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Repaso y reposo

Repaso y reposo

Escrito por: José Luis Llorente Gento16 enero, 2023
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Enero siempre es un mes resbaladizo. Una vuelta de vacaciones en frío, cuando los cuerpos se encogen tras un reposo que a algunos reconforta y a otros se atraganta.  Máxime en una temporada cargada de calzadores, imprescindibles para encajar encuentros de cuajo tanto como torneos fuera de sitio —en una satrapía— y fuera de lugar: la llamada Supercopa ha engendrado un campeón que ni lo fue de la Liga ni lo fue de la Copa. Pero ya saben ustedes que la coherencia deportiva, también la ética, ceden al impulso económico, tan necesario para vaya usted a saber qué.

De mis tiempos de deportista en activo conservo la buena costumbre de repasar los partidos en diferido. O sea, de forma reposada, con el mando en la mano para volver las jugadas al momento que se engendraron y errores y aciertos a toda su dimensión. Con frecuencia, las emociones nos engañan, conducen a nuestro cerebro a fangos, a laberintos en los que se ofusca la razón.

Queda claro en una visión de lunes, que la activación culé tuvo más peso que la blanca. Unos intentaron dominar el partido desde el primer lance; los otros, con la expectativa de que noventa minutos son muy largos. Una actitud errónea, pues no está demostrado que lo sean fuera del Bernabéu.

Valverde Busquets Supercopa

Así, los que más ajustaron su nivel de activación salieron ganando los envites iniciales que asentaron su plan de partido. El Barça quiso —y consiguió— que al Madrid se le atragantara la salida del balón desde su portería obturando la fluencia del juego restante madridista.

Los azulgranas, además, mantuvieron sus líneas bien apretadas, y sólo se dispersaron puntualmente para cubrir alguna urgencia. Al contrario, la línea defensiva madridista nunca se juntó con la medular, dejando un espacio propicio para la movilidad de los rivales, una de sus virtudes. Tampoco Modric y Kroos presionaron a los que atacaban, que sólo encontraron oposición de Camavinga en esta zona del campo.

La activación culé tuvo más peso que la blanca. Unos intentaron dominar el partido desde el primer lance; los otros, con la expectativa de que noventa minutos son muy largos. Una actitud errónea, pues no está demostrado que lo sean fuera del Bernabéu

Ni siquiera el Madrid guardó el orden preciso en su ofensiva, de forma que el Barcelona se fue imponiendo por ambición emocional, control de los terrenos y paciencia en la ejecución. Los blancos perdieron buenas ocasiones de prosperar por precipitación conectada con errores, y sin la calma necesaria nunca llegaron a controlar el encuentro. Tampoco es que el rival sacara gran provecho de su superioridad con el manejo del balón, aunque quedaba claro que incomodaba el ritmo propio, el que apreciamos los madridistas.

En realidad, los dos primeros goles se originaron en fallos que condujeron al desbarajuste. Más nítido el segundo, que, al menos en el primer caso se puede atribuir mérito a la presión rival. En todo caso, quedó patente que el equipo de Ancelotti tiene problemas para construir su ataque desde atrás y una tendencia al desorden que lo coloca en situaciones de compleja solución.

Quizás lo más reprochable de esta final fue la escasa motivación percibida en los jugadores. Es obvio que el rival estaba más hambriento y que la necesidad suele generar ímpetu. Tanto como que el escudo madridista exige el máximo respeto, sinónimo de esfuerzo, en cada ocasión. No importa quién lo represente, si un novato o un pentacampeón de Europa, el escudo siempre pesa lo mismo.

 

Getty Images.

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Escritor. Conferenciante. Columnista. Exjugador del Real Madrid y la Selección Española de Baloncesto. Se pasa la vida remontando.
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