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Casemiro, el sucesor de Ramos

Casemiro, el sucesor de Ramos

Escrito por: Antonio Valderrama22 junio, 2021
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El último jerarca

Del triunvirato de grandes jerarcas que cambiaron en el césped la historia moderna del Madrid, ya sólo queda uno: se fue primero Cristiano, se ha ido ahora Ramos y Modric permanece a priori un año más como una reliquia de la animalidad competitiva de aquel equipo singularísimo. Parece difícil que algo como lo que el madridismo vivió entre 2010 y 2020 vuelva a repetirse, sobre todo porque jugadores así no se crían en una sementera por más que en un club se establezca una «cultura» determinada (ahí está el ejemplo tan cacareado del estilo Barça y La Masía, el caso de propaganda político-deportiva más bochornoso del fútbol español y diría que mundial) y porque, para qué negarlo, el contexto en el que ese equipo se articula ya no existe: la guerra (con Messi) acabó hace tiempo y todos esos héroes de la Ilíada de Florentino ya han vuelto a casa, fijándose para siempre en la memoria de los aficionados con la luz brillante de los recuerdos imperecederos.

Del triunvirato de grandes jerarcas que cambiaron en el césped la historia moderna del Madrid, ya sólo queda uno: Casemiro

De la salida de Sergio Ramos se infiere que el Madrid necesita no sólo un central de categoría similar (o con potencial para serlo pero, esto es importante, siendo ya algún tipo de realidad tangible) sino por encima de todo, un líder. Que no un capitán. No tiene por qué ser lo mismo y hasta Ramos hacía tiempo que ambas nociones de jefatura no coincidían en una misma persona: puede que desde Fernando Hierro. Ramos se va dejando un hueco enorme, un cráter sólo comparable al que dejó Ronaldo en la estructura ofensiva del Madrid y también en el «esprit de corps» que dicen los franceses. Ronaldo conseguía que al menos por vergüenza torera el resto lo mirase y apretase los dientes como en una película épica: todo está perdido pero este tío demente sigue en lo alto del baluarte repartiendo mandobles sin importarle caer de un momento a otro, así que algo habrá que hacer, no lo vamos a dejar peleando solo. Con Ramos era algo diferente, una influencia natural y carismática derivada de su auctoritas como auténtico jefe del clan, de la manada, del que alza la voz en la caseta y todos callan y escuchan. En este sentido clásico de las fuentes de legitimidad personal en un grupo humano, se puede decir que lo de Cristiano Ronaldo era más bien potestas: su autoridad procedía de su capacidad extraterrestre de demoler defensas contrarias, de lo que era capaz de hacer ante (y sobre todo, dentro de) la portería del rival.

Sergio Ramos mandando

Si Ramos ha sido tan buen líder y capitán es porque ha encarnado la propia esencia del Madrid. Ejercía la jefatura como un patriarca y un pantocrátor, devolviendo la imagen hiperrealista de una institución que cuando lo tenía delante, se miraba en un espejo. Por eso lo bueno y lo malo de Ramos es lo bueno y lo malo del Madrid, y por eso, seguramente, casi ninguno de los hombres fuertes y libres que han construido la leyenda del club a lo largo de más de un siglo han podido salir «bien» de él: están hechos de la misma materia lunar, del mismo polvo de estrellas. La pasión fundida con la excelencia es lo que explica el éxito a través del tiempo del Real Madrid, a diferencia de esas otras escolásticas impostadas con las que se empeñan en contarse a sí mismos el Barcelona o el Ajax, y sin duda también tan distinta de la agonía melodramática tan de mentirijillas del Atlético de Madrid, donde sólo hay verdad en la pataleta de cuando pierden. En el Madrid todo está bajo una luz directa y blanca brutalísima, tan cruda que no deja un ángulo muerto: todo se expone con nitidez, no hay lugar tras el que esconderse, y sin el objetivo, que es dominar, ganar, vencer y aplastar, sólo hay confusión y hastío, dolor sincero. No hay medias tintas.

Lo bueno y lo malo de Ramos es lo bueno y lo malo del Madrid, y por eso, seguramente, casi ninguno de los hombres fuertes y libres que han construido la leyenda del club a lo largo de más de un siglo han podido salir «bien» de él: están hechos de la misma materia lunar, del mismo polvo de estrellas

Todo esto forma parte de una tradición que este tipo de caudillos han ido transmitiendo mal que bien a lo largo de los años. Es lo que caracteriza al Madrid más allá de buenas y malas épocas, de vacas gordas y flacas: cierta clase de fulanos que si fueran soldados serían mercenarios de frontera como los del Cid, gente de western y de pegarse tiros con los indios en Monument Valley en nombre de una remota civilización. En esos fulanos se plasma el ethos de la institución. En otros lugares es una tribuna cantando la derrota bajo la lluvia, o un enano haciendo de sacerdote del pase horizontal. Aquí son tipos duros con una autoestima que se ve desde el espacio y un punto de delirio que los conduce hacia la trascendencia, prima hermana del ridículo. Ramos mamó de Raúl que a su vez había mamado de Hierro y de Redondo que a su vez, etcétera. Más importante que un central, el Madrid lo que necesita ahora es un líder, teniendo en cuenta que Ancelotti es un entrenador que se apoya mucho en las personalidades fuertes de los vestuarios. El Madrid, que lo lleva en el himno, dependerá este año mucho más que nunca de que los veteranos vayan llevando a los noveles en otra temporada más de incierta singladura, con la «revolución pendiente» (a veces, los entresijos del Madrid parecen sacados de un capítulo de la Historia de España) coleando en portadas y artículos de prensa y sin que se sepa muy bien quién vendrá, quién saldrá y cómo se configurará la batería principal de jugadores con la que contará Carletto en agosto. De entre los que quedan, descuella en efecto un nombre por encima de todos los demás.

