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Don Alfredo Di Stéfano se miraba en Spencer Tracy

Don Alfredo Di Stéfano se miraba en Spencer Tracy

Escrito por: Athos Dumas9 mayo, 2020
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Sin duda, una de las facetas menos conocidas de don Alfredo Di Stéfano es la de su carrera cinematográfica, que no deja de tener cierto interés, ya que apareció en varias películas, tanto en Argentina (Con los mismos colores de 1949, cuando ya era titular indiscutible en River Plate), como en España.

En nuestro país, Alfredo protagonizó Saeta Rubia (1956) y La batalla del domingo (1963), dos comedias taquilleras que mostraban su enorme popularidad, además de formar parte del reparto de la mítica Once pares de botas (1954), dirigida por Francisco Rovira Beleta, y que contó con un elenco excepcional (Pepe Isbert, Elisa Montes, Manolo Morán), además de una pléyade de estrellas futboleras (Ramallets, Campanal, Gaínza, Molowny, Biosca, Muñoz, Zarra, Puchades, Venancio, Olsen, Gabriel Alonso) o exjugadores como Pepe Samitier o Jacinto Quincoces. Y con la presencia del gran Matías Prats narrando las jugadas más destacadas.

Nuestro Alberto Cosín, rebuscando entre miles de recortes de periódicos, nos pasó a los redactores de La Galerna una entrevista de 1963, aproximadamente, que le hizo el periodista José Antonio Romera al mejor jugador de fútbol de la historia. En ella, Di Stéfano nos confiesa —paradójicamente— su escasa afición al cine, pero desvela su actor favorito, que no era ni Clark Gable, ni Gary Cooper, ni John Wayne, ni Humphrey Bogart. Se trata del doblemente oscarizado (Capitanes intrépidos y Forja de hombres), dos años seguidos (1938 y 1939), el actor de Milwaukee de orígenes irlandeses, Spencer Tracy.

Ciertas similitudes hay sin duda en las personalidades de ambos, que tenían cierta fama de gruñones y antipáticos —en el caso de Alfredo era absolutamente infundada dicha fama, este articulista tuvo la suerte de conocerlo en persona— y un tanto despóticos. Ambos tuvieron el incontestable mérito de conquistar joyas excepcionales. El actor fue durante más de veinte años el amante de la mejor actriz de cine que jamás haya pisado un plató, Katharine Hepburn, cuatro Oscars y ocho nominaciones más a la mejor interpretación femenina, y Alfredo sedujo el escudo y el corazón de los madridistas y cambió para siempre la historia de un club grande que a raíz de su llegada se convirtió para siempre en el más grande.

Los dos mejores trabajos de Tracy, que no lograron premio en Hollywood, fueron en Conspiración de silencio (1955), de John Sturges, donde su personaje, un veterano con un único brazo, se enfrenta a toda una población de siniestros habitantes de oscuro pasado, y su papel como juez Haywood en el célebre juicio de Nuremberg, ¿Vencedores o vencidos? (1961), ambas figuras claramente madridistas, donde se defienden ardientemente causas justas y nobles. Sin olvidar su espectacular trabajo en Furia, de Fritz Lang (1936), uno de los mejores films noirs de la historia, en el que caracteriza a un hombre injustamente acusado de un crimen, que recuerda tanto a las numerosas injusticias que tiene que afrontar a menudo nuestro amado club, tanto por parte de la prensa como del estamento arbitral.

Claro que Tracy podía ser también muy versátil, y además de interpretar papeles dramáticos también podía ser de lo más encantador y agradable como expone en varias de las comedias en las que intervino, como La costilla de Adán o El padre de la novia (padre de una bellísima Liz Taylor), o como su descacharrante interpretación en la hilarante comedia El mundo está loco, loco, loco (1963), demostrando su cara más amable, como varias veces me la mostró Alfredo, uno de los mejores narradores de historias que jamás conocí en persona, con un humor genuinamente sarcástico, capaz de reírse de sí mismo —por ejemplo al narrar su propio secuestro en Caracas—, pero siempre manteniendo un gesto serio y altivo, mientras los que le escuchábamos a duras penas podíamos retener nuestras carcajadas.

La doble cara de Tracy, como la de Di Stéfano. No podía ser de otra forma, por lo tanto, que, en un momento de su carrera Tracy interpretase, evidentemente, al Doctor Jekyll y a Míster Hyde en 1941, al lado de estrellas como Ingrid Bergman y Lana Turner, como Alfredo interpretó su furibunda marcha del Madrid en 1964, aunque luego fue el bondadoso padre, junto a Amancio, de los componentes de la Quinta del Buitre.

