Las mejores firmas madridistas del planeta

Allegro

Escrito por: Antonio Valderrama13 febrero, 2024
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Como el partido del sábado contra la sucursal catalana del City Group fue vendido por la prensa como una suerte de final por la Liga, el Girona descubrió la verdad del viejo aserto aquel que dice que el Madrid no juega las finales, sino que las gana. Ancelotti trató el partido como si fuera la Copa de Europa y su equipo, el de más temple del mundo, respondió como suele en las noches memorables, esas en las que la salvación del mundo recae sobre las piernas y la cabeza de unos tipos vestidos de blanco. Aplastó al Girona como si fuera un mosquito.

Hay que tener en cuenta que, hasta hoy, al segundo clasificado del Campeonato Nacional de Liga sólo le ha ganado el Madrid, dos veces. Atlético y Barcelona han sucumbido ante ellos con sendas goleadas. Lo que habla de que el nivel de la Liga de Tebas está en mínimos históricos, pero también confirma que cuando el Madrid se pone serio, tiembla el Misterio.

Bellingham, Vinícius y Tchouaméni frente al Girona

El Madrid es un cuerpo que anticipa la llegada de la primavera, que es el estado moral, físico y espiritual de todo el pueblo madridista. Los cuatro golazos al Girona fueron las golondrinas precursoras de La violetera: el equipo, a pesar de las mil bajas, llega a tiempo, entonado, a la Copa de Europa. Fue un “ya estamos aquí”, “aquí está el Madrid” que completó el “así, así, así gana el Madrid” que cantó jubilosa la gente, choteándose del victimismo mostrado por la prensa catalana la semana anterior.

Al Girona sólo le ha ganado el Madrid, dos veces. Atlético y Barcelona han sucumbido ante ellos con sendas goleadas. Lo que habla de que el nivel de la Liga de Tebas está en mínimos históricos, pero también confirma que cuando el Madrid se pone serio, tiembla el Misterio

Poniéndonos trágicos, o apocalípticos, cabe la posibilidad de que ésta sea la última Copa de Europa que juegue el Madrid, si finalmente el órdago de la Superliga sigue adelante y no se llega a un acuerdo con la mafia reguladora de la UEFA. Así que el Madrid, que ya ha ganado orejonas de todos los colores, y hasta sin portero, afronta una especie de reto terminal, único: una cruzada de redención, rescatar el trofeo más hermoso jamás creado por los hombres del siniestro petrodinero de Abu Dhabi que tan oreadamente maneja Guardiola en Manchester.

Champions en el Bernabéu

El ritornello primaveral del Madrid empieza siempre, como el de Vivaldi, con un allegro vivaz, animoso. Es un partido de Liga de febrero en el que uno se da cuenta de repente de que se ha terminado el invierno. La impresión es visible, evidente. La marca un golazo, o dos. Un chut desde fuera del área, un pepinazo por la escuadra que levanta al público del Bernabéu y que propicia esa conexión eléctrica del equipo con la grada. Son las golondrinas, que van piando, que van piando. Es algo que sabe intuitivamente el Madrid pero, sobre todo, también el rival. He ahí el efecto desmoralizador, intangible pero empírico. Es como si algo se pusiera en marcha y el mundo entero supiera que no tiene vuelta atrás.

Suele coincidir también con un clic táctico en el equipo. ¡El clic no estaba en la Xavineta, sino en el Madrid! Ancelotti, sin centrales, ha tenido que inventarse un eje atrás que sostenga al equipo. Y si en 2014 encontró en Di María un todocampista fabuloso para propulsar a la BBC desde el salón de Xabi Alonso, ahora ha despejado la incógnita defensiva con Tchouaméni y Carvajal. Una pareja extraña e inopinada que, de repente, parece la guardia pretoriana del César, la combinación ideal de autoritarismo e imprevisibilidad que necesita siempre el Madrid para sobrevivir a las grandes catástrofes que, en las eliminatorias Champions, lo ponen varias veces al borde de la muerte.

La homeostasis ancelottiana es fascinante: no hay ningún vacío, todo se expande hasta adoptar las formas que el colectivo precisa, el sistema no es una estructura rígida sino todo lo contrario, un organismo flexible que se adapta a lo que haga falta con tal de estar en disposición de ganar

El rival sonríe. Considera que un lateral derecho descontextualizado y un mediocentro defensivo con fama de pechofrío no son defensas centrales de garantías para todo un Real Madrid. Uno es muy bajito. El otro, ¿qué es el otro? Nadie lo sabe todavía. Entonces emerge lo inefable. Tchouaméni se transforma en un centinela nubio. Carvajal, que lleva el brazalete de capitán marcado a fuego en el brazo, se transustancia en Sergio Ramos. Y de pronto el Madrid es inexpugnable. Nadie comprende cómo ha sucedido. Pero tampoco nadie puede meterle goles. Y aunque se los meta, el Madrid se guarda para sí la última palabra, aunque tenga que decirla a punta de navaja.

