Las mejores firmas madridistas del planeta

Ya solo quedan unos minutos para el cierre de la subasta que La Galerna puso en marcha con el objetivo de recaudar fondos a beneficio de la campaña contra el COVID-19 de la Fundación Real Madrid. Roberto Carlos, Casillas, Arbeloa, Santamaría, Pablo Laso, Chendo, Fernando Hierro, Buyo, Karanka, Martín Vázquez, Álvaro Benito, Joe Llorente, Romay o Iturriaga son algunas de las leyendas del Real Madrid que han decidido colaborar en esta iniciativa de lucha contra el Covid-19.

Los aficionados madridistas (o simplemente futboleros) tienen ante sí la posibilidad de hacerse con pedazos de historia a través de esta iniciativa que permitirá pujar por objetos o experiencias relacionadas con los héroes del madridismo de ayer y de siempre.

La web de subastas Escrapalia.com permite visualizar los lotes subastados como parte de la iniciativa #LeyendasEnCasa, y pujar por ellos en tiempo real. El dinero recaudado irá íntegra y directamente a la cuenta habilitada para la lucha contra el virus por parte de la Fundación Real Madrid, que aporta también varios lotes de valiosísimos pedazos de la Historia del Mejor Club del siglo XX, desde camisetas firmadas por plantillas campeonas de Europa a verdaderos incunables del Real Madrid más primigenio.

Estos son los objetos y experiencias subastados, con enlace a las pujas.

 

José Emilio Santamaría

Descripción:

Camiseta conmemorativa del 90 cumpleaños del legendario defensa central José Emilio Santamaría.

Mensaje de Don José Emilio Santamaría

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Roberto Carlos

Descripción:

Botas de Roberto Carlos personalizadas, que se dedicarán de forma personalizada al máximo pujador.

Mensaje de Roberto Carlos

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Fernando Hierro

Descripción:

Camiseta de Fernando Hierro con la que disputó su último partido con veteranos del Real Madrid, que irá personalizada para el ganador de la puja.

Mensaje de Hierro

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Iker Casillas

Descripción:

Par de guantes de Iker Casillas que dedicará al ganador.

Mensaje de Iker Casillas

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Álvaro Arbeloa

Descripción:

Botas de Arbeloa de su última temporada como jugador, con las iniciales de sus 3 hijos mayores, con dedicatoria personalizada.

Mensaje de Álvaro Arbeloa

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Aitor Karanka

Descripción:

Camiseta de Karanka de su etapa como segundo entrenador del Real Madrid con sus iniciales (A.K.), con dedicatoria personalizada para el máximo pujador.

Mensaje de Aitor Karanka

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Juanma López Iturriaga

Descripción:

Camiseta conmemorativa de los 1000 partidos de la sección de baloncesto, con el nombre de Iturriaga en el dorsal, que será dedicada personalmente para el ganador de la subasta.

Mensaje de Juanma López Iturriaga

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Rafa Martín Vázquez

Descripción:

Botas de Martín Vázquez de su etapa en el Torino con su nombre, con dedicatoria personalizada para el ganador de la subasta.

Mensaje de Rafa Martín Vázquez

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Álvaro Benito

Descripción:

Entrada de Recuerdo de la final de "la Octava" en París. Recuerdo a los miembros de la plantilla, enmarcado y con dedicatoria personalizada para el máximo pujador.

Mensaje de Álvaro Benito

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Fernando Romay

Descripción:

Conversación detlefónica o videollamada por skype con el mítico jugador de baloncesto Fernando Romay.

Mensaje de Fernando Romay

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Pablo Laso

Descripción:

Pablo Laso dona dos entradas para el próximo partido de Euroliga en el "WiZink Center" del Real Madrid, pudiendo disfrutar también del entrenamiento y preparación previa del partido junto al equipo.

Mensaje de Laso

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Paco Buyo

Descripción:

Camiseta de Paco Buyo del Real Madrid Indoors, con dedicatoria personalizada para el ganador de la subasta.

Mensaje de Paco Buyo

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Joe Llorente

Descripción:

Disfrutar de un partido de baloncesto en el Pabellón, acompañado por el gran Joe Llorente, el lote incluye dos entradas para poder acceder al pabellón deportivo del Real Madrid acompañado por Joe Llorente, compartiendo la experiencia de ver el partido y los expertos comentarios del mítico exjugador del Real Madrid.

