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El Liceo francés y el Real Madrid

El Liceo francés y el Real Madrid

Escrito por: Athos Dumas15 enero, 2019
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A finales del siglo XIX, y como en otras ciudades y países de Europa Occidental, hubo un interés creciente en Madrid por la práctica de aquel deporte importado de Inglaterra por entonces llamado foot-ball. En España, como se sabe, dicho deporte se empezó practicando en la provincia de Huelva por trabajadores británicos en las minas de Río Tinto. Y el Recreativo de Huelva se fundó oficialmente en 1889, siendo el club Decano en España.

En Madrid, se practicaba en descampados polvorientos, merced a estudiantes que habían tenido el privilegio de haber viajado a tierras británicas. En 1897 se fundaron los primeros clubs en Madrid, entre ellos la Sociedad de foot-ball (conocido como “La Sociedad”), que posteriormente pasaría a denominarse como Sociedad Foot-Ball Sky, y la Association Sportive Française.

Este último club se fundó dentro del seno del Liceo Francés de Madrid, colegio laico francés que es, por cierto, el de mayor número de alumnos de toda la red mundial de Liceos franceses. No hay mucha documentación al respecto de este club, sabemos que en 1902 pasó a denominarse Association Sportive Amicale y que tenía una sana rivalidad con el Sky, en forma de numerosos encuentros amistosos, ya que ambos clubes tenían como vínculo común la célebre Institución Libre de Enseñanza, origen de le educación laica y privada en España.

Como es bien sabido, el Madrid Foot-ball Club, origen de nuestro Real Madrid C. de F., fue fundado en 1902, fruto en parte de la paulatina desaparición de la Sociedad Foot-Ball Sky (en la que llegaron a jugar los hermanos Padrós, Julián Palacios, los hermanos Giralt y los hermanos Meléndez, todos ellos importantísimos componentes del Madrid en sus inicios, ya bien fuese sobre el terreno de juego o en los despachos). En 1904, el Madrid, viendo venir como una amenaza dentro del fútbol madrileño la aparición del Athletic Club de Madrid – filial del Athletic de Bilbao - , decidió crecer absorbiendo a dos grandes del fútbol madrileño, el Moderno Foot-Ball Club, campeón de Madrid en 1903, y la Association Sportive Amicale, entre cuyos futbolistas más importantes destacó Pedro Parages, antiguo alumno del Liceo Francés de Madrid.

Precisamente Parages fue una de las primeras figuras del Madrid C.F., conquistando como jugador titular cuatro Copas del Rey seguidas (desde 1905 a 1908), marcando en dos de ellas con sus compañeros Prast, Berraondo, los hermanos “Patache”, Armando Giralt y el guardameta Alcalde como jugadores más destacados.

Pedro Parages pasó posteriormente a formar parte de la Junta Directiva del Madrid, llegando en 1916 a ser elegido Presidente de la entidad, cargo que ocupó hasta 1926. En su mandato, concretamente en 1920, el Madrid CF recibió por parte de Alfonso XIII su corona de Real. Bernabéu, que jugó – y ganó títulos, entre ellos la Copa del Rey de 1917 – bajo la presidencia de Parages, siempre dijo de Don Pedro que “…fue la gran figura fundacional del Real Madrid Club de Fútbol…” En esos 10 años de presidencia el Madrid logró 3 Copas del Rey y 8 Campeonatos de Madrid.

No fue Parages el único presidente del Real Madrid procedente del Liceo Francés de Madrid. También fue alumno destacado Rafael Sánchez Guerra, periodista y político: Don Rafael presidió durante una época muy complicada (1935-1936) nuestro club, denominado Madrid Club de Fútbol bajo la II República, conquistando la Copa de España en 1936 (contra el Barcelona en Valencia, con la célebre parada de Ricardo Zamora al penalti lanzado por Escolá) y dos subcampeonatos de Liga. Recordemos que, desde 1936 a 1939, el club no tuvo actividad deportiva a causa de la Guerra Civil, y que estuvo a punto de desaparecer por motivos de quiebra económica.

Los vínculos entre el Liceo Francés y el Real Madrid son pues muy notables desde siempre. Sin embargo, el vínculo más conocido es el que supuso la llegada de Don Raimundo Saporta a la directiva del club en 1952. Saporta era alumno del Liceo desde 1941 – procedía de un liceo parisino y él y toda su familia, todos de origen sefardí, llegaron a Madrid huyendo de la guerra y del nazismo. He de decir con gran orgullo que uno de los profesores que tuvo Don Raimundo en el Liceo fue mi padre, que le impartió clases de contabilidad y de dactilografía, que indudablemente le sirvieron para su futuro como financiero en el Banco Exterior de España.

