es decir, la fe en una Europa de naciones unidas, una Europa suma de todos los Estados nacionales existentes tras la Segunda Guerra Mundial. Implicaba una democratización, un esfuerzo por reconstruir que no se circunscribía a los ganadores de la guerra, o a los países más ricos. Era en cierto modo un ideal que convertía también el fútbol en una industria de masas, como el cine. Fútbol y cine son los referentes culturales del siglo XX, por eso ahora, en el XXI, la fragmentación en plataformas, la ipadización del cine, tenía que afectar también al fútbol. La Copa de Europa evocaba algo así como el lema de los Estados Unidos de América, E pluribus unum. De muchos, uno, de muchos campeones, el gran campeón. La UEFA, que acababa de nacer, primero amohinó el gesto y creó la Copa de Ferias, luego Copa de la UEFA y ahora Europa League. Pero pronto comprobó la firmeza de los padres fundadores, y se subió al carro como organismo regulador, imponiendo el nombre, ya que Copa de Europa, propiamente dicha, iba a ser la de naciones, la Eurocopa. La diferencia con la Superliga es evidente desde esto mismo, el nombre: ya no aparece Europa por ninguna parte, ni referencia alguna a los países, a las naciones. Sólo «grandes clubes», «reuniendo a los mejores clubes y jugadores del mundo». Grandes clubes, superclubes en una supercompetición: todo es super, mastodóntico, todo evoca la gran corporación, el gran dinero, la megalópolis que soñaban los intelectuales de vanguardia antes de la Primera Guerra Mundial. Ya estamos, de hecho, viviendo en ella, pero aún quedaban resabios del viejo mundo. Como las identidades, tan arraigadas tanto a la imaginación como, sobre todo, al pasado y al territorio. En la Superliga, al menos en lo que se ha visto hasta ahora, en su propia web, todo es impersonal, todo parece una sala de espera lujosísima de una clínica privada. Ninguna referencia a símbolos compartidos, sólo «intensidad» y «emoción». Esto, para mí, resulta muy revelador, no ya de la naturaleza del proyecto, sino de lo que tiene de reflejo del cambio que se ha operado en el mundo en los últimos treinta años. Que no paren de salir rumores acerca del respaldo masivo de JP Morgan, de DAZN, de plataformas como Amazon o incluso de Disney, abundan en la misma línea en que se está reformulando el contrato social y económico en todas las democracias occidentales: la superación total del Estado-nación, de sus estrechos límites fiscales, financieros, políticos, reguladores, una superación hecha a través del capital californiano, que está cambiando la faz de la tierra. Cierta uberización del fútbol que por supuesto parece inevitable, pues el signo del tiempo no lo marca Florentino, ni nadie. La tendencia a la concentración de la actual fase del capitalismo repercute en todos los campos de la actividad humana y el fútbol, con el potencial que tiene no sólo como industria, no iba a quedar ajeno a esto que está sacudiendo el mundo. Lo dice Florentino en el comunicado que el Madrid lanzó ayer: «El fútbol es el único deporte global en el mundo con más de 4.000 millones de seguidores y nuestra responsabilidad como grandes clubes es responder a los deseos de los aficionados».

En la Superliga, al menos en lo que se ha visto hasta ahora, en su propia web, todo es impersonal, todo parece una sala de espera lujosísima de una clínica privada

