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¡Vota Keylor!

¡Vota Keylor!

Escrito por: Fred Gwynne2 marzo, 2018
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La votación se estaba desarrollando sin ningún incidente. El Madrid se iba a convertir en el club más democrático del mundo. Para ello había habilitado más de cuarenta cabinas con sus correspondientes urnas en el terreno de juego del Santiago Bernabéu. Los socios iban a decidir libremente, sin injerencias externas, qué jugadores tenían que ser titulares y cuáles debían ser fichados en verano. A la segunda iba la vencida.

La primera opción de Florentino Pérez para acabar con los interminables y estériles debates que generaba el club fue que votasen todos los aficionados del Real Madrid.

El problema es que el día de la votación, camuflados entre todos esos aficionados, se colaron miles de seguidores de otros equipos (¿Hay alguien que se preocupe más por el Madrid que un antimadridista?) deseosos de poder votar y expresar su opinión.

Muchos de ellos, principalmente los culés, se delataron rápidamente, ya que, en cuanto pisaron el césped, empezaron a emular a sus jugadores y se lanzaron al verde entre gritos de dolor, cabriolas y desmayos, siendo desenmascarados y apartados de las colas sin mucha dificultad. A unos cuantos árbitros, presos de un ataque de ansiedad, les pasó algo parecido, fue ver cientos de camisetas del Madrid en la cola, y a falta de sus tarjetas oficiales, liarse a enseñar de forma compulsiva la Visa y la MasterCard: “Va por ti, Victoriano, va por ti”, gritaban desaforados mientras con una mano señalaban el punto de penalti y con la otra enseñaban la tarjeta.

Stoichkov, Diego Torres y Luis Suárez decidieron ir juntos a votar y, para pasar desapercibidos, usaron diferentes postizos. Stoichkov, después de dudar entre Jean Harlow y Vincent Van Gogh, acabó mentalmente desbordado y eligió una rizada peluca rubia platino combinada con una barba pelirroja. Diego Torres se hizo pasar por jardinero del Bernabéu, para lo cual se agenció un chaleco reflectante y un cortacésped de segunda mano al que le acopló un pequeño remolque llenó de artículos de Jabois, y Luis Suárez optó por una media melenita british, muy yé-yé, combinada con un bigote negro, acabado en unas finas puntas enrolladas en espiral que le daban cierto aire a gauche divine barcelonesa.

¿hay alguien que se preocupe más por el real madrid que un antimadridista?

Todo iba bien hasta que Suárez, con la tensión acumulada por una espera rodeado de madridistas, vio cómo, entre los bucles de la frondosa melena rubia que le precedía,  asomaba el apetitoso cuello de Stoichkov, y sin poder evitarlo le clavó los dientes con tal rabia que acabaron los dos rodando por el suelo, mordiéndose mutuamente, y tirándose del pelo hasta que, en el fragor de la batalla, sus postizos capilares volaron por el aire quedando sus cráneos al descubierto.

- Pero… pero… ¡si tú eres Stoichkov! –exclamó uno de los asombrados socios que presenciaron la pelea.

- Del Madrid de toda la vida –contestó el culé.

- Y... y... tú Suárez.

- ¡Grrrrr!

Florentino, después de ser informado de todos estos incidentes, y para garantizar la transparencia de los resultados, se vio obligado a repetir las votaciones exclusivamente con socios. Como yo era uno de esos afortunados, el día de la votación me levanté muy temprano y me encaminé hacia el Bernabéu. La jornada de reflexión la había dedicado a estudiar a fondo la plantilla y había tomado la decisión que consideraba más justa (y española) para seguir con la racha triunfadora de nuestro equipo: improvisar mis votos.

Llevaba en la cola quince minutos y lo único que se escuchaba eran conversaciones sobre las elecciones de cada uno, que si hay que comprar a Kane y vender a Cristiano, que si Asensio tenía que ser titular, que si Bale era un lastre…

Las cabinas eran individuales. Cuando me tocó el turno entré, corrí la cortina y empecé a barajar las diferentes opciones. Quizá para ayudar a los indecisos como yo encontré en sus paredes un sinfín de pintadas. Una de ellas me llamó la atención, ya que encima, de un inicial ¡Fuera Benzema! habían escrito un ¡Fuera Bale!, que, a su vez, había terminado en un ¡Fuera Isco!

Estaba a punto de introducir mis votos en la urna cuando me di cuenta de que en la pared izquierda alguien había pegado con celo un artículo fotocopiado de una revista llamada La Galerna. El título sobresalía del blanco y negro del papel como una maggiorate de la Fontana de Trevi:

¡VOTA KEYLOR!

Cada vez que veo a Keylor Navas arrodillado, con los brazos abiertos, rezando al inicio de cada partido, recuerdo que en cuarto de EGB, cuando tocaba examen, Don Manuel (nunca tuve un profesor sin su tratamiento correspondiente) se subía a su tarima, nos dictaba las preguntas, y después de hacerlo, se sentaba en la silla y abría el periódico. Un momento antes de sumergirse en la lectura, carraspeaba, captaba nuestra atención sin esfuerzo alguno, y estiraba su vara de madera por encima del diario señalando al crucifijo que presidía la clase mientras nos decía en voz alta y grave:

- Él siempre os vigila.

No sé mis compañeros, pero yo hasta que llegué al instituto fui incapaz de copiar. Aquel Cristo crucificado me siguió con la mirada toda mi infancia y adolescencia.

Solo la fe de alguien como Keylor Navas puede detener a decenas de impuros periodistas rezando a dioses paganos. Uno no gana tres Champions sin un solvente guardameta. Navas demuestra, partido tras partido, que es un portero excelente e invisible, un poco a la manera de Dios. No se le ve pero sabemos que esta ahí cuando lo necesitamos. Si los aficionados del Real Madrid no loamos más sus virtudes es porque sabemos que no son terrenales, que vienen directamente del cielo y se posan en sus guantes como la Paloma del Espíritu Santo. No lo dudes, es el momento, ¡Vota Keylor!”

Y lo hice. En cuanto terminé de leer dejé las tarjetas que tenía en la mano, cogí una de Keylor Navas, y después de poner mi número de socio detrás, como era preceptivo para la votación, la introduje en una de las urnas. No metí ninguna tarjeta más. Salí de la cabina, aguanté varias miradas y algún que otro murmullo por la demora, y me marché a mi casa con la sensación de que había hecho lo correcto. No quería ningún otro portero. Teníamos al mejor del mundo.

Nadie lo vio, pero cuando deposité mi voto en la urna, justo en ese momento, cuando caía por el aire para reunirse con otros muchos, el vigilante Cristo del crucifijo de Don Manuel, lleno de polvo, con rayaduras y el barniz desgastado, sonrió desde su oscuro desván.

Cuando se hicieron públicos los resultados, Keylor se arrodilló en la portería, abrió sus brazos, y mirando al cielo se encomendó a Dios.

 

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Soy un hombre hecho a mí mismo. El problema es que me sobraron algunas piezas. SOL O CONTIGO. Persigo playas.

6 comentarios en: ¡Vota Keylor!

  1. No he podido parar de reír al imaginarme a los árbitros enseñando "de forma compulsiva la Visa y la Master Crd", jajajjajaja, buenísimo.
    Soy atea pero, viva Keylor y sus rezos.
    Me ha encantado el artículo.

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