Saporta, deportista mediocre, pronto se apasionó por el baloncesto, deporte que se cultivaba – y se sigue cultivando con mimo – en el Liceo Francés, y desde 1942 - a sus 16 años – fue elegido delegado del equipo de baloncesto, cargo que siguió compaginando con sus primeros empleos remunerados hasta 1948, año en el que fue nombrado tesorero de la Federación Española de Baloncesto por el entonces presidente, el General Jesús Querejeta. Durante sus años de delegado en el Liceo, el equipo de baloncesto creció hasta ganar dos campeonatos de Castilla (1951 y 1952), con jugadores legendarios, también exalumnos del Liceo Francés como Ignacio Pinedo (que llegó a ser jugador internacional y entrenador del Real Madrid, muriendo prácticamente en la cancha como entrenador del equipo en una final de Copa Korac ante el Clear Cantú en 1991), Arturo Imedio, Juan José Vías o José Antonio Muñoz (todos ellos fueron internacionales y jugaron en el Real Madrid también). En el Liceo también destacaron sus dotes de organizador de torneos en el deporte de la canasta. Fue precisamente en 1952, tras perder el Madrid la final del campeonato de Castilla ante el Liceo Francés en el Frontón Fiesta Alegre, cuando Don Santiago Bernabéu conoció a Saporta. Estaba Don Santiago queriendo organizar un gran torneo de baloncesto para conmemorar las Bodas de Oro del Club, cuando se dirigió a la FEB para conseguir un buen coordinador para el evento. Y el General Querejeta le recomendó a su ya por entonces Vicepresidente, Saporta, que organizó un campeonato ya considerado como mítico que disputaron entre el club anfitrión, el Racing de París, la selección de Puerto Rico y un combinado norteamericano, Lakenheath Pirates.

La organización de dicho torneo fue tan perfecta que, a los pocos días, Bernabéu le ofreció el puesto de tesorero en el Real Madrid a Saporta. Además de sus dotes financieras y de organización, Saporta tenía una cualidad muy poco común en su época: el don de los idiomas, con su perfecto dominio del francés y su buen manejo del inglés, además de su proverbial riqueza multicultural y sus dotes de diplomacia.

Ya es bien conocida su participación en la creación de la Copa de Europa de fútbol, junto a la Federación Francesa de Fútbol (FFF) y al diario L’Equipe, pero no hay que olvidar que tuvo mucho que ver en la gestación de la Liga Nacional de Baloncesto en 1957 (con seis equipos al principio, el Real Madrid, el Joventut, el Estudiantes, el Barcelona, el Aismalibar y el Orillo Verde). También participó activamente en  la Copa de Europa de baloncesto que nació en la temporada 1957-1958; ya por entonces Saporta era miembro de la FIBA y, por lo tanto, también uno de los padres de la nueva competición junto a mitos como Bora Stankovic o Robert Busnel.

Hay todavía más vínculos entre el Liceo y el Real Madrid, y aún existen a día de hoy. Sin ir más lejos los cuatros hijos de Zinedine Zidane han pasado por las aulas de dicho colegio (los más pequeños siguen estudiando allí) , y tanto su primogénito Enzo como su segundo hijo Luca ya han debutado en el primer equipo, mientras que Théo y Elyaz  juegan en las categorías inferiores en Valdebebas.

¡Larga vida a dicho vínculo!

24 comentarios en: El Liceo francés y el Real Madrid

  1. Una pequeña rectificación, con todo el respeto; la parada de Zamora en la final de 1936 no fue a un penalty, fue a un lance normal del juego.
    Un saludo

  2. Buenas tardes, de su excelente artículo, que he leído con sumo interés, se deduce en una de sus frases que el club en el trienio 1936-1939, no tuvo actividad deportiva algo con lo que no estoy de acuerdo y estuvo a punto de desaparecer, ( puede ser), por problemas económicos, en definitiva que alguien no bien informado puede llegar a la conclusión que el club como tal no existió en la zona republicana, que desapareció como el Atlético de Madrid el 18 de Julio de 1936, a continuación demostraré con dos artículos que no son míos que esta idea es falsa y que llegar a esta conclusión es un error que involuntariamente se deduce de alguna de sus frases
    1) El Madrid no tuvo actividad deportiva.
    Sólo en Agosto del 36 ya jugó algún partido internacional de carácter amistoso con el fin de recaudar fondos
    Pero mejor que yo lo explica admirablemente D. Antonio Valderrama en su genial artículo La Guerra de Los Buenos y Los Malos, entre paréntesis

    (Les voy a contar una historia. Sobre fútbol, guerra y solidaridad. Andando en el tiempo, quienes se comportaron con mezquindad en esta historia son percibidos a lo ancho del mundo como baluartes de lo bello, de lo humano. Hay quien, atribuyéndoles cualidades taumatúrgicas, los considera paladines de la democracia, adalides de lo bueno. Al contrario, quienes se portaron con gallardía y gentileza, han sido olvidados, o en el gran público han quedado sujetos a una suerte de servidumbre moral que les condena al purgatorio que lleva siempre aparejada la etiqueta el equipo del gobierno. Cosas veredes, que escribió el manco de Complutum, que algo nos conocía a los españoles. No obstante, les voy a contar una historia.

