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Coitus interruptus, competición adulterada

Coitus interruptus, competición adulterada

Escrito por: Antonio Valderrama1 noviembre, 2022
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El polémico empate del domingo por la tarde contra el Girona en el Bernabéu ha servido para algo más que lamerse las heridas, que por lo genera es para lo único que le sirven los empates a un madridista: para rumiar, rezongar, mirar dentro de los ojos de la muerte mientras declina la luz y se aproxima el lunes. Por de pronto, el club ha alzado una ceja, y no la de Ancelotti. Butragueño ha vuelto a manifestarse sobre los árbitros, como gran visir, interpretando el malestar de palacio ante las cámaras de televisión (“sorprendente” ha sido esta vez la palabra: los kremlinólogos deben ahora medir su alcance profundo, y las consecuencias) por las controvertidas decisiones que determinaron el 1-1 final que acorta la ventaja sobre el Barcelona y comprime la Liga a 20 días del comienzo de la copa del mundo de la vergüenza. En Marca se dice hoy que, aunque no se ha reprendido directamente a los jugadores, desde la dirigencia se cree que se están dosificando para el mundial. Lo cual no deja de ser, en una palabra, adulterar la competición.

Infantino Catar

Seguramente no sea una cosa que se circunscriba sólo a la plantilla del Madrid, probablemente a la del Madrid sea a la que menos le afecte, visto los resultados obtenidos hasta el momento (líder de la Liga y primero de su grupo en la Copa de Europa a falta de un partido; una ristra de encuentros disputados desde el 10 de agosto y tan sólo una derrota, por lo demás irrelevante), pero es un fenómeno humano e inevitable: a medida que se va acercando la fecha del Mundial, la gente, inconsciente y no deliberadamente, afloja. Es natural, es la condición humana. Muy a menudo olvidamos que los futbolistas son personas normales para quienes su selección, defenderla, jugar una Copa del Mundo, son cosas importantes, cosas que están fuera del debate minoritario en redes sociales acerca de la naturaleza del fútbol de selecciones o acerca de la inmoralidad del engendro qatarí que nos han impuesto por la fuerza. Por la fuerza del dinero, que ha sustituido a la coacción armada como manera de hacer la guerra y de corromper voluntades en este siglo infame que nos ha tocado vivir.

La culpa, por tanto, no es de los futbolistas, sino de todos aquellos que han permitido semejante adulteración de todas las competiciones de clubes disputadas en la temporada 2022-2023. Adulterar, según la segunda acepción del diccionario de la Real Academia, significa “alterar la naturaleza de algo”. Es indiscutible que interrumpiendo durante un mes el curso natural de las ligas nacionales y de las competiciones europeas, la FIFA, con la complicidad abierta y entusiasta de todas y cada una de las federaciones nacionales del mundo, ha prostituido bajunamente el espectáculo en que se basa su pacto con el aficionado, que consiste en ofrecerle al señor normal que sustenta el negocio una lid justa, honesta y limpia.

es un fenómeno humano e inevitable: a medida que se va acercando la fecha del Mundial, la gente, inconsciente y no deliberadamente, afloja. Muy a menudo olvidamos que los futbolistas son personas normales para quienes su selección, defenderla, jugar una Copa del Mundo, son cosas importantes, cosas que están fuera del debate minoritario en redes sociales acerca de la inmoralidad del engendro qatarí que nos han impuesto por la fuerza

Si acaso se podría achacar a los futbolistas muy poca valentía a la hora de confrontarse con la dura realidad del mundial qatarí (que no merece ser escrito con mayúsculas). Podrían haber dicho algo, podrían haberse negado a ir a un mundial que se va a desarrollar en instalaciones levantadas por esclavos. No es posible hablar de trabajadores, trabajo implica remuneración legal y reconocimiento de una dignidad personal y profesional de la que carecen por lo completo los infelices, procedentes en su mayoría de Nepal, Pakistán o Bangladesh, por ejemplo, atrapados en la “kafala” qatarí. La kafala, lo explica Manuel Mañero en su página, The Last Journo (Mañero ha sido de los pocos periodistas en alzar la voz en España, en decir las cosas claras, en presentar hechos y datos en toda su crudeza) es un sistema de explotación alegal vigente en las teocracias del Golfo Pérsico que recluye a estas personas y las convierte en “mano de obra casi gratuita e importada de países pobres, a cambio de un salario simbólico e insignificante”. Podrían decir algo, negarse a jugar, alzar la voz (ellos, que cuentan con el altavoz más potente jamás imaginado en décadas anteriores: un futbolista cualquiera de la élite, del Madrid, del Barcelona, del Arsenal, por ejemplo, cuenta por millones sus seguidores en redes sociales, su capacidad para desbordar los tradicionales medios de comunicación es tremenda, sin embargo ninguno de ellos la utiliza casi nunca para algo más que el mero exhibicionismo, cuando no la publicidad más descarada, aunque bien es verdad que casi ninguno de los futbolistas de la élite pueden presumir de tener una idea propia), cualquier cosa. Van a ir a jugar un mundial en un lugar terrible para homosexuales, mujeres, cristianos, judíos o pobres, un lugar de sufrimiento y dolor, hecho ex profeso para que las élites comerciales y políticas de Occidente se cubran de oro a cambio de permitir que los tentáculos de aquellos regímenes teocráticos cuyo único fundamento es la infinita riqueza producida por el petróleo y el gas sobre el que se asientan alcancen los rincones más sagrados de nuestra civilización. Y los manchen.