Imaginen por un momento ese choque de trenes entre Di Stéfano y don Santiago, una relación tumultuosa como la que según parece también tuvieron Tracy y el maestro John Ford, irlandeses testarudos ambos, que coincidieron —y no pararon de discutir— en El último hurra (1958), y que al acabar cada día de rodaje se iban juntos a consumir whisky mientras seguían refunfuñándose el uno al otro.

Spencer Tracy, capaz de interpretar al indómito explorador Henry Stanley (en busca del Doctor Livingstone), al genio científico Thomas Edison, o al honesto abogado Drummond en Herencia del viento, de su fiel amigo Stanley Kramer, siempre en papeles de enorme carácter y fuerte personalidad, y muy íntegros en su mayoría: don Alfredo tenía claro quién tenía que ser su intérprete predilecto.

15 comentarios en: Don Alfredo Di Stéfano se miraba en Spencer Tracy

  1. No lo sabía, pero es totalmente lógico que Don Alfredo tuviera su referencia cinematográfica en Spencer Tracy, el padre ideal, el marido perfecto, el hombre sensato. Spencer Tracy deja una de las mejores frases de ¿Vencedores o vencidos? hacia el final de la película, cuando el juez nazi Ernst Jannings, interpretado por Burt Lancaster, se lamenta por las tropelías del régimen mientras un pueblo culto como el alemán miraba hacia otro lado. "¿Cómo se pudo llegar a esto?", se lamenta. Y Spencer Tracy le contesta:

    - Señor Jannings, se llegó a eso la primera vez que usted condenó a muerte a un hombre sabiendo que era inocente.

    Llevándolo al símil futbolístico, algún día alguien desmontará el Tinglao y dirá que cómo se pudo llegar a ello mientras un pueblo entendido en fútbol como se supone que es el nuestro miraba para otro lado. Y ojalá alguien responda:

    - Señor Villar (o Roures, o Rosell, o Sánchez Arminio, o Tebas), se llegó a esta infamia la primera vez que no pitasteis un penalti a Mascherano o a Piqué, o anulasteis un gol al Madrid, sabiendo que era injusto.

    Mis aplausos, señor Dumas.

  2. Me ha encantado la analogía porque soy fan irredenta de Spencer Tracy, un actor al que adoro. Muy bonito el artículo, me ha hecho disfrutar.

  3. Buenísimo Athos. Me encanta como relacionas real Madrid y cine. Una peli que me encanta de Spencer Tracy es "adivina quién viene esta noche?" Con Katherine hepburn y Sidney poitier. Como trata el conflicto generacional entre unos jóvenes que no ven diferencias entre razas y unos mayores que aunque son progresistas todavía arrastran prejuicios heredados
    Un abrazo

    1. Por cierto. Es una pena que en Europa no haya el talento necesario para hacer una gran película sobre el fútbol, donde evidentemente, el protagonista fuera el Madrid y algunos otros, da igual quienes.
      A los americanos, que son los que podrían hacerla a lo grande, les interesa muy poco el fútbol y es una pena porque han hecho grandes películas sobre boxeo, fútbol americano, baloncesto e incluso de béisbol. No me negarán que hacer una buena película sobre un deporte tan espantosamente aburrido como el béisbol no tiene un mérito enorme . Lo dicho, una pena.
      Los cineastas españoles que ni lo intenten, por favor.

    2. Excelente película. La última de Tracy, que la rodó estando ya bastante enfermo. Hepburn, Poitier y Tracy están a gran altura los tres. Muchas gracias!

    3. Excelente película. La última de Tracy, que la rodó estando ya bastante enfermo. Hepburn, Poitier y Tracy están a gran altura los tres. ¡Muchas gracias, Smokin Joe!

  4. Cuentan del Sr. Tracy que siempre decía que ser actor era muy sencillo, sólo había que aprenderse el texto y no tropezar con los muebles. Dura lección de humildad para tanto actorcillo de medio pelo que nos quiere hacer creer su terrible esfuerzo y sufrimiento por hacer películas que al final nadie ve.
    Me imagino a D. Alfredo diciendo algo parecido. Jugar al fútbol es sencillo, cuando no tienes la pelota hay que quitarsela al contrario cuanto antes y cuando la tienes marcar gol. Desmontando así las teorías de tanto filosofo de pantalla y micrófono, sobre los oscuros arcanos del fútbol y su estrecha relación con la astrofísica y la física cuántica.

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