Llegué a la entrevista de trabajo con puntualidad, como no podía ser de otra manera. En la antesala había una secretaria de cabello oscuro detrás de una mesa con un ordenador. Tomó nota de mi nombre y de la cita que tenía con el gerente.
- Si es tan amable de esperar unos minutos, puede sentarse en ese sillón.
Era un sillón de cuero rojo y no tenía pinta de ser muy cómodo. A unos dos metros de él, en la misma pared, había un cuadro de estilo supuestamente cubista. Me coloqué enfrente y comencé a observarlo, inclinando a un lado y a otro la cabeza para ver si le encontraba algún sentido. Todavía no había dado con él cuando habló de nuevo la morena secretaria:
- Siéntese en ese sillón -dijo dirigiéndose a mí, pues no había nadie más en la sala. El tono no había sido ni alto ni descortés, pero sonó imperativo. Incluso a ultimátum. Tal vez mis movimientos la distraían de alguna importante tarea que estuviera realizando…
Me acomodé en el sillón y crucé las piernas. Miré alrededor por ver si había algo interesante en lo que fijar la vista, pero a excepción de la obra de arte pseudocubista, el resto de las paredes estaban desnudas. Y el cuadro lo tenía prohibido. Afortunadamente, no tardó en sonar un zumbido. Ella levantó un teléfono, escuchó durante dos segundos y colgó.
- Ya puede pasar -me dijo- Es la segunda puerta a la izquierda.
Me dirigí a ella y llamé con los nudillos antes de abrirla. Dentro me esperaba detrás de un amplio escritorio un hombre de mediana edad vestido de traje. Se incorporó ofreciéndome una mano que me apresuré a estrechar. Pidió que me sentara y lo hice en otro sillón frente a su mesa. Él tenía mi currículum en la mano y comenzó a releerlo, haciéndome alguna pregunta u observación sobre el mismo de vez en cuando. Finalmente dejó los papeles sobre la mesa y me miró un instante.
- ¿Está casado?
- Sí
- ¿Tiene hijos?
- Sí. Un niño y una niña
- La parejita, ¿eh?
- Sí -sonreí, porque suponía que únicamente había que sonreír a esa frase.
- No se preocupe -continuó-; no voy a hacerle ninguna pregunta que pueda resultar incómoda, ya sabe. Además, la Ley nos prohíbe realizar cierto tipo de interrogantes, digamos… personales.
- Sí, claro…
- ¿Le gusta el fútbol?
Uyuyuyyy…
La empresa a la que yo intentaba acceder tenía que ver con el mundo del deporte de competición. Fabricaban y distribuían diverso material deportivo. El fútbol no dejaba de ser un deporte como otro cualquiera. La pregunta podía tener su parte lógica. Incluso conveniente. Podía perfectamente tratarse de una pregunta inocente y libre de cualquier trasfondo. Pero ese tono… ¿Y si después me preguntaba de qué equipo era yo?
En principio no tendría por qué haber ningún problema en el supuesto de que ambos fuéramos seguidores de equipos contrarios. Incluso muy contrarios. Pero… ¿Y si SI lo había…? Hay gente muy fanática y generalmente no se la puede detectar por su fachada. Gente capaz de discriminarte laboralmente en función de que seas hincha de tal o cual club de fútbol. En la Constitución no viene recogida expresamente esa clase de discriminación… ¿Tenía aquel potencial futuro jefe mío aspecto de fanático futbolero..? No, en apariencia. Pero los peores pueden ser aquellos que enmascaran sus sentimientos bajo una agradable sonrisa y luego te apuñalan por la espalda al menor descuido…
En caso de que me hiciera esa pregunta, podía responder que no me gustaba el fútbol y así dejarme de líos. Aunque eso también podría ser contraproducente de cara a conseguir el puesto. Si quieres un empleo en una tienda de artículos de pesca no puedes decir que no te gusta pescar. Preferirán emplear a Otro que sí le guste y por lo tanto esté familiarizado con ese material…
- Sí… me gusta el fútbol -respondí-. Como también me gusta el tenis, el golf, el voleibol…
Ya estaba dicho. Esperaba que no siguiera adelante; que no fuera más allá. Pero hay que anticiparse a la posible jugada. Eché un rápido vistazo por el escritorio y alrededores con la esperanza de descubrir una portada semioculta del Mundo Deportivo; algún ejemplar del Sport en la estantería que había a su espalda; la imagen de una chica ligera de ropa bajo alguna carpeta…
- ¿Es del Madrid o del Barça?
¡Zas! ¡Mis temores se habían cumplido! “¿Y ahora qué hago..? ¿Qué le digo…?”
Ningún pin del Madrid en su solapa. Ningún pisapapeles con el escudo del Barcelona. Nada que pudiera servir para ofrecerme una pista. No podía decirle que de ninguno, porque eso no se lo cree nadie…
Causar una primera buena impresión es muy importante. Y no hay nada que cause mejor impresión, en un principio, que encontrarte con alguien que es de tu mismo equipo. Se genera espontáneamente una atmósfera de mutua simpatía; una corriente de cordialidad; una cierta propensión a agradar a esa persona que tienes enfrente. Pero ocurre todo lo contrario si dicha persona resulta ser de ese puñetero equipo al que detestas… Y tenía que responderle ya, porque un silencio prolongado podría ser interpretado muy negativamente (falta de decisión, dubitativa personalidad, etc…).
