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El Hundimiento

El Hundimiento

Escrito por: Antonio Valderrama28 septiembre, 2021
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La película alemana El Hundimiento se hizo famosa a principios de siglo por, además de ser una gran película, una de sus escenas más célebres, que coincidiendo con el boom de Youtube y de las redes sociales, se viralizó como plantilla infinita de memes: aquella en la que Hitler, completamente desbordado y fuera de la realidad, planifica la defensa de Berlín moviendo en un mapa regimientos inexistentes. Sus mariscales y generales a duras penas se atreven a contarle la verdad, y cuando lo hacen, Hitler estalla en cólera. La furia del Führer representa desde entonces, en la memecracia contemporánea, la espantosa incredulidad de alguien ante un colapso repentino: como si se le pudiera hacer una foto a la cara del piloto de un avión que va en caída libre justo en el momento en que se percata de ello. Con razón, Richard Dawkins definió al meme como «la unidad de información cultural más pequeña».

El hundimiento

Pero en la Era del Meme el mayor peligro consiste, precisamente, en convertirse en uno. Me viene a la cabeza la imagen de Laporta abrazando un maniquí sin cabeza vestido con el 10 de Messi, un 10 azulgrana que ya nunca más correteará por un Camp Nou que tiene más grietas que los presupuestos generales del Estado. Esa imagen encarna el meme de la desintegración total barcelonista, que por momentos parece acelerarse, como cuando Koeman salió a rueda de prensa el otro día para leer un comunicado. Se han puesto de moda estos comunicados «sin preguntas» y ya aquí todo Cristo se siente legitimado moralmente para «pronunciarse» sin admitir réplica, como si fuera un espadón del XIX entrando a caballo en el Congreso. Es otra cicatriz en el rostro de nuestro tiempo, una época en la que desde hace ya mucho la única grandeza era la que proyectaba el rectángulo verde en las pantallas de millones de espectadores a lo ancho del mundo.

En la Era del Meme el mayor peligro consiste, precisamente, en convertirse en uno. Me viene a la cabeza la imagen de Laporta abrazando un maniquí sin cabeza vestido con el 10 de Messi, un 10 azulgrana que ya nunca más correteará por un Camp Nou que tiene más grietas que los presupuestos generales del Estado

Eso también se ha acabado. Se preguntaba aquí mi amigo Fred Gwynne el otro día si a la nación madridista le daba pena el estado actual del Barcelona. Las respuestas eran variopintas pero algunas incidían en algo que a mí me parece nuclear: la influencia directa que el «gran Barça» que empezó precisamente con Laporta tuvo en la radical puesta a punto del Madrid en todos los órdenes, desde el deportivo hasta la mecánica de fichajes y la cultura de comunicación.

Esto, que es innegable, no supera todavía la gruesa barrera del prejuicio puramente visceral del hincha. Pero es tarea del comentarista anotarlo. Y lamentarse por esa falta de grandeza que comentaba antes, una carestía que se refleja en el tono pachón del fútbol pandémico, en ese sucederse las jornadas como si fueran trámites administrativos interrumpidos cada vez con más frecuencia por absurdos calendarios de selecciones. Es curioso porque si no fuera por esta necedad recurrente de UEFA y FIFA, imperios de una burocracia insoportable, en el fútbol de selecciones seguiría palpitando algo de esa pureza icónica y deportiva que el de clubes ha perdido abruptamente, tras alcanzar, paradójicamente, la cima con el duelo sin cuartel de una década entera entre el Madrid de Cristiano Ronaldo y el Barcelona de Lionel Messi. Como si hubiera ocurrido todo al mismo tiempo, las marchas de Cristiano, Messi, Zidane, Ramos, la manifestación empírica del poder de los nuevos amos del fútbol mundial, las apreturas económicas del Madrid, la ruina del Barcelona, ha claveteado el ataúd de un tiempo que se ha terminado ante nuestros ojos en un parpadeo, sin que nos diéramos cuenta. El último tiempo maravilloso de un juego, como el mundo que lo engendró, en completa decadencia.

