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Miedo y asco en el Nou Camp

Miedo y asco en el Nou Camp

Escrito por: Mario De Las Heras14 agosto, 2017
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Oigo refunfuños a mi alrededor. Es por el turquesa. El turquesa a mí me gusta. Es como provenzal. Me imagino paseándome por mis viñedos con mis pantalones color turquesa y con mi perro (pongámosle de nombre Messi, como el de Isco) siguiéndome los pasos. No sé cual es el problema. Un problema, pienso yo, es la transmisión. Es como cine de barrio. Carreño es José Manuel Parada y Camacho parece Joselito recordando sus éxitos infantiles. No sé dónde estará el pianista. No debe de andar lejos. Lo que no está lejos, lo que está ahí, en realidad, es el estilo del Barsa cuya estrategia más destacada hasta el minuto veinticinco (perdonen que vaya tan rápido), y a pesar de la emoción de la locución, es la presión sobre el árbitro a propósito de Casemiro. Lo sucio. Lo bonito lo hace el Madrid. Y nadie lo dice. Cómo lo van a decir. Para eso tendría que salir por lo menos Conchita Velasco en plena juventud, qué se yo.

El ataque barcelonista es mucho ruido que atenúa una estupenda defensa madridista que sin embargo regala la pelota en la salida. Es el toque, nada preocupante. El balón del Madrid es corto y de ahí vienen los arreones culés. Yo creo que son humo pero habrá que esperar. De Isco, de Kovacic o de Marcelo puede salir en cualquier momento un ramo de flores para Piqué, por ejemplo. Subir el volumen en los oídos del árbitro. Esa es la consigna barcelonista. Me sobresaltan Carreño y compañía cuando no miro el televisor. Luego veo la repetición y sólo es el ruido, en efecto. Qué le pasará a esa gente. ¿Por qué Camacho cada vez que elogia la acción de un madridista elogia a continuación a un barcelonista, la mayor parte de las ocasiones sin motivo?

A pesar del follón de los periodistas y de los que hacen de periodistas, al final de la primera parte las ocasiones claras, pero claras de verdad, son las del Madrid. Las de Isco y las de Bale, a quien todo el mundo parece observar minuciosamente, también aquí a mi alrededor. Es verdad que parece algo pesado. ¿Pero no lo parece también Marcelo? A ninguno de los dos su aparente pesadez les impide hacer su trabajo. Denle tiempo. "No sufráis, niñas, no sufráis". Esto es de Mucho ruido y pocas nueces, de Shakespeare. Con este Madrid hay que sentirse igual que en la casa de Leonato. Lo ha demostrado. Qué si no hace Isco, como Claudio, persiguiendo doncellas sicilianas alrededor del área del Barcelona. Es todo tan hermoso que a Piqué no le queda más remedio que marcarse un gol. Turull y Bartomeu en el palco dan respingos. Es todo muy hermoso.

Lo del Barsa es todo escaramuza loada impunemente por esos bardos de saldo. Toca el pianista. ¿Quién es el pianista? Nada dicen Parada, Joselito, nada de cómo sienta en carrera Karim a Gerard o de cómo Isco en la media vuelta pone a Busquets de remolque para irse de puente a Benalmádena. Lo primero era el dos a cero y lo segundo es la amarilla para el centrocampista catalán. Keylor está todo para Suárez e Isco está todo para nuestros ojos. Este Isco no es ese Ijco, Ijco. Este Isco es el dueño del viñedo con sus pantalones turquesa. Ya está Cristiano y es uno de los nuestros. No le importa hacer recados de poca monta al contrario que a Messi, que sólo quiere que lo dejen en la puerta de los clubes con su abrigo de chinchilla. Lo que necesita Bale son campos verdes. Ya lo estamos viendo. Esto nos lo ha enseñado Zidane. El abanico del Madrid es temible. Se pliega y se abre, se pliega y se abre y entre medias Cristiano aparece, a pase de Bale y de tacón. Marca un gol que se anula. Qué defensa es esa que saca todos los balones como con gancho.

Lo que viene a continuación es un sindiós para el recuerdo. El asco y la épica, el alipori y la gloria, la corrupción y la decencia, la mezquindad y el valor. Un partido de antónimos. Minutos de fealdad y de belleza. La fealdad culé y la belleza madridista. Suárez, ese jugador (ese tipo) deleznable, se lanza ominosamente delante de Keylor y el árbitro, un esbirro, pita penalti. Empata el Barsa con la épica ruidosa del seis a uno hasta que llega Cristiano por el lado de Piqué y desde fuera del área destruye la escuadra derecha. Luego el esbirro lo va a expulsar, a Cristiano, por doble amarilla al entender que simula un derribo dentro del área. Todo el mundo lo ha visto. Todo el mundo sabe que no es verdad. Todo el mundo ve que Cristiano cae trastabillado. El intento arbitral de mover el marcador en favor del Barcelona es repugnante. La actuación de ese árbitro es repulsiva como deleitable es Asensio (otra vez por el lado de Piqué) para marcar el uno a tres en el minuto ochenta y nueve por la escuadra izquierda. Sólo el talento y la inspiración máximos han hecho posible esta victoria. Dígase sin subterfugios que ha vencido (¡y cómo!) el bien sobre el mal.
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Ha trabajado en Marca y colaborado en revistas como Jot Down o Leer, entre otras. Escribe columnas de actualidad en Frontera D. Sobre el Real Madrid ha publicado sus artículos en El Minuto 7, Madrid Sports, Meritocracia Blanca y ahora en La Galerna.

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