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Camino de redención

Camino de redención

Escrito por: Antonio Valderrama8 febrero, 2022
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Cuando el público despidió a Marcelo con una ovación, al final del Madrid-Granada del domingo, el Bernabéu se estremeció con el eco de un sonido antiguo. Marcelo se iba con 1 a 0 en el marcador, su equipo a seis puntos del segundo y la sensación general de haber esquivado una buena ráfaga de balas. El brasileño caminó lentamente hacia la banda y se apretó el escudo contra la boca. Más que besarlo, era como si lo mordiera. Le dio esa clase de besos que se dan a alguien muy querido en las ocasiones más sentidas y especiales: los besos con velcro de las despedidas, los besos fuertes y sentidos a los niños y a los padres en los reencuentros, los besos de sangre y alma de una última vez. Recordé a Míchel Salgado en el Camp Nou, en 2008 y por eso entendí lo que escribió poco después Hughes en ABC, que era una ovación de esas a través de las cuales el Madrid se recuerda y se proyecta desde el pasado hasta el futuro. Marcelo se quitó delicadamente el brazalete de capitán y se lo puso a Nacho. Luego se marchó. El Madrid ganó el partido, afianzó el liderato y él compareció ante la prensa con los ojos vidriosos de todos nosotros.

Marcelo besa esucudo

Tengo la certeza desde que empezó la temporada de que Marcelo está ya en ese tour homenaje que le tributan los equipos de la NBA a las leyendas que han anunciado su retirada, como pasó con Kobe Bryant cuando dejó los Lakers. Cada partido se detenía unos minutos y en cada pista se le brindaba un aplauso. No es tan fácil que ocurra eso en el fútbol, que es hijo de otra cosmovisión, un juego concebido como extensión de la guerra. Es aún menos fácil que ocurra en España, y que ocurra en el Real Madrid es directamente una quimera. Los dos jugadores más grandes de la historia contemporánea del club, Ronaldo y Ramos, se fueron abriendo un boquete en la pared de nuestros corazones, tarifando como buenas divas y enfrentados, de una manera u otra, con el presidente, que es un prócer como lo fue Bernabéu: no en vano eso es lo que suele pasar cuando chocan dos fuerzas de la naturaleza. Marcelo está en ese póker de los futbolistas vertebrales del Madrid moderno, sin lugar a dudas del Madrid del siglo XXI, pero también entre los tipos más importantes e influyentes que han vestido la camiseta blanca desde 1902. Su despedida está teniendo algo diferente que no tuvieron las demás y de alguna manera está anticipando la de Modric y la de Benzema, caballeros que hallaron en el Madrid su lugar natural en el mundo, el molde a la medida de su tamaño.

Marcelo caminó lentamente hacia la banda y se apretó el escudo contra la boca. Más que besarlo, era como si lo mordiera. Le dio esa clase de besos que se dan a alguien muy querido en las ocasiones más sentidas y especiales

Con la baja de Mendy, Marcelo ha tenido que volver a representar de improviso un papel para el que ya no parecía capacitado desde hacía tiempo, el de protagonista. Él, que ha sido el lateral izquierdo más exuberante del fútbol mundial desde Roberto Carlos. Cuando escribió aquella emocionante carta en The Athletic, en el verano del 2019, estaba claro que su corazón, su mente «y su barba y su bigote», como le decía su abuelo, serían empeñados en la empresa de recuperar el prestigio perdido ante el madridismo tras la catastrófica digestión del threepeat, la huida de Cristiano y la primera fuga de Zidane. Dos años largos después también parece claro que no ha sido cosa del querer, sino del poder. A Marcelo le ha pasado un poco como le pasó a Raúl y un poco como le pasó también a Kaká, a Figo, a tantos otros superclases antes que a él: se le ha ido el físico pero no el don, y el físico en el fútbol de hoy lo es prácticamente todo. Por eso cada vez hemos visto más su melena de culto tirando de su cabeza hacia atrás en esos sprints desesperados para recuperar su sitio perdido en defensa, persiguiendo dorsales cada vez más randoms: señal inequívoca de que era incapaz de ofrecer lo que su nombre, su reputación y su trayectoria exigían.

