La derrota Del Real Madrid ante el Celta de Vigo en el Bernabéu no puede explicarse únicamente a través del marcador, las expulsiones o la falta de táctica. Aquel 0-2 dejó un mensaje claro: el problema del Real Madrid no es estructural, ni táctico, ni conceptual. Son los jugadores. El partido desnuda una falta de intensidad, de compromiso y de continuidad competitiva que ha dejado al equipo en manos de su propia apatía.
El contraste con lo visto en San Mamés es demasiado grande como para ignorarlo. Allí, el equipo corrió, presionó, ganó duelos y mostró una versión reconocible, casi vibrante. Hubo ritmo, intención, calidad individual y colectiva. Tres días después, ante un Celta que llevaba dieciocho años sin ganar en Chamartín, ese mismo equipo pareció otro. Pero no desde la táctica; desde la actitud. Y ese cambio no lo explica una pizarra: lo explican las piernas, o mejor dicho, el uso que los jugadores deciden hacer de ellas.
Las cifras internas que manejó el cuerpo técnico tras el partido son demoledoras. El equipo recorrió 6,8 kilómetros menos que en Bilbao. La presión tras pérdida cayó casi un 40 %, y solo tres jugadores lograron superar los 9 kilómetros en total, cuando cualquier centrocampista de élite debería acercarse a los 11 o 12 km. En sprints y aceleraciones, la diferencia respecto al miércoles fue aún más notable. No estamos ante un bajón técnico, sino ante un bajón emocional.
Y sin embargo, los números superficiales contarían otra historia: más del 57 % de posesión, 23 remates, un 91 % de acierto en pase, ocho saques de esquina. Pero el partido no se pierde ahí; el partido se pierde en la intensidad. En la ausencia de agresividad. En la falta de convicción.
El contraste con lo visto en San Mamés es demasiado grande como para ignorarlo. Tres días después, ante un Celta que llevaba dieciocho años sin ganar en Chamartín, ese mismo equipo pareció otro
Las expulsiones de Fran García y Álvaro Carreras y la lesión de Militão agravan el cuadro, pero no explican el origen del problema. El partido ya iba desordenado, lento y sin energía desde la primera media hora. Y que el equipo solo empiece a apretar cuando juega con diez no habla de orgullo: habla de comodidad previa. De esa tendencia cada vez más evidente a reaccionar solo cuando están al borde del abismo. Como si la camiseta tuviera que hacer sola el trabajo.
En la rueda de prensa, Xabi dejó una frase que resonó más de lo habitual: “Me decepcionó la actitud de los jugadores. No hubo esfuerzo ni intensidad.” Lo que no quiso verbalizar es la preocupación que empieza a instalarse en Valdebebas: el equipo no mantiene una identidad competitiva continua porque algunos jugadores no mantienen la exigencia mínima durante 90 minutos.
La incertidumbre es ya un problema estructural. Lo que inquieta al aficionado no es un tropiezo aislado, sino no saber qué versión del Madrid aparecerá cada semana. El de San Mamés, reconocible, o el del Bernabéu ante el Celta, lento, apático y sin intención. Esta montaña rusa emocional no nace en la estrategia; nace en el vestuario. En líderes silenciosos que deberían hablar. En jugadores que aparecen cuando les provoca. En un colectivo que todavía no ha decidido qué quiere ser.
Antes del Clásico, el equipo llevaba una sola derrota. Desde el partido ante el Barça en el bernabéu, son 3 victorias 2 derrotas y 3 empates. Ese dia todo cambió. Cambió porque un futbolista llamado Vinicius Jr. dejó en evidencia que este es un vestuario liderado por los futbolistas, donde no hay respeto por el entrenador. Vinicius no tuvo ningún castigo, fue titular el partido siguiente y se fue de rositas con un simple tuit.
Este equipo no está compitiendo porque no quiere competir de forma sostenida. Tiene el talento para hacerlo. Tiene la plantilla para dominar. Pero en el fútbol moderno ya no alcanza con la calidad. Hace falta espíritu, piernas y orgullo competitivo. Y el Real Madrid está mostrando demasiado poco de las tres.
Lo que duele no es la derrota. Lo que duele es la indiferencia con la que algunos la aceptaron. La sensación es que algunos futbolistas quieren fuera al entrenador. El problema está claro, y ya no se puede esconder. Hace seis meses era Ancelotti, ¿ahora es Xabi? Falta saber si quienes deben verlo (los jugadores) están dispuestos a enfrentarlo.
Y hoy, el City.














Estoy de acuerdo en el contenido de este artículo. Son los jugadores. Tan solo decir que si el mister no cambia a los que no asumen la responsabilidad, será el el máximo culpable.
Por cierto Javier Vázquez, hoy si juega el hijo de Fran, Nico González
El club ya ha decidido y sólo falta saber el día y la hora para hacerlo oficial. Como ya hemos visto en otras ocasiones, ahora igual llega un entrenador que no parece nadie especial y les hace ir de pies juntillas a todos, por eso yo no suelo idolatrar jugadores porque sé lo c*brones que pueden ser.
El día del Madrid contra las huestes de Tebas, tras el famoso cambio y la pataleta de Vinicius, el brasileño debió recibir un rapapolvo de arriba y estar en la grada un mes. Y si se enfurruña más y quiere irse, que valore dónde va a estar mejor o en club de más prestigio. Es imposible.
Ojo: soy y seré siempre pro-Vinicius, nuestro mejor jugador junto a Mbappé y Courtois.
Pues yo no estoy de acuerdo con que el culpable de la situación sea Vini y su no rapapolvo público. La temporada pasada no corrían tampoco y Vini no protestaba...
Tengo el mejor de los aprecios por Xabi jugador, pero creo que como entrenador no ha logrado elevar la calidad del equipo ni potenciar las cualidades individuales. Desde mi óptica, que puedo estar equivocado, el Madrid no juega a nada, no hay un planteamiento táctico y se ven muchas improvisaciones. El problema de fondo es el entrenador, mucho ruido y poca música.