Trabajadores Mundial Catar

Sé que ante la magnitud y el calibre de los atropellos de la dignidad humana en que se basa la mera existencia de la Qatar 2002 FIFA World Cup, el hecho de que la Liga española, por ejemplo, resulte perjudicada gravemente en su transcurso ordinario por la ruptura del calendario entre noviembre y diciembre parece poco menos que una gilipollez. Y seguramente lo sea. Pero ésta culpa, por secundaria que sea, es otra que hay que amontonar encima de las anchas espaldas de todos aquellos que han permitido, por acción y omisión, que esta aberración se produzca. En 2010, cuando la corruptísima FIFA consumó el disparate y se anunció la copa del mundo qatarí para doce años después, todo el mundo se tentó las vestiduras ante la posibilidad de que se parasen todas las competiciones del fútbol de clubes en pleno mes de noviembre para irse al desierto a jugar un mundial que siempre se había jugado a lo largo del verano del hemisferio norte. Las cosas parecen imposibles hasta que suceden, y cuando suceden uno se queda estupefacto al comprobar que en efecto, nunca pasa nada. Tenía razón Obdulio El Negro Varela, el capitán de Uruguay cuando el Maracanazo. Las cosas pasan y pasadas se quedan. Nunca pasa nada. Me gusta pensar en qué diría Varela, que no celebró aquella Copa del Mundo ganada a Brasil en Río de Janeiro porque consideraba que los oropeles se los iban a llevar todos los de traje, los dirigentes, si viviera hoy y le dijeran que tiene que ir a una tecnotiranía islámica a jugar un mundial de mierda sobre la sangre y los huesos aplastados de miles de individuos traídos bajo engaño desde el Sudeste asiático.

ante la magnitud y el calibre de los atropellos de la dignidad humana en que se basa la mera existencia de la Qatar 2002 FIFA World Cup, el hecho de que la Liga española, por ejemplo, resulte perjudicada gravemente en su transcurso ordinario, por la ruptura del calendario entre noviembre y diciembre, parece poco menos que una gilipollez. Y seguramente lo sea. Pero ésta culpa, por secundaria que sea, es otra que hay que amontonar encima de las anchas espaldas de todos aquellos que han permitido, por acción y omisión, que esta aberración se produzca

Que los jugadores levanten el pie y aflojen para no lesionarse estando tan cerca de un mundial es algo de lo que ellos no tienen culpa. O muy poquita. La culpa la tienen los presidentes de los clubes, empezando por el del Madrid; los representantes, los figurones de la prensa, los opinadores, los sponsors, los gobiernos. A los flabelíferos de las federaciones nacionales y a los magnates del mal de las confederaciones continentales ni los cuento: ellos no es que tengan la culpa por ser cómplices o anuentes, es que directamente son los responsables, los autores materiales de esta abyección. Pero todos los demás se han callado y han mirado para otra parte. Lo de las marcas que visten a las selecciones es muy gracioso, como lo de todas las multinacionales que cuando llega el 8 de marzo o el mes del Orgullo Gay se visten de morado o arcoíris y convierten nuestro mundo en un decorado circense. Pero las hay que van a rizar el rizo, como Hummels, que vestirá a la selección danesa toda de rojo para que no se note su marca. A veces parece que nos están grabando, a lo mejor todo es una simulación y en efecto hay un tipo en una dimensión desconocida de la realidad que nos está monitorizando a todos desde la pantalla gigante de un superordenador.

