Las mejores firmas madridistas del planeta
Inicio
Opinión
Oppenheimer es madridista

Oppenheimer es madridista

Escrito por: Hank11 marzo, 2024
VALORA ESTE ARTÍCULO
1 estrella2 estrellas3 estrellas4 estrellas5 estrellas

El madridismo cinéfilo está de enhorabuena, pues Oppenheimer, la película que triunfó anoche en la gala de los Óscar obteniendo 7 de ellos, incluyendo los de mejor película, director y actor principal, es madridista, como no podía ser de otra manera. El dominio con puño de hierro de Oppenheimer en esta carrera de premios recuerda sobremanera a la superioridad del Real Madrid en la liga española, donde tampoco hay rival que se le acerque (CTA al margen), pero no es la única semejanza.

Aunque se trata de una película compleja con varias premisas, la principal parte de la creación de un grupo que reúna a los mejores físicos tanto del país como de otras partes del mundo para llevar a cabo el proyecto Manhattan, consistente en la fabricación de una bomba atómica que pueda salvar al mundo de la amenaza de la Alemania nazi o destruirlo, según a quién se le pregunte. Si eso no les suena a ustedes a la creación de una competición internacional en la que participan los mejores equipos de diferentes partes del mundo para salvar o destruir el fútbol, de nuevo, según a quién se le pregunte, no sé yo a qué otra cosa les puede sonar.

El dominio con puño de hierro de Oppenheimer en los Óscar recuerda sobremanera a la superioridad del Real Madrid en la liga española, donde tampoco hay rival que se le acerque (CTA al margen), pero no es la única semejanza

La sensación de grandeza que rodea a Christopher Nolan en el mundo del cine es sólo equiparable a la que desprende Florentino Pérez en el del fútbol. El rey Midas del siglo XXI es una verdadera mina de oro para sus productoras y convierte en éxito taquillero cada proyecto en el que se embarque, incluso uno aparentemente menos comercial como podía ser Oppenheimer, sin que eso mine la calidad cinematográfica de sus trabajos.

Nolan posa con los dos Óscar ganados

Si la trilogía del caballero oscuro fue su particular “etapa galáctica”, podemos decir que Inception, Dunkirk y Oppenheimer han supuesto esa segunda etapa más madura y sobria, pero igualmente exitosa, extrapolable al segundo mandato de Florentino en el Real Madrid. Al igual que Florentino, haga lo que haga Nolan, tiene una horda de irreductibles detractores que hasta hace poco hacían mella en su carrera de premios. Mientras que siempre ha sido un director valorado por los gremios de directores y guionistas, los premios de la industria no le valoraron como se merecía hasta que no ha realizado películas en géneros más académicos como el bélico o el drama histórico. Aquello del estilo y tal.

Mientras que el sindicato de directores le otorgó 3 nominaciones por películas como Memento, El caballero oscuro e Inception (entendemos que películas que pregonaban el contraataque de Mourinho), los Óscar le dieron el mismo valor a dichos trabajos que el que la prensa patria le ha concedido siempre a Florentino Pérez y su equipo de trabajo por su labor en la dirección deportiva.

La sensación de grandeza que rodea a Christopher Nolan en el mundo del cine es sólo equiparable a la que desprende Florentino Pérez en el del fútbol

Volviendo a la película, al igual que Florentino Pérez, Christopher Nolan confió como cara visible del proyecto en un chico irlandés, semidesconocido para el público general, pero que dejaba un paso imborrable en cada proyecto por el que pasaba y que se volvió una auténtica celebridad y orgullo local de la ciudad de Birmingham. Cillian Murphy, el Jude Bellingham del cine, conocido por su papel televisivo en la serie Peaky blinders, se había limitado a pequeños proyectos o papeles secundarios y no había protagonizado hasta ahora una película de semejante envergadura como Oppenheimer. Como ha ocurrido con el fichaje de Jude Bellingham por el Real Madrid, que ha terminado siendo un éxito tanto deportivo como comercial, el resultado no ha dejado indiferente a nadie.

Bellingham Peaky Blinders

Como Bellingham, Murphy se ha echado el equipo a la espalda y sostiene una señora película durante sus tres horas realizando un trabajo menos vistoso y más contenido de lo que se acostumbra a premiar en la temporada de galardones, pero tremendamente efectivo. Su interpretación como Robert Oppenheimer es magistral, sin necesidad de alardes ni excesos, sin alzar la voz ni sobreactuar, transmitiendo todo el debate interno que sufre el personaje a lo largo de su vida acerca de las consecuencias del trabajo por el que siempre será recordado.

