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Estratificación madridista

Estratificación madridista

Escrito por: Pepe Kollins6 febrero, 2016
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Nadie permanece ajeno a su contexto y a las inercias que de él se derivan. Las instituciones, así como las personas que las conforman, son producto del momento en el que se inscriben, pero también de la suma de los momentos que las preceden. Eso que llamamos historia y que muchos reducen a una disciplina académica también es un sumatorio de experiencias e inercias que condicionan cada uno de nuestros actos y pensamientos. La del Real Madrid tampoco supone una excepción.

Cada juicio que elevamos los madridistas está influenciado por los acontecimientos que la institución vivió en su pasado así como por las emociones que los mismos generaron en la masa de aficionados. Los análisis, las conclusiones y hasta la capacidad de encaje del hincha blanco están determinados por esa memoria emocional, que desde una perspectiva amplia, podemos simplificar en tres grandes etapas.

La época dorada

Es el periodo que comprende desde la llegada de don Alfredo Di Stéfano (1953) a la muerte de don Santiago Bernabéu (1978). Aunque el gran patriarca del madridismo ya cumplía diez años de mandato cuando se cerró el fichaje del argentino, no fue hasta la llegada del boquense cuando da comienzo la historia moderna del club.

El madridista de este periodo concebía la institución en términos de grandeza y superioridad. En su retina no solo perduró un Madrid campeón, sino también omnipotente, capaz de atraer a cualquier gran estrella internacional (Di Stéfano, Puskas, Kopa, Didí) y de despertar admiración mundial en un contexto especialmente complicado para las relaciones exteriores de España (durante años la BBC emitió cada día de Navidad la final entre el Real Madrid y el Eintracht de Frankfurt).

Pero si la figura del delantero fue capital no lo fue en menor medida la de su presidente. Su particular forma de mando, estricta como la regla de un cartujo, fue adoptada por el madridismo como seña de identidad propia. Don Santiago era el garante de unos valores de rectitud y máxima exigencia que no solo preconizaba de palabra, con sus famosas 'santiaguinas', sino de facto, como demostró con el despido de Héctor Rial tras saber de sus salidas nocturnas durante una gira por Sudamérica, con el de Didí por filtraciones interesadas a la prensa, o con su reprimenda a Pedro de Felipe, jugador de gran peso dentro del vestuario, pero al que no dudó también en abrir las puertas, simplemente, al haber protestado por su suplencia. Por no ceder, don Santiago ni tan siquiera titubeó frente a la mismísima Saeta.

Otra de las circunstancias que determinan este madridismo es su concepción de la rivalidad. Si bien durante los cincuenta el Barcelona ofreció una relativa resistencia, cabe resaltar que a partir de 1960 el dominio del club de Concha Espina fue tan apabullante que en dieciocho años el Real tan solo dejó escapar seis campeonatos de Liga, correspondiendo cuatro de ellos al Atlético de Madrid. El club catalán apenas ganó uno solo y aún tardaría once años más en volver a repetir. El rival del Real Madrid, por entonces, era básicamente nadie.

don Santiago y la Saeta

El constitucionalismo

El declive de la entidad tras la muerte de su líder fue rápidamente perceptible y se prolongó hasta las postrimerías del siglo. En unas declaraciones a la prensa, en 1980, don Luis de Carlos reconocía la inmediata relajación disciplinaria. Una evolución que el dirigente justificaba en que “los tiempos habían cambiado”, ya que “ahora le pides discreción a un jugador sobre un determinado tema y lo primero que te saca es la Constitución”. Y efectivamente, la deriva constitucionalista fue imparable a partir de entonces. Si Juanito exigía que el entrenador no volviese a entrar al vestuario, momentos antes de que Amancio fuera destituido por denunciar una juerga en una concentración y años más tarde Emilio Butragueño discutía las razones que había esgrimido Leo Beenhakker para sentarle: “Yo creo que un delantero debe salir al campo a jugar al futbol y no pensando en marcar al lateral contrario”, la capitulación definitiva se producía, casi diez años después, con la destitución de Jupp Heynckes. Según palabras del propio presidente, Lorenzo Sanz, al alemán se “le había ido el vestuario de las manos” porque “quizá ha sido demasiado buena persona”.