Marcelo y Benzema

En Bilbao y ante el Granada Marcelo fue el capitán porque él y Benzema se han quedado solos de repente, son los adultos, los viejos, los veteranos de la plantilla del Madrid. Me gusta pensar que de vez en cuando los dos se miran cómplices en el vestuario y se preguntan en silencio, ¿cómo ha podido pasar? Se fueron los emperadores y al frente del invento se han quedado los príncipes. La Edad de Plata del Real ha pasado ante nuestros ojos con la misma velocidad con la que estos dos muchachos tímidos, risueños e inmensamente talentosos se han hecho mayores y se han convertido en lo que fue Gento para la generación Yé-Yé: los portadores de la antorcha, los guardianes de la llama sagrada. En Bilbao el Madrid perdió y el domingo ganó, pero en ambos rindió bien Marcelo. No espectacular, no pura ambrosía como antes, porque ya no puede y esa es la tragedia del paso del tiempo, de que el tiempo nos obligue a contemplar las costuras de nuestros mitos, de que le veamos el cartón a los ídolos que se han hecho hombres al mismo paso que nos hemos hecho nosotros. Marcelo fue el capitán y la camiseta no se manchó del barro del deshonor, que es lo único peor que una derrota para el madridista. Al irse asegurando una pequeña gran ventaja con respecto al Sevilla en la tabla clasificatoria me acordé de aquel tackle angustioso a Messi en el último Clásico disputado en el Bernabéu, antes de la pandemia. Ahí Marcelo ya era este Marcelo reducido, pesado como un boxeador viejo, ángel con plomo en las alas que sin embargo apura la hez de la copa de su licor como Dostoyevski escribió en Los hermanos Karamázov que había que hacerlo. Ahí ese Marcelo ya puso una pica para ganar la Liga de 2020.

Marcelo está en ese póker de los futbolistas vertebrales del Madrid moderno, sin lugar a dudas del Madrid del siglo XXI, pero también entre los tipos más importantes e influyentes que han vestido la camiseta blanca desde 1902

Igualó a Gento en títulos con la camiseta blanca justo antes de que La Galerna se muriera y ahora está a cuatro meses de poder superarlo. La posibilidad más cercana es esta Liga que para el Madrid resulta algo difícil e infernal en su exigencia cotidiana, como la hoja en blanco para el novelista. Cada domingo el Madrid ha de enfrentarse con ella para sacarle alguna esquirla de provecho y en el camino se exprime el cerebro y agota sus años de vida, como decía Norman Mailer. Es curioso que Marcelo pueda culminar la proeza personal de ser el tipo con más títulos en la historia del club con más títulos del mundo precisamente ganando una Liga, que ha sido sin lugar a dudas la competición que más amarguras ha ido dejándole en su camino desde que llegara a España en la Navidad de 2006. Debutó formando parte del equipo que ganó la más bonita de todas, la trigésima y segunda de Capello. A partir de ahí su propio carácter como leyenda madridista se fue esculpiendo con los martillazos que daba el Barcelona de Guardiola, la década sin oler una semifinal de la Copa de Europa y la obsesión insana de todo el madridismo con la Décima, pensamiento que capturó todas las energías de toda la gente que amó siquiera un instante al Real Madrid Club de Fútbol entre 2002 y 2014.

