Las mejores firmas madridistas del planeta

Reflotamos este artículo en memoria de Mariano Jaquotot con motivo del aniversario de su fallecimiento.

Mariano Jaquotot fue un excelente directivo del Real Madrid que se ganó el corazón de todos los baloncestistas del club que tuvimos la fortuna de conocerlo. Hoy se cumplen 25 años de su fallecimiento, y con este motivo he charlado con diferentes personas, en busca de compartir las remembranzas invariablemente positivas que su recuerdo nos suscita, entre ellos mis excompañeros Juan Antonio Corbalán y Fernando Romay, además de José Manuel Jaquotot, hermano del dirigente a quien hoy homenajeamos.

Precoz empresario, madridista de infancia aunque de familia atlética, se vinculó desde muy joven con Ramón Mendoza, de quien llegaría a ser segundo y primer vicepresidente pero de cuya candidatura ya formó parte en la primera elección que Mendoza perdió contra Luis de Carlos. Recibió el encargo de llevar a buen puerto la sección de la canasta en momentos convulsos, pues su llegada coincidió con la recta final en el club de jugadores emblemáticos, como el propio Corbalán e Iturriaga. Fue vicepresidente entre 1988 y 1994, cuando un fulminante cáncer nos privó de su brillantez y humanidad.

Su primer encuentro con el equipo fue un tanto accidentado. El día planeado para su presentación a la plantilla, el Madrid perdió un partido contra el Ford de Cantú de forma inesperada. Cuando Mariano entró en el vestuario de la mano de Lolo Sainz se encontró con juramentos, zapatillas lanzadas con furia contra la pared y vendajes fuera de su piel aplastados contra el suelo. A aquel equipo no le gustaba perder y cada vez que sucedía lo exteriorizaba de forma furibunda. El acto se suspendió sobre la marcha con el dirigente sorprendido por una exhibición de frustración tan expresa. No obstante, y a pesar de ser un desconocedor del baloncesto, entendió que en aquel vestuario latía madridismo esencial, de manera que se integró de forma tan rápida como se forjó su compromiso para guiar a la sección al mejor puerto posible.

Su misión de construir un Madrid nuevo con una sección autónoma con él como director -más o menos lo que sucedió en tiempos de Raimundo Saporta- se vio obstruida por el fallecimiento de Fernando Martín. A pesar del dolor y de los problemas financieros del club, que alentaron las nefastas y enigmáticas voces en la directiva que pedían una disolución de la sección, Jaquotot se afanó en la tarea con constancia y brillantez. Como me recuerda Corbalán, es justo que se le atribuya el éxito de la Copa de Europa del 95, que desgraciadamente no llegó a ver debido a su prematuro fallecimiento, pues fueron sus decisiones las que marcaron el futuro del club en esos años. En el gran palmarés logrado por la sección durante su ejecutoria hay que contar también con 3 Ligas, 3 Copas, 1 Copa Korac y 2 Recopas.

Mariano Jaquotot murió muy joven, cuando su aún corta carrera madridista prometía un futuro extraordinario como directivo. Algunas de las figuras más señaladas de los años 90 (Corbalán, Romay, los hermanos Martín, Iturriaga y este humilde cronista) mantuvimos una relación de amistad o muy cercana a ella con quien fue nuestro superior jerárquico: un madridista profundo, trabajador, sincero, alegre, educado y justo, que siempre supo tratarnos de la forma más correcta para nosotros y más provechosa para el club. Con un poco más del tiempo que la vida no le otorgó habría cumplido muchos de los sueños que sólo alcanzó a proyectar: un Madrid hegemónico construido a su medida. Estuvo muy cerca de hacerlo, pero la desdicha se cruzó en su camino. Aún hoy, recordamos su figura con el enorme respeto que nos merece quien dio todo para que fuéramos mejores.

Su hermano José Manuel, fervoroso atlético que incluso formó parte de una candidatura que se enfrentó a la de Jesús Gil, recuerda la discrepancia deportiva de la infancia. "Mariano era el único madridista en una familia eminentemente atlética. Eso no implica, a pesar de que hablábamos de fútbol todo el tiempo, que discutiéramos jamás con ese motivo. Jamás lo hicimos. Ya de adultos, en el año 87, con ocasión de un derbi que merengues y colchoneros empatarían a uno, nos pidieron en El País que escribiéramos una especie de doble columna enfrentando nuestras preferencias deportivas. Fue lo más cercano a una lucha fratricida que nunca tuvimos".

"Hoy, al mirar de reojo a mis hijos, advierto que, afortunada y libremente, son seguidores de Real Madrid. (...) No hay peligro, han pasado treinta años y el esplendor sigue". Imposible no emocionarse hoy con el último párrafo de esta doble joya.

José Manuel confirma que Mariano no era ducho en baloncesto cuando tomó las riendas de la sección. "Pero enano (él me llamaba siempre enano al ser yo su hermano pequeño), es que ahí es donde voy a poder hacer algo". Tenía razón: a Mendoza no le interesaba el baloncesto, por lo que Mariano disfrutó de la autonomía que preveía, lo que le permitió hacer grandes cosas. "Enseguida se enganchó también al baloncesto, si bien nunca dejó de ser un futbolero empedernido". Llegó también a presidir la ACB.