    Estamos en octubre de 1936. España en erupción, ya se lo figurarán ustedes. Con Madrid a punto de sufrir un asedio cuya dimensión devastadora no era conocida por los hombres hasta ese momento, en el país se sigue jugando al fútbol. Valencia y, en mayor medida, Cataluña, estaban relativamente alejadas del frente. En estos territorios continuaban programándose los torneos llamados Super-Regionales. Con las competiciones nacionales, naturalmente, interrumpidas, la Federación Catalana de Fútbol continuaba organizando el célebre Campeonato de Cataluña, el torneo regional más antiguo y prestigioso del balompié español hasta la creación del Campeonato Nacional de Liga, en 1928. Esta competición fue, junto con la Liga del Mediterráneo de 1937, el cordón umbilical entre el foot-ball y la vida civil en la España republicana durante la guerra.

    En ese mes de octubre de 1936, El Madrid Club de Fútbol resistía de milagro las cornadas de la guerra. Le había ganado la Copa al Barcelona meses antes, en junio, en la mítica final de Mestalla. Con 51 años, el madrileño Paco Brú seguía siendo el entrenador. No obstante, no había nadie a quien entrenar, ni donde hacerlo. El club fue incautado por el Frente Popular, a petición de sus socios (los que quedaban en Madrid y eran, naturalmente, de izquierdas), el 2 de agosto de 1936. La Junta Directiva presidida por Rafael Sánchez Guerra, fue depuesta por un Comité Directivo formado por Juan José Vallejo, representante de la Federación Deportiva Obrera, y asesorado por Pablo Hernández Coronado, el viejo hombre del club que junto con Brú se mantenían navegando entre las turbulentas olas que azotaban el peligroso Madrid revolucionario del verano del 36. El 4 de agosto, la sede del Madrid en el Paseo de Recoletos fue incautada también, así como las modernísimas instalaciones que el Club tenía en Chamartín, con su pionero Estadio: el 18 de agosto, el recién creado Batallón Deportivo estableció su cuartel general en la sede del club, y se aprehendió del Estadio de Chamartín para destinarlo a campo de entrenamiento de los reclutas que se iban alistando para ir a morir al Jarama.

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    Paco Brú no había abandonado la ciudad. Defensa en su juventud, había dirigido luego a la primera Selección Española de Fútbol en los Juegos Olímpicos de Amberes. Vencedor en el Campeonato de Cataluña con el Español y con el Barcelona, llevaba desde 1933 entrenando al Madrid. Desde la final de Mestalla, el equipo no había jugado más que un amistoso en Chamartín frente a un combinado soviético. Fue el partido a beneficio de las víctimas de “La lucha contra el fascismo” disputado el 18 de agosto de 1936, con el club ya colectivizado, del que se guarda la fotografía única de los once madridistas (los que se pudieron llamar y que continuaban en la zona republicana) con el puño en alto. En medio de la catarsis humana que sacudía Madrid, el 3 de octubre la Federación Española de Fútbol, también colectivizada, suspendía el Campeonato Nacional de Liga previsto para la temporada 36-37, al tiempo que dejaba a cada federación territorial permiso absoluto para celebrar sus competiciones regionales. De modo que Paco Bru se marchó a Barcelona tras convenirlo con el Madrid -a esas alturas, el club eran él, Hernández Coronado y Carlos Alonso, el encargado del Estadio de Chamartín- para tocar las puertas adecuadas y conseguir a través de sus contactos en Cataluña que aceptaran al Madrid en el Campeonato de Cataluña que estaba a punto de comenzar.

    Este campeonato constaba, en su edición de 1936, de dos categorías. En la A, jugaron Barcelona, Sabadell, Gerona, Español, Granollers y Badalona. En la B, Martinenc, Club Deportivo Europa, San Andreu, Vic, Sans, Tarrasa, el Júpiter y el Horta. El 11 de octubre, Mundo Deportivo titulaba así el interés del campeón de España por disputar el campeonato catalán: “Una noticia sensacional: Paco Brú, entrenador del Madrid, está en Barcelona gestionando la inclusión de su club en el campeonato de Cataluña. El Madrid cuenta con todo su equipo menos Quincoces, Eugenio y Leoncito, a los que sorprendió la sublevación en ciudades dominadas por los facciosos”. El propio Brú explicaba al reportero del periódico barcelonés que acometían la iniciativa para huir de la inactividad a que los abocaba la suspensión de las competiciones en Madrid a causa de la guerra. Contaba con la “excelente acogida” de los primeros espadas del fútbol catalán, Español y Barcelona, y solicitaba la inclusión del Madrid en la categoría A, al tiempo que esperaba finiquitar las negociaciones al término de esa semana. Se esperaba que “el potente equipo” del Campeón de España y subcampeón de Liga revalorizase el Campeonato de Cataluña, del que ya llevábanse jugadas dos jornadas. Todos salían, a priori, ganando y la cosa parecía hecha.

