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Dejad que los niños vengan a mí

Dejad que los niños vengan a mí

Escrito por: Julia Pagano26 octubre, 2019
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Creo que no he tenido hijos por el horror que me producen los calentadores de biberones. Quizá de esa falta de familiaridad con los infantes provenga mi resistencia ante la fascinación que ha despertado en los madridistas la ola de fichajes de párvulos provenientes de los cuatro puntos cardinales.

Conviene aclarar que mis aprehensiones se dirigen menos hacia una política de contrataciones claramente planificada desde las esferas competentes del club, que hacia los entusiastas que aplauden desde la grada. Esos aficionados que celebran con bombos y platillos la llegada de cada nuevo jovencito a Valdebebas me recuerdan a los tíos simpaticones que profieren a gorgoritos y se retuercen en morisquetas asomados a las cunas donde azoradas criaturas los contemplan con ojitos desorbitados (‘¡soy un niño, mequetrefe! ¿o es que te has creído que estás frente a jaula de los monos?’ deben pensar los pobrecitos).

Lo que provoca más fastidio acaso sea el hecho de saber que la categoría de niño es una invención relativamente moderna. Que hasta el siglo XVIII, con la irrupción de los Emilios y las Eloísas de la mano del abuelo Juan Jacobo (Jean-Jacques), los hijos no eran más que versiones en ciernes de la misma clase a la que pertenecían sus padres, fuesen reyes, labradores o salteadores de caminos. Nacías con las cartas echadas y crecer no era más que un tema de ir ganando estatura, autonomía y experiencia.

Si es por ello, el Real Madrid ha ido siempre por delante del signo de los tiempos. Así como no me cabe duda de que Rousseau, Piaget, Freud y Montessori hubieran sido todos madridistas (reto a @FGLurker a que demuestre que no me equivoco, postulándolos a la lista de los ‘madridistas egregios); ahora, las modificaciones que la FIFA programa introducir sobre la normativa relativa a trasferencias, préstamos y comisiones, viene a confirmar que -aunque siga sin gustarme- el reclutamiento sistematizado de jóvenes valores y la distribución de las promesas canteranas que viene llevando adelante el club, lo pone esta vez un paso al frente en materia de derecho deportivo.

Lo más interesante es que no ha actuado en respuesta a una imposición externa, ni por quedar ‘a tono’ con alguna tendencia de las correcciones políticas de la temporada. Se trata de otra manifestación de ese modo madridista de hacer las cosas que lo ha llevado a leer el mundo, entender los imperativos de cada época y proceder en consecuencia. Así como en un momento comprendió que la prioridad estaba en dotar a equipos y aficiones de estadios de calidad y el majestuoso Bernabéu se erigió sobre las rústicas tribunas del viejo Chamartín, o más tarde comprendió que el flagelo de la violencia alejaba a la gente del espectáculo y se hizo cargo de tomar medidas drásticas para expulsar a los ultras de las gradas; u observó luego que era imprescindible consolidar una marca y asegurarse los derechos de imagen corporativa para terminar con el negocio de los mercachifles que lucraban a gusto a costa de la identidad merengue sin dejar un céntimo en las arcas de la institución; o llegado el caso desarrollar plataformas de comunicación propias a efectos de alcanzar a la opinión pública sin necesidad de emisarios; hoy por fin ha advertido que el eje de los negocios pasa por el capital humano de las empresas y se ha anticipado a los mandatos del ente supremo implementando su sistema particular para proteger su patrimonio.

Por pura convicción, en un típico gesto de pragmatismo ibérico (por lo menos esa es la imagen que tenemos por aquí de los españoles), el Real se ha venido abocando motu proprio a poner orden en el caos, por lo menos en cuanto le incumbe. Ni con impostaciones altruistas, ni por vocación filantrópica; aquí no se trata de marketing caritativo -como eso de estamparse graciosamente el logotipo de una ONG en el frontal de la casaca- sino de acciones concretas que pongan a resguardo a los propios sin perjuicio de segundos ni terceros.

Pues si el propósito global del paquete de novedades que FIFA estrenará en la apertura del mercado invernal apunta a controlar, fiscalizar y en definitiva acotar el rol de los agentes de fútbol,  se deriva que, aunque no lo mencione expresamente, sus efectos repercutirán principalmente sobre las nuevas camadas de jugadores; sobre todo aquellos que tradicionalmente han sido la presa predilecta de los contratistas menos escrupulosos, a saber: talentos emergentes formados en clubes modestos, de países del tercer mundo, procedentes de familias de escasos recursos y menor instrucción que depositan todas sus esperanzas de salvación en la habilidad que puedan demostrar sus vástagos con una pelota en los pies.