José Manuel aporta un documento que viene a probar lo ya apuntado por Corbalán: la gratitud de la plantilla del equipo tras el logro de la Octava Copa de Europa de la sección (1995), que Mariano no puedo llegar a atestiguar por dejar este mundo pocos meses antes de su consecución. "Todos los jugadores de la plantilla, así como Obradovic, firmaron una foto de Mariano en señal de gratitud por su labor, crucial para el logro de ese título. Conservo la foto, por supuesto. Es el único recuerdo madridista que tiene cabida en casa de un colchonero irredento como yo", ríe el hermano.

"Mariano pasó por varias situaciones complicadas como vicepresidente del club", recuerda. "Una de ellas fue su viaje a una Yugoslavia en pleno conflicto bélico para cerrar el fichaje de Prosinecki. Mendoza le mandó a la guerra, literalmente, y lo cierto es que volvió con el objetivo cumplido, con independencia de cómo fuese después el rendimiento del centrocampista. Otro momento delicado fue cuando viajó a Estados Unidos para negociar el traspaso de Petrovic a la NBA, y sus tratos con David Stern".

Cuando falleció, no faltó quien señaló que nos hallábamos ante la pérdida del delfín de Mendoza. "No cabe duda de que le habría encantado presidir el club", refrenda José Manuel. "Supongo que los dos vicepresidentes de aquel momento (Sanz y Jaquotot) habrían tenido sus opciones. Mariano, desde luego, tenía argumentos a favor. Mariano y Lorenzo no podían ser más diferentes, pero creo que se llevaban bien. Con el tiempo, he tenido ocasión de tratar con Sanz que me ha manifestado su consideración por mi hermano. Lo cierto es que es prácticamente imposible encontrar a alguien que hable mal de él. La propia Peña El Ojo del Tigre le dedicó una canción. No es habitual que unos seguidores canten a un dirigente".

El desenlace del cáncer de Mariano fue por desgracia fulminante. "Él estaba siempre muy en forma. Quince días antes del diagnóstico, salió a correr con Corbalán y Del Corral (ya retirados) y les ganó un desafío. <<He ganado corriendo a dos leyendas del Madrid de baloncesto>>, comentaba orgulloso y bromeando, con el espíritu competitivo que le caracterizaba. Recuerdo perfectamente que estábamos viendo un Real Madrid-Real Sociedad y se quejó de que le dolía el abdomen. A partir de ahí no pudo hacerse nada. Fue cuestión de pocos meses", recuerda José Manuel emocionado.

Se truncó así la vida y la carrera de un directivo que tuvo tiempo de grandes logros, aunque impresiona pensar lo que habría podido conseguir si la fatalidad no se lo hubiera llevado tan increíblemente pronto.

Querido Mariano, siempre te recordaremos.

 

 

 

 

El Real Madrid visita este domingo el estadio de Zorrilla para medirse al Real Valladolid. En apenas unos meses se cumplirán 30 años del momento en que ‘La Quinta del Buitre’ conquistó su quinto entorchado liguero consecutivo precisamente en el coliseo pucelano. Una Liga que apenas se celebró.

En el curso 1989-1990 el principal cambio del Real Madrid fue el fichaje del técnico galés John Benjamin Toshack. El club buscaba mano dura para enderezar el vestuario y un sistema más sólido para las confrontaciones europeas.

La contratación no gustó a buena parte de los jugadores, quienes ya habían recibido críticas del técnico cuando aún entrenaba a la Real. Tampoco digirieron muy bien las constantes censuras y presencias del galés en los medios de comunicación.

Por otra parte, a la parcela de incorporaciones llegaron un joven y prometedor Fernando Hierro, el central titular de la albiceleste, Óscar Ruggeri, y el centrocampista Parra, el fichaje sorpresa, procedente del Atlético de Madrid.

Durante toda la campaña se vio a un conjunto blanco arrollador. Sus impresionantes cifras goleadoras desembocaron en el récord de tantos anotados en una Liga hasta ese momento, con 107 dianas. El estilete más afilado fue el de Hugo Sánchez, quien igualó la plusmarca de Zarra con 38 tantos en una temporada, aunque los del mexicano fueron obtenidos todos al primer toque. Toda una proeza.

El cuadro dirigido por Toshack apenas se dejó dos derrotas (y a domicilio) en el campeonato. Ambas fueron antes de la undécima jornada, la primera contra el Barcelona y la segunda ante la Real Sociedad. El objetivo más ilusionante volvía a ser la Copa de Europa, pero aquel año de nuevo se cruzó el ogro del AC Milan.

Los rossoneri apartaron muy pronto a los blancos del título continental, concretamente en la segunda ronda y por un global de 2-1 tras el 2-0 de San Siro y la mínima victoria merengue en su feudo.

En la Copa, con el doblete al alcance de la mano, se perdió en la final ante el F.C. Barcelona por 2-0, en un encuentro en el que el árbitro, García de Loza, se inhibió en buena medida ante la evidente dureza culé.