    No obstante, en esta historia, los que hoy se venden como querubines de etérea bondad, iban a revelarse pronto como adictos a la vileza ladina: esa que enturbia los negocios más inocentes a fuer de envenenar cualquier atmósfera con la dosis precisa de suspicacia. El 13 de octubre, reunidos en Consejo todos los clubes de la Categoría A en la sede de la Federación Catalana de Fútbol con Paco Brú, se acordó aplazar la decisión final una semana, a petición del delegado del Fútbol Club Barcelona. Rossend Calvet, a la sazón miembro del Comité Directivo del Comité de Empleados que había auto-confiscado el Barcelona antes de que lo hiciese la CNT-FAI, pidió tiempo para “cambiar impresiones con los elementos que forman el Comité del Club antes de contestar de un modo definitivo”. Brú, impelido desde Madrid, ya había alquilado un chalet en el pueblo de El Masnou con objeto de concentrar allí a sus jugadores, de los que se publicó una lista inicial de convocados: Espinosa, Alberty, Ciriaco II, Quesada, Bonet, Pedro Regueiro, Sauto, Villa, Bonet, Valle, Marín, Luis Regueiro, López, Herranz, Lecue y Emilín. Se concretaron además dos puntos: el Madrid no competiría por el título, de manera que sus victorias no computarían en la clasificación general del Campeonato de Cataluña, y en los partidos que hubiese de jugar fuera de Barcelona compartiría la taquilla con el club local de turno. Quedó apalabrado que el equipo jugaría en Les Corts, a pesar de que el Español había puesto a su disposición Sarriá; el Madrid pagaría por ello dos mil pesetas a la Unión Deportiva Sans por el perjuicio económico que pudieran causarle dada la cercanía entre Les Corts y el campo de este club.

    El trámite para incluir al Madrid en el torneo catalán no tardó demasiado en convertirse en “Lo del Madrid”: el 16 de octubre, el propio Rossend Calvet declaraba a la prensa que todo se paralizaba de momento al no existir acuerdo, puesto que el Barcelona no deseaba que “de ningún modo” se “alterase el Campeonato de Cataluña” ni que éste pudiese “perder su esencia y sus características”. La cuestión empezó a dilatarse de manera absurda mientras seguían llegando partes de guerra desde Madrid cada vez más preocupantes: el avance del Ejército de África del General Franco era imparable desde el sur, y las milicias republicanas retrocedían continuamente hacia el centro de la península. Nadie sabía dónde estaba Ricardo Zamora, y todos los días se amanecía con nuevas informaciones que anunciaban su detención aquí o su fusilamiento allí, por católico y adicto a los facciosos. Se sucedían los comunicados a través de la prensa: el Barcelona negaba su oposición a la participación del Madrid en el campeonato, aclarando su afecto hacia el “club amigo leal que fue el primero en tenderle la mano cuando en los días aciagos de la Dictadura (de Primo de Rivera) se cerró el campo de Les Corts”. Todo parecía, así, un asunto técnico. Fechas, puntuación, y esas cosas.

    Pero el 21 de octubre, la Federación Catalana anunciaba que no había quórum: todos los clubes de ambas categorías estaban de acuerdo en recibir al Madrid, excepto el Barcelona, por lo que se rechazaba la proposición al no existir unanimidad en un asunto que concernía a los estatutos del campeonato. Circularon rumores, luego desmentidos por los interesados, de que los equipos de la B se negaban a acoger al Madrid, falseamiento que indignó sobremanera a estos equipos. De inmediato, el sindicato de futbolistas elevó una queja a la Federación por el desamparo en que se abandonaba a los “camaradas del Madrid”; la protesta iba aparejada a una amenaza de huelga general si no se admitía al equipo blanco. Paco Brú reconocía en la prensa, frustrado, que la negativa del Barcelona había embarrancado el proyecto. Los responsables del club azulgrana se quejaron de que Brú “no había tenido la delicadeza de presentarles la petición”, algo desmentido por el propio entrenador madridista en una conversación con el periodista de El Mundo Deportivo reproducida en las páginas de la edición del 22 de octubre. La animosidad de clubes y Sindicato contra la Federación Catalana y el Barcelona crecía con el paso de los días: se denunciaban llamadas telefónicas anónimas y documentos extraños que rechazaban la inclusión del Madrid en nombre de los clubes del Campeonato catalán, lo que encolerizó a algunos y desanimó a otros, en especial a los delegados del Madrid, que deshicieron el alquiler del “espacioso chalet” de El Masnou y dieron por terminadas las negociaciones. En un Consejo al que no asistió el Barcelona, la Federación mantuvo su postura, a lo que el Sindicato, dirigido por un futbolista del Barcelona (Pedrol) contestó con otro órdago: si el Madrid tenía a bien desplazar a sus jugadores a Barcelona, el Campeonato de Cataluña continuaría con su participación, obviando cualquier posible retirada de otros equipos, en explícita referencia al Barcelona: “si quieren retirarse, allá ellos, ya habrá quien los sustituya”.