Si Jude ha sorprendido a conocedores y ajenos por su capacidad goleadora cuando todo el mundo del fútbol coincidía en que el Real Madrid “simplemente” estaba firmando a un gran “todocampista”, con Cillian (que por cierto, se pronuncia como todos ustedes piensan…) ha ocurrido algo similar: todos sabían que era un buen actor, pero nadie esperaba un trabajo de semejante calidad y con tanto impacto en los premios de cine.

Como Bellingham, Murphy se ha echado el equipo a la espalda y sostiene una señora película durante sus tres horas. Su interpretación como Robert Oppenheimer es magistral, sin necesidad de alardes ni excesos

Murphy ha arrasado sobradamente en la temporada de premios, dominando primero los de la crítica y posteriormente haciendo lo propio con los de la industria (Globos de Oro, Bafta y SAG, in that order) para acabar llevándose un trofeo que, siendo sinceros, la verdad es que le importaba poco. Ha resultado francamente divertido ver en Cillian a la antítesis de Joan Laporta en las fiestas, pues en cada gala en la que le enfocaban, su cara denotaba que si por él fuera llevaría ya dos horas en la cama de una cabaña escondida en el lugar más recóndito de una aldea de la Irlanda profunda.

Cillian Murphy Óscar

Mientras que la primera parte de la película se vale de la clásica fórmula de reclutamiento tantas veces vista en el séptimo arte desde Los siete samuráis en películas como por ejemplo Ocean’s eleven o, sin ir más lejos, la propia Inception de Nolan; tras la creación de la bomba y su uso en Hiroshima y Nagasaki, la película vira bruscamente para escindirse en dos vertientes temáticas que nos recuerdan tanto al club blanco como a otras dos grandiosas películas: JFK y Amadeus.

La comparación con JFK resulta evidente principalmente por el espectacular montaje que hace Jennifer Lame en la película, casi tan bueno como el del film de Oliver Stone y que va de aquí para allá controlando perfectamente el ritmo e intercalando continuamente escenas de pasado, presente y futuro para dilucidar si realmente J. Robert Oppenheimer fue comunista. Comunista no lo sabemos, pero madridista fue un rato el bueno de Robert, o al menos sufrió en sus propias carnes aquello con lo que el club blanco y su afición conviven a diario: una agresiva campaña de desprestigio en la que se le intenta relacionar con una determinada ideología política sin aportar más pruebas que el puro relato.

Robert Oppenheimer sufrió en sus propias carnes aquello con lo que el club blanco y su afición conviven a diario: una agresiva campaña de desprestigio sin aportar más pruebas que el puro relato

Poco importa que Oppenheimer nunca se afiliara al partido comunista o que las relaciones del club blanco con Franco no fueran precisamente idílicas (más bien todo lo contrario, no fueron pocos los encontronazos con el caudillo). Lo verdaderamente importante se resume en una frase que Richard Dees usa casi a diario en su programa El Radio para referirse al periodismo deportivo patrio: “tú enmierda, que algo quedará”.

El origen de esta campaña de desprestigio viene originado por el personaje que protagoniza la particular Amadeus en la película de Nolan, cuyo nombre no revelaré para no destripar la películas a los incautos que vayan a leer esto sin haberla visto, pero al que claramente se puede considerar como el Javier Tebas de esta historia. Las similitudes son casi infinitas, considerando esta vez a Oppenheimer como el Florentino/Mozart de la historia.

Robert Oppenheimer

Al igual que le sucede al Salieri de la película con Robert Oppenheimer, Javier Tebas considera a Florentino como un igual a pesar de estar a niveles completamente diferentes. Florentino preside el mejor club del mundo de la manera más exitosa posible, habiendo elevado al mismo a la máxima categoría y habiendo llevado a cabo, a día de hoy, el mejor proyecto deportivo que existe en el mundo del fútbol; mientras que Javier Tebas comenzó su periplo por la liga en su momento más álgido (la rivalidad Messi-Cristiano) y a lo largo del tiempo ha conseguido que la competición vaya perdiendo poder, prestigio, dinero y su puesto en la cima frente a la Premier League.

La envidia engendrada por la frustración hace que nuestro Salieri tome la misma resolución que Javier Tebas con Florentino y se sirva de todos los medios a su disposición para tratar de desacreditar y hacer caer a quién considera su rival. Mientras que Tebas trata de volcar todo el poder de los medios de comunicación sobre Florentino, en Oppenheimer el antagonista es consciente de la buena prensa del físico e intenta usar el poder judicial en primer lugar para que posteriormente la prensa haga el resto del trabajo.