Aquella derrota hizo mucho daño en el vestuario. La relación entre los jugadores y el técnico se rompió definitivamente tras las declaraciones de Toshack después del partido en las que acusaba de falta de entrega y garra a casi todos sus pupilos.

Con la importante fractura a nivel interno y el ambiente enrarecido llegó el alirón contra el Valladolid diez días más tarde. La previa del diario ABC decía: “Quizá por la pérdida de la final de Copa o por saberse desde hace tiempo campeón de Liga, lo cierto es que en el vestuario no se palpa una especial alegría por el más que seguro alirón”.

Por otro lado, Martín Vázquez, desde hacía tiempo noticia por su más que probable marcha al Torino, declaró no tener “nada” en firme con el equipo piamontés, aunque sí admitió haber tenido contactos. El madrileño había cuajado una temporada extraordinaria y en Italia ya se daba por hecha su llegada al equipo de Turín por unas cantidades económicas exorbitantes.

Al cuadro merengue le bastaba un punto para certificar el triunfo liguero y lo logró después de empatar sin goles en un partido muy aburrido ante el equipo blanquivioleta dirigido por Fernando Redondo. De este modo, ‘La Quinta del Buitre’ igualó la gesta de los Gento, Puskas, Santamaría o Pachín, quienes también encadenaron cinco Ligas consecutivas entre 1961 y 1965.

Tras el pitido final del trencilla Alfonso Álvarez, los madridistas apenas exteriorizaron su alegría. No se dio la tradicional vuelta al campo, ni se vieron abrazos entre los jugadores. Fue una celebración agridulce. El ansia por la Copa de Europa y la costumbre de ganar Ligas habían descolocado el espíritu del club de Chamartín.

Toshack fue de los pocos que dio muestras de júbilo por el primer título de Liga a nivel personal. En rueda de prensa, el técnico galés dijo que no iba a brindar con champán porque no le gustaba. “Prefiero una buena cerveza de barril y un bocadillo de tortilla”, aseguró, mientras entre los futbolistas se daba una insólita moderación.

Chendo declaró: “Todos los años es difícil ganar la Liga pero naturalmente todos pensamos en la Copa de Europa”. Butragueño justificaba la escasa alegría en la celebración debido a que el quinto título “era algo que ya se esperaba de antemano y por eso estábamos bastante tranquilos”. Manolo Sanchís, en la línea de ‘El Buitre’, dijo que la Liga estaba sentenciada desde hacía cuatro o cinco jornadas. “Por ello hemos ido saboreando el título poco a poco”. Tan sólo Ruggeri, uno de los nuevos, aportó algo de entusiasmo: “Ganar una Liga en Europa es muy importante para mí y para cualquier jugador”.

La celebración institucional se produjo durante una cena en el Parador Nacional de Tordesillas, donde sí hubo brindis y agitación de servilletas. La anécdota de aquella noche la protagonizó el vicepresidente Lorenzo Sanz, quien declaró haber acertado 14 en la Quiniela por colocar una X en el Castilla-Betis que terminó con triunfo del filial blanco.

Ramón Mendoza sí quiso valorar la conquista liguera: “Ser campeón de Liga es importante; es el título más trascendente porque te permite jugar la Copa de Europa”. Y respecto a volver a dominar en el continente, reconoció que “la Copa de Europa es la asignatura pendiente de todos, pues el Real Madrid lleva 24 años sin ganarla. Hasta 1992 seguiré presidiendo el Real Madrid y habrá que seguir luchando para volver a ganar este título”.

La Liga de ‘La Quinta’ fue la última de una generación mágica, y el Real Madrid no volvió a conseguir el trofeo hasta 1995 con Jorge Valdano en el banquillo. En ese período se perdieron dos Ligas consecutivas en Tenerife en la última jornada (la segunda de ellas, precisamente, con el técnico argentino dirigiendo al equipo isleño), con dos bochornosas actuaciones arbitrales incluidas que no pueden caer en el olvido.

Hoy 12 de enero cumple 49 años Prosinecki, futbolista croata que llegó al Real Madrid como fichaje estrella tras ser campeón de Europa con el Estrella Roja, pero al que las lesiones la falta de adaptación hicieron fracasar.

Nacido en Schweningen (Alemania) en 1969, al estar trabajando allí sus padres, se trasladó a los 10 años a Yugoslavia para seguir jugando al fútbol tras hacerlo primero en el infantil del Stuttgarter Kickers. Posteriormente lo hizo en la cantera del Dinamo de Zagreb y llegó a debutar con gol en el primer equipo a los 18 años. En 1987, y después de no conseguir un contrato como profesional, se mudó a Belgrado para vestir la elástica del Estrella Roja. Su progresión con el cuadro rojiblanco fue excelente y tras alcanzar la titularidad fue el cerebro del equipo. Logró tres Ligas, una Copa y la Copa de Europa del año 1991 en la que vencieron por penaltis al Olympique de Marsella. Prosinecki anotó el primer gol de la tanda de un conjunto en el que tenía como compañeros a Jugovic, Belodedici, Mihajlovic, Pancev o Savicevic. Un equipazo.

