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Cartas de un madridista millennial: Who needs the honesty

Cartas de un madridista millennial: Who needs the honesty

Escrito por: Pablo Rivas3 abril, 2023
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Hola de nuevo:

 

Me cuentas que vas a afrontar el próximo Clásico de Copa del Rey en el Camp Nou con absoluta indiferencia. Afirmas que ya contemplaste con desgana los dos últimos encuentros, tanto la ida de la eliminatoria como la visita liguera a Barcelona, y, cuando se me escapa un deje de asombro, te encoges de hombros y añades que el escándalo destapado estos meses te ha robado la ilusión por lo concerniente a las competiciones nacionales españolas. Te reconoceré que mi sorpresa ante la postura que adoptas no es absoluta: en realidad no eres el único al que he escuchado defender esta posición. No digo que no sea una postura comprensible y hasta racional; lo único que ocurre es que me confieso incapaz de compartirla. Mis intentos de estoicismo han naufragado miserablemente hasta ahora, diluidos en el lacerante dolor que me provocó el gol de Kessié en el descuento de la última cita, que destruía de facto la viabilidad de seguir compitiendo por la liga. No estoy orgulloso, pero la verdad es la verdad, la diga Agamenón o incluso Xavi Hernández.

Vinícius Barça

Relacionado con este asunto de la pasión, sin duda te acordarás de que hace unos meses, antes de que el caso FCB-Negreira saliese a la luz pública, te escribí otra de nuestras cartas reflexionando sobre si los Madrid – Barça habían perdido aliciente desde el prisma blanco. En aquella misiva, recogí los argumentos de quienes decían que, frente al odio perenne que los blaugranas nos profesan sin importar la década, nosotros presuntamente habríamos vuelto a nuestra postura más o menos condescendiente hacia lo culé, tan propia del madridismo satisfecho y complaciente de los años 60 o 70, rebajando la intensidad de la rivalidad después de unos años de hipertrofia más o menos artificial; recordarás que yo no estaba seguro de coincidir con dicha hipótesis y te confesaba que, al menos en mi caso, esa relajación no había ocurrido ni —me temo— ocurrirá jamás. Ya sé que conviene no confundir las creencias personales con las colectivas, pero permíteme que, echando un vistazo a nuestro alrededor, me recree en el hecho de que hoy, incluso descontando a los embargados con el desengaño como tú, parece haber más “de los míos” que “de los condescendientes” a la hora de encarar el partido del miércoles en el Camp Nou. Ignoro si el Negreirazo ha tenido una influencia decisiva en ese supuesto nuevo despertar del madridismo menos indulgente; sea como fuere, bienvenidos.

Ignoro si el Negreirazo ha tenido una influencia decisiva en ese supuesto nuevo despertar del madridismo menos indulgente; sea como fuere, bienvenidos

Por otro lado, tus palabras desencantadas me han hecho pensar por un instante en cómo se encara el partido desde el otro lado del puente aéreo. Ya sabes que la juventud a veces se pierde en metafísicas, y no puedo evitar caer en la tentación de imaginar la vergüenza y la profunda tristeza que yo mismo sentiría de haber nacido como hincha del Barcelona y toparme con la que está cayendo. Sin embargo, la realidad destierra cualquier bienintencionada ensoñación ficticia: no hay más que ver cómo afrontaron el Clásico liguero sus medios de comunicación afines, su entorno y ellos mismos. Con la cabeza igual de alta que siempre, con la rabia y los improperios habituales, con los cánticos de “así gana el Madrid” en cuanto hubo una acción que no les gustó —hay que tener cuajo— y con la alegría absolutamente intacta, incólume, inalterada, sin un mínimo atisbo de sonrojo o siquiera de contención. La cámara que enfocaba la grada tras el silbido final mostró una sucesión de rostros eufóricos, algunos más agresivos que otros, repitiendo desafiantes la letanía del “a 12” y señalando ufanamente el escudo estampado en sus camisetas, que en el césped habían sido convenientemente adornadas para la ocasión con el patrocinio especial de la motomami Rosalía. Esta última circunstancia, por cierto, se presta a una analogía sugerente y relacionada con la indiferente actitud culé respecto al Negreirazo. Constituye uno de esos detalles interesantes en los que dicen que se halla el diablo.

Rosalía Motomami Barça Madrid

Con Rosalía no suele haber medias tintas: o se es fan irredento o se abjura con desprecio. En una zona intermedia solo estamos cuatro gatos, innobles equidistantes que la consideramos un producto artificial tan sofisticadamente calculado como meritorio, y que a veces nos gusta y a veces no. Conociendo tus aprecios musicales, mucho menos matizados, sé que te encuentras a punto de abandonar la lectura de esta carta. No obstante, te ruego un esfuerzo y que escuches su último tema, cuyo lanzamiento coincide aproximadamente, quincena arriba o abajo, con las fechas en que se conoció la investigación de Hacienda. Antes de partirte de risa, comprueba la perfección en la sincronía de los elementos. La letra de la canción, el Negreirazo, el patrocinio al Barça. Si precisas te hago una traducción a vuelapluma, pero analiza, por favor: “No necesito la honestidad, cariño, miénteme como si me amases. Cúbreme en un sueño, seré tuya, nuestra fantasía. ¿Quién necesita la honestidad?”. La publicidad musical en la camiseta estrenada el mismo día en que todo se pasa por alto, empequeñecido por el exultante ardor de saberse momentáneamente por encima del Madrid. I don’t need honesty. Hay ocasiones en que el guionista de la vida te guiña un ojo si estás lo suficientemente atento.

Letra del último tema de Rosalía: “No necesito la honestidad, cariño, miénteme como si me amases. Cúbreme en un sueño, seré tuya, nuestra fantasía. ¿Quién necesita la honestidad?”. La letra de la canción, el Negreirazo, el patrocinio al Barça

En cualquier caso, tampoco debemos regocijarnos en exceso con estas chanzas. El fútbol no entiende de justicias, y mucho menos poéticas. Conviene no engañarse, en la investigación judicial y administrativa pasará lo que tenga que pasar, pero nada nos garantiza que, en otros ámbitos, reciban el castigo moral proporcional que seguramente merecen. Y es precisamente por eso por lo que, desterrando tu apatía, hay que ganarles este miércoles. Al contrario que lo que cantan ellos por boca de Rosalía, who needs the honesty, baby, lie like you love me, yo sí necesito la honradez; si bien acepto momentáneamente mentir y actuar durante noventa minutos como si nada hubiera ocurrido y valiera la pena el esfuerzo. Porque, desengáñate, el escaso nivel de autocrítica azulgrana demostrado ante el escándalo pone de manifiesto que la victoria blanca es el único correctivo que verdaderamente les afecta al ánimo. Y si esta se produce, aunque luego consigan el más difícil todavía y logren una vez más retorcer el relato para salir más o menos airosos en el terreno de la opinión pública, al menos podremos oír acabar la canción con una sonrisa de felicidad plena. Al fin y al cabo, el último verso dice: Maybe at the end, it becomes Real. Enough for me.

Cuídate, volveré a escribirte pronto.

 

Pablo

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Tweets La Galerna

Se pasó ocho años @antoniohualde despotricando de Bale porque no hablaba español. Ahora le parece que Bellingham en cambio bien... aunque tampoco habla español.

Sin embargo, creo que le entiendo, aunque no comparta su texto.

Estamos ante un escenario -en fútbol y baloncesto- que puede hacer de 2024 el mejor año deportivo de nuestras vidas.
Concentración, humildad y ¡a por ello!
¡VAMOS REAL!

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