Mientras que Tebas trata de volcar todo el poder de los medios de comunicación sobre Florentino, en Oppenheimer el antagonista es consciente de la buena prensa del físico e intenta usar el poder judicial en primer lugar para que posteriormente la prensa haga el resto del trabajo

La importancia de los secundarios es otro de los aspectos en los que convergen Real Madrid y Oppenheimer. Si bien es cierto que Cillian Murphy y Jude Bellingham han sido los respectivos protagonistas de la temporada y que el resto de premios los haya ganado Robert Downey Jr. sin oposición alguna, es de justicia decir que entre el reparto de estrellas de ambas entidades han destacado actores inesperados.

Al igual que Rüdiger y Brahim partían esta temporada como suplentes y han acabado siendo indispensables para la temporada blanca, en Oppenheimer destacan varios actores que apenas disponen de minutos en pantalla pero que aprovechan al máximo sus escenas para adueñarse de ella durante ese tiempo, como son los casos de Gary Oldman, Jason Clarke o Casey Affleck. El miedo que inspira este último en su escena es sólo comparable al que sienten los jugadores blancos cuando anotan un gol y ven cómo se acerca Rüdiger a felicitarles con su particular estilo.

Casey Affleck en Oppenheimer

Otra gran secundaria a destacar es Emily Blunt, cuyo personaje empieza pareciendo algo apático pero que en la última hora de la película pareciera que oyera la música de la Champions para robarse todas las escenas en las que aparece para defender a su marido con la misma fiereza con la que vemos hacer lo propio con el escudo a jugadores como Valverde o Carvajal.

El último secundario a destacar es sir Kenneth Branagh, que cumple eficientemente en la película y que en los premios del Sindicato de Actores demostró que es el Toni Kroos del cine amén de su presencia, su porte (igual que una camiseta del Madrid sólo puede ser juzgada en su totalidad cuando se la prueba Toni Kroos, lo mismo sucede con los trajes y el actor británico) y su potente discurso con el que repartió tanta empatía como palos por la huelga de actores con la misma elegancia y solvencia con la que se desenvuelve Kroos tanto en el campo como ante el micrófono del podcast de su hermano.

El miedo que inspira Casey Affleck en su escena es sólo comparable al que sienten los jugadores blancos cuando anotan un gol y ven cómo se acerca Rüdiger a felicitarles con su particular estilo

“Me he convertido en la muerte. Destructor de mundos”. Esta cita del libro sagrado hindú Bhagavad-Gita es sin duda la que más se recordará de esta película, al atribuirle a Oppenheimer, creador de un artefacto con la capacidad de destruir el mundo, esa semejanza con Prometeo, que robó el fuego de los dioses para entregárselo a los humanos, y al que también comparamos hace poco con Florentino en el texto en el que repasamos sus etapas como presidente del club blanco. A fin de cuentas, es muy posible que Florentino haya reventado el fútbol, no sólo a nivel nacional, sino quizá también a nivel mundial.

Replicando la escena final de la película en la que se revela la naturaleza de la conversación entre Oppenheimer y Albert Einstein, sería plausible imaginar un diálogo similar en el que nuestro presidente inquiriera a su segundo al mando, José Ángel Sánchez: “¿recuerdas cuando nos propusimos pasarnos el fútbol?” mientras mira con orgullo el videomarcador de 360º del estadio que va a multiplicar los ingresos del club permitiéndole de nuevo mirar al resto de clubes de lo más alto de este planeta al tiempo que el coliseo blanco ruge con fervor en la multitudinaria presentación de un esperado jugador que recuerda con nostalgia a la de un tal Cristiano Ronaldo. Tras esto, un Florentino henchido de orgullo al pensar tanto en su estadio como en la plantilla blanca que ha conseguido formar, devolvería de nuevo la mirada hacia su fiel mano derecha y le diría: “creo que lo hicimos”.

 

Getty Images.

Tweets La Galerna

Se pasó ocho años @antoniohualde despotricando de Bale porque no hablaba español. Ahora le parece que Bellingham en cambio bien... aunque tampoco habla español.

Sin embargo, creo que le entiendo, aunque no comparta su texto.

Estamos ante un escenario -en fútbol y baloncesto- que puede hacer de 2024 el mejor año deportivo de nuestras vidas.
Concentración, humildad y ¡a por ello!
¡VAMOS REAL!

homelistpencilcommentstwitterangle-rightspotify linkedin facebook pinterest youtube rss twitter instagram facebook-blank rss-blank linkedin-blank pinterest youtube twitter instagram