Hierro Raúl capitanía

Es Carlos Henrique José Francisco Venancio Casemiro. Del Madrid de los jerarcas, por edad, es el más joven. Cuenta como canterano y al igual que Marcelo, lleva tanto tiempo en España que no sólo es legalmente español, sino culturalmente, que es aún más importante tratándose de la estirpe de jefes madridistas de la que forma parte: todos los grandes nombres de la historia del Madrid, o han sido españoles, o hispanoamericanos, o se han aculturado de manera tan extraordinaria que parecen sacados de un tercio extranjero de Las Lanzas de Velázquez, como Puskás, Zidane o Benzema. Casemiro es tan Real Madrid que no hay más que pasarse por un foro antimadridista cualquiera de Internet para darse cuenta de quién concita «el odio y el miedo» del enemigo, como leí una vez en alguna parte. Desde que se convirtiera en imprescindible para Zidane en 2016 su presencia en la médula del equipo madridista tiene algo de esotérica, un sentido spengleriano de salvación ante el fin del mundo, de faro en medio de la noche oscura, de Guardia de la Noche en lo alto del Muro, más allá de Invernalia. Casemiro es el pelotón de soldados que rescata la civilización en el último momento, el regimiento de antidisturbios sobre el que se sostiene la legalidad vigente. Sobre todas las cosas, es un futbolista único, extraordinario y extraordinariamente infravalorado, que no sólo resultó capital para el equilibrio del equipo que tiranizó la Copa de Europa, sino que además posee esa cualidad salvaje e «indetectable» que lo transforma en delantero centro cuando hace falta para marcar el gol que sólo puede marcar un espíritu decidido en el instante en que todo se va a la mierda. Ahí están sus registros goleadores en las dos últimas campañas para demostrarlo.

Casemiro es el pelotón de soldados que rescata la civilización en el último momento, el regimiento de antidisturbios sobre el que se sostiene la legalidad vigente

Hay tres jugadas que definen esa encarnadura madridista en la piel mulata de Casemiro. La primera es en el Camp Nou, diciembre de 2016. El Madrid acaba de salvar el liderato con un cabezazo sobre la bocina de Ramos. El Barcelona ataca a tumba abierta. Casemiro acaba de salir, llevaba mucho tiempo postrado por una lesión. Apenas puede caminar. Tras un córner, Keylor queda descolocado y un futbolista local cabecea en parábola sorteando a toda la melé que en el punto de penalty, impide al portero madridista retroceder hasta la línea de gol. Se cuela irremediablemente, hasta que emerge la figura dionisíaca de Casemiro, que se lanza de espaldas para salvar el empate y luego se pega un costalazo terrible dentro de la misma portería.

La segunda es en Cardiff, en la mejor final de la Copa de Europa disputada desde el mítico 7-3 de Glasgow. El Madrid encajona a la Juve desplazando la pelota como los ángeles, en un dinamismo posicional de fantasía que desarbola por completo la hasta ese instante mejor defensa del campeonato. En un momento dado la prodigiosa combinación entre los virtuosos que van de morado se interrumpe con un rechace a veinte metros de la portería de Buffon: aparece Casemiro como un cazabombardero y le pega con las tripas a una pelota que empieza a rebotar en todas partes hasta colarse como por milagro bajo la mano de la leyenda italiana de los arcos.

Ramos y Casemiro

La tercera es en Mönchengladbach, esta temporada. El Madrid, con 2-0 en el marcador, estaba prácticamente fuera de los octavos de final. El bochorno era histórico y la impotencia del equipo, total. Entonces se yergue Casemiro sobre la línea de fondo y alcanza un balón que era una quimera, la descuelga del techo de Alemania y se la baja a Benzema. 1-2. Minutos después es Ramos el que hace lo mismo para dársela a él, que la enchufa por la escuadra. 2-2. Visto ahora, la jugada es un relevo generacional, el pase de un testigo.

