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Cartas de un madridista millennial: ... you get what you can

Cartas de un madridista millennial: ... you get what you can

Escrito por: Pablo Rivas21 mayo, 2023
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Hola de nuevo:

Hace un año, cuando el Madrid encaraba la final en la que conquistaría su decimocuarta Copa de Europa, quise arengarte en la previa del encuentro contra el Liverpool recordando la precisa identificación de nuestro club con el estilo de los Rolling Stones. Lo recordarás: aquello de la voracidad, la letra de Sympathy for the Devil y todo eso. Este curso tan accidentado e inusual, tras las victorias contra los de Klopp, contra el Chelsea y contra el Barcelona en la Copa, y aun a pesar del triste desempeño en la liga doméstica a partir de ese condenado Mundial y de que el sorteo nos emparejase con el rival más poderoso de los últimos lustros, unos pocos llegamos realmente a creer en la posibilidad de un nuevo doblete. Hubiera sido, ay, glorioso. Aunque, al final, la temporada ha elegido para su banda sonora conclusiva un tema menos idílico del repertorio de los Stones: You can’t always get what you want, obra maestra que te recomiendo escuchar mientras lees el resto de la carta.

Llegados a este punto, y antes de que el sabor agridulce nuble nuestro juicio, conviene no escatimar en loas a esta generación de futbolistas. Ni tampoco, por cierto, a los dos capitanes de navío, a menudo tan ingratamente tratados. Hablo, por supuesto, de Zidane y de Ancelotti, ese par de líderes flemáticos que, a pesar de mostrar personalidades tan diferentes -un taciturno con pintas de místico y un bon vivant que derrocha joie de vivre-, han compartido como entrenadores madridistas dos guiones tan repletos de similitudes que asusta.

cuando el antimadridismo balbucea la sonrojante memez de “ser del Madrid es muy fácil”, solo está haciendo gala de su supina ignorancia. La fatua desfachatez de un trapecista que señalase desde su mullida red a otro que se atreve a cruzar la cuerda a pelo

Te refrescaré la memoria. Ambos coincidieron en sendas primeras etapas en el banquillo blanco poderosas y exuberantes, caracterizadas incluso por una cierta anarquía y en las que el desenlace feliz parecía asegurado en cada partido. Ambos coincidieron en dejar, tras sus respectivas marchas, ese aroma nostálgico que caracteriza a las decisiones apresuradas. Ambos coincidieron también en la forma de enfocar sus segundos periplos, regando con confianza a las promesas brasileñas y mientras tanto exprimiendo a los veteranos hasta las últimas gotas, retrasando inevitablemente la transición en la delantera y el centro del campo. Esta última circunstancia, acaso más hija de la necesidad que de la convicción auténtica, redujo por momentos la simpatía de algunos aficionados hacia su labor. Sin embargo, tanto ZZ como Carlo demostraron ser capaces de alcanzar éxitos excepcionales y, los años en que esto no fue posible, supieron retrasar el naufragio hasta la misma orilla. Una hazaña mucho más laudable de lo que suena en primera instancia.

Zidane Ancelotti

Decía Ortega que el esfuerzo inútil conduce a la melancolía. Supongo que algo de eso hay en el arreón postrero de nuestros exhaustos jerarcas, quienes, tras una Champions llena de actuaciones solventes, en la ida de la semifinal dejaron escapar vivo al City y en Manchester no pudieron aguantar el ritmo propuesto por los celestes, siendo incontestablemente arrasados. Me dirás que, dado que yo siempre sostengo que el Madrid es el equipo más literario de la historia, imposible mejor final simbólico que este. Murieron con las botas puestas, etcétera. Pero me temo que el carácter literario del Madrid no se reduce a la coquetería derrotista del “Un bel morir tutta una vita onora”; no, la condición poética del Real se debe a otras causas, y ni constituye un refugio autocompasivo ni se trata de un cliché monotemático. Precisamente por eso las derrotas son tan duras en el conjunto merengue: no existen los asideros retóricos ni nada a lo que aferrarse cuando pierdes. Es el todo o la nada, sin la venda identitaria con la que se autoprotegen muchos otros. De modo que, cuando el antimadridismo balbucea la sonrojante memez de “ser del Madrid es muy fácil” solo está haciendo gala de su supina ignorancia. La fatua desfachatez de un trapecista que señalase desde su mullida red a otro que se atreve a cruzar la cuerda a pelo.

