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El día que rematé en casa un centro de Míchel

El día que rematé en casa un centro de Míchel

Escrito por: Itxu Díaz23 marzo, 2021
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Sangre, sudor y lágrimas. Era un córner lanzado por Míchel. Yo estaba con fiebre, con las amígdalas como los huevos de un Minotauro, con paños fríos en la frente, cenando junto al televisor. Tenía 7 años y estaba feliz de portar al fin el número del dorsal de mi ídolo, el Buitre. Me habían puesto a los pies una sopa en una pequeña mesita de playa que utilizábamos en las noches de fútbol. El Real Madrid necesitaba marcarle un gol al PSV. Era 20 de abril de 1988 y faltaban un par de años para que Cifu escribiera la carta que lanzó a la fama a Celtas Cortos.

Míchel centró, alguien cabeceó, y el balón cayó casi al alcance de Hugo Sánchez, junto a la línea de gol. En realidad, no había ninguna posibilidad de que el mexicano rematase y el defensa logró despejar, pero mi instinto goleador hizo que la pierna se me disparara como un resorte, golpeando la mesa, el plato y la sopa, que salieron despedidos contra el televisor. Aún recuerdo el ruido de aquella vieja tele, con un montón de fideos crepitando, chup chup, en descenso patético por la pantalla, y la voz apagadísima del locutor diciendo que el Madrid había tenido una buena ocasión. También recuerdo la bronca de mi padre, a quien en ese momento importaba poco la sopa, y mucho habernos asomado al abismo de quedarnos sin ver el resto del partido por cortocircuito sopero.

Butragueño PSV

Pero es que aquel Madrid de la Quinta éramos todos. Había que empujar. Yo mismo me puse de pie, persiguiendo al árbitro por la pantalla cuando zanjó el partido sin descuento. Corriendo tras él, Buyo y Míchel, probablemente recordándole al colegiado su genealogía por parte materna. Fue mi primera gran desilusión futbolera. Yo, que era coruñés, como María Pita, como la Pardo Bazán y como Arsenio Iglesias, me había hecho del Madrid para ganar siempre. Luego vendría el Desastre Annual, ya sabes, Tenerife 1992, pero esa es otra historia.

De Míchel, la clase, el arrojo, y los mejores centros de la historia del fútbol español. De Martín Vázquez, el empuje, la entrega, la sensación de peligro al aproximarse a la frontal. De Sanchís, el orden, la sobriedad, la personalidad. Tan expeditivo en ocasiones en sus instrucciones que, de haber tenido una ametralladora, sospecho que no habría dudado en abatir a cualquiera que no estuviera en su lugar. Y del Buitre, claro, el gol, esa capacidad para detener el tiempo, podrían pasar tres inviernos mientras miraba a los ojos a un defensa. Parecía preguntarle: “A ver, chaval, ¿cuál es la raíz cuadrada de pi elevado al cubo?”; y mientras el defensa meditaba la operación, soltaba un latigazo de verticalidad, dejando a todos en ascuas con esos cambios de ritmo que son historia de oro del madridismo.

La magia de la Quinta del Buitre era la capacidad de entenderse y romper el partido en dos paredes y un desmarque

Lo grande era el conjunto. Aquellos chicos se alegraban de los éxitos de sus compañeros. Todavía no había entrado en el fútbol esa obsesión por la competitividad malsana. Aunque tenían talento de sobra para haberse perdido en individualidades, la magia de la Quinta era la capacidad de entenderse y romper el partido en dos paredes y un desmarque.

Tampoco había entrado aún en el fútbol español la fiebre que después popularizó el Rondo Club Barcelona, cuando alguien convenció a los entrenadores de que lo importante no era marcar goles, si no tener el balón. Esa corrupción futbolística desembocó en delanteros que se plantan frente al portero, se dan la vuelta, y sacuden un zurdazo seis mil kilómetros atrás hacia su propio defensa, por no perder el balón. Eso en la Quinta era impensable. De hecho, en el Bernabéu, solo de pensar en hacer algo así, podías ser despellejado con entusiasmo por los aficionados, con el aplauso emocionado del trío arbitral.

Sanchís Romario PSV

En aquel fútbol se encaraba una y otra vez al rival. Por eso también nos enamoró el Madrid de los desmarques del Buitre, las gestas de Michel por la banda, y las internadas furiosas de Martín Vázquez. Los porteros adelgazaban quince quilos en cada visita al Bernabéu.

Y el carácter. Michel marcaba muy bien al árbitro. Sanchís ponía en su sitio a los delanteros pesados, con elegancia, pero sin tonterías. Y Hierro era razonablemente expeditivo en caso de bofetadas. En ocasiones el árbitro corría hacia el foco de la tangana con intención de sacar tres o cuatro rojas al Madrid, pero de pronto se cruzaba la mirada con Butragueño, con esa cara de angelito de la paz tocando el arpa, y todo acababa en una sutil reprimenda verbal.

