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El madridismo tiene moho

El madridismo tiene moho

Escrito por: Mario De Las Heras27 noviembre, 2017
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Del mismo modo que hay que ir al Bernabéu de vez en cuando también hay que no ir. En uno y otro caso la afición, el madridismo, se renueva. Es desintoxicante ir alguna vez cuando no se va a menudo, igual que es desintoxicante no ir alguna vez cuando se va a menudo. Es como viajar. Es salir del pueblo que uno se crea sin quererlo y descubrir, o recordar, que hay más madridismo fuera del propio.

Al madridismo le pasa un poco lo que a las naciones. Cada uno de sus pueblos se cree un poco mejor que los otros. Así el madridismo en toda su universalidad es paleto. Un valencianista podría considerarse más refinado que un madridista por mucho que yo note cierto ahogo al escribir algo así. Un valencianista en Mestalla es más un japonés maravillado ante el Bernabéu que el característico y autóctono y rumiante socio comedor de pipas.

El comedor de pipas, el pipero y sus variantes, no es una especie futbolistica sino exclusivamente bernabeuense. Sólo hay piperos en el Bernabéu igual que sólo parecía haber bandas en Nueva York. En eso todos los clubes de España, incluso del mundo, le ganan al Madrid (cuyo oasis es la Grada) como todas las ciudades del mundo le ganaban a Nueva York: algo así como las consecuencias negativas de la grandeza y del cosmopolitismo.

Yo he oído decir a un valencianista sin pestañear que Rufete era mejor que Zidane. Eso es amor por los colores. Falta amor por los colores en el madridismo. No se me ocurre pensar que un madridista dijera alguna vez que Benzema es mejor que Suárez. El madridista lo que dice, lo que ha dicho, por ejemplo, es que Milla era mejor que Redondo. Recuerdo al madridismo centrifugarse en esa disyuntiva loca mientras todos los demás ismos caminaban unidos bajo sus pobres pero orgullosas banderas.

Yo lo vi el sábado en el Bernabéu. Cómo tras esa falta al filo del descanso que anula el gol del Málaga, un espectador advierte ser más del Madrid que nadie para añadir a continuación que ese gol no debería haber sido anulado como que se llama José Luis, poniendo más cara de malaguista que la Vírgen de la Victoria mientras la parroquia alrededor asiente y escupe cáscaras rechupeteadas. Cualquiera diría que el madridismo tiene moho, como ese queso de la nevera.

Pero en realidad yo no quería hablar del moho del madridismo sino de esa defensa trastocadora de todos los planes de Zidane. Que el Málaga marcase el sábado sus primeros dos goles fuera de casa explica el intríngulis del encuentro si no hablamos de una falta de tensión competitiva descorazonadora.

Es un poco para enfadarse ver como la presión del Madrid puede desbordar al más fiero. Imagínense lo que puede hacer con los más pausados. Yo sólo la vi, la presión, en algunos lances sueltos al final del partido. El Madrid con esa tensión temprana podría haber resuelto la jornada en veinte minutos (como solía hacer no hace mucho) y no, con más dudas que sufrimiento, en noventa.

La falta de brío, de bravura, provoca aburrimiento y decepción. Igual que en los toros. Un Madrid sin casta es un toro malo, una tarde de ni fu ni fa en la que uno acaba consolándose con los detalles vistos y no vistos de Benzema (que levantan al estadio por mucho que luego le pite; y por cierto, le aplaude más que le pita), con el salto de Cristiano previo al primer gol, con el siempre emocionante anuncio de la entrada en el campo de Modric y, sobre todo, con la grata compañía de mi querido amigo Dumas.
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Ha trabajado en Marca y colaborado en revistas como Jot Down o Leer, entre otras. Escribe columnas de actualidad en Frontera D. Sobre el Real Madrid ha publicado sus artículos en El Minuto 7, Madrid Sports, Meritocracia Blanca y ahora en La Galerna.

10 comentarios en: El madridismo tiene moho

  1. Excelente y pertinente articulo al que le sobran los tres últimos párrafos. A mi entender porque caen en el mismo vicio que critica los anteriores. Era otro articulo. También pertinente, seguro.

