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Tutti frutti

Tutti frutti

Escrito por: Mario De Las Heras19 septiembre, 2016
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Yo vi al final del partido a Zidane hablar de las rotaciones. En realidad él no debía de querer pero le preguntaron. Esas preguntas estaban ya preparadas para obtener una respuesta, pero resulta que el Madrid ganó y hubo que hacerlas de todos modos. Cómo ser Zidane como lo era ser John Malkovich en aquella portada. Los periodistas cruzando el pasillo rodeados de Zizús y éstos en vez de propinarles collejas dándoles caricias como panes.

Al entrenador del Madrid le resbalan las cuchillas por su cabeza pelona y por sus ojos rasgados mientras sonríe a pesar de que le buscan el materazzo por donde va. Y no hay manera. Cuando el periodista topa con Zinedine se encoge, y luego éste le dice invariablemente: "Levántate, y anda". Yo los imagino como los zombis de la Guerra Mundial Z chocando con las mamparas de la sala de la prensa. El conocido desdén hacia el madridismo que se estropea.

Yo lo vi ayer, al desdén, con moho. A la locución, por ejemplo, sobre todo tras el gol de James, no podía dejar de imaginármela tirada en el sofá, en calzoncillos, comiendo ganchitos y bebiendo cerveza. Y eso que llegué tardísimo, casi cuando Benzema marcó en fuera de juego.

Me gustó el morado de otros tiempos. El morado de Zanussi y Hugo Sánchez y los campos embarrados, algo que me chocó con el tatuaje de Kroos, cuya fisonomía no es de tatuaje y sin embargo ahí que se lo ha puesto. Si me hubiera preguntado yo le hubiera dicho: ¿adónde vas, Toni, hijo?, aunque supongo que acabaré acostumbrándome, e igual también a ver a Pepe con greñas si la cosa sigue desbordándose.

Estaban James y Asensio en los medios, talentos de cometa que hacían volar desde el suelo Toni y Luka, y rondaba el descanso donde el Madrid apretaba. El Madrid huele el descuento y se excita. El Madrid es Carl Lewis poniéndose erecto a partir de los sesenta metros. Hasta esa distancia todos los corredores creían que podían ganar, y entonces aparecía el hijo del viento, la belleza sobre el tartán, como ayer el colombiano juntando los tobillos y luego abriéndolos y acomodándose en décimas de segundo, buscando la intimidad para disparar a velocidad media, justa, una pelota cruzada igual que yo de niño hacía los saltos de rana con las piedras planas en el río.

Diego López no llegó, claro, mientras me pareció oír murmurar a las viejas que eso Casillas lo hubiera parado. Pero da la impresión de que lo de Diego e Iker fue hace cien años. Y viendo a este Madrid estoy en condiciones de asegurar que efectivamente así fue. El gol de James fue la muerte en Cornellá, donde Quique Flores con sombrero de paja y albornoz casi se sentó a esperar a la peste.

El fútbol ayer fue una cosa relativa desde más de un punto de vista, de una pesadez precisamente veneciana. Se podían ver los signos característicos del Madrid, pero como saliendo del alboroto del Guernica: que si un fugaz cambio de dirección de Marcelo (ese desborde ya mítico), que si una estatua de James que combina con Modric, que si Lucas Quinto subiéndose (en vertical, naturalmente) por las paredes, pero todo dentro de una maraña que trataba de desentrañar Zizú al que Bettoni le apuntaba entre bambalinas.

Little Richard

Salió al campo Isco por James y al principio me asusté porque pensé que las rotaciones se habían vuelto modernistas de tanto usarlas. En vez del malagueño yo creí ver ingresar en el terreno de juego a Little Richard, más aún cuando empezó a moverse y aquel tupé negro y brillante se bamboleaba igual que con el Tutti Frutti. Pero Isco lo hizo bien. Tan bien como Elvis moviendo su caderas.

Cazó una anteriormente Benzema de espaldas, previo paso por James y Lucas, que paró Diego López. Parece que Karim va cogiéndole el gusto a rematar, quitándose un poco de lanzar con tino a la petanca (que también nos gusta, nos encanta), y así es como marcó un gol, el segundo, haciéndole el último trazo a la "z" del Zorro que dejaron él, Lucas Quinto y Carvajal marcada sobre la yerba mientras el pueblo mejicano se alborozaba.

Luego salió Morata por el francés y yo veía, y oía, las rotaciones como montado en una taza giratoria de Disneyland, un instante mágico que fue a romper el árbitro haciéndole la puñeta a Carvajal. Era el traidor pelirrojo de los poetas muertos al que Nuwanda le daba el puñetazo. Todo fue diluyéndose en la victoria aunque de ese Guernica seguían saliendo brazos y piernas: un tacón de Lucas, un despeje artístico de Marcelo o Isco interpretando Hound Dog en el show de Milton Berle. Debía de ser el único, ese árbitro, que no sabía que Carvajal ya es todo un capo del que se cuentan historias como aquella de uno que se había comido un pato crudo entero menos el pico y las patas.

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Ha trabajado en Marca y colaborado en revistas como Jot Down o Leer, entre otras. Escribe columnas de actualidad en Frontera D. Sobre el Real Madrid ha publicado sus artículos en El Minuto 7, Madrid Sports, Meritocracia Blanca y ahora en La Galerna.

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Se pasó ocho años @antoniohualde despotricando de Bale porque no hablaba español. Ahora le parece que Bellingham en cambio bien... aunque tampoco habla español.

Sin embargo, creo que le entiendo, aunque no comparta su texto.

Estamos ante un escenario -en fútbol y baloncesto- que puede hacer de 2024 el mejor año deportivo de nuestras vidas.
Concentración, humildad y ¡a por ello!
¡VAMOS REAL!

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