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La dirección deportiva o el arte de trabajar en silencio

La dirección deportiva o el arte de trabajar en silencio

Escrito por: Israel G. Montejo6 junio, 2020
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Escribía hace unos días mi redactor jefe en La Galerna, Pepe Kollins, un certero artículo en el que expresaba su deseo de que Zinedine Zidane pudiera convertirse en el Sir Alex Ferguson del Real Madrid. Una hipotética posibilidad que supondría un cambio en la organización habitual del fútbol español, poco dada a figuras eternas en puestos de responsabilidad, aunque sean en un segundo plano y que de tan buen predicamento goza en el fútbol inglés, donde están más acostumbrados que en España a venerar a los jugadores o entrenadores que han contribuido de manera notable a engrandecer el club donde han trabajado.

Vienen a cuento estas líneas de introducción al hilo de las informaciones que se han publicado esta semana en la prensa dando cuenta de la reestructuración del área deportiva del Real Madrid y la siempre sensación alentada desde algunos sectores de que el club carece de una planificación deportiva consolidada y visible y de que es el dedo de Florentino el que hace y deshace. Evidentemente, de ser así —que no lo es— estaríamos hablando del dedo mejor dirigido de la historia del fútbol moderno. No hace falta volver a poner encima de la mesa las Copas de Europa y títulos ganados a “base de caprichos en los fichajes” para refrendar esa información.

Por la historia del Real Madrid, y no olvidemos que estamos hablando de la trayectoria más exitosa en el fútbol a nivel mundial, han pasado un buen número de secretarios técnicos (como eran conocidos antaño los ahora directores deportivos) que, en la mayoría de los casos, han mantenido un protagonismo de perfil bajo. Trabajo y resultados ha sido su máxima, una línea de acción que sigue siendo la norma actual en el Real Madrid, muy alejado del amor a los focos que sienten directores deportivos en otras latitudes de nuestro fútbol. En ese sentido, el caso de Monchi en el Sevilla, por poner un ejemplo, es paradigmático. Parece que el club de Nervión nació con él.  En el Madrid no se funciona así. En el Madrid se trabaja en equipo y en silencio. Una forma de hacer irrenunciable y que da mejores resultados que en ningún otro lugar.

Echando la vista atrás, hay muchos ejemplos de esta forma de trabajar. Desde Pablo Hernández Coronado, que fue el primer secretario técnico de la historia del club tal como reflejó Alberto Cosín en un extraordinario artículo publicado en La Galerna el 1 mayo de 2019 y que fue el artífice del fichaje de Ricardo Zamora, el beatle de la época, pasando por Ipiña, en los años 50 en los  que el club comenzó su idilio con las Copas de Europa, el mítico Samitier o terminando, por citar otro mítico, con Molowny, que fue una pieza clave en la entidad en los años setenta y ochenta en su doble labor de secretario técnico y de entrenador “apagafuegos” de éxito, con títulos de Liga y UEFA incluidos. Nombres todos ellos que valen como ejemplo para poner en valor la época dorada de los secretarios técnicos en el fútbol español.

Pirri, Ramón Martínez, Miguel Ángel Portugal, Mijatovic, Pardeza, Franco Baldini son otros nombres, que, por ejemplo, han trabajado en el club ya en tiempos en los que el secretario técnico recibía el nombre de Director Deportivo y el Director Deportivo tenía un ayudante que era un secretario técnico y funciones de relaciones públicas y de hombre de negocios manejando operaciones con ceros kilométricos. Un galimatías al que se abonaron muchos clubes y que el Madrid de los últimos diez años siempre ha mantenido bajo control, trabajando de forma discreta y con una estructura consolidada y sólida de la que pocas veces se ha hablado públicamente en los medios de comunicación.

En el área deportiva del Madrid, se trabaja en silencio y eso ha llevado a la creación del bulo —uno más en esta época de bulos constantes que vivimos— de que en el Madrid el director deportivo es el “dedo de Flo”. Una forma como otra cualquiera de restar méritos y de alentar la sensación, que viene de tiempos inmemoriales, de que los triunfos del Madrid forman parte de un plan trazado por alguien desde algún desconocido lugar, interesado de que al Madrid le salgan bien las cosas en la misma medida que condena a los demás.

Todo lo contrario. Al Madrid le salen bien o mal las cosas, como a todo el mundo en esta vida, porque hay una forma de trabajar definida y clara que tiene como base de una amplísima pirámide la discreción. Esa es la norma número uno.

El nuevo organigrama hecho público, y seguramente no volvamos a escuchar hablar mucho de él, sitúa a Ramón Martínez, hombre que entró en el Madrid por primera vez en los años 90, como adjunto al director general; José Ángel Sánchez, y a Manuel Fernández, hasta ahora entrenador del Juvenil B, como director de Fútbol, cargo con mucho nombre si hablamos de un club de fútbol como el Madrid, pero que circunscribe su responsabilidad a la cantera, pieza clave históricamente en la entidad y que en los últimos años está adaptándose a la nueva realidad del fútbol mundial. Completa el mapa de primera línea de fuego, Juni Calafat, en el club desde el año 2014 y que es el encargado de mantener el fútbol internacional bajo control. De su consejo, han llegado jugadores como Vinícius o Rodrygo en los últimos tiempos. Ellos son casi el último escalón de una pirámide que incluye una amplia red de ojeadores y especialistas que han hecho posible la llegada a La Fábrica de talento joven de todas las partes de España y del mundo (Odegaard, Kubo, Valverde…) y, sí, efectivamente, en la cúspide de esa pirámide están Sánchez y, más arriba aún, Florentino. Ellos tienen la última palabra. No conocemos las operaciones y fichajes de futbolistas que han echado abajo, pero sí los que han llegado y los resultados del club en los últimos años. Visto lo visto, parece que en el Real Madrid sí que hay una dirección deportiva, aunque ésta no ocupe portadas de periódicos ni espacios en prime time en la televisión. Y no nos va tan mal.

 

Fotografías Getty Images.

Un comentario en: La dirección deportiva o el arte de trabajar en silencio

  1. Un recuerdo para Pardeza. Buen futbolista y mejor director técnico. Persona de exquisita educación. Recuerdo haber coincidido con él (en la mesa de al lado) en un restaurante - de cocina excelente- muy próximo a la Romareda. Su comportamiento , discreto y afable, todo un caballero en el trato con sus acompañantes y resto de personal.

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