Es evidente que lo que se procura es desalentar por todos los frentes la acción de los representantes de futbolistas. Y no deja de ser un objetivo muy loable, más si recordamos que en tiempos no tan pretéritos, estos personajes dotados apenas de cierto know how y un manejo muy sui generis, pero reconozcamos que efectivo, de las RRPP llegaron a transformase en las figuras hegemónicas del universo del fútbol. Desde mediados de los ’90, sólo por citar el ejemplo que me fue más cercano, el mercado de pases del Río de la Plata había quedado en manos de un par de ‘empresarios’ que no sólo eran los dueños de las fichas más cotizadas de la región, sino que llegaron a tener injerencia en las formaciones de las selecciones nacionales, colocar y bajar técnicos y hasta presidentes de instituciones; determinar acuerdos publicitarios, concesiones televisivas de torneos completos, incluso se dio el caso de que impusieran sus propios candidatos en la presidencia de las federaciones de sus respectivos países.

Ante semejante panorama y tomando en cuenta los fracasos totales o parciales obtenidos tras reformas menos severas implementadas anteriormente, queda claro que los altos mandos del balompié tampoco persiguen un fin humanitario. Estaba pasando demasiado dinero delante de sus narices sin que un céntimo cayera en sus arcas y se hacía imperativo apretar las clavijas. O para ponerlo mejor, cerrar las compuertas.

En aras de promover el ‘fair play financiero’, los sabios de Zurich diseñaron un elaborado sistema de contención. Por un lado, con la puesta en vigor del nuevo Estatuto y el Código Disciplinario y de Ética, se fijan y diversifican los topes de los montos que por concepto de comisión podrán percibir los agentes según el tipo de transacción, que demás deberán hacerse efectivas exclusivamente a través de la llamada Clearing House o Cámara de compensación; con lo cual la FIFA no sólo pone los límites, sino que se adjudica la fiscalización directa sobre las operaciones.

Bajo estas condiciones, el tráfico de deportistas perdería buena parte de su atractivo al privar a los intermediarios de las ‘extras’ que suelen proveerse mediante maniobras de blanqueo de divisas, evasión impositiva, empresas off shore y ‘fundaciones’ sin fines de lucro ni ningún otro fin aparente. Es posible que a la larga se conviertan en elementos prescindibles, y las operaciones de compra-venta vuelven a realizarse de club a club en relación a sus necesidades reales ya fuere competitivas o monetarias. Esto por fin debería derivar en una desaceleración de las cotizaciones de los propios jugadores, disparadas a velocidades muy apropiadas y hasta deseables con una pelota en el área, pero no tanto con una estilográfica sobre el escritorio.

Ahora bien, ¿la tesitura adoptada por el Real Madrid en incorporaciones tan cuestionadas por la opinión pública y buena parte de la afición como lo fueron las de Vinicius y Rodrygo no se asimilan a los criterios esbozados recién ahora por la FIFA? Bastante se ha criticado la austeridad de la dirigencia por dejar atrás el mítico culto a las alineaciones galácticas y no avenirse a abonar cifras estratosféricas por atletas de dudosa o incomprobable valía. Aunque también se han llevado sus aplausos las reticencias de Florentino a entrar en componendas con los magnates portátiles latinoamericanos, los jeques, o los desheredados de antiguas mafias soviéticas, no menos que su férrea negativa a ceder a las pretensiones y caprichos de padres, hermanos, abuelas y hasta esposas de futbolistas devenidos en apoderados como dicta el último grito de la moda en materia de negocios deportivos.

Quizá los reglamentos, una vez aprobados, terminen dándole la razón al sentido común y se apacigüen un poco los ánimos. Sin embargo, la entrada en vigencia de los nuevos protocolos va a plantearle un nuevo desafío a las mentes pensantes de la Casa Blanca. Más allá de todas estas consideraciones acerca del vil metal, la reforma del fútbol contempla como contrapartida una especie de ‘fair play en la administración de rrhh’ imponiendo una cláusula que regularía también las cesiones entre los clubes grandes para garantizar que tengan un propósito deportivo y no busquen fines comerciales. Así a partir de la temporada 2020/2021 sólo podrán hacerse un máximo de ocho cesiones bajando a seis para la 2022/2023. Con lo que se pretende poner término a la situación que se vive en determinados clubes que cuentan con más de 30 jugadores en su nómina.

