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Esperando a Varane

Esperando a Varane

Escrito por: Antonio Valderrama6 agosto, 2016
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Corre el peligro de parecer el increíble futbolista menguante, aunque todavía se intuye al coloso infranqueable en su perfil fibroso, joven, que desprende potencia en reposo. En 2013 era mejor defensa que ahora; aún sigue siendo una promesa, y es esa esperanza lo que a uno le mantiene en vilo, colgado de su reflejo en el espejo. Raphael Varane continúa en ese altar donde permanecen expuestos como en un escaparate los tres o cuatro jugadores que Europa aguarda florezcan en leyendas. Pero ese altar sólo tiene dos salidas: el ostracismo o la posteridad. Varane sigue plantado en el umbral de la gran puerta, vacilante, tres temporadas ya mirando deslumbrado el futuro.

Con el pasado sujeto en una mochila que pesa mucho. Su irrupción formidable, incomparable, coincidió con uno de esos momentos crepusculares en que el madridismo se sume cíclicamente: en enero de 2013, el Titanic se hundía con Mourinho dentro, su obra parecía sumergirse en el cieno de la Historia y con él, la aspiración de una porción considerable de la masa social; la Liga, perdida como se pierde en esos años, en enero, naturalmente; la desafección manifiesta de los aficionados hacia el equipo, y la plaga anual de lesiones que lo arrollaba todo como las crecidas del Nilo. Entonces apareció Varane. Fue en una eliminatoria de Copa contra el Barcelona. Fue un relámpago: el niño-Rey que vino de la Polinesia para tragarse a Messi con sus piernas de gigante, piernas infinitas que hacían ponerse el sol sobre los enemigos. Debutó como una sombra elástica cuya silueta era imposible de atravesar, como un Dios de ébano que marcaba goles planeando sobre Puyol. El Hombre del Saco que frenaba las contras de los rivales con una zancada descrita en el Eclesiastés: Vi siervos a caballo, y príncipes que andaban como siervos sobre la tierra. 

raphael varane

Pero sólo tenía 18 años. El zaguero que desarticuló a Messi, Rooney y Van Persie en una misma semana, con la precisión y limpieza de los TEDDAX, era todavía un futbolista por hacer. La paradoja es que siendo el esbozo de un Beckenbauer, proyectó sobre su futuro una sombra tan alargada que ha terminado por quedarse, después, preso en ella. A pocos jugadores les pasa. Lo normal es ser esclavo del recuerdo de quien estuvo antes, y a quien uno viene a sustituiir. Sin embargo, el destello de Varane fue la única luz de la etapa final del mourinhismo: constituyó su promesa post mortem, bebida por muchos madridistas desesperanzados como el cáliz de la redención futura. Un fruto vivo y primaveral al final de unos meses penosos, tristes, invierno que terminó con la derrota de Dortmund y la prórroga contra el Atlético en la final de Copa del Bernabéu. Luego Varane se rompió el menisco en el penúltimo partido de la Liga y vino Ancelotti. Entre que el niño-Dios regresaba y no, su Madrid se asentó sobre el Pepe-Ramos que adelanta la zaga hasta el mediocampo, y Varane se quedó en un limbo.

De ese limbo todavía no ha salido. Del central flamígero que era con 18 años, se ha vuelto un defensor rápido pero no demasiado; ha ganado peso, transformado en musculatura, pero sigue yendo mal en los balones que ha de defender por alto, y ya no es ligero, sino blando: en el quite, en la anticipación y en el achique de espacios. Incluso tiene dudas, que es lo que les pasaba según Hemingway a los toreros que prometían mucho cuando sufrían su primera cornada: padecen un retraimiento que en algunos casos puede destrozar sus carreras. De ser el primero de los defensas del Madrid, es ahora el tercero, y empieza su sexta temporada en el Real por detrás de una pareja de treintañeros cuya titularidad, hoy, no parece discutible. Varane sigue siendo el defensa del futuro, y no hay nadie en Europa de su edad que acumule su experiencia o su talento potencial. Su tándem con Ramos es todavía la última frontera deseada por quienes nos atrevemos a imaginar el arte de defender del fútbol moderno como un oficio de ninjas etéreos y de caudillos hechos de granito. Pero todo va muy deprisa, cada día ocurren muchas cosas, y el futuro acaba por presentarse siempre sin tocar el timbre.

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Madridista de infantería. Practico el anarcomadridismo en mis horas de esparcimiento. Soy el central al que siempre mandan a rematar melones en los descuentos. En Twitter podrán encontrarme como @fantantonio

3 comentarios en: Esperando a Varane

  1. Si Varane, que tiene todas las facultades para ser un grande, no mejora en lo que a carácter se refiere , se quedará en un buen suplente para el Madrid y poco más. Su última temporada ha sido lamentable, cuando debiera de haber sido la de su confirmación. Entre que Pepe ha estado imperial, claro ejemplo de facultades y carácter, y que Ramos es intocable, aunque empiece a jugar en Abril los últimos años, su rol en el equipo ha perdido importancia. De él depende. No es el primer caso , ni será el último, de un " lo que pudo haber sido y no fue". El Madrid es la élite, pura y dura y en la élite no se admiten flaquezas, más para el que tiene todo por demostrar.

  2. Hombre, yo prefiero romper una lanza por este chaval (es lo que es, un chaval). Sus condiciones no las ha perdido, eso seguro. Yo comparo lo suyo con Ramos y Pepe como lo de Keylor con Casillas: ver día tras día que eres mucho mejor que el otro, que te entrenas mejor, pero al final, de no haber lesión, siempre juega el "otro". Ver a Ramos cagarla de maneta infame partido tras partido mientras él chupa banquillo... Y no digamos si les toca jugar juntos... Varane acaba en un frenopático.

  3. Desde la lesión Varane no ha vuelto a ser el mismo y eso es algo que todos hemos notado. Parece que ha perdido la confianza en sí mismo. Incluso su manera de golpear el balón es distinta, es antinatural algunas veces. Sería una pena que no evolucionara porque tenía pinta de convertirse en un coloso infranqueable a la par que elegante.
    Confiemos en que se sacuda lo que sea que le tiene anclado y que no interrumpa por más tiempo su progresión hacia lo que parecía natural, es decir, convertirse en el mejor central del mundo.

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