    La cuestión se enconó transformándose en un pulso entre el Sindicato y la Federación. No obstante, la guerra vino a interceder a favor del Barcelona y la Federación Catalana. A principios de noviembre de 1936, Madrid estaba a punto de caer. El gobierno de la República había huido a Valencia, y los rifeños de Franco asomaban los bigotes por Moncloa. Los jugadores madridistas, de común acuerdo, decidieron “contribuir a anular el esfuerzo faccioso sobre la capital de la República”, estimando como su deber defender la ciudad. El Español terminó conquistando aquel Campeonato de Cataluña, aunque la historia que les he contado no es sino el primer libro del Antiguo Testamento: Madrid Club de Fútbol y Fútbol Club Barcelona estaban ya, ambos, parados a cada ladro del tablero, en las posiciones que todavía ocupan hogaño. Un tablero en el que se juega una partida cuya naturaleza trasciende el fútbol desbordándolo por la orilla de la hidalguía.)

    Saludos blancos, castellanos y comuneros

      1. Buenas noches y muchas gracias por sus amables palabras, aunque el mérito es de D. Antonio Valderrama, que hay días que esta mágico. Su esfuerzo D. Athos y el de otros articulistas por recuperar nuestra verdadera historía a la cual soy muy aficionado es impagable.
        Saludos blancos, castellanos y comuneros

  3. Buenas noches en este artículo que pongo a continuación se demuestra que el Madrid sobre todo desde el Momento en que el Cómite Obrero que lo incautó dejo el mando del club a D. Antonio Ortega, el Madrid tuvo actividad social y deportiva, evidentemente a un nivel no profesional. El artículo se titula El Noveno Presidente es también de D. Antonio Valderrama, y va camino a la leyenda. Entre Paréntesis
    Nota. Este artículo puede molestar a un amplio sector del foro, no hace falta que les diga porque

    (Cuando repaso la Historia del Madrid, sea con ánimo investigador, o por mero esparcimiento, procuro detenerme casi siempre en el trienio comprendido desde 1936 a 1939. Hay muy poca información acerca de los avatares por los que hubo de atravesar el club a lo largo de la Guerra Civil. Es complicado, presumo, reconstruir fidedignamente la trayectoria de una entidad deportiva en mitad de un enfrentamiento tan colosal como fue aquel, hace ya 80 años. Sobre todo, la levedad del foot-ball y su condición de sport marginal, puro entretenimiento de segunda clase en aquel tiempo comparado con los toros, el cine o el teatro, enrevesa la búsqueda de información contrastada acerca de cómo sobrevivió el Madrid Club de Fútbol a la lucha fratricida que rompió España y quiénes fueron los protagonistas de aquella epopeya agónica que durante mucho tiempo tuvo al club al borde de la desaparición. No obstante, buceando, algo se encuentra.

    La primera noticia que tuve del coronel Antonio Ortega fue una entrada en el blog de culto por antonomasia del madridismo del siglo XXI, Madridistas ateos. En un pequeño post titulado “El equipo del gobierno”, leí: “-antonio ortega, militante comunista, coronel del ejército popular republicano. tras la guerra fue detenido y ajusticiado.” Todavía, las vivencias del Madrid durante la guerra eran para mí un pasaje desconocido. Por circunstancias posteriores, me vi buceando en Internet, empeñado en hilar un relato sólido y coherente del devenir madridista durante aquellos años. Partiendo siempre, naturalmente, de datos inconexos y fragmentados, aparecidos aquí o allí, en ésta o en aquella otra página, blog o noticia desperdigada. La historiografía tradicional de la que hice acopio desde la infancia y que habitaba la profundidad abisal de mi biblioteca desde hace casi veinte años, apenas mencionaba nada de esos años. La reciente Historia del Real Madrid contada por ABC simplemente salta desde el año 36 al ambiguo período definido como “Entre 1939 y 1956”; la trilogía editada por Marca llamada Museo Blanco: la Historia gráfica del mejor club del mundo, abrevia con un sucinto “Temporada 1938-1939: tras la tempestad, de nuevo el fútbol. La Guerra Civil había suspendido durante casi tres años las competiciones. El 14 de mayo de 1939 se inicia el único torneo que se disputa en España, ya que la Liga no se reanuda hasta la campaña siguiente.” La Historia Gráfica del Real Madrid, de AS, publicada en 1997, tiene el honor de ser mi primer tesoro documental madridista. En ella sólo se dice que “La guerra frena un gran Madrid: la guerra civil destroza un gran Real Madrid, que durante la República había ganado dos Ligas consecutivas. Se ficha a Lecue y al húngaro Kellemen.” ¿Quién era, entonces, aquel Antonio Ortega?

