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El madridismo de “Tintín en el Tíbet”

El madridismo de “Tintín en el Tíbet”

Escrito por: Athos Dumas3 marzo, 2023
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Para mi querido amigo, el Maestro D. Luis Alberto de Cuenca, gran tintinófilo.

 

Justamente hoy se cumple el 40º aniversario del fallecimiento de Georges Remi (3 de marzo de 1983), conocido mundialmente como Hergé, el padre de la “línea clara” en los cómics (estilo o tendencia nacido en Bélgica que triunfó y traspasó todas las fronteras europeas y mundiales), el creador del célebre personaje de Tintín y un genio absoluto del mundo del cómic.

Vamos a rendirle merecido homenaje en estas líneas y, más concretamente, a su inolvidable álbum “Tintín en el Tíbet”, la obra maestra más indiscutiblemente madridista de toda la historia de los cómics o, como se dice en francés, de las “bandes dessinées”.

Para quienes apenas conozcan las aventuras de Tintín, cabe recordarles que, en su álbum publicado en 1934, “El loto azul”, que transcurre en el periodo de la invasión japonesa de Manchuria, el reportero salva a un joven chino —Tchang—, de una muerte segura por ahogamiento en las aguas crecidas del río Yang-Tsé. No es casualidad que aparezca dicho personaje, ya que, meses antes, Hergé conoció en Bruselas a un estudiante de arte llamado Tchang Tchong Yen y forjaron una enorme amistad.

El encuentro con Tchang tiene una importancia capital en la trayectoria de Hergé, ya que, a partir de ese momento, el artista dibujante comenzó a documentarse en profundidad para construir sus guiones y sus escenarios, buena prueba de ello está en el afán de huir de los estereotipos que se tenían en Europa sobre costumbres tan lejanas de países como China. Por ejemplo, todos los letreros en caracteres chinos o sinogramas que aparecen en “El loto azul”, tienen su significado y son una aportación del joven Tchang Tchong Yen a la obra.

Dicha amistad se interrumpió durante mucho tiempo, ya que Tchang regresó a China y a lo largo de muchos años —bajo el régimen de Mao— Hergé y Tchang no volvieron a poder estar en contacto, pese a los intentos que hicieron ambos amigos.

En 1958, Hergé decide volver a recordar a Tchang en las aventuras de su héroe y crea una maravillosa aventura, en la cual Tintín, conocedor de un pavoroso accidente aéreo en el Himalaya, en cuyo avión volaba su amigo Tchang, decide, contra toda lógica y contra todos los consejos que recibe, viajar a Nepal para tratar de rescatar con vida a su amigo del alma.

Es “Tintín en el Tíbet” (cuya publicación fue en 1960) una aventura totalmente distinta a las que había vivido hasta entonces el pequeño reportero, viajando por todos los continentes, en la que no hay conflictos políticos, ni guerras, ni siquiera personajes malvados contra quien medirse ni injusticias a las cuales combatir. Es una aventura en busca de lo imposible: nadie en su sano juicio puede pensar que, tras varios días después del accidente, en un entorno sumamente hostil, a varios miles de metros de altitud en la cordillera del Himalaya con temperaturas extremas, y tras no haber hallado las patrullas de rescate ningún pasajero superviviente, se pueda encontrar al joven Tchang, y menos aún con vida. Pero nuestro héroe cree firmemente en la amistad y tiene un sueño en el cual Tchang sigue vivo y le pide ayuda. Nada ni nadie podrá hacerle cambiar de idea a partir de ese instante. Rumbo al Himalaya.

“Tintín en el Tíbet” es la obra maestra más indiscutiblemente madridista de toda la historia de los cómics o, como se dice en francés, de las “bandes dessinées

Tintín, con su espíritu madridista, con su rebeldía ante la rendición, con su eterno afán por luchar hasta el último aliento, incluso por una causa aparentemente perdida y archivada, emprende viaje hasta el corazón de Nepal, pese a la oposición de sus mejores amigos, el capitán Haddock y el profesor Tornasol, que tratan de hacerle razonar y para que desista de una expedición que carece de sentido.

El color blanco, inmaculado, preside toda la aventura tibetana: la nieve, los glaciares, su fiel perro, Milú, y, sobre todo, la pureza del corazón tan blanco y tan generoso de Tintín, dispuesto a arriesgar su propia vida, ya que le guía un fuerte convencimiento, el de creer firmemente que su amigo sigue vivo: un afán de resistencia ante las adversidades, ante toda razón humana, ante todo lo que le dicta la sensatez y el sentido común.

El capitán Haddock, pese a que piensa que dicha aventura es una locura sin sentido, decide acompañar a su querido amigo y emprende el viaje a Katmandú. Por primera vez en muchos años (desde “Tintín en América”, publicado en 1931), no aparecen en el álbum los inefables policías torpes y patosos Hernández y Fernández, que siempre daban un contrapunto cómico a la intriga de las diferentes andanzas del reportero. Claramente, se trata de un álbum más íntimo, muy personal, también con un gran componente místico como refleja la notoria presencia de los monjes budistas en la aventura (destaquemos que el mismísimo Dalai Lama otorgó su prestigioso premio Luz de la Verdad a este álbum en 2006 por los valores que transmitía).

