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Slovenian rhapsody

Slovenian rhapsody

Escrito por: Mario De Las Heras29 noviembre, 2018
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Recuerdo cuando veía al Madrid para ver las cositas de Butragueño. Si no jugaba Butragueño no me interesaba ver al Madrid. Me gustaba Paco Llorente. También hacía cositas. Y el heredero de Butragueño fue Alfonso. Yo también llegué a ver al Madrid para ver a Alfonso. Recuerdo que algunos años después, con el de Getafe en el Betis, un amigo sevillano que no veía los partidos siempre preguntaba a su parroquia después de ellos: “¿Ha hecho alguna cosita Alfonso?"

Esto de las cositas fundamenta mayormente mi interés por el fútbol y por casi todas las cosas de este mundo. Una cosita puede alegrarme el día. Un jugador que hoy hace cositas es Benzema. Hay gente a la que no le gustan las cositas. Algunos incluso no las ven. Muchos desprecian las cositas precisamente por eso; primero porque no las ven, y segundo porque cuando las ven no las aprecian. No les emocionan las cositas.

A mí me emocionan las cositas. Son como pellizcos de placer. Es como el regusto de un bocado delicioso o como el dolor gustoso que se va yendo de un golpe fortuito. Es el finiquito del capotazo, el sobrio recorrido pellizqueante del muletazo. Es el gesto del artista. Normalmente el artista es un incomprendido. Tiene sus seguidores, pero suele tener más detractores, tantas veces inequívoca señal de virtud. Yo muchas veces he pensado qué sería de un jugador artista que llenara sus vacíos de arte con consistencia, con entidad, con peso.

Sería el jugador perfecto aquel que combinara con justicia las dosis de inspiración y de efectividad. Sucede con frecuencia que el efectivo sorprende con detalles de genialidad, y que el genio sorprende con amagos de efectividad. Pero siempre se inclina con fuerza la balanza de uno u otro lado. En el Madrid, estamos viendo últimamente a un Benzema de esa clase. Un Benzema que vuelca sus frascos como un loco desesperado y se afana en la capitanía.

Pero le pueden su finura incomprendida, sus lirios dorados, su naturaleza generosa, la pulcritud de su mente futbolista inútilmente ensuciada por tantos. Yo no sé si ha habido futbolistas como los que busco. Podría servir de debate esta curiosidad. Sí que los he visto entre los baloncestistas. Larry Bird es el ejemplo perfecto. Bird era Rubinstein y Weissenberg. Butragueño y Cristiano. Hansel y Zoolander.

Desde entonces no había visto nada parecido hasta que vi a Luka Doncic en la NBA. Doncic es ese madridista que hace cositas y rellena los huecos entre cosita y cosita para que todo el mundo se calle. Es ese silencio respetuoso y de aprobación salpicado con frecuencia por los oes de gozo. El pellizco. Uno como el que le hizo el otro día a Kyrie Irving, uno de los jugadores más habilidosos del mundo, en la línea de tres.
El banquillo de los Mavericks, actual equipo de Luka, debe de ser el banquillo más divertido del mundo a juzgar por cómo saltan de él con las cositas del maravilloso esloveno adolescente. Por ellas me ha dado por pensar en Butragueño y en Alfonso o en Benzema, pero Doncic es más. Doncic es el bandido adolescente que roba hasta al viejo sheriff Popovich; el genio que provoca que agresiones tácitamente permitidas queden abolidas con el talento de su propia actitud. Si yo no pasara de los cuarenta (y si no corriera el peligro de que mi mujer me rajase) me pondría en mi cuarto un póster de Luka como durante mi infancia puse uno de Bird.

Porque Luka Doncic, madridista de sangre y de cuna, quizá el mayor talento que ha tenido el Madrid en toda su historia, rellena los huecos que son como los silencios incómodos. Reclama el balón en los últimos segundos porque sabe que es allí donde se escribe la historia de los grandes. Luka tiene la magia, el halo que, a regañadientes, cómo no, se tuvo el privilegio de disfrutar en Madrid. E inventa, como el otro Lukita. Y a pesar de estar llenos, los huecos, yo salto como saltan alborozados sus compañeros de banquillo (como alborozados saltaban los compañeros de banquillo de Bird) y todo el público (hasta los rivales, maravillados) por dónde él pasa al son de la "Slovenian Rhapsody", que es como llaman en Dallas a sus cositas.
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Ha trabajado en Marca y colaborado en revistas como Jot Down o Leer, entre otras. Escribe columnas de actualidad en Frontera D. Sobre el Real Madrid ha publicado sus artículos en El Minuto 7, Madrid Sports, Meritocracia Blanca y ahora en La Galerna.