En aquel fútbol se encaraba una y otra vez al rival. Por eso también nos enamoró el Madrid de los desmarques del Buitre, las gestas de Michel por la banda, y las internadas furiosas de Martín Vázquez

Salté con los tres goles de Míchel en Italia 90, soñé con ser futbolista, y guardo un rencor ancestral e iracundo contra Valdano por haber sentado al Buitre. Yo quería meter goles como Butragueño, pero con el que me identificaba fuera del campo era con Míchel, capaz de pasar de bromear con un defensa a llevarse un balón a mordiscos en la jugada siguiente. De la calma a la furia en un segundo. Eso también era el madridismo. Eso, en realidad, es sentir el fútbol.

Sin ánimo de pisarle la frase a Valdano, había en la Quinta una asociación cultural, sociológica. Si has tenido oportunidad de verlos juntos, en ambiente distendido, años después de retirarse, sabes a qué me refiero. Son lo más parecido que he visto a los Hombres G. Tipos normales, de aquí, que lo han tenido todo sin dejar que la fama arrasara sus vidas. A Dios hemos de dar gracias porque decidieran dedicarse al fútbol y no a la música, que en aquel Madrid de la Movida cualquier cosa podía ocurrir.

Martín Vázquez

Eran tan naturales y tan diferentes que hoy, ya retirados, ocupan cada uno un papel en la vida análogo al que desempeñaban en el campo. Aunque la historia no ha terminado: coincido con Camacho en que Míchel debe acabar siendo entrenador del Madrid. No es casual que nadie en el madridismo haya olvidado a la Quinta del Buitre treinta años después.

La historia no ha terminado: coincido con Camacho en que Míchel debe acabar siendo entrenador del Madrid. No es casual que nadie en el madridismo haya olvidado a la Quinta del Buitre treinta años después

En una ocasión, jugaba con unos amigos a los dardos en una de esas dianas con lucecitas que tenían en la parte superior fotos de Butragueño, Míchel y alguno más. Entre la pandilla estaba la chica que me gustaba. Yo era el típico lanzador de dardos que acertaba siempre en las narices del tipo que salía del baño. Aquel día quería, supongo, impresionar a la moza, y concentré mis esfuerzos en hacer diana. Para el éxito, pensé que sería buena idea invocar al espíritu de la Quinta, y en vez de mirar a la diana, apunté sin escrúpulos a las pelotas de Míchel, como si fuera un Valderrama cualquiera cobrándome la venganza.

El truco funcionó, Míchel conservó el salvoconducto para convertirse en abuelo, porque mi dardo —preciosa la parábola en su descenso— acertó en la diana, sonando una estruendosa musiquita. Me giré, sonriente y ufano, para cruzar la mirada con la chica, que imaginaba ya desmayada de amor, y entonces vi a los cuatro greñudos de mis amigos con la boca abierta, y a la bella joven a lo lejos, de espaldas, ajena a mi proeza, saliendo del bar del brazo de un idiota que ni siquiera sabía jugar a los dardos. No sé, el típico tío que tenía una foto de Bakero en el armario. Aquel fue mi Eindhoven particular. Y eso es otra de las cosas que debo agradecer a la Quinta. Nos enseñaron también a perder sin exagerar el drama.

 

Fotografías: Imago.

Itxu Díaz
Del mar. Journalist and writer. @amspectator @NRO @thedailybeast @WestJournalism @amconmag @gaceta_es @mundo_cristiano. A la venta/Order now: http://cutt.ly/DhcQJSf

14 comentarios en: El día que rematé en casa un centro de Míchel

  1. Entro en La Galerna y veo dos artículos dedicados a Míchel, y además con títulos un tanto nostálgicos.
    Yo, que en lo deportivo no leo prensa, ni escucho radio ni veo televisión, me he llevado un susto bestial.
    "Le ha pasado algo, seguro" he pensado.
    Hasta me he ido al portanálisis y he visto las portadas (normalmente no las miro en detalle, sólo leo el texto) para terminar de convencerme.
    Dicho esto, y recuperado el ritmo cardíaco habitual, Míchel era, para mí, "el mejor" de la quinta.
    Y ahora, fuera del campo, sigue siéndolo.

    1. Si nos circunscribimos al trío Míchel, Sanchís, Butragueño (habida cuenta de que las carreras de Pardeza y Rafa Martín Vázquez se desarrollaron en buena parte fuera del Madrid), en efecto, es muy curioso que el Buitre sea la cara más icónica de aquellos años, cuando en realidad el aporte y rendimiento de Míchel y Sanchís fueron considerablemente más jugosos para el club. Cuestión diferente es que en sus 3-4 primeros años, Butragueño representó una revolución en la manera de moverse en el área. Hacía mucho que nadie se paraba frente al defensa con esa seguridad de poder burlarlo con un simple movimiento de cintura y una salida veloz en espacio corto.

