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Futbolcentrismo

Futbolcentrismo

Escrito por: Antonio Valderrama6 febrero, 2024
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La anti-España se ha levantado este lunes muy contenta. Han jodido al Madrid. Dícese de la anti-España todo aquel conglomerado antinacional —o aglomerado, si buscamos la acepción del DRAE, “roca formada por fragmentos de otras rocas, unidos por un cemento, por lo general poco consistente”, ese cemento es el odio al Real Madrid— sociológico que detesta a la institución fundada por los hermanos Padrós en 1902 en tanto la considera vértebra moral de lo que queda de España.

El plan que llevaban cuajando desde el día del Almería ha dado por fin su fruto. Así que todo ese escándalo impostado ha conseguido que por cada decisión correcta del videoarbitraje a favor del Madrid en un partido, el equipo de Ancelotti sufra impotente cómo le hurtan dos o tres: es el peaje al que somete la anti-España al Madrid, una tormenta política que influye y condiciona hasta las negociaciones del PSOE con Junts pues el Madrid es, en esencia, todo lo que hay que abatir.

Así que todo ese escándalo impostado ha conseguido que por cada decisión correcta del videoarbitraje a favor del Madrid en un partido, el equipo de Ancelotti sufra impotente cómo le hurtan dos o tres: es el peaje al que somete la anti-España al Madrid

En el último derby se sucedieron, en ráfaga, tres penaltis clamorosos sobre futbolistas locales que el equipo arbitral pasó por alto. Todo ello tras la anulación, completamente legítima, del gol de Savic al empezar la segunda parte. Como existe el VAR, podemos llamarlo prevaricación.

La Liga podría estar medio sentenciada: el Girona a 5 teniendo que visitar el Bernabéu el sábado, el Barcelona a 10 y el Atlético a 13. Sin embargo en la sala VOR clandestina estaba a los mandos “Tatxo” Benet, el testaferro de Roures, como enviado especial de Puigdemont: algún día hablaré de Tatxo, ustedes no se preocupen. Pero me gustaría hoy hablar de otra cosa pues, al fin y al cabo, ¿no es esto lo mismo de siempre? Tampoco quiero hacerme mala sangre por algo que, al menos de momento, no tiene solución.

Digamos barbaridades

Es curioso porque el partido empezó agitado por la enésima polémica absurda promovida por los medios cipayos de siempre: ¿tiene derecho el Madrid a cerrar el techo de su estadio si le da la gana? Al menos el Madrid tiene estadio en propiedad, me refiero a comprado y pagado y sucesivamente reformado con el dinero de sus socios, no a un regalo del ayuntamiento o la comunidad.

En ese estadio ya no tienen cobijo los nazis, ni aquellos que convierten la experiencia de ir a un partido de fútbol en una tarde de miedo y pánico. ¿Acaso todos pueden decir lo mismo? Sin embargo nada de esto es motivo de discusión para nuestra prensa lacayuna. ¡Pero me estoy desviando! Yo había venido hoy a hablar de otra cosa. Quiero hablar del futbolcentrismo. Y de Joselu.

Fran García y Joselu Real Sociedad

A mí me gusta mucho Joselu porque, entre otras cosas, me recuerda a mi infancia. Me refiero a cuando éramos pequeños y jugábamos al fútbol en el colegio. En aquellos días había dos posiciones en particular para las que todos, de alguna u otra manera, parecíamos predestinados: la de defensa y la de delantero centro. Son los dos arquetipos ancestrales del juego, los dos roles con los que todos los niños sueñan, según su condición. El hombre que defiende su territorio con la escopeta en el regazo y la mecedora en el porche, y el hombre que ataca.

Son un poco la traslación al patio del colegio de las figuras capitales del Medievo que estudiábamos en Conocimiento del medio: oratores, bellatores y laboratores. El defensa central y el delantero centro serían un poco las dos formas de bellatores u hombres que hacen la guerra, aplicables al fútbol. Tiene sentido que un niño no quiera ser un laborator, al fin y al cabo la dureza de la vida queda todavía lejos a esas edades. Lo de orator suena a chino, es una cosa que requiere la reflexividad de la adultez. De niño, que es cuando el cazador australopiteco bulle en todo su esplendor primigenio, uno quiere proteger y atacar: son las dos inercias instintivas del hombre, por más que el mundo postmoderno niegue toda influencia de la biología en la conducta humana.

Joselu es un hombre que aprendió un oficio. Un oficio práctico, de hacer y de construir cosas: hizo la Formación Profesional del gol

En ese sentido Joselu es eso: un bellator, el hombre destinado a agredir al enemigo en la primitiva forma del gol. Pero, además, tiene algo, representa algo de aquel mundo en el que crecí, al que también él por edad pertenece, del cambio de siglo, que es profundamente español y que encarna también el fenómeno, intrínsecamente español, del acabamiento social en el que nos vemos inmersos desde hace década y media.