Cristiano Messi Valdés

El Barcelona parece a punto de desintegrarse. Pero, ¿esto es bueno para el Madrid? Yo creo que no. En primer lugar porque el fútbol es algo más que un deporte, y su influjo social se mueve sobre todo en el terreno de lo simbólico y de lo emocional. Toda gran narración precisa de un conflicto a la altura de lo prometido por la naturaleza de los personajes. El Madrid ha aspirado siempre a la Luna, a desbordar la realidad pequeñita de Madrid y de España y a significarse en el mundo como una causa fácilmente identificable por cualquiera en cualquier parte: la del Citius, altius, fortius olímpico, la de ser el mejor, batirse uno mismo y alcanzar las estrellas. El Barcelona, cuya tradición ha sido desde siempre justo la contraria («exercit desarmat de Catalunya») alcanzó con Messi la condición, por fin, global. El Madrid vio en envite y subió hasta convertir esa dialéctica en el eje de la pasión más popular del planeta durante diez años irrepetibles en los que hasta la Supercopa de España pareció una versión reducida de la Copa del Mundo: árabes y colombianos, indonesios y marroquíes, pegándose por Internet a cuenta de Mourinho, Tito Vilanova, Khedira o Cesc Fábregas. No se verá nada igual porque sencillamente es imposible recrear una lucha global con el Atlético de Madrid. ¿Alguien es capaz de imaginárselo? Ni siquiera dos finales casi seguidas de la Copa de Europa con el vecino de San Blas han ayudado a construir un mito a la altura de los Barcelona-Chelsea, por ejemplo, qué decir de los Madrid-Bayern, categoría inalcanzable.

El Barcelona parece a punto de desintegrarse. Pero, ¿esto es bueno para el Madrid? Yo creo que no

Esto repercute necesariamente en lo deportivo. En la «sinergia» florentinista-laportiana del asunto de la Superliga ya se aventuraba algo de esto: lo que se conoce como «fútbol español» fuera de España es, grosso modo (por mucho que moleste a «los otros 18») lo que Madrid y Barcelona sean capaces de ser. Si ahora domina el fútbol inglés en Europa, en lo estrictamente futbolístico, y la alianza del petróleo y del gas en lo estrictamente institucional, sólo una acción común de los dos clubes que ha marcado la pauta en todo el mundo entre 2009 y 2018 puede de alguna manera revertirlo. En ambos territorios: en lo que depende del balón y en lo que depende de la intriga política.

Madrid y Barcelona han representado desde antiguo culturas distintas. Ontológica, metafísicamente diferentes. Al Barcelona lo identificó siempre la promiscuidad con el catalanismo político y el victimismo; al Madrid, la tensión con ese mismo poder político por mantenerse al margen de intentos de apropiación, siquiera simbólicos. En esa dualidad se construyó el fútbol español moderno, que nace con Cruyff, Tenerife y el Canal Plus: la narrativa de lo autonómico desequilibrando la tradición hegemónica del Madrid en lo doméstico, en lo nacional, ya para siempre «plurinacional», como el Estado. Guardiola y Messi elevaron esto a un paroxismo que anticipaba el Procés; Florentino, Mourinho, Zidane y Cristiano mantuvieron el pulso de una alternativa libre y universal, derrotando la negra sombra que se cernía sobre la posición del Madrid empezando la segunda década del siglo XXI.

Laporta

Sin embargo, el fin de esa Era de los Titanes se ha llevado por delante también mucho de lo que hacía del fútbol argamasa social. Un Barcelona en bancarrota aboca a una Liga en apariencia abierta que termina siendo una reyerta menor entre los dos equipos de Madrid. Menor en todos los aspectos: a largo plazo, la competencia sucia y corrosiva con el Atlético de Simeone sirve más al Madrid de los jerarcas viejos y de los jóvenes prometedores que al propio Atlético, pues el primero ensancha su horizonte psicológico recorriendo el camino que sus veinteañeros talentosos pudieran tener por delante, mientras el segundo agota el ciclo de sus buenos futbolistas sin romper del todo el techo europeo. La Liga se empobrece pero también la Copa de Europa, y por consecuencia el juego concebido como espectáculo, deportivo, cultural, mediático, tribal, como representación, comedia y tragedia. El fútbol se quintaesenció en «el Rally de los Clásicos», y no son pocos los madridistas que han confesado que fue en esa época en la que, como en los veranos de la juventud, lo vivieron todo «más intensamente». La «nostalgia de una vieja herida», como explicó Don Draper en el capítulo del Carousel de Mad Men.

 

Fotografías Imago.

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Madridista de infantería. Practico el anarcomadridismo en mis horas de esparcimiento. Soy el central al que siempre mandan a rematar melones en los descuentos. En Twitter podrán encontrarme como @fantantonio

6 comentarios en: El Hundimiento

  1. Equipos como el Rangers o la Juventus han bajando a segunda y después han vuelto manteniendo sus respectivas rivalidades incuestionables. El Madrid se encuentra en una transición deportiva tras Ronaldo y las 4 champions y el FCB en una transición económica, deportiva y también institucional. Aún así la rivalidad permanecerá porque la historia mutua retroalimenta los egos, el victimismo y el ansia de venganza. No acabará tan fácilmente.

