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El Real Madrid como Cagancho en Almagro

El Real Madrid como Cagancho en Almagro

Escrito por: Antonio Valderrama16 enero, 2018
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Hay un gag muy celebrado de la conocida serie de dibujos animados Padre de familia en el que Peter Griffin, el protagonista, olvida cómo sentarse. Se para delante de un sillón, lo mira fijamente, y termina por lanzarse de cabeza sobre él. El Madrid de Zidane parece que ha olvidado cómo ganar un partido de fútbol y también, a veces, cómo meter un gol. Hace justo un año daba la impresión contraria: por más que hiciera de todo para perder un partido, era como si no pudiera perder y un encantamiento mágico trajese la victoria por ciencia infusa o cabezazo a gol de Sergio Ramos. Ya hace tiempo también del último gol de Ramos a la salida de un córner. Como tantas de las cosas buenas del Madrid de Zidane que han ido apagándose, el amor entre los centros balísticos de Kroos y los remates Deus ex machina del capitán se ha acabado, de tanto usarlo.

Una de las frases más lúcidas de todas las que ha dicho Jorge Valdano a modo de axiomas es aquella en la que definía al fútbol como un estado de ánimo. La crisis del Madrid tiene, vista desde fuera, mucho de psicosomático. El Madrid, desde que Zidane dio con la tecla de Casemiro por detrás de Kroos y Modric empezando la primavera de 2016, era un equipo que jugaba con el resabio de los toros viejos esos que van de pueblo en pueblo, toreados muchas veces, y que parecen mirar a quienes se le ponen delante como diciéndoles "muévete todo lo que quieras, que al final te voy a coger igual". Jugaba con una despreocupación que rayaba el suicidio y algunas veces le salió mal, pero la diferencia con respecto a las veces en las que acertó y ganó resultó abrumadora. Durante gran parte del año del doblete le pasó lo mismo. No importaba que el equipo recibiera uno o dos goles, o que le empataran faltando cinco minutos. Había una conciencia cierta de que se iba a ganar costara lo que costase y eso prendió rápidamente en la afición porque si de algo está hecha la esencia misma del madridismo es de esa alegre y juguetona inconsciencia. Ningún club como el Madrid necesita de esa idea fija que es la victoria para desacomplejarse y jugar partidos surrealistas con la convicción de que se va a vencer y no hay que tenerle miedo a la muerte.

Bueno, pues el Madrid de Zidane parece temerle ahora a la muerte, que para el madridista es la derrota. Recibe casi los mismos goles que el año pasado porque el Madrid no sabe ser la Italia de Lippi ni aun teniendo a los mejores defensas del mundo. Sencillamente no está en su código genético. La cosa es que alguien le ha borrado a sus delanteros de la mente la experiencia del gol. Es caprichoso el fútbol: Zidane tiene al mejor goleador de la Historia en su equipo y éste no pasa de los cuatro goles en Liga, alcanzado ya el ecuador del torneo. Un tipo que en mayo pasado parecía marcar hasta sin querer y que le metió 10 goles a Bayern, Atlético y Juventus en cuatro partidos.

El fútbol parece tener mucho de ciclotímico. Como este mismo equipo que antes creía poseer una baraka infinita, que era un equipo funambulista al que ni el huracán Irma podía tirar de la cuerda por la que caminaba sujetando una pértiga con las manos, ahora parece creer que no puede ganar y en efecto termina por no ganar la mayoría de sus partidos. Se repite un patrón que es posible analizar en los partidos contra el Valencia, el Betis, el Tottenham, el Barcelona y el Villarreal: se empieza bien, incluso muy bien; los jugadores tienen el plan en la cabeza y se aplican con método y entusiasmo; se crean situaciones de peligro más o menos claro que no se materializan y se llega al descanso. Es entonces cuando como por ensalmo los futbolistas empiezan a temer que les pase lo mismo de la otra vez y dejan de fabricar jugadas elaboradas y precisas; el equipo pierde claridad mental, se aplana y empieza a centrar y forzar las jugadas hasta la línea de fondo, que es el recurso al que la mente lleva siempre a quien le falta el oxígeno en el cerebro para seguir jugando y no lo ve claro. En una palabra, el Madrid ha dejado de tener esa paciencia resabiada que lo convertía en un depredador extraordinario y se ha transformado en una víctima fatalista.

