Mea culpa

Escrito por: Nacho Faerna26 noviembre, 2015

Ni Benítez, ni la BBC, ni Florentino, ni el dibujo táctico, ni la falta de compromiso de la plantilla... Olvídense. El único culpable de lo que pasó el sábado en el Bernabéu fui yo. Nadie más. Ya está, ya lo he dicho. Que lo sepa todo el mundo. Obviamente, dada la magnitud del desastre, no tengo perdón de Dios ni pretendo clemencia. Aceptaré resignado la expulsión de este templo del madridismo y la sintaxis que es La Galerna, llevaré una letra escarlata tatuada en el hombro para vergüenza de mi familia... ¡Tonterías! Si voy a asumir la culpa, que sea hasta sus últimas consecuencias y a lo grande. Me someteré a la ceremonia japonesa del seppuku y esparciré mis entrañas por el césped de Chamartín emulando a mi admirado Salgari como desagravio. Eso es, y en honor del Capitano ejecutaré el sagrado ritual con un kriss malayo. Pero antes déjenme explicarme. Sea éste mi yuigon, las últimas palabras de un madridista que no mereció tal nombre.

harakiri

No me andaré por las ramas. La noche previa al partido con el Barça estuve de fiesta. Me dieron las tantas. Bebí y bailé más de la cuenta. Sé que no servirá de atenuante, pero tengan a bien considerar que era el cumpleaños de mi amigo Álvaro, al que conozco desde 1º de EGB y con el que, dicho sea de paso, fui por primera vez al Bernabéu (y muchas más después). Yo antes me reponía mucho más fácilmente de los excesos, pero los años no perdonan y cuando llegó la hora del partido lo cierto es que tenía una resaca monumental. Se mire por donde se mire, yo no estaba en condiciones. Me dolía la cabeza y mis pies lamentaban que mi cerebro alcoholizado hubiera decidido que volvía a tener dieciséis años cuando en casa de mi amigo sonaban las canciones de nuestra adolescencia. A ver quién es el guapo que se resiste a "Town Called Malice". Mal, mal, muy mal. Quiero decir, fenomenal. A las cinco de la madrugada me parecía fenomenal pretender tener dieciséis otra vez. Pero unas horas más tarde, cuando por fin amanecí, pasado el mediodía, no sólo mi edad se multiplicó por tres...

Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.

De nada sirven las tácticas del entrenador, los cracks, las directivas ni las plantillas comprometidas si falta lo más importante. Lo más importante es que yo esté concentrado desde primera hora de la mañana el día del partido. Tenían que haberme visto, por ejemplo, el día de la final de la Décima en Lisboa. Sé que todo el mundo piensa que el gol decisivo lo marcó Ramos de cabeza en el minuto 93. No quiero restarle mérito al de Camas, porque alguien tiene que empujar la pelota y meterla en la portería, pero el de Moratalaz (o sea yo) estaba en el salón de su casa canalizando tal cantidad de energía a través de la tele que aunque el remate hubiera ido desviado, o si Courtois lo hubiera despejado, ¡qué digo!, incluso si el balón hubiera salido despedido fuera del estadio para acabar flotando en las aguas del Tajo, ¡¡aun así!!, el árbitro habría pitado gol. Sólo cuentan con mi palabra, pero no tienen motivos para dudar de ella, al fin y al cabo soy un hombre a punto de rajarse el vientre para exponer sus intestinos en el círculo central del Bernabéu, no tengo nada que perder: créanme, en el minuto 92 yo ya sabía, con absoluta certeza, no sólo que íbamos a la prórroga, eso no tendría mayor mérito, sino que íbamos a levantar la Orejona. Y lo sabía porque llevaba todo el santo día calentando, preparándome para la gran ocasión. Había dormido mis ocho horas. Había comido frugalmente. Por supuesto no había bebido nada la noche anterior. No había permitido que nada me distrajera. Máxima concentración. Cuando yo pongo los cinco sentidos, el Madrid nunca falla. Es así de fácil.

Pero ay si lo dejo todo en manos de la directiva, el equipo técnico y los jugadores...

Fíjense si estaría perjudicado el sábado pasado, cuál no sería mi deterioro neuronal, que creí ver a madridistas en el campo, de los de camiseta y bufanda, aplaudiendo a Iniesta cuando lo cambiaron. No sólo eso. También oí al respetable corear el hipocorístico de don Francisco Román Alarcón Suárez (le volveré a tutear cuando deje de comportarse como un niñato) mientras se dirigía al banquillo después de que el árbitro le sacara una merecidísima tarjeta roja. Si en lugar del Bernabéu aquello hubiera sido Las Ventas, lo habrían sacado a hombros por la puerta grande. ¿Cómo quieren que no perdamos un partido contra nuestro eterno rival cuando el auténtico jugador número doce, que es el que esto suscribe, padece semejantes alucinaciones? Pocos goles nos cayeron dadas las circunstancias. Quise compartir mi zozobra con el resto del universo y abrí twitter, pero no conseguí escribir nada más elocuente que lo que la aplicación propone por defecto: ¿Qué está pasando?