  2. El Barcelona no es el Rangers ni la Juventus detras hay mucho poder politico, mediatico y economico y esté como esté fichara tanto y tan caro como el Real Madrid y le quitará alguna figura y si no al tiempo, hay mucho detras y mucha mesa de negociación de gobierno a gobierno y algun presupuesto que aprobar, por lo pronto ya han empezado con los penaltys uno contra el Mallorca y otro importante contra el Villarreal

  3. El Barcelona no es un rival noble al que necesitamos para agrandar nuestra leyenda. El Barcelona encarna todos los vicios de los malos, el uso de los árbitros, del dinero público, del déficit, del lloriqueo continuo, los rivales que no le quieren jugar y a nosotros nos salen a muerte...Bueno, hay que reconocer que eso dá aún más valor a nuestras victorias, pero creo que si un equipo merece desaparecer, al menos del primer plano unos cuantos años, ese es el FC Barcelona, y cuando se alinee con la realidad, que vuelva.

  4. “Se preguntaba aquí mi amigo Fred Gwynne el otro día si a la nación madridista le daba pena el estado actual del Barcelona. Las respuestas eran variopintas pero algunas incidían en algo que a mí me parece nuclear: la influencia directa que el «gran Barça» que empezó precisamente con Laporta tuvo en la radical puesta a punto del Madrid en todos los órdenes, desde el deportivo hasta la mecánica de fichajes y la cultura de comunicación”.

    EIN?

  5. Buenos días, acabo de ver este artículo y como salía en la foto JM pues me he puesto a leerlo, la verdad sea dicha. No estoy de acuerdo con el titular intermedio que resume la opinión de don Antonio Valderrama. Yo sí quiero que el Farsa se desintegre, que se le caiga abajo el estadio aluminósico al que llaman camponuevo, que le ejecuten las deudas que tiene y lo bajen a tercera división o lo refunden con otro nombre, que lo incluyan en un concurso de acreedores y tenga que desmantelar la plantilla, que pague lo que debe de una p...a vez y que se le aplique la ley como se ha hecho con otros clubes morosos o como se hace con las empresas...
    El RM no depende de otra supuesto club estrella, no depende de nadie terrenal ni mundano, no depende de ningún jugador ni aficionado ni periódico ni directivo siquiera: es él mismo, es el RM la instancia que depende de su propia institución, está por encima de cualquiera que diga pertenecer a él...Cúanto menos va a depender de uno de sus enemigos acérrimos y/o envidiosos. Allá ellos en su mediocridad, falsedad o turbiedad. No entiendo esas vacilaciones de madridistas a los que parece apesadumbrarles el mal del enemigo o su derrota financiera, presupuestaria o golpista. No véis que pueden sacarse cualquier "cosa" para salvar a este putrefacto mescunclub, sean penaltys, sean subvenciones, sean permisos financieros...etc, etc.? Se os han olvidado las prebendas, aitikenadas, ayuditas, compadreos y "qué más quieres que te de Sandro si ya te lo he dado todo", de todos estos años atrás? No veis que hay enemigos del RM bien poderosos que con tal de atacarlo son capaces de cualquier cosa? Fijaos en esta pequeña "anécdota": el otro día en el bar de debajo de casa, un individuo gritando visca el barsa y visca cataluña, en una región autónoma bien lejana de allí. Increíble pero cierta
    Por todo esto, sí, espero el hundimiento, lo deseo y ojalá se produzca, un hundimiento parecido, salvando las comparaciones, al de la película del mismo título, don Antonio. Y que les den.

  6. Buenos días, ¡ Caray!! que diría D. Emilio que bien escribe usted, mi articulista preferido, la lastima es que esta vez es para no decir nada, o peor aún, para desear que se mantenga el statu quo actual, se imaginan amigos madridistas con La Orga fuera de la Liga de Campeones o mejor aún fuera de la Super Liga, cosa verosímil si no se transforman en S.A. y nosotros apretásemos, entonces si que se podría atisbar el Hundimiento no de La Orga y el Atlético de Gil, sino de esta decrepitud de Estado que es en el fondo lo que usted esta defendiendo, que algo cambie, para que todo siga igual
    Salud

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