“Hay en psiquiatría un estado de ánimo que se conoce como la “ilusión del indulto”, según el cual el condenado a muerte, en el instante antes de su ejecución, concibe la ilusión de que le indultarán en el último segundo"
(Viktor Frankl)
De igual modo que Viktor Frankl hablaba de la ilusión del indulto, hay en el madridismo un estado de ánimo en todo lo relacionado con las trampas del Barça que se conoce como la “ilusión del castigo”. Según este estado, los madridistas, en el instante antes de conocer una sanción al club que lo ha corrompido todo, concebimos la ilusión de que los sancionarán en el último segundo. También nosotros nos agarramos a los jirones de esperanza y hasta el último momento creímos que no todo sería tan malo.
Yo perdí la “ilusión del castigo” hace muchos años. Conozco el país en el que vivimos, he visto demasiadas tropelías por parte de los dirigentes del fútbol español y mantuve la ilusión poco más allá de la inexperiencia de la juventud, pero la perdí hace más de un cuarto de siglo, más o menos. Supe que nunca les cerrarían el Camp Nou tras lo de Figo, pese a que estuvieron dos años jugando mientras ignoraban la clausura por dos partidos. Siempre supe que les perdonarían no haberse presentado a un partido de Copa, o que jamás tendrían una descalificación por alineación indebida, ni les darían un partido por perdido aunque no hubieran llegado a la hora convenida. Los que hemos jugado toda la vida al fútbol aficionado sabemos que existen diez minutos de rigor en cualquier liga de medio pelo, pero no en LaLiga de Tebas, que presume de ser de las mejores del mundo.
Sin embargo, tengo amigos veteranos que todavía hoy, o ayer, creían que se iba a hacer justicia con alguna tropelía del Barça. Son tantas que ya no sé si la última fue con los palcos VIP y los inversores fantasma, o con el reconocimiento de la incobrabilidad de las palancas falsas que les permitieron inscribir a media docena de jugadores, o con la inscripción de Joan García, pero sí recuerdo cuando gané una de tantas apuestas por las tropelías “indultadas”. Recordad que a principios de enero parecía que “esta vez sí”, que se les iba a frenar por una vez y que iban a quedarse sin inscribir a Dani Olmo.
SIEMPRE Supe que nunca les cerrarían el Camp Nou tras lo de Figo, que les perdonarían no haberse presentado a un partido de Copa, o que jamás tendrían una descalificación por alineación indebida, ni les darían un partido por perdido aunque no hubieran llegado a la hora convenida
La cagada del Barça era enorme, un ridículo descomunal. Habían pagado 60 millones de euros por un jugador y más de cuatro meses después quedaba libre. En esta ocasión, al contrario que otras veces, ni LaLiga ni la Federación se saltaron su normativa y denegaron cualquier posibilidad de inscripción fake. Mi colega decía que era imposible revertir la situación, que esta vez sí se habían caído con todo el equipo, albergaba esa “ilusión del castigo” que yo perdí hace mucho, así que le dije tajante:
—Jugará la Supercopa, no tengo ninguna duda. Con otra cautelar, como Gavi, con permiso del Papa, o con algún nuevo resquicio que busquen, pero jugará y al día siguiente todos mirarán al dedo que señala y no al señalado.
—No voy a ser yo el que niegue la posibilidad de que el gobierno cometa una ilegalidad para beneficiarles, pero también es cierto que eso no impediría a los clubes acudir a los tribunales —me contestó.
Los clubes… comenzando por el Real Madrid, que presionó al Consejo Superior de Deportes para facilitar la inscripción. Y ya no hay “caso Olmo” ni cautelarísima que valga. Apenas un mes después, el resto de clubes se alinearon con el Barça para redactar un obsceno comunicado contra el Real Madrid por señalar lo que la Guardia Civil había denominado “corrupción sistémica” de la competición.
Aún recuerdo que aquellos días del “caso Olmo” (así denominado, como cuando hay un escándalo de corrupción), Televisión Española hacía otro de esos ejercicios de condicionamiento e informaba acerca de la situación de “los jugadores damnificados”. Según la RAE, damnificado significa que ha sufrido un grave daño de carácter colectivo. Coño, es puro Orwell, neolengua manipuladora. La maquinaria culé a pleno rendimiento.
