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Que pique Piqué

Que pique Piqué

Escrito por: Fred Gwynne9 septiembre, 2015
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Que pique Piqué. Ahí es nada. Un título así, una genialidad (valga la inmodestia) de este calibre, merece como poco la portada de uno de esos periódicos deportivos que con su habitual maestría disecciona día a día el Portanálisis. Mi primera intención, por aquello de dejar de buscar puertas y entrar con buen pie en la actualidad, fue titularlo “Que pite Piqué”. Pero perdía fuerza, se le escapaba la sonoridad y acabé por escupirlo ruidosamente.

Últimamente me pregunto si los que las idean, si los que nos sorprenden cada mañana con esas portadas tan llenas de agudeza editorial no las hacen expresamente para nosotros. Me pregunto si en el AS o en el Sport no se reúnen los jefes de redacción, despliegan encima de la mesa varias ideas a cual más descabellada y eligen la que consideran que tiene más posibilidades para encabezar nuestra sección estrella.

¿Alguien se imagina algo más emocionante en el mundo que ver tu portada destripada por los genios mañaneros de La Galerna? ¿Alguien puede imaginar mayor gloria? ¿Alguien sería capaz de dormir sabiendo que a la mañana siguiente tu portada puede ser la elegida para que el Portanálisis derrame sobre ella su talento?

Repetimos: Que pique Piqué. Un título sonoro, rotundo y ocurrente. Algo así como cuando en los ochenta llevabas chándal y tacones. Arreglao pero informal.

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Vale, lo admito, sé que nunca llegaré a cotas tan altas como aquel famoso “MotivaDOS” o el impagable “Se retARDA”, pero uno, en su recién estrenada faceta de periodista de mantenimiento aspira a conseguir algún día tratar de tú a tú a tanto genio incomprendido.

He decidido escribir sobre Piqué porque para mí hablar del Barcelona o de algunos de sus jugadores me resulta tan extraño como para Segurola hablar bien de Bale. Y eso que tengo que confesar que este mismo artículo tenía pensado escribirlo hace unos meses coincidiendo con alguno de sus exabruptos, pero imagino que algún inoportuno desmayo de la mente me impidió realizar tan novedosa tarea. La ventaja, si es que a esto se le puede llamar de esta manera, es que este hombre es tan predecible como las mareas, los ciclos lunares o los editoriales de Relaño. Y siempre, para regocijo o cabreo, acaba volviendo a ser actualidad.

Me llama mucho la atención (y esto es una frase hecha, ya que a estas alturas hay muy pocas cosas que me sorprendan) cómo todos los que presenciaron como Piqué escupía  hacia arriba en una celebración ahora se sorprendan de que el salivazo caiga hacia abajo y le explote directamente en el ojo. Ha gastado demasiada saliva, literal y metafóricamente, a lo largo de su carrera como para sorprenderse ahora por cuatro pitos, pitos que como todos sabemos no tardarán mucho en ser adjudicados a los oscuros intereses de Florentino salpicando al Madrid.

Dicho esto, alguien debería hacer un tratado sobre la falta de criterio del silbante y no de los silbidos, ya que estos siempre suenan igual pero dependiendo de a quién se silbe (y sobre todo, de a quién o a qué se silbe), les damos validez o los criticamos. Uno, que lo único que silba es la banda sonora de “El puente sobre el río Kwai” en la ducha, asistió alborozado a la mágica transformación del Bernabéu según el viento que soplase.

Si el viento soplaba para algún entrenador, el estadio y por ende sus doctos espectadores eran sabios y repartían justicia con rectitud y equidad. Ahora bien, si -por vaya usted a saber qué intereses bastardos- el viento cambiaba de dirección y los pitos se dirigían a determinado jugador, el mismo estadio se convertía en un lugar repleto de injustos y crueles tiranos. Como la lluvia, nunca se silba a gusto de todos. Que se lo digan a Bale, que casualmente pasó por allí y desde entonces le están preparando un enorme chaparrón. O a Cristiano, que casualmente pasó por allá y escuchó más insultos que todos los que le puedan gritar a Piqué en su vida sin que nadie saliese a afear la conducta a los cafres.

En fin, a lo que íbamos. Al ínclito Piqué.

Desde su injusta expulsión el mundo ya no es el mismo, no gira igual, el eje se ha oxidado y chirría como el gozne de la puerta de una de esas terroríficas mansiones llenas de fantasmas. ¿Acaso, a pesar de sus juergas nocturnas, no echáis de menos sus declaraciones sobre el Madrid? Hace mucho que no nos ilumina hablando sobre nuestro club. ¿Acaso, a pesar de la férrea defensa que recibe de su entrenador (¡Ay!), de sus capitanes (¡AY! ¡AY!), o de la prensa no pagaríais por volver a escucharlo?  ¿Acaso, a pesar de estar rodeado de cientos de clones, no os sentís huérfanos de su primigenio antimadridismo?

Pensad por ejemplo que lo más extraño y desconcertante de la fallida compra de David De Gea por el Real Madrid no ha sido ni el desatino de esas última horas (más torcidas que el reloj de Harol Lloyd), ni que todavía nadie haya pedido la cadena perpetua para el Presidente, ni que el prestado burro de Patronio a Benítez no haya tirado de su grupa al padre y al hijo y les haya pateado la cabeza por incompetentes. No, nada de eso: lo más extraño y desconcertante, e incluso me atrevería a decir que doloroso para algunos de nosotros, es que Piqué no le haya dedicado al Madrid alguna de sus atinadas declaraciones. Lo más sorprendente y decepcionante es que Piqué no haya emitido opinión alguna sobre la supuesta vergüenza en que incurrió el Real Madrid con su presidente a la cabeza.

¿Y si los que le pitaron con la selección en Oviedo son antimadridistas enfadados por ello? ¿Y si con esos pitos lo único que expresan es su orfandad ante su falta de manifestaciones?

Echo de menos a Piqué y a todos los piqués del mundo. Y no solo los echo de menos sino que además espero que en los próximos años, a la par que los títulos del Madrid, su número aumente exponencialmente.

Las declaraciones de este piltrafilla (¡Ay, que recuerdos!), y las de tantos y tantos otros antimadridistas sean del equipo que sean, que se acuerdan del Madrid tanto cuando ganan como cuando pierden, me traen sin cuidado. No me molestan. A mi lo que me molestan son sus triunfos, pero no sus declaraciones.

Es más, para ser sincero: cada vez que uno de estos acomplejados se acuerda del Madrid me reconforta con el mundo, con el orden establecido y con las jerarquías futbolísticas. Cuando uno se acuerda del equipo contrario levantando un título, lo único que hace es devaluarlo. Lo importante no es lo que dicen. Lo verdaderamente importante es el porqué lo dicen. Por eso echo de menos a Piqué. Por eso quiero que pique Piqué, que siga picando. No pica quien quiere sino quien puede.

Y, puestos a picar, espero que el Madrid lo haga cuanto antes con muchos, muchos títulos, y como mejor sabe: con la Undécima. Eso sí que pica, eso escuece más que todos los silbidos del mundo.

Y hablando de silbidos: "No tienes que representar ningún papel conmigo, Steve. No tienes que decir nada ni hacer nada. Sólo silba. ¿Sabes silbar, no? Juntas los labios y soplas".

Por ella sí. Por Laurent Bacall silbaría hasta quedarme sin aliento.

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Soy un hombre hecho a mí mismo. El problema es que me sobraron algunas piezas. SOL O CONTIGO. Persigo playas.

3 comentarios en: Que pique Piqué

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