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El póster de Zamora

El póster de Zamora

Escrito por: Maricarmen Alarcón24 diciembre, 2020
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Cuento ganador del I Certamen de Cuentos Madridistas de Navidad de La Galerna.

 

Julián sintió unos nervios para él desconocidos cuando el tren aminoró la marcha para detenerse en la estación de Astorga; no estaba seguro de si Damián aparecería. Apenas hacía diez días que le había enviado un telegrama tan breve como urgente del que no había recibido respuesta alguna.

El tren se detuvo casi al final de la estación. El hombre revisó concienzudamente todo el andén. A pesar de llevar dos años sin verle no tuvo duda: el muchacho alto y fornido con aire de despistado que se estaba subiendo a su vagón era él, su hijo. Había llegado el mensaje y Damián había podido acudir a la cita por sorpresa de su padre.

El reencuentro fue más emotivo de lo que él, un hombre hecho y derecho, había imaginado. Lloraron como dos chiquillos en ese abrazo que siempre dudaron que se produjera algún día. Se sentaron rápidamente a la orden del revisor y prosiguieron la marcha con destino a Vigo, de lo que se enteraría el chico de camino.

El telegrama no rezaba más que: “Reúnete conmigo. 24 de diciembre. 10:00 horas. Estación de tren de Astorga. Pide permiso para el día 25. Tu padre. Julián Alarcón”. Así, subido ya en el coche, el muchacho supo de qué se trataba todo aquello: su padre había conseguido dos entradas para el partido que jugaba el Madrid F.C., ¡su Madrid!, a las cuatro de la tarde en Vigo frente al Celta. Después, pasarían la noche en la ciudad gallega y volverían en el tren de la mañana, su padre al domicilio familiar de Madrid y él a León, donde estaba destinado.

Estación de Astorga

Fueron casi tres horas que volaron mientras se ponían al día de cómo estaban siendo sus vidas. El padre había encontrado un nuevo trabajo de lo suyo, el cuero, en una fábrica recién abierta. Damián, por su parte había comenzado a entablar amistad con una chica leonesa y esperaba que aquello fuera a más. A pesar de que la guerra había terminado hacía ya ocho meses, el joven tenía por delante un futuro estable en la ciudad realizando labores militares de control y organización.

Julián, que se sentía como un chiquillo, sacó de su gabardina dos ejemplares del MARCA, de los dos días anteriores, donde hablaban del encuentro que iban a presenciar. Abrieron ambos a la par y acabaron el trayecto comentando la posible, e indescifrable, alineación que elegiría Paco Bru.

Llegaron con el tiempo justo para dejar el poco equipaje en la pensión, situada muy cerca del estadio, y marchar rápidamente al partido. El Municipal de Vigo les sorprendió por su tamaño, ya que podría equiparase perfectamente con el del Madrid en cuanto a capacidad y dimensiones. Localizaron sus asientos, muy bien situados, y de repente sintieron que volvían a antes, a cuando nada había pasado e iban de la mano andando hasta su Chamartín comentando el MARCA y el boletín de la radio e imaginando. Fabulaban que Ciriaco y Quincoces no dejarían pasar a nadie, que Regueiro volvería a dar un centro imposible desde la banda y que Olivares o Lazcano o Emilín o Samitier, daba igual quién, remataba ese balón a la red. Y Zamora, cómo no. En algún despiste de la zaga, el delantero rival se plantaría delante de “El Divino” y éste se luciría como sólo él sabía para impedir el gol contrario.

Allí sentados vieron salir a los once culpables de que volvieran a verse: Espinosa; Mardones, Quincoces; Lecue, Triana, Leoncito, Sauto, Ipiña; Emilio, Alday y Masagué. Sería una alineación que padre e hijo ya no olvidarían nunca. Y eso a pesar de que apenas conocían a muchos de los jugadores. El Madrid, como todos los demás clubes (y como toda España) estaba en plena reconstrucción y bastante mérito era ya poder tener un equipo completo. Sólo Quincoces, Sauto, Bonet y Lecue se mantenían en las filas blancas desde antes de la guerra y todos los demás habían sido incorporaciones conseguidas, decían, llamando a cada una de las puertas y prometiendo lo que todos sabían que era imposible conseguir.

La vuelta de la Liga había reactivado enormemente la ilusión del país y los aficionados estaban respondiendo magníficamente en cada partido. Sin ir más lejos, un padre de Madrid y su hijo, militar destinado en León, estaban en Vigo el mismísimo día de Nochebuena animando al Madrid de sus amores.

El encuentro fue muy disputado y ambos equipos sorprendieron muy positivamente con su juego; parecía como si todos ellos llevaran años jugando juntos. Para el minuto diez ya se había marcado un gol en cada bando y el resultado final era imposible de predecir a tenor de las numerosísimas ocasiones. Fue la de Masagué, uno de los nuevos, que además debutaba de blanco. Anotó dos tantos antes del descanso y erró alguna ocasión más. Los Alarcón estaban encantados con la nueva formación tanto por su juego como por su entrega.

El intermedio fue como los de casa: con bocadillo y agua para reponer fuerzas después de tantos aplausos y gritos. El estadio en sí, a pesar del resultado, era una fiesta. Todos querían regresar a lo que fue, a que el fútbol volviera a ser tan importante en sus vidas como antaño. Ellos, por su parte, siguieron contándose sus nuevas rutinas: cómo era la nueva fábrica y cómo eran esas tareas de control. Ambos eran, en general, felices con su ocupación y ahora aún más, que estaban de nuevo viendo ganar a su Madrid. Y, por primera vez, en otro estadio.

