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La gorra de Clarita

La gorra de Clarita

Escrito por: Andrés Torres23 junio, 2022
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Por muy merengue que uno sea, cuando eres padre de familia numerosa es imposible predecir según qué cosas. Resulta que aproximadamente tres meses antes de la final de la Champions, que hubo de celebrarse en la imperial San Petersburgo y acabó disputándose en determinado estercolero cercano a París, mi señora me planteó un particular viaje a tierras helvéticas, que tenía precisamente de particular que yo me quedaba en tierra con mis niñas: Clarita, 7 años, y Leire, tres; ambas acusadas de terrorismo. Ella volaba a Ginebra a ver a una vieja amiga suya con nuestro bebé de 9 meses, Andresín, un angelito, y no lo digo porque sea tocayo mío.

Recuerdo perfectamente el momento, sentados ambos cónyuges bajo la brisa nocturna capitalina de nuestra terraza a la sombra del Pirulí. “Vete, claro, te lo mereces, así descansas y ves a tu amiga, cómo no, tienes que salir más”. Y claro, la muchacha se sacó los billetes a Switzerland para el próximo 28 de mayo de 2022.

Sí, la final de la Champions.

Gorra Clarita Real Madrid Pirulí

Sin comerlo ni beberlo, y descartando toda opción de poder pescar una entrada para el Stade De France, cambiaba el tradicional evento  de las finales de Champions de mi vida, auspiciado por el gran Choflas (no es la primera vez que aparece en las páginas de La Galerna) y siempre regado con generosos caldos y bebidas espirituosas, acompañado de múltiples aperitivos, chiles con carne, carrilleras y numerosos forofos merengones; por una velada en la quietud de mi hogar acompañado, cual padre responsable, de dos niñas que hasta el momento habían mostrado por el fútbol el mismo interés que comparte un servidor por la fotosíntesis del nabo en general. Tal fue mi desazón, que incluso pedí a Bengoechea hacer la crónica galernauta de la final. Total, qué más daba. La previa de la final iba a pasar por comentar con Leire la temporada 8 de la Patrulla Canina, y con Clarita las últimas andanzas de Isadora Moon, la niña friki cuyos padres son un hada y un vampiro. Tiene bemoles.

Para el Día D y la Hora H diseñé un plan sin fisuras: una proyección privada a las 21 horas de Frozen 2, un spinoff de Campanilla o cualquier producto animado para niñas buenas. Pobre de mí. Confiaba en el efecto narcótico de Walt Disney después de todo un sábado pateando Madrid bajo el sol para cansar a mis pequeñas salvajes. Fracasé, aunque no del todo.

Clara se dispuso a contemplar la 14ª. pescó un taco de cromos de la Liga  y diseñó un altar madridista con cromos sobre el sofá. Fede Valverde y Vinicius por duplicado, y Courtois, incluso por triplicado

Leire, la pequeña, cayó, sí; pero Clarita, la mayor, beneficiada por el retraso de la final gracias al delirante caos organizativo de la France al alimón con UEFA, del que se benefició una horda de delincuentes, vagos y maleantes locales, e impulsada por mi propio forofismo merengue a lo largo de la semana decisiva, apareció sobre el minuto 20 de partido en el salón con la firme intención de papearse hasta la txustarra de la primera finalísima madridista de su vida.

Y yo, impotente, tecleando la crónica galernauta, no tuve otra opción que ceder, eso sí, bajo una estricta condición: no taladrar cerebros ajenos, la especialidad de Clarita, máxime en una situación proclive a los meneos cardiacos.

A pesar de sufrir algún que otro warning, Clara se dispuso a contemplar la 14ª. Fue un momento al cuarto de los juguetes y pescó un taco de cromos de la Liga que había mangado en un descuido a su primo Jaimechu y diseñó un altar madridista sobre el sofá formado por las efigies de Lucas Vázquez, Gareth Bale, Carlos Henrique Casemiro, Marcelo, Mendy, Jovic, Toni Kroos, y Benzema entre otros. ¿Qué otros?