14 comentarios en: Slovenian rhapsody

  1. Gran artículo, sí señor.
    Yo también comparé a Luka con Larry y me tomaron por loco. Me alegro de no ser el único loco.
    Por si alguien me puede ayudar: recuerdo (pero puedo estar totalmente equivocado) que un entrenador de la NBA dijo algo parecido a "si me juego el partido en la última bola, se la doy a Jordan. Si me juego la vida, se la doy a Larry". ¿Alguien me puede decir si fue así y quién lo dijo?
    Muchas gracias.

  2. Mario, leerte a ti también te deja como un regusto de buen sabor.......son también pellizquitos de placer....incluso aunque sólo coincidamos en Butragueño y Benzema 😉

    En basket sintonía total, me gustaba mucho Larry Bird y me pega que nuestro que nuestro niño llegará muy lejos también...y eso que apenas he seguido basket en los últimos años porque no me alcanzan ni el corazón ni la vida para tanto desosiego como produce la tensión de los partidos de baloncesto...

    Saludos

  3. Precioso artículo don Mario.
    Además de todos los que usted cita, yo iba al viejo Pabellón de la Ciudad Deportiva a ver qué "cositas" hacía el gran Miirza Delibasic, jugador maravilloso del que sólo disfrutamos dos temporadas.
    Saludos.

    1. Palabras mayores. MIRZA DELIBASIC (R.I.P). Más “cositas” que el bosnio , en el Real Madrid, han podido hacer algunos (Cabrera, Petrovic, Sabonis, Arlauckas, Sergio Rodríguez, Sergio Llull, incluso Randolph...); pero, mejores...no. Para mí, no.

      De todos modos, lo de Doncic es algo aparte.

  4. Enhorabuena Mario, como siempre genial; "amigo, qué prosa y qué nivel comparativo y prolijo de cultura el tuyo!! ; tu forma de analizar y describir esencias y someterlas a comparación con las de otros intérpretes de cualesquiera distintos mundos, bien se trate de deporte, arte, poesía, cine o música, está al alcance de la comprensión de muy pocos, para los que desgraciadamente me faltan muchísimos conocimientos y experiencias. No sé de donde los sacas y si tu todavia y relativa corta edad te dá para tanta y tan prolija cultura, lo cierto es que produce grata emoción leerte y comprobar lo acertadas de tus sensaciones y lo bien que las describes, utilizando como sólo tú sabes hacer, las muletillas de los referentes cuyas similitudes utilizas para tus comentarios. Enhorabuena, de nuevo, Mario, un auténtico placer leerte. Lo tuyo es puro arte.

  5. Tuvimos el privilegio de disfrutar doblemente (por lo bello de su juego y por lo que nos reportaba en triunfos) del baloncesto de Doncic durante unos años. Era inevitable que volara a la NBA, como no puede impedirse a un excelente jugador de fútbol que recale en uno de las grandes equipos europeos, sea cual sea su origen.

    Por ello, no nos deja un regusto amargo, sino al contrario, la íntima satisfacción de ver arriba a quien se ha criado entre nosotros; como quien ve al hijo talentoso, al pariente brillante o al vecino de al lado reconocidos en la academia sueca: henchido de gozo, rebosando orgullo por los costados, con una sonrisa bobalicona en la cara y sintiéndose partícipe del éxito de esa persona.

    Y además, ¡que nos quiten lo disfrutado en estos años!

    Que Mario escriba sobre ello un artículo como éste es una ventaja adicional, fuera de programa.

  6. A mí si me produce nostalgia verlo en la NBA. No es el hijo talentoso al que ves doctorarse en Harvard, porque eso es lo que tu querías para la vida de tu hijo. Doncic es como la novia inteligentísima, guapísima y buenísima que se casa con un tipo más alto que tú, más rico que tú y con menos barriga que tú. A esa la querias para tí, pero era demasiado buena para tí. Siempre te quedará el recuerdo de aquel fin de semana en el Parador de Gredos, pero duele....

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