Esto vuelve a traer al tapete la reflexión a que nos invitaba semanas atrás desde estas mismas páginas el colega Israel G. Moralejo, “¿Para qué sirve el Castilla?”. Pues como indicaba en su artículo, la ‘función prehistórica’ del filial consistía en 'surtir de jugadores al primer equipo y proporcionar futbolistas en momentos determinados en los que el plantel ‘de los mayores’ acusaba bajas por lesiones o sanciones’, en cambio ese papel se ha ido desdibujando y ya ni funciona como ‘posta de recambio’, ni alcanza niveles de aceptables dentro de su propio espectro competitivo.

Si como bien señala el autor, ’hoy por hoy, el Castilla se ha convertido en una especie de plataforma de fichajes a medio y largo plazo’; bajo los nuevos códigos FIFA, ese formato de depósito de ‘inversiones a futuro’ tiene los días contados. Acaso le haya llegado la hora de retornar a su misión original de nutrir al Real Madrid de jugadores y no se trate de una cuestión de romanticismo sino de obediencia. Que el filial se desempeñe nuevamente como formador de nuevas piezas o ‘jardin d’acclimatation’ de los jóvenes recién llegados.

Podremos por ventura dejar de remordernos cada vez que vemos a los mejores de los nuestros repartidos por equipos de medio planeta luciéndose cada fin de semana mientras lo que quedaron en casa arañan puntos a regañadientes para ir salvando a duras penas el honor. O de inquietarnos ante declaraciones como las de Odegaard o Dani Ceballos que comienzan a poner en duda su retorno a las fuentes al termino de sus respectivos préstamos.

Llegados a este punto, sigo reconociendo que los niños nunca me inspiraron mayores simpatías, ni siquiera cuando fueron mis pares. Pero en este asunto prima un factor psicológico. El hecho de hacerse cargo de moldear madridistas desde la más temprana edad tiene necesariamente que reflejarse no solamente en el cuidado y atención a determinados aspectos de la salud, la condición física y las aptitudes de los muchachos, sino también en el desarrollo de una actitud, de un compromiso con el escudo y con la historia de la institución a la que representan. Un sentido de identidad y pertenencia que indefectiblemente ha de redundar en resultados deportivos. Y aun si así no fuere, al menos mantendremos la satisfacción y la conciencia tranquila de estar haciendo las cosas como Dios manda. Y de paso nos ahorraremos las penitencias de los representantes del Fútbol en la tierra.

 

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@juliapaga Madridista allende los mares.

6 comentarios en: Dejad que los niños vengan a mí

  1. A sus pies, aunque semejante expresión suene cursi y demodé, admirada Julia, se ha lucido. Es usted una fuente de recursos que, por momentos , parecen inagotables. Lo ha vuelto a hacer, sí señora , enhorabuena. El presente y excelente artículo debería ser recompensado con un plus económico. A cada cual según su valía , ya que vivimos en en un mundo globalizado por la libre economía de mercado, y si me contradigo con la sugerencia, apelo a cierto control intervencionista. Este artículo merece un mayor refuerzo positivo que el aprecio de un lector y seguidor incondicional; de la Galerna en general y de Doña Julia Pagano en particular - lo siento hoy estoy más que de un clásico... de un rancio subido-.

    Espero que no le parezca un estilo inadecuado en demasía. Quizás hasta sea casi divertido. Es mi modo de agradecer el obsequio , en forma de texto, con el que acostumbra a sus leales lectores.

    Me tiene encandilado con sus aforismos (anglicismos, galicismos y latinismos ), aunque eso sea debido a una cuestión de razonamiento motivado, ya que considero el castellano y sus derivados como una espléndida fuente de precisas expresiones. “Mercachifle” ( esa es buena )

    Sin embargo, escritora, como usted sabe, no todo en esta vida son “flors i violes”, así que me permito la licencia de señalarle un error:
    “Es posible que a la larga se conviertan en elementos prescindibles, y las operaciones de compra-venta ## vuelven## a realizarse de club a club en relación a sus necesidades reales ya fuere competitivas o monetarias. Esto por fin debería derivar...”. La palabra más adecuada , respetando el sentido que quiere darle, sería ## vuelvan ## .Disculpe mi impertinencia y cursilería.

    1. Al contrario de lo que supone, mi caro amigo, su estilo hoy por demás prolífico en floreos me fascina tanto o más de lo que me halagan sus comentarios, siempre excesivamente elogiosos (a qué negar que no soy impasible ante algunos amables excesos). Menos aún me ofende la errata señalada, un maldito gazapo que se escapó al no-tan-minucioso-como-debió-haber-sido proceso de corrección. Apelaré en mi descargo, que conté con distraídos cómplices en el fallo, y lo hago a adrede pues una de ellas seguramente leerá este comentario y no demorará en darse por aludida puesto que se trata de mi señora madre, amiga y colaboradora como pocas, además compañera de piso.