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    El Madrid ha tenido desde 1902, según la web oficial del club, 16 presidentes. Sólo Adolfo Meléndez y Florentino Pérez repitieron mandato. Sin embargo, en la web no se hace referencia alguna ni a Juan José Vallejo, el representante del comité de la Federación Deportiva Obrera que incautó el Madrid en verano de 1936 relevando a Rafael Sánchez Guerra, ni a su inmediato sucesor, Antonio Ortega. El hecho es que en un momento indeterminado del año 1937, el coronel del Ejército Popular Antonio Ortega Gutiérrez, natural de Burgos, nacido en 1897, accedió a la presidencia del Madrid Club de Fútbol. En aquel momento, como he escrito ya en esta página, el Madrid Club de Fútbol sólo poseía nominalmente las modernísimas instalaciones del Estadio de Chamartín, de facto campo de entrenamiento y cuartel del Batallón Deportivo. Pablo Hernández Coronado, el secretarísimo, hombre fuerte del club y al que la institución debe probablemente la supervivencia en este período, y Carlos Alonso, son quienes sostienen la entidad. Ortega, teniente de carabineros al estallar la sublevación contra la República, gobierna San Sebastián en los primeros compases del enfrentamiento y llega a Madrid justo antes de que comience la histórica defensa de la capital: destaca ante Miaja y rápidamente asciende a la par que el partido en el que milita, el Comunista, ocupa la totalidad de los estamentos de poder del gobierno republicano. En este contexto, designado Director General de Seguridad (sucediendo a Wenceslao Carrillo) , el coronel Ortega es un oficial maduro de 40 años excelentemente posicionado dentro de la élite comunista que arropó la llegada al Gobierno del Presidente Negrín.

    Amén de una declarada simpatía por los colores madridistas, la elección de un destacado militar afín al Partido Comunista como presidente de uno de los clubes punteros de aquel sport en auge como era el fútbol, respondía a la estrategia definida por este partido de ocupar todas las posiciones sociales de relevancia dentro de la España republicana en el segundo año de la Guerra Civil. Sin embargo, desde uno y otro bando se alzaban voces, más o menos relevantes, que desdeñaban aquel divertimento pequeñoburgués del “balompié”: Jacinto Miquelarena escribía en Marca (en la España sublevada), en 1938, nada menos que “el fútbol era entonces una orgía de las más pequeñas pasiones regionales y de las más viles. Lo dije claramente. Casi todo el mundo era separatista -y grosero- frente a un match para el Campeonato de España. El bizcaitarrismo se daba tan bien en las gradas de San Mamés como en la tribuna de Chamartín. En la mayoría de los casos, el madridista era un bizcaitarra de Madrid; es decir, un localista, un retrasado mental”, al tiempo que subrayaba en el mismo artículo el que quizá fuera un factor de cierta importancia a la hora de conducir los pasos de un coronel del Ejército Popular, bragado, duro y con cierta fama siniesta, a la dirección del Madrid: “Yo advertí que el fútbol estaba haciendo política. Fabricaba incomprensiones, fabricaba odios y recelos y derivaba el camino de la juventud a fuerza de arrebatar su generosidad y de canalizarla hacia el clan, hacia la secta, hacia la órbita infinitamente pequeña del club.”

