Zidane y aquello que queremos

Zidane se marcha, o al menos todo (o todos) apunta (o apuntan) a ello. Zidane ha rebasado lo que se espera de una relación aficionado-entrenador, en este caso del Real Madrid Es algo más, es parte de nuestro mundo, de lo que somos. No lo conocemos, pero creemos que sí, nos ha cautivado. Tal vez por su honestidad, que le hace tomar la decisión que cree más oportuna en cada momento sin importar las consecuencias que le acarree; tal vez por su sinceridad, en muchos casos por omisión, que le lleva a callar, a no decir aquello que sabe que va a herir a quien o a lo que quiere; tal vez por su enigmática personalidad, que lo hace magnético y nos lleva a querer saber más porque nunca se desvela entero. Quien se desvela entero pierde la capacidad de atracción sin remedio. Y todo aquello por lo que nos ha cautivado no lo ha llevado a cabo adrede, brota de sí mismo, él es así, él es auténtico, no imposta. Y es auténtico donde más difícil es ser auténtico, en una selva de egos y de intereses económicos disfrazada de juego, disfrazada de deporte, disfrazada de fútbol.

Pero Zidane sabe la verdad, la intuye, porque el conocimiento de Zidane es intuitivo, ve la verdad sin esfuerzo, ve lo difícil con la misma sencillez que el resto vemos una ventana en una ventana. Y la verdad es que la única manera de preservar aquello que queremos es que se acabe antes de que se pudra. Porque todo se pudre. Lo pudrimos nosotros, o lo pudren otros, o lo pudre el tiempo, o se pudre por sí mismo, o de todo un poco, que suele ser lo más habitual.

Nunca deseamos que aquello que queremos se acabe, aunque la experiencia nos diga que aquello que queremos llegó porque aquello otro que quisimos se extinguió, o lo extinguieron, o lo extinguimos. Entonces fuimos incapaces de creer que habría algo mejor, porque lo anterior formaba parte de nosotros, era nosotros, y no podíamos imaginar más allá. Sin embargo, tiempo después, cuando disfrutábamos de la nueva realidad, agradecimos en secreto que se hubiera muerto la antigua, porque si no, no estaríamos disfrutando de ese presente que ahora somos y que pensamos que es el verdadero, que el otro solo fue una preparación inevitable.

Nos sentimos culpables de que Zidane se vaya porque hubo un momento en el que pensamos que queríamos que desapareciese, como se desea que desaparezca una pareja con quien ya no queremos estar, pero no tenemos el valor de romper o pensamos que le haremos un daño irreparable y ansiamos que ocurra algo externo que destruya aquello sin que nos haga sentir responsables, para poder seguir viviendo sin culpa y, en cierto modo, víctimas de ello también, y saborear ese papel y la nueva realidad en secreto, en la soledad del cobarde que consigue lo que quiere sin mover un dedo.

Ahora nos sentimos mal porque hace no mucho habíamos deseado que se marchase, que entrase aire fresco, que se produjese un cambio que vimos tan obvio como necesario. Ahora no pensamos igual y nos sentimos mal. En el fondo, creemos que tiempo atrás ayudamos a que Zidane se sintiese mal y eso ha podido empujarle a tomar la decisión de irse. Nos arrepentimos y queremos que ahora quede muy claro que le apoyamos, que no deseamos que se vaya, queremos que sea notorio nuestro sentir. No nos puede hacer esto, si se va nos va a quedar un pequeño sentimiento de culpa, tal vez debimos tratarlo mejor, tal vez no debimos escribir aquello sobre él, tal vez debimos ser más prudentes sobre lo que no conocíamos y el porqué de sus decisiones.

Ocurra lo que ocurra, Zidane es el mejor termómetro posible de la realidad. Zidane es como el canario de los mineros. Si está, es que el ambiente no es tóxico, se puede respirar. Si se va, es que es necesario un cambio y él sí ve que necesita marcharse para que ese cambio se produzca y beneficie al Madrid. Porque él siempre tiene presente que es un empleado del Madrid, él no se ve como un mito con vaqueros rotos y zapatillas deportivas. Él siempre actúa como alguien que es capaz de abstraerse a la pasión y tomar la decisión más adecuada en cada momento, y no hay casi nadie así. Por lo tanto, si se produjere su pérdida, estemos tranquilos, porque será lo que necesite el Madrid, por muy duro que sea de asumir, por mucho tiempo que nos duela. Y además, Zidane seguirá incorrupto, algo casi imposible en estos tiempos.

Fotografías: Imago