Mensaje de Joe Llorente

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Chendo

Descripción:

Sudadera de concentración de entrenamiento del Real Madrid (Sudadera del equipo técnico), dedicada para el ganador, y que será entregada por el mismísimo Chendo, con el que se podrá disfrutar de una conversación.

Mensaje de Chendo

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Lote del Centro de Patrimonio Histórico del Real Madrid

 

Descripción:

Camiseta del Real Madrid de fútbol de la temporada 2015-2016 firmada por todos los jugadores excepto Varane (Camiseta color blanco, de manga corta, versión La Liga, Adidas-Fly Emirates, talla niño)

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Descripción:

Camiseta del Real Madrid de fútbol de la temporada 2014-2015 firmada por todos los jugadores (Camiseta color blanco, de manga corta, versión La Liga, Adidas-Fly Emirates, sin dorsal)

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Descripción:

Camiseta del Real Madrid de fútbol de la temporada 2015-2016 firmada por Ronaldo y con el dorsal 7 (Camiseta color blanco, de manga corta, versión Champions, FIFA 2014, Adidas-Fly Emirates)

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Descripción:

Camiseta del Real Madrid de fútbol de la temporada 2017-2018 color blanco, manga corta, Champions, Adidas-Fly Emirates, Fifa 2017. Conmemorativa de la Final Kyiv 2018 - de las 13 Copas de Europa del Real Madrid. Dorsal 13.

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Descripción:

Camiseta del Real Madrid de fútbol de Nacho, con el dorsal 6 y de la temporada 2015-2016 (Camiseta color blanco, de manga corta, versión La Liga, FIFA 2014, Adidas-Fly Emirates, L)

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Descripción:

Colección de réplicas de cinco carteles de partidos históricos del Real Madrid.

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Descripción:

Fotografías impresas de las alineaciones de las 13 Copas de Europa del Real Madrid.

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Descripción:

Disco-tarjeta USB "¡HALA MADRID!...y nada más. Red One" (himno de la Décima cantado por los jugadores).

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Defensor, capitán, escudo, espartano. Estas son algunas de las palabras que asocio con Álvaro Arbeloa, un jugador que siempre defendió al Real Madrid dentro y fuera del campo. En ocasiones, poniendo en su sitio a todos aquellos que pregonaban mentiras sobre la institución, o que se posicionaban del lado de futbolistas rivales que intentaban hacer daño al equipo. Se atrevieron, incluso, a poner en duda su nivel deportivo y su integridad. Futbolísticamente, poco hay que decir. Basta mirar su palmarés, la categoría de los equipos en los que jugó y los nombres de los entrenadores que confiaron en él. Personalmente, todavía lo tengo más claro. En mi equipo quiero a jabatos, jugadores que se dejen la piel dentro del campo y que defiendan ese escudo también cuando termine el partido. Futbolistas que defiendan a la institución y a sus aficionados en activo pero que una vez retirados sigan llevando el nombre del Real Madrid por todo lo alto. Pues bien, todo eso es para mí Álvaro Arbeloa. Como jugador aguantó los envites de rivales del más alto nivel competitivo, ganó muchos títulos, entre ellos una Liga y dos Copas de Europa, pero lo que conquistó de verdad, por encima de cualquier otra cosa, fue el corazón del madridismo, siempre entregándose como solo lo hace quien siente al club como un verdadero aficionado.

El verano pasado tuve la oportunidad de conocerlo personalmente en su visita a Estados Unidos y fue un encuentro muy agradable. Fue extremadamente amable con todos los que estábamos allí presentes y no dudó en ningún momento en atender a o todos, incluso accedió a firmar una camiseta que le pedí para un amigo de Malasia, que lo admira desde su etapa de jugador.

Es por ello que para mí esas botas que ha donado Álvaro Arbeloa a la iniciativa #Leyendasencasa son un símbolo de ese espíritu protector hacia el Real Madrid, que ejemplifica él como persona. Sería un auténtico orgullo poder tenerlas. Y estoy segura que no soy la única que piensa así.