Nombrado futbolista del año en su país y ganador del Trofeo Bravo, en 1991 el Madrid se lanzó a por su fichaje pese a que un principio el jugador que interesó fue Savicevic. Mendoza tomó las riendas de la negociación que fue muy dura al impedir las autoridades yugoslavas salir del país a los futbolistas que aún no tenían 25 años. Después de muchas conversaciones, Mendoza convenció entre otros a Miljanic, presidente de la Federación, y tras desembolsar casi 500 millones de pesetas el medio rubio voló a Madrid donde cobraría 300 millones de pesetas anuales durante cinco campañas.

La expectación con la que aterrizó fue enorme y en el Trofeo Bernabéu ante Colo Colo deleitó. Demostró ser un centrocampista de clase, elegante, con una visión de juego extraordinaria, una técnica magnífica en su pierna diestra y enorme calidad en el pase. Además, pronto enseñó que sería un arma perfecta a pelota parada y especialmente en los lanzamientos de falta. Debutó en Liga donde jugó las dos primeras jornadas y también en la primera eliminatoria de la Copa de la UEFA frente al Slovan de Bratislava. Sin embargo, a finales de septiembre una lesión le dejó KO. Volvió para jugar ante el Barça en el Bernabéu marcando de falta y cuatro días después en la visita al Utrecht en competición europea donde también anotaría un tanto. En la segunda parte se lesionó y no disputó un minuto el resto de la temporada.

Una sucesión de problemas musculares, roturas y una operación a principios del año 1992 le impidieron saltar al césped ante la desesperación del cuerpo técnico, los médicos y los aficionados.

En su segunda temporada si dispuso de regularidad pero la ansiedad, las ganas por agradar, la pérdida de confianza y una depresión por la Guerra de los Balcanes le jugaron una mala pasada. Su intento siempre por justificar el fichaje, intentando acciones muy difíciles o innecesarias, sumado a su afición por el tabaco le pasaron factura en la grada del Bernabéu, que cada día se desesperaba más con el croata.

Alcanzó pese a las tiranteces con Floro los 29 choques en Liga, todos ellos como titular menos uno, el de la última jornada en Tenerife. El cuadro blanco se volvió a dejar el campeonato doméstico en la jornada 38, al igual que el curso anterior, y Prosinecki disputó la segunda mitad tras entrar por Chendo en la búsqueda de una remontada de ante los isleños que ganaban por 2-0. Una semana más tarde, el equipo se rehizo en parte levantando la Copa del Rey contra el Zaragoza sin que el centrocampista rubio tuviese protagonismo en la final.

Una sucesión de problemas musculares, roturas y una operación a principios del año 1992 le impidieron saltar al césped ante la desesperación del cuerpo técnico, los médicos y los aficionados.

Su último curso fue en 1993-1994, un año muy convulso en la casa blanca. Fue titular con Floro aunque en posiciones muy retrasadas y el equipo no acabó de funcionar en ningún momento. Salieron rumores y comentarios sobre su vida nocturna, lo que -sumado a su mal estado físico y varios problemas musculares que no recuperó como le ordenaron los médicos- provocaron que la afición le pusiera la cruz. Jugó 23 partidos en Liga y consiguió seis goles, viviendo su mejor momento con la llegada de Vicente del Bosque al banquillo. El salmantino le ubicó en la mediapunta y se salió en un partido contra el Valencia en el Bernabéu, donde marcó una diana y probablemente realizó su mejor actuación como blanco. Pero ya era tarde, Prosinecki no era feliz, Mendoza le había criticado en público y su etapa como madridista se acababa. En el verano del 94 anunció que quería marcharse, y el Real Madrid lo cedió al Real Oviedo.

En el cuadro carbayón que entrenaba su amigo Antic disfrutó de la oportunidad de jugar habitualmente en su puesto y sin presión, llegando a actuar 30 partidos de Liga y anotando cinco goles. Eso motivó que no quisiese cumplir su quinto año de contrato con el Real Madrid y obtuviese la carta de libertad pese a que los blancos habían llegado a un acuerdo para su traspaso con el Atlético de Madrid. Sin embargo, el Barça se metió por medio y ofreciendo un gran salario al croata logró su incorporación de manera gratuita en el verano de 1995.

En la Ciudad Condal le pasó lo mismo que en Madrid y la sucesión de lesiones musculares le impidieron actuar con regularidad. Cruyff dejó de confiar en él, y Bobby Robson en el curso siguiente únicamente le alineó en choques amistosos. A finales de 1996 el Sevilla realizó una oferta de casi 200 millones por su fichaje y emprendió rumbo a la ciudad hispalense. En el equipo de Nervión jugó toda la segunda vuelta y logró cuatro goles, insuficientes para que el Sevilla mantuviese la categoría.

En el verano de 1997 regresó a su país para firmar con el Croacia Zagreb en el que cuajó varias campañas a gran nivel. Levantó tres Ligas consecutivas, y además en 1998 también conquistó la Copa y la Supercopa para un triplete extraordinario. Unos problemas con la directiva le obligaron a dejar la entidad en el año 2000 para enrolarse de manera gratuita y durante cuatro encuentros en el Hrvatski Dragovoljac. Después viviría cortas aventuras en el Standard de Lieja, el Portsmouth y el Olimpia de Ljubljana para despedirse del fútbol en activo tras la campaña 2003-2004 en el NK Zagreb.

