El FC Barcelona y El pequeño coronel

En la inolvidable película El pequeño coronel, una serie de desafortunados avatares llevan al no menos eterno Joselito a erigirse en líder de un grupo de bandoleros a los que, en palabras de ellos mismos, logra devolver al camino de la rectitud y la honradez. A la fecha, el filme se ha convertido en premonitorio por una serie de motivos que, debidamente interpretados y extrapolados, demostrarán hasta al espíritu más escéptico que el director Antonio del Amo era un auténtico visionario.

El primer paralelismo lo marca el propio protagonista. El pequeño ruiseñor ha envejecido, que no crecido. Casualmente lo mismo ocurre con grandes ídolos culés, especialmente algún rosarino chapado en un oro que no le pertenece de manera legítima. En la historia de ambos hay algún rumor oscuro. Por si esto no fuera poco, ha habido momentos de la vida en los que Juanma Lillo ha sido enormemente parecido al Joselito adulto. ¿Querían ustedes indicios? Tengan ustedes dos tazas, y esto es sólo con referencia al protagonista.

En cuanto a la trama, Joselito ha sido desposeído de cuanto tiene al fallecer su padre y convertirse su taimado presunto hermano en administrador de la herencia y fortuna familiares. Es decir, le han privado de manera ilegítima de lo que es suyo por un impostor. No hará falta ser un lince para colegir que Joselito se convierte en metáfora del Fútbol Club Barcelona y que su ambicioso y despiadado hermano, impecablemente encarnado por Tomás BLANCO —hasta en el nombre hay señales—, representa al Madrid, sus tentáculos, sociológicos o no, en la prensa, los círculos de poder o, en última instancia, al enemigo mortal del barcelonismo, el tricondecorado Francisco Franco, más vivo que nunca en 2024.

¿Qué más da, pongamos un ejemplo al azar, haber sobornado al vicepresidente del Comité Técnico de Árbitros si se ha hecho para luchar contra la injusticia? ¿Acaso importa eso si nuestras intenciones son puras? ¿A quién le puede molestar que unos hombres con firme intención de redención se salten la ley?

Decíamos que Joselito, ilícitamente apartado, encabeza un grupo de bandoleros, esto es, salteadores de caminos y guerrilleros, que viven ocultos en las montañas y que, pese a lo presuntamente delictivo de sus actividades, la presencia del pequeño logra enternecer sus endurecidos corazones y devolverlos a la senda del hombre justo, que diría Samuel L. Jackson en su cita apócrifa de Ezequiel en Pulp Fiction. La interpretación no puede ser más simple: son los buenos ladrones, queridos amigos,  bandoleros con valors. ¿Qué más da, pongamos un ejemplo al azar, haber sobornado al vicepresidente del Comité Técnico de Árbitros si se ha hecho para luchar contra la injusticia? ¿Acaso importa eso si nuestras intenciones son puras? ¿A quién le puede molestar que unos hombres con firme intención de redención se salten la ley? De verdad, tenéis unas cosas…

Si las evidencias aquí enumeradas le parecen escasas al lector, lo que a continuación se relata debería resultar definitivo hasta para los más escépticos: en la canción en la que se nombra a Joselito como oficial y líder del grupo y que sintetiza de forma certera las firmes pretensiones benéficas de los bandoleros, tiene por título la banda del cu-cu. ¿Cómo se conoce a los aficionados del Barcelona? Efectivamente. Me niego a achacar la semejanza a la casualidad.

¿Quién nos dice que en obras análogas de Marisol, Pedrito Rico o Rocío Dúrcal no se encuentran otros pasajes igualmente apasionantes?

Por todo lo expuesto, podemos afirmar sin lugar a otra duda que la meramente metódica, que en 1960 se publicó una película que relataba en clave simbólica, de parábola si así se quiere, lo que habría de acontecer 64 años después en el Fútbol Club Barcelona.  ¿Quién nos dice que en obras análogas de Marisol, Pedrito Rico o Rocío Dúrcal no se encuentran otros pasajes igualmente apasionantes? Seguiremos informando.

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