Pujar por las botas de la última temporada de Álvaro Arbeloa, con una dedicatoria personalizada

Supe antes lo que era la Copa Korac que una raíz cuadrada. Me sabía mejor los nombres completos de la plantilla del Real Madrid de baloncesto que los de los primos segundos del pueblo. Mis padres me dijeron que me quedé despierto hasta muy tarde viendo cómo España ganaba a Yugoslavia para clasificarse a la final de los Juegos Olímpicos de Los Ángeles, aunque si soy sincero, yo no me acuerdo de eso. El día de Navidad nos íbamos al Palacio porque había partido.

En casa se hablaba de Corbalán, Fernando Martín o Romay como si fueran amigos de toda la vida. A veces, simplemente por el nombre, como un viejo colega: “¡Vaya triplazo, Chechu!”. En 1989 le pedí un autógrafo a Anthony Frederick, un norteamericano de paso fugaz. Levanté la mano para que me la chocara y se quedó en el aire. No me importó. Por supuesto, le llamé “Anthony”. Poco me faltó para llamarle “Toñejo” y que me soltara un bofetón.

Había uno de esos jugadores que era diferente. Sonreía, pero también atizaba codazos si era menester. Corría la cancha a toda velocidad y los chavales le imitábamos en el recreo del colegio. Gritábamos “¡Palomero!” Y esperábamos que el que había cogido el rebote nos mandara el balón para anotar sin oposición. El Rey de los Palomeros tenía nombre rimbombante, imposible olvidarse: Juan Manuel López Iturriaga. Podría haber sido baloncestista o árbitro de fútbol. Iturriaga luego se convirtió en estrella de la televisión, pero yo confieso que veía sus programas únicamente porque le había dado a lo de las canastas. Era como una especie de apoyo espiritual que nadie más sabía. En casa veíamos las bromas de Inocente, Inocente, bien, pero yo estaba ahí por otra cosa. “Yo sé que eras alero del Real Madrid”, que lo sepas, Iturriaga.

 

Mensaje de Iturriaga

Puja por la camiseta de Iturriaga

 

Desde que conozco a Pablo Laso es una persona dedicada. Que conste que en mi forma de ponderar es el máximo elogio que pueda dedicar a alguien. Alguien que dedica su vida a una causa noble, el baloncesto, y, en su día, a la defensa de los derechos de los jugadores. Por ser poco conocido y porque viene a cuento de lo que cuento, desvelo que fue un vocal implicadísimo, como el que más, de los que integraron las Junta Directiva de las ABP mientras este humilde escribidor estuvo en la entidad. Una persona apasionada.

Con el paso del tiempo a través de la búsqueda del conocimiento ha alcanzado la calma de la sabiduría. Y como todos los sabios sigue siendo consciente de que falta mucho por conocer. Pablo se ha convertido en un entrenador extraordinario, brillante, con la virtud de tener siempre los pies en el suelo. Empieza a acercarse a todo lo perfecto que puede ser un ser humano.

¡Por supuesto!, de forma generosa no dudó un instante en colaborar con La Galerna y hacernos un regalo extraordinario: va a abrir las puertas de un entrenamiento, del santuario para poder ver de cerca a los héroes. Lo que hacen y cómo se tratan, cómo entrenan, se miran y se hablan cuando no hay espectadores. Una oportunidad vedada al resto del mundo: ni siquiera un ex jugador como yo me atrevo a pedirles que me lo permitan, porque es un recinto en el que sólo pueden y tienen que estar los miembros del equipo. Por un día, serás un privilegiado, alguien único en el mundo del madridismo.

 

Pujar por asistencia a entrenamiento del Real Madrid de baloncesto y dos entradas para el partido

Genes madridistas –cómo nos hubiera gustado conocer al Pepe Laso base, con camiseta blanca- pero formación baloncestística puramente vitoriana, Pablo Laso tuvo una brillante carrera como jugador, aunque probablemente nos llegó un poco tarde al Real Madrid, pese a lo cual jugó admirablemente bien aquí. Muchos pensaron, cuando regresó ya vestido de chaqueta y para dirigir al equipo desde el banquillo, que ahí sí que se le había pasado el momento, sin haber dirigido nunca a ninguno de los conjuntos punteros, salvo su paso bastante fugaz por el Valencia. Y allí es donde unos cuantos se equivocaron profundamente.