Mal, mal, muy mal...

Pero como sabía que algunos no me van a creer, que pondrán en tela de juicio mi determinante papel en las victorias de nuestro amado club, ayer demostré empíricamente mi hipótesis. Aprovechando que no tengo dónde ver los partidos de la Champions que se celebran los miércoles (a ver si Movistar arregla este desaguisado), decidí abstraerme por completo de la cita en el Arena Lviv contra el Shakhtar. Desde la debacle del 0-4 me he aislado futbolísticamente hablando. No he prestado atención a las necrológicas de lo del sábado aparecidas en todos los medios de comunicación (lo que de paso me ha ayudado a superar mejor el duelo). Ni el portanálisis he leído, que ya es no leer. Los miércoles doy clase desde las tres a las cinco en la universidad, así que dediqué la mañana a prepararla. Luego pedí cita con mi fisioterapeuta. Relajación absoluta. Cuando llegué a casa puse la tele pero zapeaba en cuanto aparecía un periodista deportivo en pantalla. Hasta vi un rato El Hormiguero con tal de evitar cualquier información futbolística. Me desentendí por completo.

Mi desidia probaría que lo ocurrido contra el Barça era culpa mía y de nadie más. Sin mi intervención, ni positiva ni negativa, el Madrid se mostraría tal cual es, un equipo campeón. Como bien sabe el Tío Ben, un gran poder conlleva una gran responsabilidad. Spiderman pegando brincos de rascacielos en rascacielos con un resacón del quince acabará muy probablemente estampado en la acera. Pero si Peter Parker se queda en casa tranquilito durmiendo la mona, Los 4 Fantásticos se bastan y se sobran para derrotar al villano de turno. Si mi experimento tenía éxito, lo único que tendría que hacer en adelante para asegurarme de que el Madrid ganara siempre sería:

a) No volver a ver ningún partido de mi equipo del alma.

b) Verlos todos después de haber dedicado la jornada a dar cera y pulir cera, en ayunas si fuera necesario.

Sólo tenía que olvidarme de que el Madrid estaba jugando en la lejana Ucrania.

Casi lo conseguí.

A falta de veinte minutos para el final no pude aguantar más la tensión y miré en twitter cómo iba el partido. ¿Qué está pasando?, me preguntaba. Lo que estaba pasando era que el Madrid iba ganando 0-4. ¿Se dan cuenta? Mi indiferencia había bastado para que Benítez, la BBC, Florentino y toda la plantilla quedaran exonerados de cualquier responsabilidad de lo sucedido cuatro días antes. ¡Cristiano había vuelto a marcar y por partida doble! ¡Luka era de nuevo nuestro héroe y también había metido un gol! ¡Bale repartiendo asistencias!

¡Bien, bien, muy bien!

Un momento... ¿Qué está pasando?

Al minuto de incorporarme a la corrala virtual empezaron a llegar mensajes preocupantes. En cuanto Benítez detectó la inevitable perturbación en la Fuerza que supuso mi regreso al universo futbolístico sentó a Modric y lo sustituyó por Kroos. Antes de que yo pudiera reaccionar, el Shakhtar metió un gol. Y otro. Y otro más. Y si no llego a apagar el móvil para desconectarme como Neo de Matrix, no descarten que nos hubieran empatado.

¿Acaso necesitan más pruebas de mi superpoder?

A mí, desde luego, no me cabe ya ninguna duda. Así que tengo listo el sake para dar el preceptivo último trago, me he puesto el kimono blanco como muy apropiadamente exige el Bushidō  y tengo el kriss afilado y dispuesto.

Mea máxima culpa.

Sayonara, babies y ¡Hala Madrid!

 

Número Tres

Nacho Faerna, el tercero de los Faerna, es guionista y novelista. O sea, que le pagan por mentir, pero tuitea gratis en @nachofaerna y @galernafaerna. Se toma muy en serio sus placeres. El Madrid es uno de ellos.

4 comentarios en: Mea culpa

  1. Número 3, me solidarizo contigo; ese sentimiento lo he tenido yo toda la vida, si me concentro y veo el partido canalizaré mis fuerzas al equipo y éste ganará indefectiblemente. Sin embargo, si no lo veo (exclúyasen aquí los partidos de chichinabo, me estoy refiriendo a las grandes citas), y permito, consiento que "lo jueguen ellos sólos", catástrofe asegurada... Je,je.je, me has hecho esbozar una sonrisa Nacho, muchas gracias por tan entrañable artículo.