A los aficionados se nos hurtan nuestros equipos en lo más álgido de los torneos, cuando las cosas empiezan a enfilarse, a encarrilarse de cara a la próxima primavera. Se nos emplaza a una supercopa española pútrida en otro arenal corrompido bajo las banderas de Alá, la Arabia Saudí del estadista feminista Rubiales, y del Mundialito de Clubes (la primera gran concesión, requiescat in pace nuestra añorada Copa Intercontinental) no tenemos noticia por el momento. En veinte días nos meten por los hocicos un mundial que verá, por supuesto, todo el mundo, porque si a la gente del común a duras penas le importan sus propios muertos, ¿cuánto más les van a importar muertos del Nepal que llevan años enterrados bajo toneladas cúbicas de hormigón en ciudades fantasma levantadas en un pispás en medio del desierto, como las que los humanos de Ray Bradbury erigieron en Marte? El Madrid va a cumplir. Sea como fuere, Ancelotti habrá llevado al equipo hasta el 20 de noviembre en primera línea, con infinitos problemas musculares e infinitas bajas de sus mejores jugadores y también de sus mejores suplentes. Luego, la competición regresará en enero como si nada hubiera pasado, pero es inevitable también sentir que un cierto aire de hartazgo, de misión cumplida, de final, envolverá a todos a partir de entonces, porque el Mundial siempre ha sido el final de una larga campaña, y no un entremés. A ver quién logra arrancar después de este coitus interruptus que casi no está pareciendo coito.

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Madridista de infantería. Practico el anarcomadridismo en mis horas de esparcimiento. Soy el central al que siempre mandan a rematar melones en los descuentos. En Twitter podrán encontrarme como @fantantonio

10 comentarios en: Coitus interruptus, competición adulterada

  1. Buenas tardes y muchas gracias D. Antonio, que triste que sea usted de los pocos periodistas y comentaristas que se atreven a escribir claro sobre el bodrio Qatarí, deliciosa la manera como describe la "inaudita" protesta de la junta de D. Florentino y su junta de amiguetes, y es que lo que Dios no da, Salamanca no puede, en este caso dos cosas la honestidad y la valentía

  2. Buenas tardes, no tiene mayor importancia pero no me resisto a recomendarle a D. Athos, nuestro fiel mosquetero, el Evangelio según S. Mateo, del mismo Pasolini, si no es la mejor película religiosa de la historia poco le faltara y le compensara de la visión de Pocilga, quien lo diría en un marxista como él , los milagros saltan donde menos te los esperas

    1. Buenas tardes, al hilo de la recomendación a nuestro fiel mosquetero D. Athos de la cinta del Evangelio según San Mateo, quisiera puntualizar que no por la citada visión vaya a descubrir a John Ford,Stanley Kubrick u Orson Welles, porque a esos niveles no llegaría ni en 100 vidas Pasolini, pero al menos le será útil para la próxima vez que se plantee ver un film de Pasolini se lo piense dos veces.Hay opciones mucho más excitantes a valorar, como una live session en el Bagdad Café de Barcelona o un encuentro furtivo en los alrededores del Mercat de la boqueria, donde podrá disfrutar de una limpieza de sable o un griego a cuatro patas.

  3. Yo, por supuesto, no voy a ver ningún partido del mundial. De hecho, en cuanto paren las ligas, voy a dar de baja mi abono a los canales de deporte (puedo activarlos y desactivarlos a voluntad). Los futbolistas no han dado un paso adelante (no sé de ninguno que haya dicho que se niega a acudir al mismo), pero los espectadores (es decir, los clientes) podemos hacer mucho.

    Claro que, teniendo en cuenta cómo es la sociedad actual, dudo que muchos hagan como yo. Hoy en día la mayoría es "solidario de salón". Y mira que tampoco es que yo me considere un héroe, porque no ver el Mundial tampoco es comparable a lo que están arriesgando tantos iraníes estos días con sus protestas, pero, precisamente por ser algo tan fácil y que puede hacer tanto daño a los corruptos que han consentido esto, me da mucha rabia que no se convierta en el gesto mayoritario.

    En fin, estoy tan harto de esta sociedad que no veo el momento de descansar para siempre.

  4. Yo, por supuesto, no voy a ver ningún partido del mundial. De hecho, en cuanto paren las ligas, voy a dar de baja mi abono a los canales de deporte (puedo activarlos y desactivarlos a voluntad). Los futbolistas no han dado un paso adelante (no sé de ninguno que haya dicho que se niega a acudir al mismo), pero los espectadores (es decir, los clientes) podemos hacer mucho.

    Claro que, teniendo en cuenta cómo es la sociedad actual, dudo que muchos hagan como yo. Hoy en día la mayoría es "solidario de salón". Y mira que tampoco es que yo me considere un héroe, porque no ver el Mundial tampoco es comparable a lo que están arriesgando tantos iraníes estos días con sus protestas, pero, precisamente por ser algo tan fácil y que puede hacer tanto daño a los corruptos que han consentido esto, me da mucha rabia que no se convierta en el gesto mayoritario.

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