Hace nueve años nadie parecía capaz de sacar adelante al Madrid, y mira que varios de los entrenadores de aquella larga época con muy escasos títulos eran de primera fila: Sergio Scariolo es el actual campeón del mundo, caramba. Fallaba el respaldo organizativo desde el club, sin duda, desde la prematura desaparición de Mariano Jaquotot, pero no bastaba eso para explicar lo que se asemejaba a una especie de maldición. Para que una celebridad como Messina huyese, así por las buenas, en plena temporada…

Con todo ello en contra llegó Laso, se puso a trabajar y le dio magistralmente la vuelta a esos dos decenios de pesadilla que habíamos atravesado. Desde luego, la profesionalización y el apoyo desde los despachos contribuyeron mucho. Pero hacían falta esa presencia tranquila, esas ideas claras sobre un baloncesto en el que el ataque y la defensa son igual de importantes, y esa capacidad para comunicarse con sus jugadores –de caracteres no siempre fáciles- para que el Madrid volviese a ser el Madrid.

Casi nada se le puede reprochar a Laso en este etapa con alegrías cada año; si acaso, por eso que tenemos los veteranos de amor a la cantera, que algún jugador nacido en la casa como Willy Hernangómez no cuajase aquí y acabase marchándose a hacer las Américas. Pero el  mantenimiento del más alto nivel a través de las competiciones, de los obstáculos –incluidas las lesiones graves y las retiradas de figuras clave- y de las trabas lícitas y no tanto puestas desde fuera ha sido la obra maestra de Pablo Laso, lo que le coloca a la altura de Pedro Ferrándiz y de Lolo Sainz en la historia del mejor club de la historia del baloncesto europeo. Y para quien vio su primer partido de este deporte en una final europea de… 1962, es el ya inesperado y feliz retorno de sensaciones olvidadas.

A los responsables de la cantera del C.D. Málaga Fernando Hierro les pareció enclenque. Esta historia nos sorprendería si fuese la primera vez que hubiera sucedido algo así. La historia de los grandes deportistas a menudo viene determinada por un principio como este. Es como si la suerte no sólo fuera esquiva sino débil. La suerte antes de florecer es frágil, y después poderosa. Florecer es una buena palabra. A Hierro había que regarlo, pero también debía crecer en una buena tierra a la que acompañara el clima. Málaga debía de ser un pedregal donde Fernando no podía prosperar. Ese joven futbolista delicado se fue a Valladolid, y allí no sólo no lo aquietó la cencellada sino que bien pudo librarse de ella como haciendo explosión y apareciendo a orillas del Pisuerga (y del Esgueva) como un buen tallo por el que empezaron a pelearse los grandes. Dicen que con la indemnización que tuvo que pagar el Real Madrid al Atlético por romper el acuerdo que tenían el club rojiblanco y el jugador malagueño, Jesús Gil hizo fabricar setenta mil relojes para regalar a los aficionados con el lema: “Regalo de don Ramón”. El Atleti se quedó con el populismo futbolero y a Concha Espina llegó Fernando Hierro para convertirse en uno de los mejores defensas centrales de la historia. Así que esta camiseta de Fernando es una de las mejores camisetas de defensa central de la historia y por eso (y por demasiadas preciosas razones) hay que pujar por ella. Es un objeto tan vulnerable como aquel joven Hierro, así que tengan cuidado con ella. Pujen con delicada firmeza. No dejen que se la lleven primero a Valladolid y luego (previo fallido intento colchonero) a Chamartín, por ejemplo. Llévesela usted. Este sí que es un “Regalo de don Fernando”.