el madrid ha dejado de tener esa paciencia resabiada que lo convertía en un depredador extraordinario

Además de ciclotímico, el fútbol en ocasiones hasta parece cíclico. Desde que tengo memoria recuerdo tres momentos en los que el Madrid parecía estar en condiciones de iniciar una hegemonía dinástica aprovechando la debilidad deportiva e institucional de su principal adversario, el Barcelona: en 2008, en 2014 y este verano pasado de 2017. Con matices, en las tres veces el Madrid despilfarró una ventaja moral importante y sus proyectos deportivos, consolidados en apariencia por jugosas conquistas, terminaron sucumbiendo a los éxitos arrolladores del contrario, que se llevaron por delante entrenadores y medios plazos como los ciclones del Caribe arrasan las ciudades de madera de Puerto Rico o la Florida. Es curioso porque el Madrid de Zidane parece estar en este 2018 en disposición de emular el Barcelona de Rijkaard, que le hizo el pasillo al Real en mayo de hace diez años. Tras ganar un espectacular doblete de Liga y Copa de Europa, el equipo con más potencial del mundo terminó la temporada siguiente humillado en la casa del gran rival. El camino en Liga de este Madrid invita a plantearse ya el mismo escenario.

El Madrid recuerda muchas veces, repasando sus casi 116 años de Historia, a esas figuras geniales capaces de lo mejor y de lo peor, a menudo sin solución de continuidad. Sus mejores temporadas están plagadas de petardazos superlativos que dejan el de Cagancho en Almagro como anécdota de principiante. Como los estados de ánimo, con frecuencia sólo resultan necesarios ciertos ajustes relativamente traumáticos para invertir la tendencia. El Madrid de Zidane se construyó precisamente con uno de estos giros de 180 grados. También desde que tengo memoria sé que los mejores Madrid se han visto en situaciones desesperadas y con los jinetes del Apocalipsis abrevando sus monturas en Cibeles antes de subir La Castellana. Las eliminatorias contra Leganés y París Saint-Germain han adquirido ya, sin que nadie lo esperase hace sólo un mes, esa tonalidad entre púrpura y fulgurante que impide distinguir un amanecer de una anochecida. En esas franjas indeterminadas que no son ni una cosa ni la otra y con la muerte en los talones las personas y los grupos humanos suelen recuperar sus ideas fijas, que es lo que ha necesitado siempre el Madrid para no ser un equipo mediocre cualquiera con miedo a perder, y a morir.

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Madridista de infantería. Practico el anarcomadridismo en mis horas de esparcimiento. Soy el central al que siempre mandan a rematar melones en los descuentos. En Twitter podrán encontrarme como @fantantonio

5 comentarios en: El Real Madrid como Cagancho en Almagro

  1. Sólo aclarar que ya que el Madrid, en rigor, no ha disputado esta liga, no debería hacerle el pasillo al Barcelona, ya que al parecer solo se hace pasillo en aquellas competiciones en las que se participa.

  2. "...desde que tengo memoria sé que los mejores Madrid se han visto en situaciones desesperadas y con los jinetes del Apocalipsis abrevando sus monturas en Cibeles antes de subir La Castellana..."

    No hay mucho más que decir. Estamos en ésas. A punto de volver a ver al mejor Madrid.

    Salud.

  3. Es difícil de entender lo que nos está pasando y eso que hemos tenido momentos duros y malos y es verdad que muchas veces cuanto peor estamos mejor nos acabamos poniendo, pero ahora una tienen la sensación de que este mal momento no tiene fin. En fin, no queda otra que esperar a que venga pronto ese partido que dé la vuelta a este estado de ánimo o a este estado sin ánimo.

    Saludos

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«Nos enfrentamos ante el rival más difícil con el que nos hemos cruzado esta temporada y pasar la eliminatoria no será cosa sencilla, pero el @realmadrid existe para disputar partidos como el de esta noche y ganar».

✍️@enbuenalid

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Han caído los dos, como cantaba Radio Futura. Antes eran dos barcos sin rumbo, hoy son dos marionetas que van persiguiendo una luz cegadora.

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