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Marcelismo

Marcelismo

Escrito por: Mario De Las Heras31 diciembre, 2020
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Recuerdo que, en el patio del colegio, en los partidos diarios dentro de los otros partidos que se jugaban en todas direcciones, había un niño que estaba allí, es decir, que participaba, pero que nunca iba a por la pelota. Esperaba a que le llegara. Era el suyo un jugar lacónico. También distraído. Aquel niño, Pedraza se llamaba, compaginaba la práctica del fútbol con la ingesta del sándwich que le preparaba su madre y la conversación ligera y sobrevenida con cualquiera que pasara por allí.

Pedraza era un turista del recreo. Futbolista, mayormente, y flaneur. Pedraza observaba el discurrir del balón desde una distancia prudencial. Él estaba allí plantado y se apartaba también con laconismo al aparecer en medio del camino de cualquier pelota ajena seguida por una piara de niños sudorosos y resoplantes. Él hacía un gesto como de recortador sobrio. Un recorte flemático durante el cual no perdía la atención de su partido.

Y a veces se reía. Era un reír invisible e inaudible, pero notable. Era como si tras esa pelota corriéramos un montón de payasos con nuestras narices de payasos y nuestros zapatones de payasos tropezándonos en la función. Eso era. Era como si estuviéramos en el circo y él fuera un espectador. A veces hacía movimientos sutiles que indicaban un dominio oculto del arte de futbolear, que no es exactamente jugar al fútbol.

La primera vez que vimos futbolear a Pedraza nos sorprendió a todos. El balón fue directamente hacia él salvando milagrosamente todos los obstáculos y fue cuando Pedraza levantó un pie, paró el esférico, lo acarició con la suela de sus zapatos de goma y lo elevó unos treinta centímetros justo cuando otro niño trataba de hacerse con él. El niño se escurrió en el ademán y destrozó contra el cemento implacable sus blue jeans (siempre he querido escribir blue jeans) lavados a la piedra, mientras Pedraza fue, a continuación, asediado como un óvulo en plena fecundación.

Acosado, invadido, golpeado, empujado. Él se resistía en medio de la marabunta, como quien juega entre chiquillos, pero apenas podía ensayar un intento de regate

Todos esos espermatozoides movían, nerviosos, sus cabezas y sus colitas alrededor, mientras el óvulo Pedraza los mareaba en una baldosa de terreno sin que aquella pelota tocara el suelo. Ya en el momento de insoportable infestación, Pedraza elevó el balón otros treinta centímetros más y, en un salto imprevisible, lo envió muy lejos, muy bombeado, por medio de un tijeretazo definitivo, tras el que volvió a quedarse solo en medio del caos.

Media hora de recreo para una sola intervención, como mucho, es todo lo que Pedraza parecía desear. Y puede que ni siquiera eso. Después de aquella primera vez, Pedraza fue diariamente violentado casi al momento de hacerse con la pelota cuando la pelota se encontraba con él. Acosado, invadido, golpeado, empujado. Él se resistía en medio de la marabunta, como quien juega entre chiquillos, pero apenas podía ensayar un intento de regate.

No parecía dispuesto a hacer nada que supusiese desvirtuar aquella actitud holmesiana, o a lo mejor es que simplemente no podía hacer nada. Yo ayer viendo al Madrid me acordé de Pedraza (a quién sigo y seguiré esperando moverse más allá de su baldosa) y descubrí su marcelismo. El marcelismo de Marcelo, quien estuvo futboleando, para nuestro solaz, no un día sino diez años y ahora, me temo que simplemente, al menos ahora mismo, no puede hacer nada.

 

Fotografías Getty Images.

 

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Ha trabajado en Marca y colaborado en revistas como Jot Down o Leer, entre otras. Escribe columnas de actualidad en Frontera D. Sobre el Real Madrid ha publicado sus artículos en El Minuto 7, Madrid Sports, Meritocracia Blanca y ahora en La Galerna.

6 comentarios en: Marcelismo

  1. Los niños que jugaban y se divertían con el excalestric ,o como narices se diga el invento, se olvidaron de él.
    Hay días que no tienen nada que hacer y lo ven allí , en el trastero. No se les ocurre otra cosa que subirlo al apartamento para revivir viejos tiempos. Cuando terminan de montarlo, deciden empezar una carrera y entonces lo comprenden todo de golpe , una vez más. Las escobillas, las uniones de las curvas de la pista, los mandos... Siempre hay algo que falla. Como la memoria. Diez años después también se volverá a repetir la misma escena.
    Aquí es donde tropiezan los niños mayores. La memoria moderna y Zidane tienen una revisión pendiente. El mundo gira a tal velocidad que lo de ayer no sirve cuando te levantas.
    El reloj del cariño tiene una máquina que unas veces se adelanta y otras se atrasa. Zidane es un hombre fiel a sus citas ,aunque el reloj mienta. La memoria histórica de Zidane está muy por encima de la del resto.
    Este reloj quizás no haya relojero que lo componga, pero hay que saber que hay también relojes en la oscuridad y es allí donde crecen las semillas .
    Ayer el jugador en tapiz verde se reconoció otra vez desnudo como si el campo fuese un espejo . Se acordó de alguien cuando le miramos ,de aquel que decía que peor que perder es la cara que se nos queda , ahora viendo al primero que pierde el tren.
    Hay también relojes de treinta horas y por eso dicen que llegan siempre a tiempo. Otros aunque estén puestos en el mejor lugar del salón , nadie quiere decirles que están parados.
    Dejemos que Zidane duerma , quien sabe si como dice Sorderita el amor es un sueño.

  2. Suele pasar.... Hasta Iniesta acabo "estorbando" en el Barcelona. Que decir de Michel, Raúl. Etc... Los grandes jugadores con sus contratos en su momento más altos, ofrecen sus peores rendimientos,...
    Unos por edad, otros por edad y físico, etc..
    Marcelo no está para jugar en el Madrid.. La exigencia, lo supera. Antes súplia sus problemas defensivos con su peso en ataque, pero es que teniendo aún más problemas en defensa, en ataque no aporta casi nada.

  3. Sigo pensando que el resultado de partido, fue porque el colegiado, quiso ser protagonista, logró que el equipo se preocupara mas por no cometer faltas, que por jugar mejor, vio faltas de tarjetas amarillas para nuestros jugadores y no vio los agarrones, pisotones del equipo local, me parecio un juez localista. En cuanto a Marcelo, tuvo momentos de buen juego en la primera mitad, ese tiro al larguero, ufff, falló por milimetros, en la segunda, no le vi aportaciones significativas.

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