En su carrera internacional primero lo fue con la extinta Yugoslavia y posteriormente con Croacia. Con los plavi jugó 15 partidos y marcó cuatro goles, aunque ya venía triunfando en categorías inferiores donde fue campeón del mundo juvenil en 1967 en Chile, en un torneo en el que fue designado mejor jugador del campeonato. Su estreno con los mayores fue el 23 de agosto de 1989 en un amistoso contra Finlandia que finalizó empate a dos. Apenas un año más tarde fue convocado para el Mundial de Italia en el que Osim contó con su presencia en los choques ante Alemania Federal, Colombia y Emiratos Árabes Unidos (marcó un tanto). Yugoslavia cayó por penaltis frente a Argentina en cuartos y el equipo nacional no volvió a jugar un torneo de selecciones de alto nivel pese a clasificarse para la Eurocopa de 1992.

Tras la Guerra de los Balcanes, Prosinecki comenzó a vestir los colores de su país de nacimiento, Croacia. Disputó un total de 49 choques con 10 dianas en su haber, y asistió a la Eurocopa de Inglaterra y a los Mundiales de Francia y Corea del Sur y Japón. Su debut con Croacia fue en un amistoso frente a España en Valencia donde ganaron por 0-2, y él marcó el primer tanto del duelo tras batir a Zubizarreta. En la Euro del 96 fue fijo para Blazevic en la fase de grupos pero luego no tuvo minutos en cuartos, ronda en la que Alemania les firmó el billete a casa.

Dos años más tarde, Croacia sorprendió al mundo con su mejor clasificación en un Mundial. Además de Prosinecki, el cuadro arlequinado reunió una gran cantidad de talento sobre el césped con Suker, Boban, Jarni, Vlaovic, Bilic o Soldo. El centrocampista rubio fue importante en la liguilla donde derrotaron a Jamaica y Japón y perdieron con Argentina, pero desapareció en octavos y cuartos. Blazevic apenas le sacó en el descuento contra Francia en semifinales cuando cayeron por 2-1, y es una de las mayores espinas clavadas de la carrera del de Schwenningen. Sí jugó el tercer y cuarto puesto donde además marcó un gol contra Países Bajos, el cual sirvió a Croacia para vencer el partido de consolación.

Sus desavenencias con Blazevic le hicieron renunciar a la selección tras el Mundial, aunque retornó en el verano del 2000 tras entrar Mirko Jozic en la parcela técnica. Su último partido con la elástica de su país fue en el Mundial de 2002 contra México en un duelo que ganaron los aztecas por la mínima. Tenía 33 años, y dejaba un récord que aún sigue vigente al ser el único futbolista en anotar goles en un Mundial con dos selecciones diferentes.

Tras colgar las botas empezó su trayectoria en 2006 como técnico siendo asistente de su amigo y excompañero Bilic en la selección croata. Así estuvo cuatro años hasta que inició su labor en solitario en las filas del Estrella Roja. Se convirtió en el primer entrenador croata dirigiendo a un club serbio, y pese a levantar la Copa en 2012 su papel no fue el esperado. Dimitió en 2012 y se marchó a entrenar a Turquía al Kayserispor. Su primer año fue magnífico, pero en el segundo las cosas se torcieron y volvió a presentar su dimisión. Su última aventura ha sido como seleccionador de Azerbaiyán donde, después de no conseguir la clasificación para la Euro de 2016 y el Mundial de Rusia, fue cesado. Hace apenas unos días se ha confirmado que volverá a sentarse en los banquillos para dirigir a la selección de Bosnia que lideran Dzeko y Pjanic.

 

Hoy 12 de octubre cumple años Miguel Porlan ‘Chendo’, jugador del Real Madrid durante 15 temporadas y actual delegado del primer equipo.

Nacido en Totana (Murcia) el 12 de octubre de 1961, se desempeñaba como lateral diestro. No era un prodigio técnico pero sí un especialista defensivo gracias a su valentía, su persistencia, su eficiencia en la marca, su potencia y su labor industrial dentro del terreno de juego. Además doblaba bien por banda aunque en muchas oportunidades decidía no subir para mantener su posición en la zaga. Sus compañeros le conocían como ‘El Quistes’ por su mal remate con la testa.

Empezó a jugar en su localidad natal y con ficha falsa en el Totana juvenil al no cumplir aún con la edad. Fue allí donde se fijó el Real Madrid en sus cualidades y le firmó para el Juvenil B. En la cantera merengue fue creciendo siempre con el visto bueno de Miguel Malbo, el gran artífice de que muchos jugadores llegasen al primer equipo. Con el inicio de la década de los 80 subió al Castilla y en 1982 debutó con los mayores en una jornada de huelga de los profesionales auspiciada por la AFE. El equipo dirigido por Molowny se enfrentó en Castalia al Castellón, donde vencieron por 1-2, saltando Chendo al césped en el minuto 88 sustituyendo a Michel.

