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Elogio inquieto del Lobo Carrasco

Elogio inquieto del Lobo Carrasco

Escrito por: John Falstaff10 marzo, 2023
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Yo soy muy del Lobo Carrasco, y no creo que mi afición lobezna y carrascosa se deba a la circunstancia —tan desafortunada como deliberadamente buscada— de que no le sigo en absoluto. El Lobo —¡qué gran turrón!— sienta cátedra en El Chiringuito, que es como partirse la caja en una convención de registradores de la propiedad, una cosa de mucho mérito. Y lo hace en ese estilo tan suyo, mesurado como los tatuajes de Alves, calmado como la rabieta de un niño, de ese infante que el Lobo sigue siendo a sus años y que se manifiesta cada vez que intenta hilar un razonamiento. Digo "intenta" y digo bien, porque el Lobo nunca transita la trillada senda que sigue los dictados de la lógica, sino que va un paso más allá, en plan pionero y visionario inconsciente del razonar de los hombres, y construye su discurso de manera que es la lógica la que tiene que seguirle a él, sin conseguir nunca alcanzarle. Si eso no es expandir las fronteras del entendimiento humano, que venga Messi y lo vea.

el Lobo nunca transita la trillada senda de la lógica, construye su discurso de manera que es la lógica la que tiene que seguirle a él, sin conseguir nunca alcanzarle. Si eso no es expandir las fronteras del entendimiento humano, que venga Messi y lo vea

Messi. "Mi Messi", como le llama el Lobo. El Lobo está contento desde que Argentina ganó el Mundial, porque con esa victoria al Lobo se le cerró el círculo. "¡Se ha cerrado el círculo! ¡se ha cerrado el círculo!" rugía una y otra vez fuera de sí, como un orangután en celo, en un paroxismo crispado y doliente, de fin de condena, según se veía en un vídeo que circuló (el círculo circulante) por esos andurriales dejados de la mano de Dios que llamamos redes sociales. Confieso que por un momento temí que el Lobo estuviera a punto de protagonizar una inquietante metamorfosis, pero miré al cielo y comprobé con alivio que no había luna llena. Alguien le animaba a posar para una foto con la bandera argentina, y Pedrerol, solícito y cariñoso, trataba de sosegarle, pero el Lobo se deshacía del jersey —¡qué calor!— y protestaba: "necesito tomar aire". Y es que los círculos son así, y cuando se cierran le dejan a uno sin resuello, exhausto, vacío de amor, y uno no sabe si llorar de felicidad desbordada o encender un cigarrillo paladeando premioso el après ski.

Lobo peluche

No sabemos exactamente qué círculo se le cerró al Lobo, pero desde entonces andaba el hombre campanudo y sacando más pecho que Luis Miguel Dominguín después de cerrar el círculo y abrir los cielos con Ava Gardner. En el chat de La Galerna a veces alguien obsequia al grupo con un vídeo del Lobo, y aquello no es amor, es frenesí. Imposible no caer rendido de amor ante este ejemplar único de la especie humana, a cuyo lado el Duque de Windsor habría parecido poco más que un paleto en día de boda. Qué templanza, qué saber estar, qué gravitas, como dicen los americanos. Qué chillidos tan perfectamente desafinados, qué elegancia en el atropello propio y de extraños, qué atolondramiento tan lleno de gracia, qué arte a la hora de hacer el ridículo, adornándose y gustándose como un torero en tarde de gloria. Y claro, ante tal despliegue de hechizos y encantos, el chat sucumbe y se convierte en un coro enajenado, extasiado y arrebolado, en una suerte de Fiordiligi colectiva entregándose sumisa a Ferrando: fa´di me quel che ti par. ¡Haznos tuyos, Lobo!

¡Haznos tuyos, Lobo!

Pero ahora —efímera es siempre la felicidad— el Lobo anda un poco de capa caída, diríase que dessurado (desnortado siempre lo ha estado, la falta de brújula es la clave de bóveda de su embrujo), sin saber muy bien por dónde tirar o a qué clavo agarrarse para seguir regalando a la afición el fruto simpar de su inigualable sesera. El Barçagate le ha caído encima como uno de esos cubos de hielo que la peña se echa encima para hacer el canelo en internet so pretexto de no sé qué causa solidaria, y el Lobo se nos ha quedado aterido y ensopado, y así no hay manera. Maldita la gracia. He visto algún vídeo reciente de nuestro hombre, y está el Lobo desesperado por hincarle el diente a los siete cabritos, que a él se le figuran setecientos, todos ellos madridistas, pero en cuanto se acerca a uno, el cabrito le suelta un mandoble que le deja, si no más sonado de lo que ya estaba (los cabritos, aun siendo madridistas, no obran milagros), sí todavía más confundido, porque por primera vez asoma la duda en su mirada, que ya no tiene el fuego vehemente del chalado, sino que se muestra fatalmente velada por la bruma del desengaño. Y yo por ahí no paso. Que entierren el Barçagate y que maten a Caperucita Roja si hace falta. Queremos —¡qué digo queremos: necesitamos!— que el Lobo siga siendo el Lobo. Hay cosas más importantes que la limpieza. ¡No nos dejen sin turrón!

Turrones El Lobo

Getty Images.

En el prosaico mundo real me llaman Eduardo Ruiz, pero comprenderán ustedes que con ese nombre no se va a ninguna parte, así que sigan llamándome Falstaff si tienen a bien. Por lo demás, soy un hombre recto, cabal y circunspecto. O sea, un coñazo. Y ahora, si me disculpan, tengo otras cosas que hacer.

2 comentarios en: Elogio inquieto del Lobo Carrasco

  1. Brillante análisis sobre el lobo carrasco. Ciertamente es así, a este individuo las más de las veces que se le entiende es porque , aunque se exprese fatal, uno se imagina por dónde va...o por dónde pretende ir, que no es lo mismo. Es un poco tragicómico , la verdad. No digo que sea, sino solo que parece que en alguna época de su vida algún tipo de sustancias le hubieran entorpecido de algún modo el razonamiento. ¿Secuelas? Y esos ojos, esa mirada turronera...

    Considero a John Falstaff uno de los primeras espadas de la Galerna. Reconocido por su calidad literaria. Por el qué y el cómo.

  2. Como jugador era mediocre, segundo nivel.
    Como tertuliano, opinador, forofo culé y monaguillo se la secta de Messi, simplemente da vergüenza ajena. Pobre.

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