 

Mensaje de Fernando Hierro

Pujen por la camiseta de Hierro

 

Leí en cierta ocasión que el actor que condujo el Buick Phaeton con el que Bogart llega al aeropuerto en Casablanca se paseaba ufano por las tabernas de Los Ángeles, presumiendo. También que llegaron a pagar medio millón de dólares de la época por el cuchillo con el que Hitchcock nos obligó a cerrar la mampara de la ducha para siempre. Hubo quien profanó la tumba de Shakespeare para robar su cráneo, o quien robó el pene del cadáver del sepulcro de Lord Byron; un dictador mantuvo delicadamente colocada en su lecho de muerte la mano de Teresa de Ávila, y un novelista se hizo de oro al ojear los clavos de la Santa Cruz en un aparte del palacio de Elena. Hay reliquias que llegan al imaginario de nuestra cultura para quedarse, qué remedio, y sólo unos cuantos elegidos pueden disfrutar de esa mística en primera persona. Así me imagino yo al afortunado que se haga con los guantes de Íker, levantando su reciente adquisición: todos los que miran esta manopla saben que gracias a ella respiró el madridismo durante más de una década. Es el guante que estrechó la mano de Manolo Sanchís, último estertor de una Quinta gloriosa; también la de aquel Zinedine Zidane que colocó el balón con nieve en la garganta de medio Glasgow; y por supuesto la de Cristiano, cenizas del penúltimo fénix blanco. Dicho de otro modo: esos guantes vertebran el Madrid moderno. En tiempos del célebre lema «Casillas y Ronaldo», sístole y diástole del club por entonces, los chicos de barrio introducían sus dedos por la rejilla de Valdebebas y veían al tipo que se sentaba a su lado en el metro: estaba compartiendo Olimpo con los grandes. Esos mismos miraban más tarde la figura ya mítica del portero agrandarse bajo el sol de Johannesburgo, sacar la patita como el lobo del cuento ante Robben, abuelita triste. Los muchachos comprendían, boquiabiertos, que aquel tipo que se bajó del autobús un día en la misma parada que ellos había pasado del logos al mito, habitaba otro lugar y otro tiempo. Por suerte, esos mismos guantes han sido recogidos por La Galerna, que en subasta solidaria los pone a disposición de sus lectores para luchar contra el COVID-19, e intentar así frenar por otro frente la funesta pandemia. Pujen, háganse con ellos. Si no les ha convencido el afán coleccionista, exageradamente ponderado en estas cuatrocientas palabras, pujen por el afán solidario. Suerte a los litigantes.

 

Mensaje de Íker

Puja por los guantes de Íker

 

Don José Emilio Santamaría dona una camiseta conmemorativa de su 90 cumpleaños. Una joya cargada de historia y madridismo.

Puja por la camiseta conmemorativa de Don José Emilio Santamaría

 

De las Champions Leagues de la historia contemporánea del Real Madrid, dos de ellas se me antojan las más infravaloradas. Una de ellas es la Decimotercera, irremisiblemente arrastrada por el peso de la costumbre (tercera seguida) y la propia infravaloración de su protagonista absoluto, quien ni con esta hazaña ni con otras de porte solo un poco inferior ha logrado conquistar el corazón esquivo del madridismo socio-mediático.

La otra Champions infravalorada es por supuesto la Octava, flanqueada como queda por el hito mijatovino que clausuró 32 años de hambre y el máximo apogeo galáctico de la volea de Zidane. Es un emparedado del que nadie querría ser jamón. La Octava queda así en una especie de tierra de nadie, huérfana como está de adscripción generacional muy definida, e irremisiblemente marcada por el magistral manejo de sus efectivos por parte de Del Bosque.

Getty Images/Onefootball

De igual manera que la Decimotercera es de Bale, la Octava es de Del Bosque. Sí, ya sé. Sé que estas individualizaciones de logros eminentemente colectivos son por naturaleza injustas, pero así (injustamente) quedan marcadas las hazañas pretéritas de nuestros héroes, como marcado queda de formas aleatorias e insensibles el paso por nuestras vidas de amistades y amores de verano a quienes recordamos por detalles que no son necesariamente los que de modo objetivo más ameritan el ascenso al podio. Lo que sucede es que aquí es casi objetivo: para Gareth la 13, para Vicente la 8.

Para Vicente la 8 con más razón todavía que para Gareth la 13, porque a Gareth le ayudaron a llegar a la Final sus compañeros (en especial Cristiano el homérico y Keylor contra el Bayern), pero Del Bosque tuvo que ayudarse a sí mismo. Bien es verdad que el desaguisado que tuvo que arreglar era en parte su propio desaguisado, pero eso le da a mi juicio lustre en lugar de quitárselo. El hombre que arregla el problema de otro muestra eficiencia; el hombre que arregla su propia problema muestra eficiencia, flexibilidad y ego sometible. Opines lo que opines de Del Bosque como figura pública, tienes que darle la Octava. Es por ello que entristece tanto que se negara a aceptar la insignia del club: tan gran servicio prestado (y no solo en la Octava) debió dejar que se lo reconocieran, trascendiendo rencores personales.