En ese momento comenzó a sonar un teléfono móvil que tenía a su lado sobre la mesa:
“Toooot el camp, plas plas plas…”
- ¿Diga..? Sí… Ahá… Uhum…
¡De modo que era culé! ¡Y de los rigurosos, si tenía el himno del Barça como melodía de llamada!
Bueno; ahora ya sabía a qué atenerme. Le diría que yo era seguidor del Barcelona. No demasiado activo o apasionado, para no pillarme los dedos ante alguna pregunta trascendente acerca de ese club. Sí. Eso es lo que haría. Incluso podía dejarle caer que disponía del carnet de socio simpatizante. Le causaría un inmejorable efecto nada más decírselo.
¿Y si me pedía echarle un vistazo al carnet..? Es frecuente que quienes lo poseen se vanaglorian de ello y se lo muestran mutuamente con orgullo... Bueno; en ese caso podía decirle que solo lo llevo encima en ocasiones especiales y que mientras tanto lo guardo en casa en una caja fuerte junto con otros documentos valiosos. Sí. Eso aumentaría aún más su concepto de mi barcelonismo y el puesto de trabajo estaría casi en el bote…
Luego tendría que acudir día tras día a la oficina y fingir que me alegraba de las victorias del Barça. Y sobre todo tendría que regodearme de las derrotas del Madrid. ¡Y nada de hablar de árbitros! Como mucho de Guruceta y del que no dio como gol aquel que entró ante el Betis hace… ¡hace tanto tiempo! También podría de vez en cuando dejarme ver con un Sport o un Mundo Deportivo bajo el brazo. Eso le provocaría muy buena impresión e intensificaría su empatía hacia mí.
Sí. Sería muy fácil engañarle haciendo todo eso…
El gerente se despidió de alguien y colgó el teléfono.
- Perdone por la interrupción. ¿De qué estábamos hablando?
- Usted me preguntaba si yo era del Madrid o del Barça?
- Ah, sí. ¿Y bien..?
- Soy merengón.
El silencio fue absoluto y muy prolongado. Durante cerca de un minuto nos miramos directamente a los ojos sin pestañear. Una mosca pasó volando entre nosotros y se podía oír perfectamente el estruendo de su vuelo. La tensión era insostenible. Comencé a levantarme para irme con viento fresco cuando él habló:
- Siéntese en ese sillón.
Lo hice lentamente, acompañado de una sensación de déjà vu.
- El puesto es suyo. Pero no de simple empleado, sino de Director de Departamento. Es un puesto que requiere dotes de mando, pero también de honradez y de honestidad en su desempeño.
- ¿…?
- Le he tendido una trampa -continuó-. En realidad no he estado hablando con nadie por teléfono. Mi secretaria tenía la orden de llamarme al móvil a la hora acordada solo para que sonase la melodía…
- Vaya… ¡Qué zorr..! digo, ¡qué astuto…!
- Jajaja…Sí, ¿verdad? Lo cierto es que procuramos que todos nuestros empleados sean madridistas auténticos, de corazón. Así la empresa se garantiza tener en plantilla un equipo humano capaz de afrontar grandes retos y de conseguir enormes logros en el mercado. Cosas a las que ustedes están muy acostumbrados. Bueno, si le interesa el trabajo comenzará el lunes.
- Por supuesto -dije yo, seguramente aún con cara de asombro-. Pero dígame una cosa… ¿es usted del Madrid?
- En realidad no soy de ningún equipo. No me gusta el fútbol.
Plas, plas, plas. Un artículo bastante divertido.
No me extrañaría que en algunas empresas utilicen ese truco o algún otro parecido. Con lo del Madrid, con la política o alguna que otra opinión controvertida para contar inicialmente en una entrevista.
Por Ley no se puede preguntar cosas de esas, pero a ver quien lo controla...las preguntas se pueden hacer de muchas maneras, si el entrevistador es hábil.
Hay un Notario en Madrid, en la calle Serrano, que tiene en su despacho un auténtico museo del Barça: banderines, camisetas, alguna placa de homenaje y hasta un balón que me enseñó firmado por todos los jugadores de la plantilla del Barça tras la final de Wembley 92. No pude evitar decirle. "ah, sí, la Copa de Europa más floja de la Historia".
Nos reímos, criticó al Madrid, yo al Barça y su "sorprendente" racha por entonces de casi dos Ligas sin penaltis en contra, y ambos nos dimos cuenta de que se puede disfrutar del fútbol y el cachondeíto que lo acompaña sin los cabreos que vemos por algunos sitios. Enhorabuena por el post, muy divertido.
"“ah, sí, la Copa de Europa más floja de la Historia”."
Está demostrado que lo fue. Solo hay que ver la lista de participantes. Los dos más fuertes eran el Barcelona (que hasta ese momento no había ganado ninguna) y el Benfica.
Cuento de terror con final feliz.
Hizo usted lo correcto. Imagínese que usted le dice que es del Barcelona, le contrata y, como correligionario que es, le invita a ver con él el próximo Barsa-Madrid en palco vip.
Póngase en situación. Minuto 75: gana el Barcelona 1-0, minuto 80: empata el Madrid, minuto 81: el Real Madrid se queda con 10 por expulsión de (inserte aquí el nombre), minuto 85: gol anulado al Real Madrid por inexistente falta en ataque, minuto 90: el Real Madrid marca el 1-2, gol de (cabeza de Sergio Ramos o chilena de CR7/Gareth Bale).
Habría sido mucho peor para usted, para su jefe y para la empresa.