Su salto definitivo a la primera plantilla se produjo en la 83-84, aunque en el curso anterior Di Stéfano ya echó mano de su presencia frente al Valencia, con cuarenta y tres minutos disputados, y contra el Atlético en el Calderón, donde actuó dos minutos. En su primera campaña se hizo con el puesto de lateral titular en un año en el que también debutaron, procedentes de la cantera Butragueño, Martín Vázquez o Pardeza. Sin embargo, y tras una dura pugna con el Athletic en Liga, se quedó en segunda posición.

su salto definitivo a la primera plantilla se produjo en la 83-84

Desde ese momento Chendo no abandonaría su condición de indiscutible durante ocho largas y exitosas temporadas. Pasaron por el banquillo Amancio, Molowny, Leo Beenhaker, John Benjamin Toshack, Di Stéfano de nuevo o Antic, y todos le dieron los galones en el lateral. En 1985, además, comenzaría una etapa fabulosa en cuanto a títulos con el primero de ellos, la Copa de la UEFA. Se venció en la final por un global de 1-3 al Videoton magiar y Chendo jugó ambos partidos. Ese curso también se levantó al final de la campaña la Copa de la Liga ante el Atleti.

Un año más tarde se revalidó la UEFA contra el Colonia alemán y se cosechó la primera de las cinco Ligas que conquistó ‘La Quinta del Buitre’ con la ayuda de los Buyo, Gordillo, Hugo Sánchez y también Chendo. En la temporada 1988-1989, además, se logró el doblete al ganar la Copa contra el Real Valladolid, pero en la Copa de Europa el ogro del Milan de Sacchi apeó a los blancos en semifinales. Fue precisamente en esta competición donde Chendo hizo su mejor partido con la zamarra merengue. Es muy recordada su actuación contra el Nápoles de Maradona secando al 10 en una tarde con las gradas vacías del Santiago Bernabéu en septiembre de 1987.

Con el fin de la época dorada de ‘La Quinta’, el Real Madrid tuvo un inicio duro en los 90. Las dos Ligas perdidas en Tenerife pesaron mucho y solo se alzó una Copa del Rey en 1993 ante el Real Zaragoza. Aquel duelo sí lo disputó Chendo como titular pese a que Benito Floro durante toda la campaña prefirió a Nando en el lateral diestro. Un par de temporadas después, con Valdano al timón del barco madridista, se firmó a Quique Sánchez Flores, que dejó en el banquillo en muchos encuentros al de Totana. Esa temporada de 1994-1995 se reconquistó la Liga por delante del Depor tras varios años de hegemonía blaugrana con Cruyff como gran artífice.

La llegada de Fabio Capello en 1996 y el fracaso de Secretario permitieron a Chendo jugar buena parte de la primera vuelta de una Liga que se ganó ante el Barça de Ronaldo. En el mercado de enero se firmó a Panucci y Chendo fue relegado a un segundo plano, pero su profesionalidad y buen hacer fue siempre reconocido por el técnico italiano. El murciano contaba entonces con 35 años y aún disputaría otra temporada como blanco, la de 1997-1998, en la que alzó el único trofeo que le faltaba, la Copa de Europa. Jupp Heynckes apenas contó con él en siete encuentros, el choque de la Supercopa en el Camp Nou contra el F.C. Barcelona, cuatro duelos de Liga, uno de Copa ante el Alavés y uno de la fase de grupos de la Champions contra el Rosenborg noruego. Pero ello le posibilitó retirarse tras 497 partidos, tres tantos en su haber y un palmarés privilegiado con siete Ligas, dos Copas, una Copa de Europa, dos Copas de la UEFA, cinco Supercopas de España y una Copa de la Liga.

Con la selección española fue internacional en 26 ocasiones, casi todas ellas mientras Miguel Muñoz era el seleccionador. Debutó en enero de 1986 contra la URSS en Las Palmas y pocos meses después entró en la convocatoria para el Mundial de México. El rojiblanco Tomás era el dueño de la banda, pero Chendo disputó el partido clave en cuartos contra Bélgica debido a las bajas. El cuadro hispano empató a poco del final, pero en la tanda de penaltis un fallo de Eloy mandó a casa a los pupilos de Muñoz.

chendo fue internacional en 26 ocasiones

Después del Mundial ya fue clave en la fase de clasificación para la Euro de 1988 actuando en cinco choques contra Albania, Rumania o Austria. Sin embargo, una lesión le apartó de la convocatoria para el torneo pese a que Miguel Muñoz le esperó hasta el final. A continuación entró Luis Suárez como director del conjunto español y continuó contando con Chendo. De esta forma el lateral llegó como titular al Mundial de Italia, en el que jugó los tres partidos de la liguilla ante Uruguay, Corea del Sur y Bélgica y el horrible encuentro contra Yugoslavia que fue el epílogo de España. Ese duelo ante los ‘plavi’ en Verona fue el último del de Totana en la selección, puesto que Vicente Miera y Javier Clemente prefirieron a otros jugadores en su posición.

Tras colgar las botas reemplazó a Ignacio Zoco como delegado del primer equipo, puesto en el que aún permanece en activo.