La laxitud del club también se reflejó en sus relaciones externas. Del carácter combativo y a veces tosco -aunque siempre decoroso– de don Santiago Bernabéu cuando alguien osaba enfrentarse al club, se transmutó a la inmaculada caballerosidad de don Luis De Carlos, que instauró oficiosamente el “señorío” como forma de resignación, hasta derivar finalmente en una frívola concepción de la gobernanza, con presidentes dando brincos, a ritmo de cántico de grada, en mitad de un aeropuerto o apostando al parchís horas antes de los derbis, citas electorales que se iniciaban con la candidatura de un cómico y terminaban con el voto de la santa compaña o asambleas de compromisarios coaccionadas por pandilleros y en las que a un astrólogo se le ofrecía cada año la posibilidad de dar su pronóstico.

La marca Real Madrid se devaluó tanto como sus finanzas. La afición se acostumbró, en los inicios de esta singladura, a no reconocer al fichaje veraniego de turno, ya fuera un habilidoso morenito llegado del West Bromwich, un central calvo del AZ Alkmaar o un oriundo que destacaba en la Liga belga. Aunque el club nunca dejó de ganar sí lo hizo en menor medida que antes. En el ámbito internacional lo más cercano que se estuvo de la gloria, durante décadas, tuvo nombre de García o forma de tobillo de Gerets. Pero la conjunción astral auspiciada por Emilio, Rafa, Manolo, Miguel y José Miguel permitió al club coger aire y volver a dominar el ámbito nacional. Apagado el brillo de la Quinta, la entidad se encomendó al gasto, que no podía permitirse, para aupar de nuevo su querida orejona. Aunque el desquite quedaba resarcido, dos nuevas amenazas asediaban a la institución: la ruina económica y que, por fin, parecía existir un rival.

quinta

Florentinismo

Aparte de salvar al club de la quiebra, Florentino llegó con la promesa de restituir el Madrid de Bernabéu. Lo consiguió a medias. Si bien los más antiguos del lugar pudieron rememorar, y los más jóvenes descubrir, las mieles del reconocimiento internacional así como el lujo de quien se puede permitir fichar a cualquier estrella mundial cada temporada, la determinación no fue la misma, ni con el vestuario, ni de puertas hacia fuera.

Fichado Figo y hundido -provisionalmente- el Barcelona, el presidente decidió expiar su pecado firmando el primer armisticio de la historia entre una gran potencia y otras de peso irrelevante: el Real no pagaría la cláusula de nadie sin la anuencia del club correspondiente. En otro orden, el club sufrió duros reveses en el ámbito federativo. Si en el año 2000 Florentino Pérez funda el G-14 ganándose la enemistad de FIFA y UEFA que reaccionaron alejando al club de los órganos ejecutivos, que coparon directivos rivales, en una maniobra difícilmente imaginable en la era Bernabéu, el candidato del club a la presidencia de la Federación Española de Fútbol, Gerardo González, era derrotado, contra todo pronóstico y por intercesión del F.C. Barcelona, resultando ganador Ángel María Villar. Lejos quedaban los tiempos en que don Raimundo Saporta hacía y deshacía cual señor Lobo en Pulp Fiction. Pero como si nada hubiera pasado, o dando por hecho lo inevitable, el Madrid siguió la senda “decarlista” de poner la otra mejilla como discurso oficial y de uso interno.

Como primera economía del planeta futbolístico, la colección de cracks que aglutinaba la plantilla se tradujo en un aumento del nivel competitivo, que aproximaba el hito de la Copa de Europa como algo factible cada año y no como una esperanza generacional. El aficionado volvía a sentir la entidad en términos de grandeza. No obstante, la ausencia de la condición espartana que preconizaba el patriarca de Almansa, degeneró en la instauración de los Fueros del vestuario, herederos de la tradición contestaría (constitucionalista) del anterior periodo, pero que ahora refrendaba la concepción del futbolista-estrella no solo como deportista de élite sino como una sociedad empresarial, de primer orden, no al servicio del club sino en asociación a este.