A la consagración simbolista de la primavera del Madrid se van apuntando esos personajes secundarios de la novela-río del Real imprescindibles en los grandes desenlaces. Lucas Vázquez, Brahim, Lunin. Hablemos de Lunin. Lleva media vida de extra en el Madrid y cuando se lesiona Courtois, el club le ficha a un descarte con cartel de estrella. Vuelve al banquillo pero es ucraniano: esa gente está hecha de otra pasta, siglos de persecución y masacres sin cuento corren por sus venas. Se repone y en el momento clave de la temporada, agarra por fin la titularidad. Y empieza a parar. El chico tímido y dubitativo hace paradas felinas, da una gran sensación de seguridad en la portería.

Lunin

Vinicius, que ve el mundo como lo imaginan los niños, desconoce la existencia de los límites y se entiende por fin con Bellingham: las sinergias Viningham pueden cambiar la historia próxima del Madrid y del fútbol europeo en una magnitud parecida a como lo transformaron Modric y Kroos en cuanto se asociaron.

Todas las grandes temporadas del Madrid son un crescendo. Las piezas van encajando solas, es como si Ancelotti pidiera lesiones a propósito para que el destino, de esta manera, le ayudara a resolver las encrucijadas, esos puntos en los que se cruzan las necesidades estrictamente deportivas del equipo, las cuestiones de estatus y jerarquía dentro de la caseta, las preferencias de la dirección deportiva del club y de la zona noble y el delicado panorama de los egos. El crepúsculo de Modric alumbra la solidez de Camavinga, ya no más heredero, sino funcionario con plaza fija en el once titular. Como Kroos sigue siendo el geómetra del mundo y se niega abdicar, la magia negra chamánica vacía de centrales el equipo para que Tchouaméni, ochenta millones de inversión institucional en talento generacional, explote su potencial en las regiones boreales del equipo. Si hay que encajar a Bellingham en el esquema para que el Universo gire en torno a él, Valverde se retrasa y así mete menos goles, pero su radio de acción se multiplica exponencialmente, como el de los grandes depredadores de las praderas africanas.

El Real Madrid de Carlo Ancelotti sigue siendo lo más interesante del fútbol en el mundo, mucho más que todos esos supuestos equipos de autor por los que babean los periodistas modernos y panenkitas. Observarlo es auscultar la vida

La homeostasis ancelottiana es fascinante: no hay ningún vacío, todo se expande hasta adoptar las formas que el colectivo precisa, el sistema no es una estructura rígida sino todo lo contrario, un organismo flexible que se adapta a lo que haga falta con tal de estar en disposición de ganar. El Real Madrid de Carlo Ancelotti sigue siendo lo más interesante del fútbol en el mundo, mucho más que todos esos supuestos equipos de autor por los que babean los periodistas modernos y panenkitas. Observarlo es auscultar la vida. Y la vida florece otra vez, precisamente en Alemania, antigua cuna de todos los miedos y obsesiones de generaciones de madridistas, hoy lugar mucho más propicio al goce madridista que Son Moix o Mestalla.

 

Getty Images.

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Madridista de infantería. Practico el anarcomadridismo en mis horas de esparcimiento. Soy el central al que siempre mandan a rematar melones en los descuentos. En Twitter podrán encontrarme como @fantantonio

6 comentarios en: Allegro

  1. No me parece mal, ¡cómo podría parecermelo!, que escriban tan bien sobre el Real Madrid; artículos como este palian las opiniones generalizadas de los medios de comunicación convencionales que ningunean y menosprecian por norma la calidad del fútbol que emana de los borceguíes de nuestros futbolistas.
    Lo que espero es que el equipo técnico y los futbolistas no se confíen o caigan en una euforia desmedida. El partido de hoy es de armas tomar. Carvajal y Tchouamèni son excelentes futbolistas, evidentemente, pero no son centrales. Ojo con el juego aéreo de los alemanes. Necesitamos al mejor Nacho. Mejor dicho, al mejor Nacho , al mejor Mendy, al mejor Camavinga, al mejor Kroos, al mejor Valverde y a un Joselu que, si juega y castigan con penal al rival alemán, mejor no lo lance él. Prefiero que lo tire su cuñado.

  2. Un poco inocente ha sonado eso de que puede ser la última vez que el Madrid juegue la copa de Europa ante la superliga que viene, ¿pero de verdad alguien piensa que esa otra competición se va a jugar el año que viene, aunque sea remotamente?

  3. Gracias por una escritura tan alentadora y que muestra lo que es el actual Real Madrid, una familia donde cada uno como madridista que es aporta todo lo mejor aunque ello implique que no juegue en su sitio habitual, esperemos hoy al mejor Real Madrid y que nos sigan llenando de poesía nuestra vida.

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Se pasó ocho años @antoniohualde despotricando de Bale porque no hablaba español. Ahora le parece que Bellingham en cambio bien... aunque tampoco habla español.

Sin embargo, creo que le entiendo, aunque no comparta su texto.

Estamos ante un escenario -en fútbol y baloncesto- que puede hacer de 2024 el mejor año deportivo de nuestras vidas.
Concentración, humildad y ¡a por ello!
¡VAMOS REAL!

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