1995 fue un año movido dentro y fuera de los estadios. España lloraba la muerte de Lola Flores y, poco después, la de su hijo Antonio; ETA atentaba contra José María Aznar en Madrid; y en Oriente Próximo, el asesinato de Isaac Rabin apagaba las esperanzas abiertas tras los acuerdos de paz con Arafat. En la televisión, Pepe Navarro estrenaba Esta noche cruzamos el Mississippi y un joven Florentino Fernández empezaba a convertirse en referente del humor de toda una generación. Ese era el clima en el que arrancaba la temporada futbolística 95-96, marcada por el descenso administrativo de Sevilla y Celta, que fue abortado a última hora tras la presión de miles de aficionados concentrados en la sede de la Liga. El resultado fue una chapuza histórica: la primera Liga con veintidós equipos.
Yo tenía 15 años y mi locura era el fútbol, en especial el Real Madrid. Ya había vivido dos noches inolvidables en el Bernabéu: el 5-0 al Barcelona que consagró al equipo de Valdano, y aquella tarde de junio en la que el gol de Zamorano al Deportivo entregó la Liga cuando parecía escaparse en el último suspiro. Con esos recuerdos frescos inicié la temporada convencido de que se abría una nueva era blanca, que al fin quedaban atrás las dos ligas perdidas en Tenerife y la tristeza de la Copa de Europa nunca alcanzada por la Quinta del Buitre.
El fútbol europeo se agitaba. En mayo del 95, el joven Patrick Kluivert había derrumbado al Milan con un gol seco en Viena, devolviendo al Ajax al trono continental veintidós años después. Van Gaal y su generación de oro prometían marcar época. En Italia, la Juventus de Lippi levantaba el Scudetto y empezaba a transformarse en un monstruo competitivo.
Mientras tanto, en España, el Madrid de Valdano había logrado romper el dominio de Cruyff y su Dream Team. Parecía el inicio de un ciclo, pero el verano trajo dudas, fichajes frustrados y una pretemporada desastrosa. El resultado: la peor campaña en décadas, un octavo puesto en Liga y el drama de quedarse fuera de Europa.
Los fichajes no ayudaron. Freddy Rincón, fuera de sitio desde el inicio; Juan Eduardo Esnáider, que no logró complementar a Zamorano; o Miquel Soler, cuya profesionalidad nunca encontró encaje real. Valdano había pedido nombres de peso como Cafú o Zola, y no llegó ninguno.
Aun así, la afición seguía creyendo. La vuelta de Míchel tras su grave lesión, la irrupción de Raúl, la confianza en la cantera… parecían razones suficientes para mantener viva la esperanza. Pero el contraste con la élite europea fue brutal: el Ajax derrotó al Madrid 1-0 en la jornada inaugural y lo arrasó en el Bernabéu por 0-2, un resultado incluso corto para lo que se vio. La diferencia era abismal.
El 95-96 quedaba como uno de los peores en 80 años de historia, pero también como el prólogo necesario a la resurrección
La ilusión se fue desmoronando jornada a jornada. La derrota contra el Rayo en enero de 1996 puso fin a la etapa de Valdano. El club se tambaleaba: Ramón Mendoza había dimitido meses antes tras no aprobarse las cuentas en la Asamblea, y Lorenzo Sanz asumía el mando en mitad de la tormenta. La temporada acabó en ruina: octavos en Liga, fuera de Europa y con un vestuario en llamas. La suplencia de Soler cuando estaba a un partido de renovar, la despedida amarga de Míchel, el choque entre Raúl y García Remón, el ambiente tóxico alrededor de Luis Enrique… todo se mezclaba en un cóctel irrespirable.
Arsenio Iglesias, “O Bruxo de Arteixo”, llegó como apagafuegos, pero ni su sabiduría gallega pudo revertir el desastre. Solo la eliminatoria de cuartos de Champions contra la Juventus ofreció un espejismo de esperanza, antes de caer con claridad en Turín.
Para mí, aquel chico de 15 años, la temporada 95-96 fue un torbellino de emociones: la ilusión rota, la aparición de canteranos como Guti, Álvaro o Fernando Sanz, y la certeza de que nada podía sostener un proyecto mal apuntalado.
Y, sin embargo, lo que nadie imaginaba entonces es que de aquella ruina surgió un nuevo Madrid. La entrada de dinero de las televisiones, la Ley Bosman y la astucia de Lorenzo Sanz sentaron las bases de un renacer. Con Capello en el banquillo y fichajes como Mijatovic, Suker, Roberto Carlos o Panucci, el club volvió a ganar la Liga. Y apenas dos años después, el 20 de mayo de 1998, el Real Madrid levantaba la Séptima en Ámsterdam frente a la Juventus de Zidane.
Ese día, para el madridismo, marcó un antes y un después. El 95-96 quedaba como uno de los peores en 80 años de historia, pero también como el prólogo necesario a la resurrección. Y esa, claro, ya es otra historia.
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Lo único rescatable: el Atlético no fue capaz de ganar a los blancos. Ni en el doble duelo en Liga ni en el extraño torneo navideño de la época.
El primer año de Valdano fue sensacional. El segundo empezó muy mal, los fichajes llegaron tarde y fuera de forma. A Valdano le dio por rotar en exceso una plantilla que tenía 11 o 12 jugadores de calidad. Se enemistó con los pesos pesados del equipo y apostó por la cantera que no le respondió. El resto fue una suma de decisiones caóticas de la directiva que terminaron por hundir la temporada.
Lo del "gol de zamorano al deportivo que entregó la liga cuando parecía escaparse en el último suspiro" no es así, el Madrid iba líder y ganó el campeonato a falta de dos jornadas para el final, de haber empatado ese partido e incluso habiéndolo perdido el Madrid seguiría líder.
Del resto temporada para olvidar la 95-96, en el partido de vuelta en Turín eso sí el Madrid tenía medio once de baja, era una eliminación anunciada pese a la victoria en la ida con gol de Raúl.
Efectivamente ,así es , pero la sensación en el estadio era de angustia por lo vivido desde los años anteriores,entiendo que de ahí expresarlo de esa forma. Pocas veces se ha vivido una explosión del Bernabéu como la de aquel día.