Joselu es un hombre que aprendió un oficio. Un oficio práctico, de hacer y de construir cosas: hizo la Formación Profesional del gol. Sin ser una estrella, un fuoriclasse innato, todos sus movimientos responden a una sabiduría codificada en el tiempo por una generación de maestros: Van Nistelrooy, Kanu, Vieri, Luca Toni, Alan Shearer, los últimos 9 clásicos del mundo de ayer.

0-2: Joselu aplasta al Getafe

El suyo es un oficio de fisicidad fundamental y de transmisión casi gremial del conocimiento, algo que nos remite a las primeras revoluciones industriales, al mismo concepto de industria, del homo faber: el hombre productivo que contribuye a la prosperidad general. Joselu se montó en el último ascensor social que ha existido en este país: se le dijo estudia y lábrate un futuro, y él estudió y se lo labró. Cumplió con su parte del contrato social. Ese contrato social ya no existe.

Pocas horas después de su magnífica dopietta en Getafe, vi por Twitter unos tuits de una cuenta llamada Make Space for Girls. Esta cuenta pertenece a una organización no gubernamental radicada en Inglaterra cuyo leitmotiv es “Campaigning for public spaces designed with girls in mind”. A simple vista puede parecer la enésima tomadura de pelo Made in Anglosajona, pero en cuanto uno se adentra un poquito, en efecto, lo confirma.

Joselu se montó en el último ascensor social que ha existido en este país: se le dijo estudia y lábrate un futuro, y él estudió y se lo labró. Cumplió con su parte del contrato social. Ese contrato social ya no existe

El tuit que me llamó la atención mostraba dos gráficas: el mismo patio del mismo colegio, español por más señas, con los movimientos, a modo de “mapa de calor” futbolero, de los niños y de las niñas en él durante los recreos. “Boys take up the centre, girls are literally marginalised. And what they learn in school they take into public space”.

Las niñas, literally marginalised, se pasaban el rato en las, digamos, orillas del patio, porque en el centro estaban los chavales jugando al fútbol, los “chavales más fuertes y físicamente activos”, o sea, los machirulos en potencia. De ahí, la cuenta, extraía la nada forzada conclusión de que ese esquema da lugar a una posterior, cuando son adultos ellas y ellos, exclusión de las mujeres “del espacio público”.

Make Space for Girls

La idea no es nueva y ya en varias ocasiones a lo largo de los últimos años han brotado como setas los sociólogos, los profesores y gentecilla con titulación ambigua en general, alertando sobre “el futbolcentrismo” (sic) y las “dinámicas que se generan a partir de pelotazos”, violentas, por supuesto, como todo lo masculino: la idea, según estos pontífices del Nuevo Ser Humano, debería ser liquidar toda esta arcaica concepción de las cosas y, a cambio, dar lugar a “espacios más tranquilos, verdes (sic), seguros”, etc.

Yo recuerdo, de pequeño, que, en Primaria y Secundaria, dos tercios de mi clase éramos niños. De ello, un ochenta por ciento jugaba al fútbol en el recreo. No se excluía a nadie: desde el principio jugaban todos aquellos que querían jugar y lo mismo pasaba en las demás clases. Del tercio femenino de la clase, ninguna mostraba el menor interés en participar de nuestro inocente e inconsciente simulacro bélico llamado soccer.

Joselu es eso: un bellator, el hombre destinado a agredir al enemigo en la primitiva forma del gol

A lo mejor alguien, alguno de los chicos, yo mismo, debimos habernos acercado a ellas y convencido de que no tenían ni puta idea: de que tenían que jugar como nosotros, o aceptar el hecho, democratísimo, de compartir con nosotros la mitad del campo de albero del colegio para que, en su zona, ellas hicieran algo, lo que les pareciera oportuno. ¿Qué nos habrían respondido? ¿Habrían hecho algo? Ítem más: ¿es democrática la infancia, la juventud? ¿Debe serlo? ¿No es, la misma pregunta, una soberana gilipollez?

Bien es verdad que, ahora, observo un número creciente de niñas jugando al fútbol en las plazas y en los parques de los pueblos y ciudades españolas, lo cual me alegra aunque también me lleve a una terrorífica pregunta: ¿acaso saben esas chavalas que golpean balones con fiereza y toxicidad puramente masculinas, enfundadas en camisetas de Vinicius o Bellingham, que están participando en la ritual perpetuación de la execrable hegemonía del hombre sobre la mujer en el mundo?

Niñas jugando al fútbol

A ver si van a ser todas estas neosufragistas las que, llevando su razón hasta el extremo, manden a “jugar con las muñecas” a las chavalas que, ahora, juegan al fútbol con y como los demás chavales, sencillamente porque les gusta y apetece. Ya decía Goya, en aquel aguafuerte suyo, que el sueño de la razón produce monstruos.