Casemiro tiene esa grandeza radical, que viene de raíz, del gigante que no se desploma mientras, como decía Kipling en el poema, a su alrededor, todos pierden la cabeza. Su casta remite al Madrid de los setenta, al Madrid de los «cojones», tan producto nacional, tan castizo. Su juego, en cambio, es tan moderno que Mauro Silva a su lado parece un futbolista de otro siglo: el pase en largo y de media distancia de Casemiro labró media leyenda del último Cristiano madridista. Sufre como sufría Camacho pero sonríe como sonreía Zidane, maridando el sudor con la modernidad como siempre, o casi, ha ocurrido en Chamartín. Debutó para la historia con quince minutos en Dortmund que tuvieron algo de baraka, como si el fuego con el que saltó al campo mientras el Madrid estaba contra las cuerdas contuviese él solo la herida abierta. Aquello tuvo la cualidad taumatúrgica de quedar en la memoria de los madridistas como un pequeño milagro sin el cual no se hubiera ganado la Décima: un debut de Butragueño en Cádiz, un Raúl en Zaragoza, una de esas apariciones que marcan una carrera. Con Marcelo emocionalmente retirado, en él recae la misión histórica de ser la bisagra entre el Madrid que fue y el que será, esa capitanía espiritual que compartirá con Benzema, Modric o Kroos en el corto plazo pero que en el largo le tocará ejercer en solitario. Es capaz de entrar a partirle una pierna a su hermano si es lo que el equipo necesita en el último minuto de la final de la Copa de Europa. El Madrid va a necesitar de su raza, como se decía antes.

 

Fotografías Imago.

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Madridista de infantería. Practico el anarcomadridismo en mis horas de esparcimiento. Soy el central al que siempre mandan a rematar melones en los descuentos. En Twitter podrán encontrarme como @fantantonio

7 comentarios en: Casemiro, el sucesor de Ramos

  1. Joder. Cuesta escribir tras leer un texto así de brillante. Pero lo hago a modo de agradecimiento. En cierta manera palía un poco la desazón del madridismo ya no por su aciaga temporada en cuanto a títulos, sino por ser muy conscientes de que las competiciones domésticas están muy podridas y teledirigidas. La ilusión por estar ante la pantalla viendo al Real Madrid y otro solo podría recuperarse, ya sé que es solo una fantasía, con el derrumbamiento del Tinglao. Que vengan para la Castellana Mbappé, Camavinga, Kanté, De Bruyne o Havertz me es indiferente. Lo prioritario es la desaparición de los roures, tebas, rubiales, oscares lagos y velascos carballos de turno. Aunque sé, eso es lo peor, que no caerá esa breva.

    En cuanto al Real Madrid ,desde hace mucho tiempo sabemos lo que suscita en el enemigo: miedo y odio. Aquí hay alguien que añade la envidia como los principales sentimientos que promueve entre las hordas antimadridistas. Miedo. Odio . Envidia. En este orden .

  2. Al Real Madrid hay que pedirle que fiche bien y que juegue bien, y no debates sobre la capitanía. Siempre que se ha recurrido a la épica y a la testiculina ha sido porque las cosas se hicieron mal o se estaban haciendo rematadamente mal, así que lo importante no es quién es el capitán si no fichar gol, y no tener que estar 0-0 hasta el minuto 80.
    El articulista se ha dejado la jugada más representativa de todas, que ha sido este año contra el Liverpool. Y y para ser un latinista y estar tan enamorado de los romanos no distingue bien la potestas, que es lo que tenía Ramos, de la auctoritas, que eran los goles y el ganar los partidos de Cristiano.

    1. Puix, hilando fino creo que tiene razón en cuanto a lo de "potestas" y "auctoritas" en el estricto sentido que tenía para los romanos. Eso sí, ciñéndonos al significado que tiene entre nosotros cada término, podemos convenir que CR 7 equivalía al poder ( de su juego y sus goles ) y SR 4 a la autoridad o jerarquía ejercida como capitán.

      En cuanto a lo de que el Madrid tiene que fichar y jugar bien... eso tiene que ver con the Tinglao, créame. Negar la existencia-influencia del Tinglao es aliarse con el enemigo.

    2. Buenísimo articulo y como dice lestat, la patada al jugador del Liverpool, sacándolo del campo, delante de su banquillo, como diciendo si vais de duros aquí nos tenéis, impagable

  3. La potestas moral la tendría Ramos, pero la factura de la luz se pagaba con la autoridad de los goles de Cristiano. De hecho, cuando se fueron los goles, la autoridad en el campo, sólo quedó el buen ánimo y el liderazgo moral.
    Coincido en todo, Copito. El tinglao es el enemigo y el tinglao nos ha robado este título de liga, pero con 20 goles más habría sido más difícil birlarnos el título.

  4. a esas tres jugadas para definir a Casemiro yo añadiria no una jugada, sino una actuacion. su papel en Dortmund en cuartos de final alla por el 2014. Defendiendo un 3-0 del Bernabeu el Madrid palmaba 2-0 y se mascaba la tragedia.... Casemiro sustituyo creo que a Illarramendi, y el solo contuvo a los mediocampistas alemanes. Estuvo soberbio y se presento como un imprescindible para el centro del campo blanco.

  5. Y como pago a lo de Dormundy esa misma temporada se perdio por poner a Illarra e Valladolid y nos marcaron un gol de cabeza en un fuera de banda que casualmente defendio Illarra, Casemiro se hubiera comido al cabeceador y como premio le mandaron para Oporto para que jugara Illarra, la unica copa de europa de las 4 que no se gano

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