    Efectivamente la del Madrid tal vez sea la peor afición del mundo. Yo tengo mi teoría después de algunos años de abono en la 1ª fila del Primer Anfiteatro, justo encima del palco, es decir, localidad "cara". Es verdad que era cuando el palco estaba en el lado de la Castellana, (dejé el campo y mi abono, heredado de mi padre pero que ya no podía pagar, en el mismo momento en el que Michel se retiró por última vez del campo) y puede que las cosas hayan cambiado.. pero por lo que os leo no me lo parece.

    Mi teoría se basa en la detección de un mecanismo clasista. Tengo para mí que, para muchos, los jugadores son parte del "servicio", por mucho que cobren, y así los tratan. Su desempeño se juzga, no por cuestiones deportivas o futbolísticas, si no en la medida que cumpla con sus necesidades. Cuantas veces escuché en los prolegómenos, mientras se encendían los puros y se repartían las pipas: A ver que van a hacer ESTOS, hoy. La famosa "exigencia" de la afición del Bernabéu viene de ahí, no de lo futbolístico, de lo que saben muy poco, si no de la exigencia propia del capataz en una obra. Por eso en el Bernabéu caen mal los jugadores elegantes y dominadores, como Redondo o Zidane; o los indolentes como Guti o Benzemá, aunque sean geniales; y no hablemos de los jugadores de color o con rasgos agitanados como Juanito. (Juanito nunca fue del agrado de gran parte del Bernabéu. Hasta su muerte, como tantos en España) Porque regateaba mucho y la perdía a veces, y era un chulo, decían. Pero era por esa melenilla a lo Camarón, a ese aire a pobre bajito y malalimentado que no se le quitó nunca y que lo hacía aún más grande.
    Y por eso gustan tanto los trabajadores, los esforzados, esos que corren a por un balón hasta estrellarse contra las vallas aunque no sirva para nada. Eso, el trabajador abnegado dispuesto a dar su vida por el señorito. ¡Ay, ese Paco el Bajo de los Santos Inocentes! Se les juzga igual que al mayordomo o el portero, o los albañiles que arreglan la cocina. Igual que a un señorito no le puedes pedir solidaridad de clase con los que curran, tampoco le puedes pedir su equivalente futbolístico que es el "amor a los colores", la solidaridad y el agradecimiento con aquellos con los que "juegas" vicariamente, con tus iguales. Por eso me irritan aún ciertas actitudes hipercríticas con los jugadores, que llevan ese tufillo clasista arrogante e insolidario como el humo de los puros. ¿Os imagináis a alguien cantando lo de Nunca Caminarás Solo con un puro en la mano? En el Bernabéu, al menos desde Tribuna al Primer Anfiteatro, unos están aquí, arriba y otros, esos, allí, abajo. Cambiar eso nos haría más grandes. Apliquemonos todos.

  2. De acuerdo con Fernando, estas actitudes no son de ahora son atávicas, aunque en mi opinión están muy localizadas en el estadio al igual que el tendido 7 en las Ventas

  3. Yo debo ser una madridista rara porque me gusta infinitamente más Benzema que Suárez, para mí no hay color, igual que entre Milla y Redondo. Yo ya quería al argentino cuando estaba en el Tenerife. Fui mucho más de Guti que de Raúl del que fui tirando a poco. Disfruté como nunca viendo a Zidane, para mí el jugador más exquisito que han visto mis ojos y eso que ya han visto a muchos, aunque mi memoria diga lo contrario.
    Soy rara, porque además de gustarme por encima de todo los jugadores exquisitos también critico cuando el equipo no me gusta, y con esto no quiero decir que valore las camisetas sudadas, en absoluto, pero agradezco el compromiso por encima de todo.
    En fin, que no sé si soy clasista, nueva rica, pobre antigua, yo sólo me defino como madridista y si algo no perdono de un jugador del Madrid, mucho más que su falta de compromiso es que traicione al Madrid lo mismo que no perdono a los aficionados que pitan a cualquiera de los nuestros.
    Me encantan estas terapias de grupo jeje....Es broma 😉
    Saludos a todos

  4. Así como toda moneda tiene dos perfiles, en fútbol la cara suele ser amor a los colores y la cruz el sentido crítico. En el caso del Madrid lo acostumbrado se invierte, pero no por cainismo sino porque hay suficiente epopeya conquistada para convertir a sus espectadores en observadores con disposición a la imparcialidad. Lo que sería traición para el Torrelavega Balompié pasó a ser en el caso del Real una exigencia análoga a la que cada persona responsable aplica a sus propios actos, trascendiendo la visceralidad habitual.

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