Balaídos estadio muncipal Vigo

Se reanudó el partido, el Madrid se relajó y por ello llegó el segundo tanto gallego, obra de Agustín. Incluso vino bien porque el emocionante final hizo que la victoria por 2 a 3 les dejara un mejor sabor.

El partido finalizó poco antes de anochecer, así que decidieron recorrer Vigo para disfrutar de la decoración navideña de sus calles. Ambos estuvieron de acuerdo en que estaba engalanada en exceso, sin duda fruto del deseo común de retomar la normalidad y de volver a celebrar lo que fuera. Coincidieron en que Madrid y León pecaban de lo mismo. La ciudad era un bullicio inmenso, con mucha gente riendo y chillando. Era un exceso en sí mismo. Contrastaba con ellos, paseando y hablando tranquilamente, sin voces.

Siempre habían sido muy parecidos. Al margen del fútbol se comportaban de una manera sosegada, tranquila y pausada, era difícil alterarles. Con su Madrid era muy distinto ya que sufrían un continuo vaivén de emociones y vivían cada jugada como la más importante de sus vidas. No comulgaban con aquellos que, compartiendo la misma pasión, se desfogaban de mala manera con el defensa rival o el árbitro, que parecía siempre pitar en contra de su equipo; ellos lo entendían de otra manera. Como lo había entendido el padre desde que viera jugar a Aranguren y Machimbarrena, dos caballeros que anteponían la educación y la nobleza a todo lo demás. Y como lo había entendido el hijo tras muchas charlas de camino de ida y vuelta a Chamartín.

Siguieron el paseo de camino al mar, recorriendo el paseo costero mientras hablaban de esto y lo otro. No quisieron hablar, ahora que podían, de lo que sabían que por carta era poco recomendable y hasta peligroso; sólo querían disfrutar del momento. Desde que Rafaela se cruzó en el camino de una bala que no era para ella, viudo y huérfano habían tenido que aprender a vivir todo de nuevo. Por ello, entre otras muchas cosas, habían decidido de común acuerdo que al muchacho le iría mejor si se alistaba. Y Julián también había aprendido a vivir de otra manera, (y sí, peor sin duda). Pero ya habían pasado casi tres años y, qué remedio, habían seguido para adelante. Como estaba siguiendo todo.

Cuando estuvieron frente a la isla de Toralla decidieron volver porque al día siguiente tocaba un buen madrugón para estar en la estación. Salió a relucir, cómo no, el póster de Zamora con la fotografía de aquella inmortal parada en la Copa del 36. Damián se la había llevado a León para enfado de su padre y en León seguía, reinando en la pared de su habitación. Julián se había hecho con otra copia pero, como su Rafaela no le habría permitido ponerlo en su habitación, había decidido colocarla en la de Damián, sobre la marca que había dejado la primera.

En la pensión había una pequeña fiesta con todos los huéspedes. La casera, doña Francisca, les había ofrecido a su llegada en la tarde prepararles alguna cena especial si estaba dentro de sus posibilidades. Julián le había solicitado, si era posible, cenar una sopa de ajo, a lo cual ella no tuvo reparo en comprometerse. Padre e hijo se sentaron junto a los demás, bendijeron la mesa al unísono y tomaron cuenta de aquella comida, la misma que les preparaba Rafaela los días que debían comer pronto antes de ir al estadio a ver a su Madrid.

16 comentarios en: El póster de Zamora

  1. Muchas felicidades a la ganadora por su estampa de la postguerra, muy parecida a las ganas de volver a la normalidad de hoy (una normalidad anterior para mí imposible de repetir) y a todos los participantes por el gran nivel mostrado.

  2. Enhorabuena a la ganadora. Una historia evocadora de tiempos pasados muy bien relatada.
    Feliz Navidad a todos los que de una manera u otra formamos parte de esta gran familia que es La Galerna, Mr. algorithm incluido... 🙂

  3. La historia de una vuelta al fútbol, a los estadios con tu hijo o tu padre, a disfrutar de una victoria del Madrid en directo tras una época convulsa. Enhorabuena a la ganadora por esta preciosa historia, a La Galerna por la idea del concurso y a todos los participantes, porque he podido disfrutar magníficas historias.

    1. Que suerte que has podido leer todas. Seguro que por muchas que sean, todas tienen su punto emotivo y bonito, y termina siendo agradable leerlas todas.

  4. He tardado un poco en dar mi opinión... ya sobre el cuento navideño ganador.. yo más bien diría la "historia navideña", ganadora... Muy bien contada, debo decir "superior", yo diría de casi, casi.. de escritor profesional.
    Creo .. sin miedo a equivocarme que el balompié, como se debe denominar históricamente, ha aportado, aporta y aportará mucho al buen funcionamiento de la sociedad.. con estas premisas: sociabilidad entre culturas, afán de mejora, reconocer errores, entendimiento entre diferentes culturas y etnias.
    En definitiva el fútbol, como se denomina internacionalmente contribuye al dedarrollo de la economía MUNDIAL.
    Mi Enhorabuena a la ganadora.
    Mi nota en la calificación es un:
    SOBRESALIENTE.

    Jesús Jiménez
    Presidente Tribuna Lateral Club de Socios Real Madrid.

  5. Gran idea esta propuesta de cuentos que alguien, La Galerna o el propio Real Madrid, debería intentar editar en papel y que pase a formar parte de los productos derivados del club.

  6. Felicidades y gracias, Maricarmen, por esta preciosa historia tan maravillosamente escrita. Y felicitaciones también a La Galerna por la iniciativa. He disfrutado muchísimo con la lectura de los cuentos y aportando mi pequeño grano de arena. Esperemos que se repita. ¡Un abrazo a toda la familia madridista!

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