El mundo no es que esté cambiando, sino que ya ha cambiado. A la Generación Z hay que hiperestimularla constantemente. El enemigo mortal del entertainment es el aburrimiento y a los chavales, por lo visto, ya no les gusta jugar al fútbol, ni verlo. Si acaso que se lo cuenten, en un podcast, en Youtube, un ratito mientras hacen otra cosa, mientras echan una partida a la Play o ven a Ibai parloteando delante de una pantalla. Son los tiempos, que le pasan a uno por encima. Siempre recuerdo que el gol de Sobis en el Camp Nou que puso al segundo Madrid de Capello líder ya para siempre, un domingo por la tarde, me pilló escuchando Radioestadio mientras echaba un Pro. Eso, la memoria sentimental, tan compartido con familia y afines, cada vez tiene menos cabida en un modelo de negocio basado en la «experiencia», a poder ser, individual. Uno ya no es del PSG, sino de Mbappé y de Neymar. La Superliga va por ahí, va a rentabilizar eso. Es un movimiento cobardón, más que atrevido, un encogimiento. De esto tiene mucha culpa, por supuesto, la UEFA, vendida al petróleo pérsico. El Fair Play financiero, el Mundial de Qatar, las insoportables competiciones basura en que se alarga el calendario de las selecciones, interrumpiendo las ligas nacionales, han quemado todos los puentes: parece como si la oligarquía uefa alimentase el cisma a propósito. Yo comparto la necesidad de entrar en el Templo con el látigo en la mano y echar a todos los mercaderes uefos y fifos, corruptos hasta la médula, pero no a costa de destruir la quintaesencia del fútbol como industria sui generis, que es la Copa de Europa: una tragedia de Esquilo capaz de regalar las mejores descargas de adrenalina que uno puede encontrar por medios lícitos o al menos de moralidad indubitable. También, la Superliga cumplimenta esa necesidad tan típica de las fases elefantiásicas del capitalismo, del crecimiento inevitable, permanente, porque sí: crecer, crecer y crecer, aun a costa de lo que uno mismo es. El Madrid abandera un movimiento que sacrifica toda la carga mitológica, toda la grandeza de un juego que trasciende lo deportivo, por un trillón de dólares.

Infantino Qatar

Entre los aficionados se está pasando un poco por alto este hecho, la destrucción súbita además (de golpe y porrazo, nos encontramos con que el de Stamford Bridge va a ser el último partido del Madrid en la competición que lo ha hecho inmortal) de la Copa de Europa, y se está poniendo el dedo mucho más sobre la virtual desaparición de la Liga. De la «Liga de Tebas», se suele decir. Pero se yerra. Porque la Liga no es de Tebas, sino que se trata del Campeonato Nacional de España. Esto es importante. O, al menos, a mí me lo parece. El Madrid es un club que ha sublimado el axioma «de lo local a lo universal». Sin dejar de ser España, como decía mi abuelo, pero sobre todo, sin dejar de representar lo mejor de la España del siglo XX, se ha proyectado siempre hacia el mundo, de un modo que sólo encuentro parangón, permítaseme la blasfemia, con la Iglesia católica. El Madrid se expresa urbi et orbe cada vez que juega, de la ciudad, y del país, al mundo. Esto, con la Superliga, sufre un varapalo considerable. Es curioso cómo se olvida que el primer partido del Madrid en la Copa de Europa, contra el Servette, en Ginebra, le sirvió a Bernabéu para marcar distancia con Franco, ávido de aprovechar el tirón propagandístico del nuevo invento, y para subrayar además la españolidad universal del club invitando a la familia real en el exilio y, de paso, acogiendo en la grada a multitud de emigrantes españoles, como pasó a ser habitual durante aquellas primeras Copas de Europa. El Madrid no se va «de la Liga de Tebas», aunque Tebas sea Alí Babá y su competición no pueda estar, al menos audiovisualmente (el relato), más adulterada, sino de la Liga de España, de una Liga que, como la Copa, también contribuyó a fundar, y de modo muy principal. El Madrid es 13 Copas de Europa, pero también, del mismo modo y en pie de igualdad, es 34 campeonatos nacionales de España. Desvincular el fútbol de lo que tiene de guerra ficticia y no sangrienta, enebeaizarlo, americanizarlo, convertirlo en entretenimiento puro, desactiva sobre todo lo emocional, que es lo que desde la noche de los tiempos ha inclinado a la gente, sin motivación lógica aparente, por unos u otros colores. Ya no hay colores, sino pantallas y cuotas de share. Las naciones, tal y como las hemos entendido, son un formato superado en la historia de la organización política de los hombres, esto es lo que, en el fondo, está poniendo de relieve el devenir del mundo en la última década. Más allá del fútbol, la Superliga abre inquietantes debates de otro calado. La LFP habla de elitismo, secesión y separatismo, y algo de eso hay. No es difícil pensar en el procesismo catalanista, en los nacionalismos no ya españoles, sino europeos: la crítica que se hace, hacia los otros clubes, «los grandes generan más», parece un poco aquello de Roma, ladrona que decían los padanios, o Espanya ens roba y todo eso. Con la Superliga parece previsible, o al menos, probable, una jibarización económica del fútbol europeo un poco al estilo de lo que ya pasa desde hace tiempo con las ligas sudamericanas, en las que Europa hace una verdadera pesca de arrastre, algo devastador. Dividida en dos categorías, en dos estamentos prácticamente herméticos, la realidad futbolística europea se parecerá mucho más a una deslocalización industrial que a otra cosa. Los plutócratas rebeldes, encerrados en su parque temático, utilizarán los caladeros nacionales, desprovistos de cualquier interés competitivo, como viveros o cotos de caza.