Fede Valverde y Vinicius, con cromos por duplicado, y Courtois, incluso por triplicado.

Altar cromos Clarita

¿Casualidad visto lo visto durante los 90 minutos? No lo creo.

Los santos de Clarita nos ayudaron.

No en un principio, cuando, como papá con todas las respuestas que doy, no atiné a explicar a mi primogénita por qué el árbitro francés nos había anulado un gol al filo del descanso. Peor todavía: se me escapó un desabrido chorizo para referirme al trencilla, que Clarita, valiéndose del ejemplo de su progenitor, se encargaría de explotar hasta la saciedad durante el resto del encuentro.

Instantes antes de la polémica, entre teclas de la crónica galernauta, observé de refilón a mi acompañante, estirada a lo largo del sofá en posiciones imposibles de gimnasia rítmica.

Algo me escamó.

—¡Clarita!

La niña se sobresaltó.

—¿Qué pasa, papá?

—Si quieres ver la final conmigo tienes que llevar puesto algo madridista encima. El altar de los cromos no es suficiente. Tienes que entender que aquí estamos invocando a los dioses del madridismo.

Proclamé tajante, solemne, delirante, enajenado.

Clarita se encogió de hombros como cuando escuchas la diatriba de un loco o un borracho. Acto seguido me despojé de mi impoluta gorra blanca del Real Madrid y la arrojé a sus pies.

—¡Póntela!

Ordené. Y la niña, obediente para variar, así lo hizo.

—¡Clarita! ¡Ponte la gorra ahora mismo! ¡Los dioses del madridismo! —De refilón observé el tiempo de juego en el marcador de la tele: Minuto 58. Sesenta segundos después marcó Vinicius.

Con la gorra puesta llegamos a la jugada polémica y al descanso, hiperventilamos un rato y arrancamos el segundo tiempo; la niña con la gorra y el papá con la camiseta blanca pegada al corazón.

Sin embargo, a los pocos minutos de la reanudación sucedió algo.

Volví a levantar un ojo del teclado y a desviar el otro de la pantalla de televisión para observar por el rabillo a Clarita, metida en el encuentro, llamando recurrentemente chorizo al árbitro, pero, no puede ser, sin la gorra del Real Madrid puesta. Intolerable.

—¡Clarita! ¡Ponte la gorra ahora mismo! ¡Los dioses del madridismo!

Escupí con los ojos inyectados en sangre hasta el punto de que la pequeña no dudó ni un instante en volver a colocar la gorra sobre sus preciosos rizos. De refilón observé el tiempo de juego en el marcador de la tele: Minuto 58.

Sesenta segundos después marcó Vinicius.

Los dioses habían escuchado nuestras plegarias.

La gorra de Clarita los había convocado, yo no daba crédito y la niña tampoco.

Así se ganó la 14ª en mi casa.

Por la gorra.

La gorra de Clarita

Epílogo

Al día siguiente, aún exhaustos de la emoción de lo vivido en la noche de Champions, quise tener un bonito detalle con mi primogénita regalándole una gorra que previamente había sido obsequio de mis cuñados. Se emocionó tanto que durante semanas no se separó de ella ni para ir al cole. Tanto es así que la bendita gorra acabó en un taller escolar de acuarela.

Ahora tiene pintitas de colores rodeando el escudo del Real por todas las partes.

“Así es más chula, papi”.

Sólo espero que no haya perdido su magia.

Seguro que a los dioses del madridismo les ha hecho gracia.

 

Getty Images.

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Fugitivo catódico y periodista de fortuna, perpetrador de LaTiradeAndrésTorres.com. Polivalente como Arbeloa, elegante como Modric, apolíneo como Cristiano y leñero como Benito. Señorío a medida.

6 comentarios en: La gorra de Clarita

  1. Precioso. Me ha encantado. Es una muestra más de lo que significa vivir el madridismo.

    ... Y Clarita mortificará a sus hermanos recordándoles que ella sí vio la Final, mientras que una dormía y el otro estaba de viaje.... y les recordará que ella tiene una gorra que invoca a ciertos dioses del madridismo y ellos no.

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