El equipo languidecía en la Liga por culpa en parte de Del Bosque, sin duda, pero gracias al salmantino se recompuso admirablemente en Europa. Resucitó a un Anelka descatalogado, para lo cual probablemente hubo de convencer afanosamente al resto del equipo. Montó una defensa con tres peones (Karanka y los dos ivanes) que no eran por separado estrellas mundiales, pero que juntos se hicieron infranqueables. Y otorgó el peso del juego a McManaman, Roberto Carlos, Raúl y el omnipresente Redondo para poner el mundo a sus pies. Todo eso lo hizo Vicente. A veces cabe especular hasta qué punto un éxito es logro de un técnico. En ocasiones, un equipo puede alzarse con el triunfo final casi a pesar de su entrenador (sobre el pobre Heynckes y su Séptima recae aún ese estereotipo). Para la Octava se puede ser categórico. Pocas veces puede afirmarse algo así con tanta rotundidad: sin aquel entrenador no se habría dado esa gloria.

Para la subasta benéfica #LeyendasEnCasa de La Galerna, un integrante de aquella plantilla, Álvaro Benito, ha donado un objeto que a mí me parece de valor incalculable. Se trata de una entrada a la Final de Paris que, enmarcada, se entregó a cada jugador del Madrid después de ganarla. Todo aquel que comparta mi entusiasmo por esta Champions, criminalmente minusvalorada, debería pujar por este objeto llevado por el ansia mitómana correspondiente.

 

Puja por la entrada recuerdo de Álvaro Benito

¡Cuánto echamos de menos a Rafa Martín Vázquez cuando se fue a Turín! Rafa, nuestro Benzema de entonces, para que lo entiendan los niños. Rafa siempre fue silencioso y aerodinámico como un velero de los que vuelan sin motor. A veces lo suyo era un zumbido gutural y elegante, como de moto aplomada. El futbolista Harley Davidson, que petardeen los petardos. Aquellos Madrid forjados entorno a la Quinta eran olímpicos. El Madrid ha sido siempre territorio de héroes, en las duras y en las maduras, pero los grandes momentos pertenecen a los dioses y Martín Vázquez fue su mensajero, el que conectaba los tiempos detenidos de Butragueño en el área con los platanitos de Michel, el turbo por bulerías de Gordillo con el aguijón de Hugo, la atmósfera etérea en que todo aquello se sustanciaba. Rafa era el aire que se respiraba en el Olimpo y el aire no se ve, pero cuando falta te ahogas. Rafa mensajero de los dioses, como Mercurio. La sabiduría de los antiguos supo que alguien que vinculase a los dioses era necesario, y por eso creó a Mercurio y también lo hizo dios. Mercurio es el dios del comercio, el que tasa los balones, el que los reparte y aun se vale por sí solo para ponerlos en la red, porque Rafa, nuestro Benzema de entonces, para que lo entiendan los niños, también hacía goles a su alada manera, así sin darse importancia.

Mercurio tiene alas en el sombrero, pero cuando se trata del Madrid hay que descubrirse. Por eso la sabiduría de los clásicos previó que también tuviera alas en los pies. ¿Un recadero de lujo? Seguro que a él no le molestaría la metáfora, desprendido como es –“yo creo que he pecado un poco de eso, de ser un jugador desprendido”, nos dijo en La Galerna–, pero es que el comercio de Mercurio era trascendente. Él es también el que disipa las nubes, el que guía a las almas en el Más Allá. Allí nos llevaba Rafa sin hacer ruido, a la manera de Velázquez en tiempos anteriores. Hasta se dejó aquel bigote para que se notara más. Rafa voló hasta Turín para reverdecer por un momento los laureles secos del viejo Toro y su batir de alas hizo posible el sueño de una inédita final europea. Y ahora aquí están sus botas, esas botas aladas y mercuriales.

 

Mensaje de Martín Vázquez

Puja por las botas de Martín Vázquez

 

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