No queremos desvelar la trama completa de “Tintín en el Tíbet”, para que todos los que no hayan tenido la suerte de leerlo puedan hacerlo ahora, pero sí decir, por ejemplo, que hasta el fiel capitán Haddock se deja vencer en un momento por el desánimo y el desaliento y está a punto de tirar la toalla y de dejar abandonado a su suerte a Tintín en su irracional e insensato viaje.

El valiente periodista, llevado por la fe de su amistad, por la creencia en el milagro y por su afán de pelear hasta la extenuación por una causa más que noble, nos recuerda claramente a ese Real Madrid del pasado mes de mayo, en la vuelta de las semifinales contra el Manchester City: minuto 89, el City tiene un 5-3 a su favor en la eliminatoria, acaba de tener dos enormes oportunidades a pies de Jack Grealish (que desbarataron Ferland Mendy y Thibaut Courtois) y está ya pensando en reservar el hotel en París para la final. Todo parece inevitablemente perdido…

En ese momento es cuando apareció la fe ciega de Camavinga, de Benzema, de Rodrygo, de Vinicius, de Militao, de Carvajal, de Asensio, en definitiva, de todo un batallón de tintines irreductibles que creían en el milagro pese a que algunos —no demasiados— madridistas estaban ya abandonando los alrededores del estadio, tras haber perdido toda esperanza en la remontada.

La lucha, la ilusión, la tenacidad, la convicción, la negación por aceptar la derrota, todo está en “Tintín en el Tíbet”, como tantas veces se ha estado viviendo dentro del recinto sagrado del madridismo.

En esta aventura, la realidad superó a la ficción, y en 1981, 44 años después de haberse visto por última vez en 1937, Hergé y Tchang pudieron volver a reencontrarse: Tchang, que, como tantos intelectuales chinos, no había podido volver a viajar fuera de China y no podía haberse comunicado con el extranjero, pudo finalmente viajar a Europa, ya siendo un escultor prestigioso. Apenas sabía Tchang que su viejo amigo belga, Hergé, había adquirido en esos años una fama mundial y que había tenido la maravillosa idea de dedicarle su “Tintín en el Tibet” 23 años antes, ya que los álbumes de Tintín estaban prohibidos en la China maoísta.

El valiente periodista, llevado por la fe de su amistad, por la creencia en el milagro y por su afán de pelear hasta la extenuación por una causa más que noble, nos recuerda claramente a ese Real Madrid

Durante los dos últimos años de su vida, Hergé pudo volver a revivir con Tchang una amistad que había traspasado todos los límites de la vida real y se había convertido en una de las más bellas de la historia.

Años más tarde, quien escribe estas líneas tuvo la suerte de conocer en persona al verdadero Tchang Tchong Jen, en una reunión de fervientes tintinólogos en Bruselas: Tchang se había asentado en Francia como escultor prestigioso, y le dedicó a este escribidor los dos álbumes de Tintín en los que aparecía, “El loto azul” y “Tintín en el Tíbet”. Pero esa ya es otra historia, como escribió Rudyard Kipling…

Les recomiendo encarecidamente a todos, jóvenes y maduros, chicas (mis dos hijas, nacidas ya en el siglo XXI, adoran a Tintín y en especial este álbum) y chicos, esta maravillosa aventura donde, créanme, podrán encontrar en cada página y en cada viñeta el amor, la pureza, la meditación, la amistad, la emoción, la intriga, las lágrimas y las ganas de vivir que nos regala también nuestro amado Real Madrid.

Un comentario en: El madridismo de “Tintín en el Tíbet”

  1. Impresionante artículo, escrito con el corazón.
    Hace pocos días falleció un amigo , viajero y tintinólogo. Un espíritu libre.

    También este maravilloso escrito me ha hecho recordar mi infancia; la magia de aquella casa , rodeada de jardines a la francesa, con aquella caldera de hierro forjado y funcionamiento a carbón. Al calor del hogar. Para un niño casi suponía un placer el "enfermar" , al saber que durante unos días sería mimado especialmente por la mágica experiencia de leer los Tintín, ¡qué bien olían!, que los padres de unas vecinitas (ahora ya bien entradas en años deben estar...) se ofrecían a prestar.
    Reconozco que este artículo es muy apropiado para la época triste y negreira que estamos viviendo. De hecho son largas décadas inmersos en ellas , aunque lo peor de ahora es ver cómo saliendo a la luz , con pelos y señales, todo lo que se sospechaba y algunos sabíamos, no se hace nada para restablecer una competición en buena lid. El blanco en oposición al negreiro. Ese es el quid de la cuestión. La magia (¿blanca?) de Hergé
    versus el malvado y tiránico negreiro.

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Se pasó ocho años @antoniohualde despotricando de Bale porque no hablaba español. Ahora le parece que Bellingham en cambio bien... aunque tampoco habla español.

Sin embargo, creo que le entiendo, aunque no comparta su texto.

Estamos ante un escenario -en fútbol y baloncesto- que puede hacer de 2024 el mejor año deportivo de nuestras vidas.
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