    Es probable que a Antonio Ortega no le gustase el fútbol. En una entrevista al magacín Blanco y Negro, reconocía en 1938 que “no veía mucho futuro al balompié” pero pretendía que “el club merengue tuviera un estadio acorde a su señorío”. Este es el documento periodístico más valioso que he podido encontrar rastreando en la ciénaga global de Internet: firmado por “Derby”, el encabezamiento demuestra que si bien en 1937 los periodistas ya dejábanse llevar por el titular fácil -ese que hace gotear el colmillito, siempre al acecho de la menor de las simplezas-, todavía conservaban ese prurito cultureta tan inencontrable en nuestros días: “Ortega, un presidente manu militari”. En unas pocas preguntas, se nos desvela parte del espíritu de aquel hombre que, poco conocido hoy, fue uno de los culpables de la desaparición, tortura y asesinato de Andrés Nin, el célebre líder del POUM: escisión del PC que, para ponerles un poco en perspectiva, mantuvo por aquellas fechas una micro-guerra civil en Barcelona y al que desde Madrid se ordenó descabezar, aplastar y limpiar, bajo supervisión de Alexander Orlov

    Antonio Ortega Gutiérrez fue, como pueden ver, un personaje interesante, cuanto menos. Por las mismas fechas en que andaba de lleno metido en el fregado de lo de Nin, declaraba a Blanco y Negro que “la nueva práctica del deporte, aplicada a la guerra, ha evitado en primer lugar, el preciosismo y la exhibición, y ha conseguido que los soldados, libres de antaños prejuicios, fortalezcan sus músculos, alimenten sus pulmones y posean una resistencia esencial hoy en cualquier clase de combate.” Palabras en las que, hilando por lo fino, se podría encontrar incluso el más remoto precedente del vertiginoso fútbol moderno, hipermusculoso y carente de ornamentación huera de fuerza. Leyendo la transcripción del diálogo con Ortega, uno observa la profunda concentración del militar en el entrenamiento y perfeccionamiento de los ciudadanos-soldados que defendían Madrid y la República: infiero que su papel como presidente del Madrid era tan testimonial como el rol marginal a que el Club, privado el año anterior de toda participación en Superregionales catalanes y valencianos, se veía abocado por la situación bélica. “El Madrid, y yo estimaré mucho que así sea, debe conseguir el mejor campo deportivo de España, el más importante estadio”, decía Ortega, anticipándose a lo que conseguiría décadas después Santiago Bernabéu: probando, si me permiten la observación acientífica, la naturaleza aventajada del ingenio de muchos de los hombres que han dirigido este club a lo largo de los tiempos. “Madrid, que ha ganado su capitalidad, debe tener todo aquello que poseen otras ciudades que han sido más frívolas con relación a la guerra. Todos, entonces, debemos ayudar al gran club, sin olvidarnos de otros de la misma región. Estos vendrán después, pero colaborando todos para la gran obra del mejor terreno deportivo de España, habremos hecho desaparecer antagonismos viejos.”. ¡Casi me pongo a canturrear eso de Madrid, Madrid, de lejos y de cerca, nos traes hasta aquí!

    Ortega difería, eso sí, en la adivinanza del futuro: advertía que vendría un fútbol en el que “no se comerciará con las fichas ni con los «ases» y la juventud. En las mañanas de descanso practicará libremente su deporte; al aire libre, en maillot, fortaleciendo su organismo y acumulando reservas físicas para las nuevas jornadas de trabajo”. Visión ésta, absolutamente equivocada, influida por la aversión al mercantilismo tan propia del comunismo del que el coronel Ortega era feligrés. No en vano, ya en 1936, la profesionalización general del balompié era una tendencia irresistible que continuaría, en la década de los 40, hasta establecerse en los límites industriales del negocio actual.

    Bajo la presidencia efímera de Ortega, apenas se jugaron partidos de exhibición. El trabajo constante de Hernández Coronado permitía organizar eventos deportivos, “Olimpiadas Militares”, amistosos para la beneficencia y un sinfín de actividades que sin duda tenían como objeto destacar la utilidad del Madrid como institución deportiva y social en la atmósfera perturbada de una ciudad en guerra. Es curiosa la anécdota de la Copa Trofeo, impulsada por Hernández Coronado como una competición que enfrentaba a las distintas brigadas del Ejército del Centro y cuya organización corría a cargo del Madrid. “El premio que se otorgará a los vencedores del Trofeo Ejército del Centro no será, para salirnos de lo corriente, ninguna copa. Es criterio sustentado por nuestro actual presidente, el coronel Ortega, en quien el Madrid y la afición deportiva ha encontrado un ilustre defensor”, decía el secretario del club, y es posible percibir la huella austera de este coronel controvertido que dirigió los destinos del mejor club del siglo XX en la noche más oscura de la entidad, cuando los laureles de las victorias y del reconocimiento internacional quedaban tan lejos como la Luna y eran, seguramente, tan insospechados como lo es hoy la posibilidad de viajar hasta Plutón. La gestión de Ortega, por utilizar un neologismo, se apoyó en un uso instrumental del Club y sus instalaciones para las necesidades de la guerra, que todo lo atrapaba con su hedor de muerte. Estableció tres tipos de cuotas para quienes se acercaran a la institución: una para socios, otra para combatientes y otra para quienes no fueran ni una cosa ni la otra. Con esto y con la explotación de la piscina de Chamartín, orgullo gimnástico del club a falta de actividad balompédica, el Madrid renqueaba sobreviviendo a los bombardeos de Franco y al resbaladizo ambiente de intrigas en que hormigueaba la capital republicana.

