Mejor imposible

Escrito por: Angel Faerna3 diciembre, 2015

Que el Real Madrid pueda perder por 0-4 ante el Barcelona requiere algún tipo de explicación, y de ello se vienen encargando en los últimos días los mejores cerebros del país y también Número Tres, que como sabe que no podemos esperar demasiado de su cerebro se lo ha pedido prestado para la ocasión a Iker (Jiménez). No seré yo quien interfiera en la delicadísima tarea de ponderar qué cuota de responsabilidad le corresponde en el desaguisado a un presidente obsesionado por vender camisetas, a un entrenador al que el traje le viene grande pese a sus evidentes esfuerzos por rebosarlo, a una plantilla demasiado pendiente de su peinado, a una afición que no empuja como es debido o, en fin, a una prensa que se despierta cada mañana con la idea fija de destruirnos. El problema que tienen me parece peliagudo porque, según todas las leyes de la explicación conocidas, a iguales causas corresponden idénticos efectos, y entonces lo que se vuelve realmente difícil de explicar es cómo un equipo con semejantes mimbres no ocupa ahora mismo posiciones de descenso en la tabla (paradójicamente, la única explicación que sí respeta este elemental principio científico es la de mi hermano telépata). Es lo que tiene el achacar hechos tremendos a causas tremendistas: los hechos que parecían tremendos antes de explicarlos, una vez explicados se antojan peccata minuta.

Pero en fin, yo de esto no entiendo ni, para qué engañarnos, quiero entender. Lo que de verdad me importa es el sentido de la vida, así que sea cual sea la explicación causal que se le encuentre al suceso, para mí la pregunta seguirá en pie: ¿por qué, Señor, por qué? Notarán que estoy lanzando un interrogante metafísico, pues la cuestión no es si el suceso se debió a esto o a aquello, sino cómo puede ser que el mundo admita un suceso tan doloroso como ese, de lo cual únicamente su Hacedor debe responder. Esto de pedirle explicaciones al Ser Superior por el daño que nos causa es una impertinencia que sólo los filósofos se permiten (siempre que hablemos del original, claro, porque al Ser Superior que nos anunció Butragueño cualquier vulgar reportero lo puede interpelar en rueda de prensa). Y, para estos casos, nada mejor que Leibniz.

El “último genio universal” (con permiso de Goethe y de Di Stéfano) dejó escrito en su Teodicea que vivimos en el mejor de los mundos posibles. Como se dice ahora, “ya le vale”, sobre todo si tenemos en cuenta que el hombre vivió en plena escabechina de las guerras de religión de la Europa del XVII (de las que, por cierto, el Islam no tuvo culpa alguna). A Voltaire la frase le dio tanta risa que escribió el Cándido para regodearse. Se acababa de enterar del terremoto de Lisboa de 1755, que debió de ser aún peor que el 0-4, al menos para los portugueses, y se inventó un personaje, Pangloss, que le encontraba una lógica leibniziana a tamaño desastre. A pesar de su bien ganada fama de comecuras, Voltaire creía píamente en Dios, sólo que pensaba que a Dios le traían sin cuidado nuestras desgracias y nuestras plegarias porque venía a ser como alguien que fabrica un reloj, le da cuerda y luego se busca algo más interesante en lo que pensar. De modo que, a Voltaire, el optimismo de Leibniz le parecía que no venía muy a cuento.

leibniz

Voltaire, por supuesto, subestimó a Leibniz, como suele ocurrirles a los franceses con los alemanes y con todo el mundo. Según se mire, decir que este universo con todos sus horrores es lo mejor que Dios en su omnipotencia pudo crear es la declaración más tenebrosa que yo he oído nunca. Pero es que Leibniz, que, como buen genio universal, también lo era en matemáticas, se planteaba el asunto como un simple problema de combinatoria. Dios, en Su infinito poder, se pudo permitir el lujo de crear el mundo que le diera la gana, pero siempre que ese mundo fuera lógicamente posible, porque Su inteligencia igualmente infinita no podría consentir otra cosa. Y, como a Su vez es infinitamente bueno, de todos los mundos posibles eligió aquel que mayor bien contenía. Ergo vivimos en el mejor de los mundos posibles, QED. La cosa no tiene vuelta de hoja, amigos, lo que ven ustedes a su alrededor es la combinación óptima de bien y mal, y más vale que se den con un canto en los dientes porque con cualquier otra distribución de hechos compatibles entre sí habríamos salido perdiendo (todavía más).