En el verano de 1985 el nuevo presidente blanco Ramón Mendoza fichó a la que se denominaría ‘Quinta de los Machos’. Estaba integrada por tres jugadores: el delantero mexicano Hugo Sánchez, el defensa valenciano Antonio Maceda y un jugador zurdo que jugaba con las medias caídas. Su nombre: Rafa Gordillo. La incorporación del trío fue aplaudida y vitoreada por el público blanco que el día de la presentación del plantel en el mes de julio acudió en masa al Bernabéu hasta ocupar 50.000 localidades.

Nacido el 24 de febrero de 1957 en Almendralejo, al estar su padre desarrollando su carrera futbolística allí, se trasladó con su familia a los pocos meses a Sevilla. Gordillo podía jugar tanto de lateral izquierdo como de centrocampista por la banda siniestra y entre sus virtudes sobresalían la velocidad, una fina zancada, la técnica, el desborde, una elasticidad extraordinaria de su tobillo izquierdo y una calidad maravillosa en el pase y los centros pegado a la cal.

La vida deportiva del extremeño, además de al Real Madrid, siempre estuvo ligada al Real Betis. En el cuadro verdiblanco entró en categoría juvenil y poco a poco fue subiendo peldaños hasta llegar a la primera plantilla y ser uno de sus principales figuras a principios de los 80. La oportunidad de dar el salto al conjunto madridista le llegó con 28 años, “un sueño que se le estaba yendo pero que por fortuna se hizo realidad” en palabras del extremeño el día de su presentación.

Apuesta personal de Mendoza, que pagó 150 millones de pesetas por su traspaso, se hizo con un hueco en el once de Luis Molowny nada más aterrizar. Debutó de forma oficial en la primera jornada de Liga y el destino quiso que fuese en el Villamarín. El Madrid visitó al Betis en un choque que terminó en tablas y con división de opiniones en la grada bética. Ese curso de 1985-1986 los merengues conquistaron la Liga y además revalidaron la Copa de la UEFA.

En la competición europea Gordillo marcó en la ida de dieciseisavos ante el Chernomorets y también en octavos contra el Gladbach en una noche de pesadilla donde se cayó 5-1 y se fue expulsado. Se perdió la gran remontada en el Bernabéu y reapareció en Milán con una derrota de 3-1 ante el Inter. En la vuelta de nuevo el coliseo blanco vivió un partido heroico y los pupilos de Molowny doblegaron a los ‘nerazurri’ por 5-1. Ese duelo fue probablemente el mejor encuentro de Gordillo como blanco. Hizo de cabeza el segundo y todo el duelo fue un tormento para Bergomi que no pudo pararle. Quince días más tarde volvió a anotar con la testa en la ida de la final ante el Colonia que finalizó con un apabullante triunfo por 5-1.

Un año más tarde, pese a la firma de Leo Beenhaker como técnico, continuó siendo parte importante del engranaje blanco. Siempre rendía, jugase de lateral o de centrocampista por la izquierda. Eternamente agradecidos le estuvieron delanteros como Butragueño, Hugo o Valdano a los que sirvió deliciosas asistencias desde la izquierda con sus roscas milimétricas. En una campaña muy larga, tras la inclusión de los play-off en la competición doméstica, el Real Madrid demostró ser el equipo más fuerte. Dominó la fase regular y también la postemporada para superar en la tabla al F.C. Barcelona. Gordillo disputó 36 encuentros y logró un doblete en la visita del Mallorca al estadio capitalino.

La tercera Liga de su palmarés tuvo lugar en el curso 1987-1988. Un año en el que se desplegó un fútbol espectacular, con salida desde atrás limpia del esférico y un juego por banda fantástico en el que Gordillo y Michel destacaron de manera fabulosa. El almendralejense inició la competición con una racha goleadora como pocas en su vida. Consiguió goles en las cuatro primeras jornadas que ayudaron a los triunfos ante el Cádiz en el Carranza, el Real Zaragoza en la Romareda y el Osasuna y el Sporting en el Bernabéu. El alirón se produjo en la jornada 34 frente al Betis al que se ganó por 6-0 y dejó un sentimiento contradictorio a Gordillo, “alegría porque ganar una Liga siempre es importante, pero tristeza por la situación que pasaba el Betis”. Ese año estaba encaminado a ser memorable al ser favorito en la Copa de Europa. Sin embargo y después de dejar en la cuneta a Nápoles, Oporto o Bayern, un sorprendente PSV eliminó a los merengues tras empatar a uno en Madrid y a cero en los Países Bajos. El lateral tras caer comentó “que habían perdido ante el rival más flojo puesto que Nápoles, Oporto o Bayern eran muy superiores al PSV”.

En el curso 1988-1989 los blancos volvieron a obtener un doblete de Liga y Copa nueve años después del logrado en la temporada 1979-1980. Sin competencia en el puesto, Gordillo actuó en 34 partidos y fue vital en una recordada victoria contra el Barça en el Bernabéu. El choque iba a empate a dos cuando en el minuto 81 Paco Llorente puso el esférico en el segundo palo para que Gordillo enviara el balón a las mallas. Ese triunfo resultó básico para una Liga en la que de nuevo se batió a los culés y se logró el alirón en la jornada 36 contra el Español. Gordillo marcó el tercer tanto ante N’Kono en una tarde donde el protagonista fue Michel al marcharse del campo por los pitos recibidos desde la parroquia merengue.