Desvincular el fútbol de lo que tiene de guerra ficticia y no sangrienta, enebeaizarlo, americanizarlo, convertirlo en entretenimiento puro, desactiva sobre todo lo emocional, que es lo que desde la noche de los tiempos ha inclinado a la gente, sin motivación lógica aparente, por unos u otros colores

Alargando la mano, ¿qué impedirá, moralmente hablando, a las regiones más ricas de Europa, convertir la UE, por ejemplo, en un circuito de dos velocidades, y emanciparse, de facto, de las regiones más pobres, más endeudadas, más desempleadas, en un futuro no muy lejano? No habrá tarta para todos, esa parece ser, desde luego, la única certeza, así como la de los recuerdos, que habitan un país inaccesible y virgen, pero por desgracia muerto.

 

Fotografías: Imago.

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Madridista de infantería. Practico el anarcomadridismo en mis horas de esparcimiento. Soy el central al que siempre mandan a rematar melones en los descuentos. En Twitter podrán encontrarme como @fantantonio

19 comentarios en: Réquiem por la Copa de Europa

  1. El problema es que algunos hablan de conceptos que para la muchos aficionados de hoy, y para la inmensa mayoría de los del futuro, ya no existen o están en vías de extinción: ese llamado "fútbol emocional", con todo lo que implica, está desapareciendo.
    Las cifras son claras: las dio la UEFA y las dio Florentino ayer:
    - Una amplia mayoría de jóvenes no ven fútbol.
    - Una amplia mayoría de aficionados ya no se identifica con un solo equipo si no con varios.
    - Una amplia mayoría de aficionados ya no se identifica tanto con equipos concretos sino con jugadores específicos: siguen al jugador, no a la camiseta.
    - Una amplia mayoría de aficionados no ve partidos completos porque se le hacen largos, aburridos y poco interesantes.
    El negocio del fútbol, si quiere sobrevivir, tendrá que adaptarse a esta realidad. Si no lo hace, morirá. Morirá entre preciosas y poéticas elegías sobre el "fútbol emocional" y el "fútbol de siempre", pero morirá.
    No hay más.

    1. Totalmente de acuerdo.

      ¿cómo le pueden hablar a un joven de 20 años de "la lucha de David contra Goliat" cuando lo que ve es un truño de 11 tios colgados del larguero durante 89 minutos para, en el último segundo, pillar una contra y sí, David vence a Goliat "en los tiempos de HBO"?

    2. Tal cual. El romanticismo y la demagogia solo sirven, antes y ahora, de envoltorio. Y, sin personalizar, quien quiera hacer de esto un partido de ricos contra pobres...ya me parece irrisorio.

      No hace falta ni decir que en todas las épocas del fútbol ha habido desigualdades, Valencia por un lado, Levante, Gandía, Sueca...por otro. Sevilla , Betis...Ecija, Utrera, Dos Hermanas.

  2. Hace años había un pianista debajo de la pantalla del cine, después vino el color y finalmente la decadencia de las salas de cine. En los 80 veíamos jóvenes con el radiocassette XXL sobre el hombro, luego vino el walkman y hoy el smartphone con spotify y auriculares inalámbricos. Hace medio siglo, los clubes vivían de las cuotas de socios y de las taquillas, hoy hay merchandising, derechos de televisión, streaming... Simplemente, los tiempos cambian y aunque algunos aspectos de la Superliga no gusten, es lo que viene (o mejor dicho, ya está aquí).

  3. "Que Pérez ya sólo piensa en igualar el legado de don Santiago es lo que verdaderamente está detrás de todo esto".
    Me parece totalmente injusto escribir semejante barbaridad, a menos que usted sea un íntimo de D. Florentino o éste le haya hablado de sus pensamientos más íntimos.
    Comparar a D. Santiago con D. Florentino no tiene ningún sentido, como no lo tiene comparar futbolistas de distintas épocas o juzgar eventos históricos con la perspectiva actual.
    D. Santiago era genial y D. Florentino dejará un legado difícilmente igualable.
    Totalmente de acuerdo con lo escrito por LuisM.