Marcelo Décima

También es paradójico que el entrenador que lo puede guiar hasta ese éxito sea Ancelotti, al que sólo el hecho de entrenar al Bayern, amo de la Bundesliga, hizo mejorar sus registros como técnico de torneos domésticos. La regularidad en el genio no ha sido lo que ha definido las carreras ni de Marcelo, ni de Ancelotti, ni tampoco la del Real Madrid moderno, transubstanciado en futbolistas excepcionales como Marcelo pero de ethos aristocrático. La principal diferencia entre los dos zurdos que abrochan sesenta años de crecimiento, gloria y universalidad madridista, Gento y Marcelo, es que el primero formaba parte de una concepción proletaria del juego, pues había que ganar, ganar mucho, ganarlo todo y ganar todos los días: el Madrid ganaba en España para acceder a la Copa de Europa, que sólo era jugada por los campeones nacionales; luego aprendió a acumular ligas como forma de seguir acrecentando la hegemonía del nombre del Real a medida que el trono europeo se alejaba con el auge del fútbol anglosajón y el de los países del norte. Marcelo encarnó un Madrid de pasión poética, pues se requería un esfuerzo divino para superar las adversidades, un esfuerzo que acumuló tanta potencia que terminó desparramándose en el trienio maravilloso de Zidane, Milán, Cardiff y Kiev. Sus últimos toros son un Sevilla formidable que amenaza en España y un PSG galáctico contra el que Marcelo cuajó su penúltima noche de fútbol inolvidable. Hay que decir penúltima porque como con Curro Romero, Morante y los toreros místicos, a Marcelo siempre hay que concederle esa inevitable esperanza que ningún análisis racional puede extinguir, y que se parece tanto a lo que sentíamos al acostarnos en la noche de Reyes.

 

Getty Images.

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Madridista de infantería. Practico el anarcomadridismo en mis horas de esparcimiento. Soy el central al que siempre mandan a rematar melones en los descuentos. En Twitter podrán encontrarme como @fantantonio

8 comentarios en: Camino de redención

  1. Grande Marcelo; hace no mucho lo dije en estos foros: " Tiene más fútbol él solo en una pierna que muchos correcaminos juntos" y me contestaron: "Tenía...".
    Me ratifico: Tiene, porque eso no se pierde nunca y mucho madridismo también.

  2. La verdad es que parece que lleva asumiendo su nuevo rol con profesionalidad y madurez y eso es muy de agradecer porque aunque su fisico ahora le tenga relegado a una clara suplencia la veterania es un grado, y en niveles de exigencia tan altos, un grado muy importante. Bien por Marcelo.

  3. Excelente artículo.
    Marcelo es muy grande. Está sabiendo gobernar, con la dignidad y clase que le corresponde, su etapa final como futbolista. Ojalá cierre su ciclo como jugar en activo con su camiseta blanca.

  4. "...a Marcelo siempre hay que concederle esa inevitable esperanza que ningún análisis racional puede extinguir, y que se parece tanto a lo que sentíamos al acostarnos en la noche de Reyes" Dios le conserve por siempre Sr. Valderama esa pluma sutil, gracias por compartirla con nosotros. En mi experiencia personal con el Real Madrid he vivido intensamente su aparición en el carril izquierdo, y disfrutado todo su arte futbolístico. Me daba pena que se retirase así, pero vueltas da la vida y tendremos unos meses intensos del Gran Marcelo en un gran Madrid que disfrutaremos. Saludos madridistas a toda la blanca parroquia española.

  5. Los artículos y las ovaciones de homenaje a nuestras leyendas han de estar reservadas para ese momento: la retirada. Y la retirada es el día que te retiras. Porque la realidad es que el equipo con Marcelo e Isco en el campo es carne de cañón. Simplemente, no tienen ritmo de juego profesional, no pueden jugar en un equipo como el Madrid. Y menos aún de titulares.
    El año pasado, en la eliminatoria con el Chelsea, estábamos en un trance parecido: Ramos y Varane, con su experiencia y laureles, nos iban a llevar a la gloria. No hay más que poner el video de los partidos para comprobar el desastre de ambos (Varane en la ida; Ramos en la vuelta). Espero no tener que volver a ese túnel de los horrores con Isco o Marcelo. No lo merece el Madrid. Ni Marcelo.

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