Por su parte, en la Copa el Real Madrid eliminó de manera consecutiva a Elche, Sporting, Celta y Atlético de Madrid antes de plantarse en la final contra el Real Valladolid. El duelo celebrado en el Vicente Calderón trajo consigo uno de las dianas más importantes en la carrera del ‘Gordo’. Apenas se llevaban cinco minutos disputados cuando Gordillo recibió un balón dentro del área y tras picar el cuero con clase superó al yugoslavo Ravnic. El marcador no se movería más y el cuadro de Beenhaker se llevaría la contienda por la mínima para alzar el título copero.

El quinto entorchado liguero seguido de un ciclo glorioso del Real Madrid fue en la campaña 1989-1990. Beenhaker se había marchado y en su lugar se firmó al galés Toshack. El británico colocó a Gordillo como carrilero con toda la banda izquierda para él y el ‘Galgo del Polígono de San Pablo’ se adaptó a las mil maravillas. Seguía siendo un puñal por banda y fue protagonista con sus pases de gol en el récord de los 107 tantos de esa Liga. El club de Chamartín fue netamente superior a todos sus contrincantes y sumó nueve puntos más que el Valencia y once más que el F.C. Barcelona.

En sus dos últimos años como blanco su papel disminuyó considerablemente, aunque en la Liga disputó 12 y 10 partidos respectivamente tras un baile de entrenadores en la casa blanca el en que participaron John Benjamin Toshack, Alfredo Di Stéfano, Ramón Grosso, Radomir Antic o Leo Beenhaker en una segunda etapa.

En el verano de 1992, retornó al Betis que militaba en Segunda División y una temporada más tarde consiguió ascender con los andaluces a la máxima categoría. En Primera disputaría su último curso con 37 años antes de firmar por el Écija donde pondría punto final a su carrera en la división de plata en la campaña 1995-1996.

Con la selección española fue protagonista durante una década en la que vistió la camiseta roja en 75 ocasiones. Se estrenó de la mano de Kubala en 1978 al entrar por Benito en la segunda parte de un amistoso contra Noruega a la que se ganó por 3-0 en Gijón. Dos años más tarde acudió a su primera gran cita internacional, la Eurocopa de Italia. Siendo titular en toda la fase de grupos, España no sumó ninguna victoria y quedó apeada del torneo.

En 1982, ya con Santamaría como seleccionador, entró en la lista para el Mundial de España. Fundamental para el hispano-uruguayo jugó los cinco partidos pero la actuación del anfitrión fue decepcionante en todos los sentidos. Únicamente se venció y con problemas a Yugoslavia en la liguilla inicial para posteriormente caer contra Irlanda del Norte y Alemania y empatar con Inglaterra. Su debut goleador tuvo lugar en la fase de clasificación para la Euro de 1984. La selección hispana visitaba Malta y el electrónico marcaba tablas a dos hasta que Gordillo marcó a Bonello para colocar el 2-3 final. Siete meses después el extremeño fue uno de los baluartes españoles en la histórica victoria precisamente contra los malteses en Sevilla por 12-1, que dio el pase al torneo continental.

En el verano de 1984 disputó su segunda Eurocopa donde esta vez sí la actuación de España fue magnífica. Titular en la fase de grupos en la que se lograron empates frente a Rumania y Portugal y una victoria in extremis ante Alemania, también fue de la partida en la semi contra Dinamarca que se decidió desde los once metros. Pero una sanción en dicho choque le impidió disputar la final, al igual que le ocurrió a Maceda, y el cuadro español sucumbió contra la Francia de Platini por 2-0.

Su segundo Mundial llegó en 1986 en México, donde el protagonismo fue para su peroné. En el segundo partido del torneo se lo fracturó contra Irlanda del Norte y no pudo colaborar con el equipo que pese a su ausencia alcanzó los cuartos de final donde Bélgica les apartó de las semifinales en la tanda de penaltis. Un año más tarde el extremo fue noticia de nuevo en la selección por un esguince de tobillo que trajo una enorme tensión entre el jugador, el seleccionador Miguel Muñoz, la Federación Española de Fútbol y los servicios médicos del Real Madrid. Tras varias idas y venidas, y con José María García dentro de la polémica, se acabó perdiendo el encuentro que disputaron España y Albania en el Benito Villamarín.

El último torneo internacional al que acudió fue la Eurocopa de 1988. Era una época en la que fue elogiado por Gullit que le consideraba “el mejor jugador del viejo continente”. Gordillo salió de inicio en los tres partidos del grupo A, pero al caer contra Alemania en Munich finalizó el periplo de España en la Eurocopa y el suyo con el combinado nacional.

En su vida posterior al balompié ha sido presidente del Real Betis, delegado, presidente de la Fundación del Real Betis, ha formado parte de la secretaría técnica y fue jugador de la Liga Indoor con el cuadro verdiblanco. También regresó al Ecija para trabajar como director deportivo y asesor futbolístico del equipo andaluz.

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