      Demás estará decirle que esa sutil 'sugerencia' que deja desliza acerca de la remuneración de las colaboraciones ha sido otro 'must' de este su comentario. No imagina qué oportuno sería, si las finanzas lo permitiesen, que una tarea tan grata como la de escribir para La Galerna, aportase además para la olla. Debe estar usted bien enterado de lo álgida que está la situación en todo en Cono Sur; ni le cuento particularmente hoy por aquí, con comicios presidenciales a dos orillas y no muy perspectivas (siendo benévolos) en sendas márgenes.

      En verdad, como se prefiguran las cosas, le confieso -aquí que nadie nos lee, je je-, que cada vez me dan más ganas de desandar el camino de mis bisabuelos. Aunque a esta edad empiezo a estar un poco cansada de migraciones...

      En fin, le ruego me excuse por el tono confesional que ha tomado esta respuesta. Leálo como una muestra de confianza ganada en este intercambio que ya nos acerca un poco más que como distantes lector y escritora.

  2. Querida Julia: si siempre disfruto leyendo sus atinados discursos en la galerna, hoy mi aprecio sube un peldaño por el valor que demuestra al afirmar sin rubor que no siente simpatía por los niños, con lo venerados que son hoy esos molestos proyectos de persona.

    Pero no es eso lo que me impulsa a empuñar el teclado. Y es que, sin merma de la simpatía y el respeto que me merece, hoy tengo que expresar un desacuerdo rotundo, radical, sin fisuras: lejos de ver en Rousseau un madridista, le tengo por un hipócrita culé de pies a cabeza, en Montessori veo prefigurado a Guardiola, en Freud un Xavi con ínfulas y a Piaget no llego a considerarlo (como a Valverde o Martino). Así que lejos de mí escribir un panegírico de tales personajes en clave madridista; aunque espero añadir a la lista, si no me faltan las fuerzas ni el ánimo, algún tipo que le satisfaga especialmente.

    Dicho lo cual, vengan motivos de discrepancia, que no dejaremos de disfrutarlos.

    Y que vengan al Real Madrid más niños como los que nos hacen vislumbrar un futuro próximo luminoso.

    1. Ah! Pues esto se pone más que bueno.
      A sus elogiosas e inmerecida palabras, me añade usted un apasionante disenso. Lo mejor de todo es que no lo sería tanto si le confesase que a veces para hacer calzar una idea más importante, me obligo a hacer concesiones pasajeras en pequeños principios. Pero no corresponde que admita esas licencias del oficio en este espacio tan concurrido.
      Apenas decirle que de puertas a Juan Jacobo no lo soporto, a Piaget lo mejor que le debo es haber sido uno de los principales instigadores a mí nunca suficientemente temprano abandono de los cursos de magisterio, con Freud tenga la única relación saludable que la hija una psicóloga podría mantener (repulsión completa) y de Montessori no tengo la más pálida idea nada salvo que mi abuela fue a una sus escuelas o algo así.

      Qué me dice de Voltaire? Ese sí me cae simpático, pero no me atrevo a definirlo madridista puro. Hace falta su ojo clínico , no se haga rogar.

  3. Tan solo mostrar mi acuerdo tanto con Luker como con Julia en cuanto a los niños...Al respecto , me han caído bien los comentarios respectivos sobre esos enanos. Por cierto, ¡ qué buen títular !.

    Por cierto, teniendo en cuenta la evolución de la especie humana, me parece una sensata opción desistir de la “misión” de traer churumbeles al mundo...

    1. Pues sí, Morris! Que en ese punto no hay fingimiento literario alguno. Los niños no me han caído bien ni cuando fui parte de la categoría. Me apresuré a ser adulta para salirme del clan y a estas alturas de mi edad madura si en algo puedo sentirme ‘realizada’ , es en haber cumplido con la misión negativa, o sea no haber aportado ningún nuevo ejemplar a la especie. Y vaya que viendo a mis pares con hijos adolescentes , me felicito a diario de la cantidad de dolores de cabeza me vengo ahorrando. Como si no hubiese suficientes motivos sin necesidad de tomarse el trabajo de la procreación.
      Un gusto encontrar tantas coincidencias en un tema que nadie se atreve a reconocer.
      Al final no éramos tan escasos ni tan locos.

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