Sobre los antimadridistas habría algo más que decir, por otro lado. Esta semana tuvieron, al fin, el instante de felicidad demasiado tiempo postergado para su salud. La olla exprés soltó el vapor poco antes de explotar, tras dos años de cocción a fuego lento. En uno de esos programas que ilustran la reacción de los aficionados se vislumbraban numerosas caras de júbilo y se escuchaban gritos histéricos. Había expresiones insultantes, de puro odio, que sin embargo no me escandalizaron demasiado: al fin y al cabo, soy consciente de que ese sentimiento circula cotidianamente por sus cuerpos de manera soterrada, intestinal.

Más desagradable me resulta el antimadridismo de los ejemplares menos viscerales, esa gama de comentaristas semicultos que, desde los medios y las redes sociales, aseguran observar la realidad con distancia y disimulan su apasionamiento. Su media sonrisa los delataba, claro. Sus bromas y pullas suelen ser más ingeniosas que las del hincha medio, y además siempre se hallan revestidas de un halo de pretendida ironía. Pero, como Foster Wallace denunció, la ironía a menudo es una coartada, una máscara usada para poder expresar los bajos sentimientos sin sentirse culpable. Por ejemplo, uno difícilmente podría justificar el ver telebasura por puro entretenimiento y solaz; no obstante, si afirma hacerlo desde una distancia irónica, dicha postura cínica mágicamente lo sitúa por encima de esa plebe a la que se desprecia por su ingenuidad conmovida. Del mismo modo, los chistes y la ironía sirven de calzador para las mayores muestras de odio antimadridista, que no tendrían aceptación si se tratasen de colar de forma puramente literal: así, entre guiños, risas y ocurrencias, se popularizan términos deleznables como el de nacionalmadridismo y otras múltiples lindezas de similar calado. En cualquier caso, ni a los viscerales explícitos ni a los antis apenas semiocultos conviene atribuirles demasiado protagonismo. No solo porque representan un rol menor en este resumen de la temporada 2022-23. Sino porque, además, el destino les ha reservado una postrera y dolorosa sorpresa que les ha helado la risa en los labios.

Creo que ya intuyes a lo que me refiero. En efecto, cuando ya se relajaban y se las prometían muy felices, habiendo evitado el pánico de ver coronarse continentalmente de nuevo al Madrid, llegó el fin de semana de la Final Four. No hace falta que te explique cómo se relamían ante la predecible puntilla para un aciago año blanco, en el que otro grupo de achacosos jerarcas veteranos, mermados entre bajas y sanciones, poco menos que acudían al matadero. Y, de repente...

No sé si hiciste caso a mi recomendación y estabas simultaneando la lectura de la carta con la canción de Jagger, Richards y el London Bach Choir. Si es así, te habrás percatado de la sutileza, que no es tal. Y si por si acaso te pierdes, te indico con placer.

 

You can’t always get what you want. But if you try, sometimes you might find you get what you need.

 

El Madrid y los Stones, redundancia.

Nos vemos el año que viene. Saludos afectuosos.

Pablo

Un comentario en: Cartas de un madridista millennial: ... you get what you can

  1. Tremendo documento. ¿Está prohibido felicitar al autor? Era una ironía...uno no está en contra de aquella. El artículo me ha parecido una pieza de lo más valiosa. Ha descrito la realidad social. Le felicito.
    Me he permitido la osadía de difundir un párrafo del texto , citando su autoría -eso sí- , en el foro del diario deportivo de un grande España. Soy un primate superior ,de costumbres.

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Tweets La Galerna

Se pasó ocho años @antoniohualde despotricando de Bale porque no hablaba español. Ahora le parece que Bellingham en cambio bien... aunque tampoco habla español.

Sin embargo, creo que le entiendo, aunque no comparta su texto.

Estamos ante un escenario -en fútbol y baloncesto- que puede hacer de 2024 el mejor año deportivo de nuestras vidas.
Concentración, humildad y ¡a por ello!
¡VAMOS REAL!

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