Casi todo lo que viene del mundo anglosajón, en materia de ideas, en este siglo que vivimos (y que verá nuestro fin, como canta Loquillo), está contaminado de algo pútrido. La negación de la biología sólo conduce a una siniestra confusión cuyas consecuencias pueden llegar a ser terribles. Cada vez hay más niñas que juegan al fútbol y que se piden por Reyes camisetas de sus equipos, pero los Magos de Oriente no les traen las zamarras de Alexia Putellas o de Megan Rapinoe, sino las de Messi, Cristiano y Mbappé.

A ver si van a ser todas estas neosufragistas las que, llevando su razón hasta el extremo, manden a “jugar con las muñecas” a las chavalas que, ahora, juegan al fútbol con y como los demás chavales, sencillamente porque les gusta y apetece

El fútbol, en su mismo origen, es un artefacto masculino que ahora se está feminizando por el signo de los tiempos, pero la implicación de las mujeres en el juego no es a costa de modificar su esencia: esto no lo entiende ninguna socióloga, pues no son ellas las que les dan patadas a una pelota. Las niñas, como los niños, quieren ir al Bernabéu a ver ganar a su Madrid. En este contexto la figura del 9 se ha quedado incluso algo obsoleta dentro del mismo fútbol normativo, viril, masculino, igual que la añeja idea del obrero parece hoy algo muy pasado de moda, en estos tiempos de consultores, vendehúmos, KPI managers y fauna plástica variada que configura la economía que hoy mueve el mundo.

El fútbol, en una mímesis asombrosa, adopta formas parecidas a las que gobiernan las cosas fuera de los terrenos de juego: posiciones líquidas, demarcaciones que sólo existen sobre el papel, falsos nueves, una variabilidad extraordinaria de mediapuntas, porteros que sacan el balón jugado y centrales que hacen cualquier cosa menos defender. Esto no es, per se, ni bueno ni malo: ahí radica lo heracliano de la vida y de las cosas.

¿Cuánto sabes de Joselu?

Pero Joselu se yergue en este panorama como un vestigio de las cosas que fueron. Un tótem de la masculinidad tóxica que encima juega en el Madrid, símbolo de la tiranía y del despotismo más elemental, de lo antidemocrático y de lo que no es ni verde, ni sostenible ni digital. Un 9 que tiene que meter el gol, o sea, perforar, percutir las redes, que puede hacerse con sutileza, como si fuera una caricia o un beso, ¡el pase a la red!, pero que, por lo general, es una acción rápida y violenta, que implica eso tan fascista de chutar. Chutar fuerte, chutar con ganas, mordiéndose la punta de la lengua, acaso la única manera de refutar por un instante el mundo y todas sus estupideces.

Ya no se hacen cosas, no se fabrica nada, se llevan las plantas a China, a Taiwan, muy lejos: todo se deslocaliza y se externaliza, aquí no queda más que poner copas, y en ese contexto a Joselu no se le ocurre otra cosa que estudiar para meter goles.

 

Getty Images.

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Madridista de infantería. Practico el anarcomadridismo en mis horas de esparcimiento. Soy el central al que siempre mandan a rematar melones en los descuentos. En Twitter podrán encontrarme como @fantantonio

3 comentarios en: Futbolcentrismo

  1. No me cansaré de repetirlo, jugador muy importante para el Madrid éste año aunque con 33 años y estando cedido para un futuro...
    El Madrid debería reflexionar lo que es gastarse un dinero en Mariano o Jovic por ejemplo y no haber fichado a un tipo salido de su cantera que ha hecho goles en todos los equipos donde ha estado y aunque las cifras no fueran superelevadas los equipos donde estuvo tampoco lo eran.

  2. Por cierto, a ver si algún articulista de la galerna se anima a escribir sobre las recientes declaraciones de Hazard, el zampabollos que estuvo llevándoselo crudo 4 años en el Madrid ( y de éste último que ya no está no me fío que también se lleva si no todo parte de la ficha) sin hacer absolutamente nada.

  3. ¡Qué tremendo artículo!. Enhorabuena.
    El mapa de calor de Joselu en el colegio, tendría forma de misil dirigido a la portería.
    Saludos.

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Se pasó ocho años @antoniohualde despotricando de Bale porque no hablaba español. Ahora le parece que Bellingham en cambio bien... aunque tampoco habla español.

Sin embargo, creo que le entiendo, aunque no comparta su texto.

Estamos ante un escenario -en fútbol y baloncesto- que puede hacer de 2024 el mejor año deportivo de nuestras vidas.
Concentración, humildad y ¡a por ello!
¡VAMOS REAL!

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