El viernes pasado, Joan Laporta declaró en los juzgados por el caso Negreira. Dejó las justificaciones falaces de siempre y muchas preguntas sin contestar. LaLiga, personada en la causa como perjudicada, solo hizo una pregunta, bastante irrelevante, por cierto, acerca de los acompañamientos del hijo de Negreira a los árbitros. Recordemos que el presidente de LaLiga dijo nada más conocer el escándalo de los pagos que “era gravísimo”, pero que todo estaba prescrito. Que siguiéramos con nuestras vidas y olvidáramos la ilusión del castigo porque “su” indulto ya estaba dado.
El abogado de la Federación Española de Fútbol, organismo del que dependen los árbitros, no sé si conviene recordarlo, no hizo una sola pregunta a Joan Laporta. Ni una. Qué XXXX vergüenza. Para ellos ya ha pasado todo, nos han vendido que se ha regenerado el Comité Técnico de Árbitros y que conviene mirar hacia delante. El nuevo presidente del CTA, Fran Soto, intervino recientemente en la COPE para animarnos directamente a todos a “olvidar el caso Negreira”.
¿Alguien espera algo del llamado “cuarto poder”, la prensa? ¿De verdad alguien creía que los medios subvencionados iban a presionar para que este escándalo se investigara o, al menos, para criticar como merecen a los organismos que debían velar por la limpieza de la competición y hacen una mísera e irrelevante pregunta al tipo que cuadruplicó los pagos al vicepresidente de los árbitros? El diario deportivo más leído, el poco gallardo Marca, se retrató el sábado pasado. Recordad el Portanálisis, en letra casi ilegible. Con la mitad de tamaño que la opinión de Juan del Val sobre Xabi Alonso. Esa es la importancia que le dan.
¿Qué nos queda, la UEFA? El presidente de la UEFA, Aleksander Ceferin, dijo nada más salir a la luz el escándalo de los pagos del Barça a Negreira que era “lo más grave que había visto nunca en el mundo del fútbol, para la UEFA no ha prescrito”, y a buen seguro que este tipo ha visto muchas cosas en este mundo del fútbol, tan dirigido por golfos y gente de la peor calaña. Pues bien, meses después, tras la visita de Joan Laporta a Eslovenia a ver al máximo dirigente de la UEFA, no sabemos qué pasó o qué “favores” se prometieron (muy a la manera de Vito Corleone, cierto), pero todo cambió. Podemos intuir que la renuncia pública a la Superliga era la moneda de cambio para que a Ceferin se le olvidara “lo más grave que había visto nunca en el mundo del fútbol”, y desde entonces se le ha visto muy ufano en el palco del Barça. En un giro nada sorprendente de los acontecimientos, ha permitido que el club cliente de Negreira se saltara la propia norma de la UEFA para el retorno al Camp Nou. Ya tiene el OK “ceferino”.
Solo queda la FIFA. Según parece, la relación de Florentino Pérez con Gianni Infantino es excelente. El Real Madrid ha enviado una serie de informes al máximo organismo del fútbol mundial, ha pedido que la FIFA supervisara nuestra podrida competición (estas últimas jornadas son un muestrario excelente para los informadores) e implora su intervención, pues parecen ser los únicos que podrían llegar a sancionar deportivamente, incluso, sin esperar a una resolución en nuestros juzgados, famosos por su proverbial lentitud. Ya lo hicieron con la Juventus de Turín y ese Moggigate o Calciopoli, ridículo en duración y comparación con el caso Barça-Negreira.
Por eso, entiendo que sean muchos los madridistas que aún albergan “la ilusión del castigo”, desilusión en mi caso. Joan Laporta, por su lado, juega como toda su vida lo ha hecho, no con “la ilusión del indulto”, sino con su certeza. A mí me han echado del fútbol, de un deporte que me encantaba y que ahora detesto ver.
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Gran texto, pero durísimo de leer. Es verdad que uno se aferra a seguir esperando cosas que la experiencia desmiente una y otra vez.