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Por qué ya solo lloro cuando el Madrid gana la Champions

Por qué ya solo lloro cuando el Madrid gana la Champions

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Hace exactamente un mes, el 28 de mayo de 2022, el Real Madrid ganó su decimocuarta Copa de Europa. Después de la espectacular singladura madridista en las eliminatorias previas, había que ganarla sí o sí, estaba de Dios. Las milagrosas remontadas —realmente no fueron tan milagrosas, sino muy meritorias y trabajadas, pero eso es otra historia y hay quien no quiere verlo— no podían quedar sin colofón, broche de oro o como quieran llamar a eso que en el Madrid se conoce como victoria. No era justo que nos privasen de disfrutar de la liturgia de Florentino colocando otra Champions más en el estante con más sobrepeso de la sala de trofeos del Bernabéu.

El mes de mayo es cuando los madridistas lloramos más, y no por la conjuntivitis alérgica precisamente. Tampoco son lágrimas quejumbrosas como las que asoman de los ojos culés ni el llanto envidioso que emiten los atléticos. Son lágrimas de felicidad, de liberación, de alivio de la presión tras meses de la más dura competición. Y debido a que el Madrid se ha empeñado en ganar más Champions que nadie, entre mediados y finales de mayo no es raro ver llorar a madridistas incluso de esos con aspecto de Clint Eastwood.

Afición Real Madrid final Champions

Yo nací de pequeño, como todo el mundo, y aún sin edad. Vine al mundo entre mediados y finales de mayo, época de celebración madridista. Por aquellos años, el Madrid, con seis Copas de Europa, era el club que más veces había ganado el torneo. De hecho, siempre ha sido el club que más Copas de Europa ha tenido. Aún ni siquiera había perdido la final del 81 frente al Liverpool, viejo compañero de fatigas en esto de disputarse el tesoro más preciado. Sin relación alguna con las Copas de Europa ni con el Liverpool, mis padres decidieron llevarme a la iglesia para que me bautizaran a las pocas semanas de nacer. El cura procedió, entiendo yo que como proceden los curas en estos casos, e imagino que llevó a cabo su tarea como Dios manda. Que yo sepa, no hubo quejas, aunque es cierto que con días de vida uno se entera poco más o menos de lo mismo que un lunes antes de tomar café.

Yo nací de pequeño, como todo el mundo, y aún sin edad. Sin relación alguna con las Copas de Europa ni con el Liverpool, mis padres decidieron llevarme a la iglesia para que me bautizaran a las pocas semanas de nacer

Al poco tiempo del sacramento, empecé a llorar más que antes, pero ya era tarde para echarse atrás y mis padres decidieron no desprenderse de mí. Incluso me llevaron con ellos durante sus desplazamientos veraniegos. Uno de esos destinos fue el pueblo de una de mis tías, San Martín de Castañeda, localidad zamorana conocida por estar situada junto al Lago de Sanabria y por servir a Madrid como proveedora oficial de taxistas de pescuezo grueso.

Desde la terraza de aquella casa sanabresa se veía el futuro, ya que las vistas daban al cementerio del pueblo. En aquel momento yo tenía dos meses y lloraba más que un atlético en el minuto 93. Tanto, que comencé a ser objeto de los comentarios de las ancianas del lugar.

Debido a la inmadurez propia de un bebé, no recuerdo a aquellas señoras en aquel preciso momento, pero sí pocos años después. Su aspecto era el habitual de las mujeres rurales mayores del Noroeste español de hace más de cuarenta años. Cara curtida, como surcada por los anillos de un tronco de madera, pelo blanco-amarillo, pañuelo en la cabeza y vestidas de negro. Normalmente vestían de negro porque a los maridos les daba por trabajar mucho, beber y morirse, mientras ellas tenían que seguir trabajando porque seguían vivas. No era raro que desprendiesen un olor dulzón, pero en aquella época la supervivencia —y la falta de costumbre— no dejaba mucho tiempo libre para lavarse.

La abuela de mi tía, cuando observó que yo no dejaba de llorar, emitió su veredicto: “Este niño está mal bautizau

Una de esas mujeres era la abuela de mi tía, que cuando observó que yo no dejaba de llorar, emitió su veredicto: “Este niño está mal bautizau”.

No hubo lugar a réplica. Las abuelas del pueblo me tomaron en brazos y me bajaron a la iglesia del pueblo. Una vez allí y en un rito poco ortodoxo, procedieron a bautizarme con agua bendita ellas mismas, sin presencia del cura. Al carecer de oficialidad, podríamos catalogar este segundo bautismo como amistoso, por lo que probablemente para la FIFA carezca de validez.

Los caminos del Señor son inescrutables —menos aquella vez frente a Malta cuando todo el mundo sabía que iba a chutar a puerta— y después de ser bautizado por segunda vez, dejé de llorar.

Ahora ya solo lloro cuando el Madrid gana la Champions.

 

Getty Images.

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Redactor jefe de La Galerna.

10 comentarios en: Por qué ya solo lloro cuando el Madrid gana la Champions

  1. ¡Qué extraordinario, enternecedor, profundo, auténtico,...relato! Menos en lo de los bautizos y los llantos,....¡Me ha calcao! Gracias, amigo y compañero de hazañas vividas,...y hasta el próximo mes de Mayo,....¡Hala, Madrid!

  2. "El hombre mal bautizau" podría ser un gran título de aquellas películas costumbristas de los 60 y 70 cuya mayor ambición era mostrar la maravilla de la vida misma.

  3. " El Madrid gana por juego y por corazón "
    Don Rodrygo.
    " Yo le daría el Balón de Oro a los once del Real Madrid".
    Don Valverde. Lo máximo cuando ya los demás están con la lengua fuera.
    " El Real Madrid sabe defenderse cuando le atacan y atacar cuando puede".
    Carletto l de de España , Alemania , Inglaterra y Francia.
    " Fuera del Real Madrid hace mucho frío".
    Reflexión del pueblo .

  4. "Los caminos del Señor son inescrutables —menos aquella vez frente a Malta cuando todo el mundo sabía que iba a chutar a puerta— "

    No lo he cogido a la primera, pero después de volverlo a leer, no he parado de reírme durante un buen rato.

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