    Antonio Ortega Gutiérrez fue ejecutado por garrote vil el 15 de julio de 1939, en el castillo de Santa Bárbara de Alicante. Había permanecido fiel a Negrín hasta el final de la República, y una vez tomada Madrid por las tropas del General Franco, su sentencia de muerte fue tomada de manera sumarísima. A pesar del ostracismo oficial que parece pender sobre él, a modo de póstuma sentencia dictada desde el Real Madrid, creo conveniente anotar estas consideraciones sobre su figura en un artículo como éste. Me van a permitir la licencia.)
    Saludos blancos, castellanos y comuneros

    1. Buenos días M.67, y gracias por tus amables palabras, el mérito es de D. Antonio Valderrama, D. Athos y otros articulistas, sólo me remito a reproducir estos fantásticos artículos para que no se olvide, ni manipule nuestra historia, por ejemplo hoy he aprendido algo y es que el Sr. D. Raimundo Saporta provenía del Liceo Francés algo que desconocía por completo y de ahí su afición por el baloncesto. Por cierto que en mi opinión falta en La Galerna una serie de artículos sobre el papel de D. Raimundo en la historia del Madrid, algo así como la trilogía que dedico D. Manuel Matamoros a la figura de D. Santiago y que es lo mejor publicado aquí en La Galerna en sus ya 3 años largos de existencia. Un artículo que cuente como sintonizaron tan bien y formaron tan buen equipo D. Santiago y D. Raimundo, ya que ambos provenian de mundos y culturas muy distintas o quizás fue por eso, ¡ Quien sabe!. Hay dejo la idea.
      Saludos blancos, castellanos y comuneros

  4. Entro en La Galerna después de varios días y me parece ver la puerta del Liceo en una foto de la tira de cabecera. "No puede ser, seguro que he mirado mal - pienso para mis adentros - ¿qué pinta la puerta del "cole" en La Galerna?"
    Gracias Athos por responder a esa pregunta, y por emocionarme un poquito al ver cómo "mi" Liceo estará para siempre ligado con "mi" Madrid.

    1. Pues me alegro mucho, amigo Henry! También es “mi” cole y desde hace tiempo sentía que le debía un homenaje. Ya sabía lo de Saporta y el equipo de baloncesto, y alguna cosa más de fútbol, y me puse a indagar. Tienes que entrar más a menudo en La Galerna! Un abrazo lycéen.

  5. Muy buen artículo y muy interesante, sobretodo para dar a conocer esa parte de la historia del club que poco se da a conocer. Ojalá en el futuro nuevo Bernabéu hubiera un espacio del museo dedicado a estos temas.

  6. Gran colegio, además de su influencia en el Real Madrid, fue el colegio de los componentes de Nacha Pop, mi grupo de música español favorito.

  7. Es decir, AthosDumasE, que Saporta, además de tener un importantísimo papel e el fichaje de Don Alfredo Di Stéfano, lo tuvo en la creación de las copas de Europa de fútbol y baloncesto, y en la creación de la liga de baloncesto.

    Lo asombroso es que todo esto es absolutamente cierto. Lo cuál me lleva a pensar que la grandeza del Real Madrid a nivel internacional es un asunto altamente Saporta, que era un adelantado a su época. Como no es menos cierto que en cuanto Bernabéu vio que pasaba por su órbita no lo dejó escapar. Lo cuál dice mucho de Bernabéu como gestor moderno que capta talento y sabe cuándo tiene que delegar, como así hizo.

    En el baloncesto, que era lo que Saporta más manejaba, se adelantó a todos yendo a EEUU para traer americanos que marcasen la diferencia. Los clubs catalanes presionaron luego para que la liga se jugase sin extranjeros.... pero Saporta reaccionó proponiendo a Luyk la nacionalización, cosa que luego volvería a suceder con Brabender. Resultado: 16 de las primeras 18 ligas, aproximadamente. Y comienzo de un reinado a nivel europeo en baloncesto que no fue fácil en absoluto, porque las seis primeras ediciones fueron ganadas por equipos soviéticos.

    Franco "ayudó" lo suyo haciendo perder al Real Madrid la semifinal de la primera edición por incomparecencia contra el Riga, y prohibiendo que los equipos soviéticos viajasen a España, cosa que también Saporta solucionó en la medida que pudo proponiendo -y consiguiendo- a la FIBA disputar partidos en pistas neutrales.

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