  4. Como dije ayer en otros foros, dudo que esto salga adelante a medio plazo. Y tampoco sé si finalmente servirá para tener más control sobre las instituciones.
    Supongo que los creadores pensaron en el terremoto deportivo, pero no en el político.
    No me gustó la intervención de Florentino anoche, primero porque no supo argumentar con números en qué beneficia a los pequeños (no logró convencerlos) y segundo, la exposición innecesaria, cuando es un tema de 12 (debió estar acompañado por Laporta y Cerezo, en España.
    Creo que la presión política, deportiva y de los propios aficionados, hará que algún club, se piense abandonar y ahí quedaremos como los que quisimos dar un golpe de estado y terminamos derrotados.

    1. Coincido en que, salvo en algunos momentos puntuales, la intervención de Florentino me pareció apagada y, a veces, confusa, lo cual achaco a lo precipitado de la entrevista. Sin embargo, a medida que el equipo directivo vaya madurando su argumentario y su forma de expresarlo (la "labor didáctica" de la que habló Florentino, y cuya fase empieza justo ahora), esa impresión mejore. Habrá que escuchar cómo se desenvuelve esta noche en El Largero. El resto de los 12, estoy casi seguro, emprenderán o favorecerán la misma labor en sus respectivos países.
      No soy en cambio tan pesimista con la probabilidades de que salga adelante, entre otras cosas, porque esto no es ya un proyecto, es una realidad. Cabe la posibilidad de que no arranque ya mismo, pero no tardará. No veo a la banca Morgan comprometiendo su capital públicamente por algo que puede quedar en agua de borrajas.
      En cuanto las reacciones desaforadas, apuesto a que acabarán remitiendo. Como dijo Florentino, la mayoría son de personas que no han entendido el proyecto porque se lo han explicado, precisamente, las personas que más interés tienen en que la Superliga naufrague.
      Ayer Florentino dio a entender, por ejemplo, que tras reunirse con el ministro español, este ya había templado bastante su postura. También dijo que el acuerdo de la Superliga era legalmente vinculante, por lo cual no hay vuelta atrás.
      Esto ya ha arrancado, le pese a quien le pese, y no se va a parar. Estoy firmemente convencido.

  5. Por cierto, para los que se alegran del posible batacazo de Florentino en este tema (demasiados poderes en contra), recordarles las pérdidas acumuladas en dos años.
    Espero que no pidan ningún tipo de fichajes, porque la realidad es que el chicle no se puede estirar más.
    Si no hay más ingresos, y el club acumula pérdidas, habrá que aguantarse con lo que hay, hasta que pase la crisis.
    Lo que está claro es que se busca otros alicientes para atraer al público joven o en un par de generaciones, esto se muere.
    La remodelación del Estadio puede ser importante si se deja espacio para los jóvenes y, desde luego, el precio de las entradas debe bajar. Es imposible que con el paro juvenil que hay en España se pueda acceder a ver algún partido.

  6. Hay un ejemplarizante suceso, cuando un "bipolar" defiende obreros, abandona su "humilde hogar" para aposentar sus nalgas en una macro mansión capitalo/fascista para así defender mucho mejor la anti caspa, todo ello teniendo champús con una eficacia contrastada. Pues el mundo del furgol va en paralelo, como no "podría" ser de otra manera, ¿o sí...?

  7. Asumo que este es un tema complejo con muchas aristas y demasiadas implicaciones sociales y económicas como para sacar conclusiones aceleradas. Aún así me llama la atención el alineamiento rotundo de este blog con un proyecto que parece que no termina de convencer a nadie (sí, la culpa es de los poderes fácticos y los románticos hahaha).

    1. Se te ve el plumero ( ¿ sabes que la mayoría de alemanes apoyaba y votó a Hitler ?...ahora el que se ríe de ti soy yo, multinicks ).

  8. En caso de salir adelante, sería la misma esencia aunque fuera una competición distinta. El Madrid no debe nada a la uefa, la uefa debe su grandeza a clubes como el Real Madrid que han dado lustre a sus competiciones durante siete décadas.

    De eso se trata. De fútbol. De competir. De ver quién es el mejor de Europa. Lo demás es envoltorio.