    PD: no, por favor, no cumplas con el ritual como Mishima, dejarías La Galerna huérfana, qué digo La Galerna, a nosotros sus fieles lectores... déjalo estar, que juntos somos capaces de canalizar el doble de fuerzas, y esto todavía no ha acabado (lo que me recuerda, y perdón por extenderme tanto en una postdata, la siguiente anécdota: cuando la octava, mis amigos, todos culés, estaban eufóricos porque jugaban muy bien y el Madrid era un desastre, y yo, que no me perdía ni un partido para "ayudarles", les contestaba:
    - Sí, ya, pero imaginad por un momento... Barça-Madrid en semis, os lo imagináis?
    A lo que ellos, sin inmutarse ni por un instante, replicaban:
    -Sí, hombre, ¡sigue soñando!, que vosotros no pasáis ni en sueños, sois un desastre!
    -Ya, ya -con una sonrisa de oreja a oreja, confiado yo-, pero imaginadlo por un momento, a que sería chulo?
    -¡Ja,ja,ja,ja,ja,jajajajajajajajajajajajajajajajaja!...
    ...
    Y bueno, fin, ya sabes como acabó todo.

    Yo sigo "confiante". Siempre. Porque SIEMPRE volvemos, más tarde o más temprano.)

    Hala Madrid y nada más!

  2. Nacho, a mí también me pasa lo mismo, pero, yo no me concentro durante todo el día, lo mío empieza con el pitido inicial. Ahí es cuando tengo que poner los cinco sentidos en partido y pobre del Madrid como se me ocurra distraerme mandando un "wasap".....gol que nos meten!!!
    Otro desastre que hago que suceda es, que si está jugando el Barcelona (nunca los veo), y se me ocurre cambiar a ver cómo van.....presencio, en vivo y en directo, un gol suyo. Es que no fallo!!!
    En fin, a ver cómo hacemos para evitar tales desaguisados sin tener que recurrir al suicidio.
    ¡¡¡¡¡HALA MADRID Y NADA MÁS!!!!!

  3. Gracias a Dios he encontrado a mis similares, que ilusa soy pensé que solo yo era la que hacía ganar al Madrid con mi concentración y que el Barcelona perdía cuando no veía los partidos ni los seguía en Twitter. Me siento acompañada y ese si que es un alivio, ya me sentía desgastada de llevar esa carga yo sola. y LO DIGO EN SERIO

    HALA MADRID Y NADA MAS!!!!!!!

  4. En esto del gafar (los jerseis de rombos o calzoncillos de victoria) o dar buena suerte, hay un montón de procederes que a mí llegaron un momento a volverme loco. Existe un predominio de ver el Madrid para que gane. Pero imagínense, para un tipo como yo, que vive en Barcelona -la cuna del antimadridismo- ver un partido del Madrid en tierra hostil -y ya no hablemos de un Clásico- puede volverse nefasto. Si lo haces en un lugar público, todo el gafe que te pasa por al lado, se reconduce en negativismo a través de ti. Porque, lo de no ver al barça para que pierda, también tiene lo suyo. Si para que pierda el barça hay que dejar de verlo, y para que gane el Madrid hay que verlo intensamente... ante un Clásico: ¿qué nos hacemos? Murphy se cortaría las venas.
    Luego está el tema del delirio persecutor del barça. Como sabe que lo ignoras (esto es lo peor que puedes hacerle a alguien -recuerden a Merlín y Morgana), te persigue, te busca, te provoca. Es cuando suele llamarte un amigo culé que hace meses ni se acordaba de ti, o cuando tu vecino comienza a gritar y dar patadas contra el suelo porque Messi acaba de marcar un gol; o cuando alguien te pregunta: oye, a qué hora es el partido? etc. etc.
    Debido a todo esto, siempre intento ver al Madrid en casa, tranquilo, concentrado. Pero aún así, he comprobado que cuando tiene que perder un partido (y aquí entra la voluntad del ser Superior -y no me refiero a Florentino-; o más bien, no interviene) lo pierde por más concentración y energía ganadora que le pongamos.
    Cuando el Madrid pierde, es porque Dios ha decidido dejar solo a sus niños (como hacemos a veces nosotros) para que aprendan a vivir sin él - o más bien- a intentar conseguir las cosas y los triunfos por su propia voluntad y esfuerzo. Dios premia voluntades, no hechos. El premio son los hechos. Por eso lo importante es la voluntad, la actitud.
    La Décima la ganó Dios... pero para que eso ocurriera tuvieron que confluir millones de voluntades deseando un mismo propósito. Y esto no puede ocurrir siempre, porque el Universo tendría que detenerse para ver ganar únicamente al Madrid. Que ya estaría bien, pero sería un poco aburrido.
    Algunas veces, ante la obligación de las circunstancias de ver al barça, he logrado hacer que pierda. Pero han sido muy pocas. Y otras veces, cuando he insistido de un modo concentrado en el Madrid, ha perdido. Hoy sólo intento ver los partidos del Madrid con la inocencia de un niño que quiere disfrutar. Y en los Clásicos, le pido a Dios que intervenga, y si puedo, solicito también la ayuda del padre Suances. Así voy un poco más tranquilo, al menos.

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