  2. "Lo grande era el conjunto. Aquellos chicos se alegraban de los éxitos de sus compañeros. Todavía no había entrado en el fútbol esa obsesión por la competitividad malsana. Aunque tenían talento de sobra para haberse perdido en individualidades, la magia de la Quinta era la capacidad de entenderse y romper el partido en dos paredes y un desmarque".

    No es el único párrafo que me ha gustado. Me parece muy buen artículo. Gracias.

  3. Buen y muy evocador artículo, éste del Sr. Díaz, si bien discrepo de que los rasgos distintivos del fútbol de Martín Vázquez fueran "la entrega y el empuje". Recordemos que el Bernabéu, aun apreciando la clase estratosférica de Rafa con el balón en los pies (y daba igual en cuál de los dos pies), jamás se entregó incondicionalmente al de Pozuelo, como sí lo hizo con Míchel, Sanchísi y el Buitre, precisamente porque considerarlo algo "pichafría" .

    Off Topic: Estoy al 90% seguro del árbitro que aparece en la foto junto a Míchel. Creo que es el escocés Valentine, que era muy famoso en los años 80. ¿Alguien que pueda confirmarlo o desmentirlo?

    1. Casi seguro que es Robert Valentine, como dices. Fue el árbitro del Bayern-Real Madrid de 1987. Quizás la foto sea de ese encuentro.

  4. Esa fue la mejor mezcla que tuvo el Madrid y tendrá en años. Una quinta canterana plena de calidad, talento y madridismo, fichajes de fuera que realmente marcaban la diferencia (Buyo, Maceda -a pesar de su mala suerte-, Gordillo, Hugo Sánchez, Jankovic, Schuster) y veteranos que aportaban mucho y "educaban" a los jóvenes (Chendo, Solana, el final de Santillana...). Eso no sería descabellado hoy si se aprovecha una quinta que viene fenomenal desde el Castilla (Pablo Ramón, Miguel Gutiérrez, Antonio Blanco, Sergio Arribas) los fichajes que marcasen diferencias (Haaland, M'Bappé, algún central, algún centrocampista...) y los "aprovechables" que hay ahora (que son bastantes a pesar de todo). Con esto, habría equipo dominador para años, y luego a hacer pequeños retoques, como se hacía en aquella época.

    1. Cada época es cada época. Me parece que comparar la actualidad con aquellos tiempos no tiene sentido. Ahora todos lo equipos grandes están plagados de internacionales.

  5. Recuerdas bien ese tiempo suspendido cuando el Buitre se paraba con el balón entre sus pies dentro del área. Tal vez si eras tan pequeño no recordarás que también se paraba el run-rún en el Bernabéu, porque iba a pasar algo. Pero lo que casi todos ignoramos es que el tiempo en realidad lo paraba el defensa de turno, que sabía que cualquier acción por su parte acababa en fallo o en penalti. Era una sensación especial, sin duda, recuerdo que durante mucho tiempo si no jugaban Butragueño y Michel a mi me parecía que el partido no merecía la pena, que las posibilidades de amortizar la entrada se reducían casi a cero. Y mira que teníamos plantilla para suplir a cualquiera de los dos.
    Otra cosa que siempre le agradeceré a Butragueño es no haberle visto nunca dar un pase en profundidad que incurriera en fuera de juego. Esperaba hasta el último instante y lanzaba la pelota con el compañero siempre habilitado. Con el paso del tiempo parece una nimiedad, pero se agradecía y mucho viéndolo en el campo, saber con seguridad siempre si era o no fuera de juego hubiera o no levantado el banderín el linier. Sospecho que algunos auxiliares ya lo sabían y tampoco señalaban los pases en profundidad de Don Emilio.

  6. Martin Vázquez estuvo en el Madrid 9 temporadas. Era un jugador con un talento descomunal. Capaz de mandar el balón a cualquier rincón del campo con una precisión tremenda. Magnífico lanzador de media distancia y un trescuartista que partía desde banda pero era capaz de barrer todo el frente de ataque. Su última temporada antes de marcharse al Torino fue de balón de oro. Es cierto que no era tan regular como Michel Sanchís o Butragueño pero quizá era el más técnico de todos. La verdad es que fueron tiempos magníficos, más allá de las desilusiones en copa de europa. Un equipo que creó madridistas a raudales, por su fútbol y su personalidad dentro y fuera del campo. Siempre que tengamos dudas del camino a seguir hay que volver a las raíces. Cantera, dos o tres refuerzos de primer nivel y los valores de la casa: humildad, calidad y coraje.

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