Vemos, entonces, que el 0-4 debe de estar justificado por alguna razón que escapa a nuestra muy pobre comprensión del plan divino (no en vano, “teodicea” significa “justificación de Dios”). La existencia del mal del 0-4 en el mundo hace posible su combinación lógica con otros bienes compatibles que no disfrutaríamos en caso de haber ganado el partido y que, sumados, nos compensan con creces; mientras que en un mundo posible alternativo donde hubiéramos sido nosotros los que ganáramos por 4-0, el resultado habría arrastrado consigo una catarata de males que desconocemos pero que habrían dado como saldo un todo sub-óptimo. Sólo hay un pequeño problema: para echar las cuentas como Dios manda hay que esperar al fin de los tiempos y sumar todos los bienes y los males contenidos en la historia del universo, y no sé si el madridismo tiene paciencia y tiempo para tanto. Yo sí los tengo, pero sólo porque me chifla la metafísica y no ando mal de salud. Los espíritus más mundanos y con hábitos de vida menos saludables deberán confiar en que el bien que justifica este terrible dolor se deje ver pronto, a ser posible en esta misma temporada. Venga, déjense confortar por el buenazo de Pangloss, quién sabe si no haremos un doblete este año y clamaremos jubilosos, como dijo no sé quién: “¡gracias, 0-4, contigo empezó todo!”. Eso es, quién sabe.

También podría ser que la vida no tuviera sentido, que Dios no exista o no sea tan listo, o tan poderoso, o tan buena gente, o que —y que el Padre Suances me perdone por la acumulación de blasfemias— ni siquiera tenga el buen gusto de ser del Madrid; podría ser, en definitiva, que el cálculo combinatorio no sirva precisamente para consolarnos del hecho de haber nacido, o cuando menos de haber nacido madridistas. Como hay filósofos para todo, también los hay para eso, pero comprendo que no es el momento. Además, y abusando un poco del viejo peluca, un mundo en el que las teorías de Leibniz son las correctas tiene la consecuencia lógica de que Número Tres no se hace el harakiri en mitad del Bernabéu, y por tanto contiene dos bienes que perderíamos en caso contrario: seguir leyéndole cada tres semanas y mantener el precioso césped de Chamartín en óptimas condiciones. Lo dicho: mejor imposible.

 

Número Dos

Ángel, el segundo de los Faerna, es profesor de universidad. Procura enseñar Filosofía sin hacer más daño del inevitable. Su especialidad, si acaso, es la epistemología y el pensamiento clásico norteamericano, extravagancia que compensa con una desmedida afición por los buenos arroces.

2 comentarios en: Mejor imposible

  1. El silencio de los comentadores habituales en la página es el (tembloroso) silencio ante la efectividad del Mal en el Mundo. Un "mejor mundo de los mundos posibles" en el que Dios o la Lógica permiten o efectuan el que un niño madridista pase su infancia -balón de oro tras balón de oro, triplete tras sextete- sufriendo las burlas y humillaciones de sus compañeros barcelonistas o, quizás aún peor, colchoneros es un mundo que ha sido definitivamente abandonado por Dios y en el que este ya no pinta nada. No hay entendimiento que pueda llevar sobre si esta carga, ni comprensión que la justifique, ni futuros títulos que consuelen esas lágrimas. Si el mundo es un caos (y no una combinatoria) ruido y furia en el que Dios ya no dice ni responde nada, a los madridistas al menos nos queda la gloria de haber puesto en el lugar de la cruel divinidad silente (o inexistente) una Ser Superioridad humana, demasiado humana.
    Veo a Florentino en la soledad de la planta noble, diciéndose a si mismo una y otra vez aquello de "The time is out of joint. O cursèd spite / That ever I was born to set it right!".

    1. Ay, Jota Juan, qué mala idea recurrir a ese cenizo príncipe danés en un momento así. Te noto con los brazos caídos, lo único que no puede permitirse un madridista, y te noto también falto de perspectiva histórica, lo único que no puede permitirse un hombre culto. ¿Acaso piensas que esta "pasajera hegemonía culé" (te cito el artículo de hoy de Número Uno, que te sentará como un caldito) cambia en algo el curso de una historia que ya lleva nuestro escudo grabado a fuego en su frente? Si ese niño está educado como es debido sabrá ya que una golondrina no hace primavera, que una cosa es el clima y otra el parte meteorológico, y que sólo los acomplejados se burlan y humillan. No sufras por él, el nihilismo no suele darse a esas edades. Y el tuyo verás cómo se te pasa pronto, pero coño, pon un poco de tu parte y prescríbete lecturas más reconfortantes, como hago yo.

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