  9. Buenas tardes, yo que soy un admirador de usted, aún el recuerdo el impacto brutal que me causo alguno de sus artículos en La Galerna como el noveno presidente, la historia de D. Antonio Ortega al que no conocia de nada, o como contra el Madrileñismo, y algún otro que me dejo, hoy no puedo estar de acuerdo, llevamos decadas comiendo mierda en las infectas instituciones ESPAÑOLAS, siendo vejados y ninguneados hasta extremos en los cuales siento vergüenza, es la hora de ajustar cuentas o morir de pie, no hay más, decadente e incomprensible su artículo, muy bien escrito, porque la scritura usted la borda, una pena que no le podamos sumar a la hora de coger el carcaj y las flechas.
    Comunero

  10. No soy un convencido de la Superliga pero sí de Florentino y por tanto, sí a la Superliga (y después de ver la desorbitada, desaforada, criminal, insultante, cínica y muchos otros adjetivos descalificativos, respuesta contra nuestro equipo, ya ni te cuento)

  11. Creo que es lo peor que ha escrito el señor Valderrama, un gazpacho de ideas difícil de leer, lo que ya es raro en alguien que escribe tan bien, una mezcla confusa que ignora por completo lo que era Europa entonces y ahora, es como sentir añoranza de Manolete y Juanito Valderrama, porque los toros ya son el espectáculo que eran y la gente no escucha coplas. Hace un batido de política, historia y personajes, un popurrí aburrido y poco razonado, donde prima más el sentimentalismo del propio articulista que las razones para la creación de una Superliga.

  12. No puedo decir nada, después del repaso que le han dado Lestat y cicatriz. Es cierto que escribe usted muy bien y hasta me leí el del madrileñismo que, amablemente, me recomendó éste (entonces comunero) y que me pareció buenísimo. Hoy no ha acertado, lo siento.

  13. Vaya artículo más decepcionante, plagado de vacuidades y pobremente argumentado. Y luego ya las valoraciones sobre las intenciones de Florentino Pérez para intentar superar a Don Santiago son, como dicen los castizos, para mear y no echar gota.

    La Copa de Europa será el torneo donde jueguen los equipos más importantes de Europa. Y la mayor parte de los equipos más importantes de Europa se ha pronunciado y son miembros fundadores de la Superliga Europea (ESL). El RM no se carga ningún torneo. Lo refunda, despide como gestores a los mangantes de la Iglesia Ceferina y lo adapta a las exigencias de las viejas y nuevas generaciones. Porque sí, también las viejas generaciones estamos hartos de ver partidos insulsos contra el Shaktar, el Dynamo de Tbilisi o el Wolfburgo, que no aportan otra cosa que saturar una parrilla deportiva con visos de morir de atracón de comida chatarra. La Champions empieza en octavos, cuando los jugadores empiezan a mostrar ya cierto desgaste de partidos acumulados en sus torneos domésticos y sus selecciones. Han convertido al fútbol en una rutina de escaso valor deportivo y competitivo por querer ordeñar una vaca que languidece y a punto de quebrar las patas. Ni el RM, ni ningún club tiene por qué jugar los torneos que no quiera jugar. Europa se fundó bajo la doctrina de la libertad de comercio y tránsito de personas, pero sin embargo a fecha de 20 de abril de 2021 algunos quieren seguir ostentando su posición privilegiada a costa de calar el motor del fútbol. La UEFA no es más que una entidad gestora creada por los clubs de fútbol para hacer cumplir las normas que los propios clubs se han dado a sí mismos. Sin embargo, ahora se erige como una institución transnacional con capacidad de domeñar los intereses de quienes sustentan el circo futbolístico, al mismo tiempo que les hace únicos responsables de las pérdidas multimillonarias que están teniendo a consecuencia de la pandemia. El fútbol no lo crea ni la UEFA, ni la FIFA, entidades éstas monopolísticas de la cosa. El fútbol lo crean los clubs, sus aficiones y los jugadores que lo forman. Se acabaron los privilegios y los monopolios. Bienvenida, SuperLiga.

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✍️@Guaschcope

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Propone @Guaschcope en su «Mira, chato» de hoy que el saque de honor del España-Brasil del 26 de marzo en el Bernabéu lo realice Brahim.

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Heroica resistencia del Atleti.

Perdieron, sí, pero qué admirable Atleti vimos anoche, casi como si su razón de ser en esta vida no fuera única y exclusivamente perjudicar al Real Madrid.

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