La insistencia en querer revertir con mano izquierda el acomodamiento y la vanidad propios de quienes ya se sentían en la cima antes incluso de haber ganado provocó que el Madrid no lograse consolidar una hegemonía. Florentino Pérez admitió “haber maleducado a la plantilla” el día de su dimisión. El paréntesis de Ramón Calderón no supuso el final del florentinismo, pues era la némesis del mismo, la causa reactiva que lo propició y, por tanto, que obligó a su retorno. Pero si en los veinte años comprendidos entre la llegada de Johan Cruyff y la de Guardiola, en el banquillo rival, la diferencia de trofeos entre Barça y Madrid estuvo casi a la par (una liga más para el Barcelona, una Champions más para el Madrid) la irrupción de un elegido en el bando contrario supuso una descompensación de dicho equilibrio. Aunque el músculo financiero sirviese no solo de dique de contención, sino para lograr éxitos puntuales como la Liga de Mou o la mítica Décima, por primera vez, en más de cien años, el madridista se sentía en inferioridad deportiva.

La Décima

No es difícil reconocer en la variedad de los discursos del madridismo los reflejos de algunos de los hechos expuestos. Es diferente el Real Madrid que enraizó en aquellos que vivieron una época en la que el conjunto se anteponía frente a cualquier interés particular, que en el de un madridista que cincuenta años después vive una era en la que el jugador se ha convertido en una pieza angular de la viabilidad económica del club. No es lo mismo acomodarse proyectando plantillas, exigiendo bajas y altas a mansalva, como si en los sótanos de Chamartín tuviesen una máquina de hacer dinero, que la sensación de aquellos que experimentaron una época de escasez en la que apenas disponías de referencias de los nuevos fichajes o en la que la institución se veía obligada a vender activos para pagar las nóminas. Una cosa son aquellos que crecieron en la paciencia por aplastamiento de los rivales y otra esos que hoy, presos de la ansiedad, maldicen a los astros por haberse puesto del lado, provisional, del adversario. Es distinto el poso de quien constató el arrojo mostrado ante cualquier afrenta, que el que se acostumbra a que se pase hoja cada vez que se vilipendia al club pero desde un entorno mediático multiplicado por mil. La mirada hacia un jugador cuya ilusión era ahorrar para montar un negocio y cuyo asedio se limitaba a unos cuantos autógrafos diarios no puede ser la misma que aquellos que ingresan casi más dinero por su imagen que en concepto de ficha y que son fiscalizados por las redes sociales a cada minuto. Todas esas percepciones son hijas de su tiempo y por tanto legítimas. Pero en ocasiones, incluso con frecuencia, se asumen sin atender al contexto particular en el que se dieron, o incluso se solapan como si fueran conclusiones de unas mismas circunstancias.

La crítica no debe eludir la perspectiva.

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Nombre: Javier Alberdi @JavierAlberdi. Antaño participé activamente en Ecos del Balón, El Asombrario y The Last Journo. Coordinador y coautor del libro "Héroes": https://bit.ly/2JC6kwx

7 comentarios en: Estratificación madridista

  1. Muy interesante la narración que has hecho de la evolución histórica del Madrid. Ha habido luces y sombras a lo largo de nuestra historia, pero eso no nos tiene que valer para justificar que llevemos muchos años a la sombra del farsa. No es muy madridista, o al menos yo no soy de esos madridistas, el que se instala en la resignación y aplaude todo lo que hace su presidente o su club porque no siempre se gana.
    Que el Madrid de Florentino pinta menos en las instituciones deportivas y en los medios deportivos que la Tomasa en los títeres es un hecho. No solo pintamos poco, además pintamos muy mal. Y esta dejadez y desidia del presidente en estos asuntos nos lleva a ganar muy pocos títulos y a llevar muchos años viendo como no paran de recortarnos títulos los culerdos con una facilidad que da hasta miedo. Disfrutamos muy poco y penamos mucho para el plantillón que se supone tenemos y para el dineral que gastamos. Pero el que crea que solo fichando buenos jugadores y entrenadores los títulos caen cual fruta madura es que no ha entendido nada de como funciona el mundo del fútbol, y sino que se lo consulten a Godall, él sí sabía, lo mismo que su farsa, que para ganar y dominar en el fútbol tienes que tener presencia en las instituciones deportivas nacionales e internacionales, eso como básico y luego si además tienes a la prensa de tu lado y una gran plantilla comprometida con el club, pues ya tienes el camino de rosas.
    Por eso el farsa domina y gana con tanta facilidad, no solo es Messi, no, tienen el colchón de los árbitros, el apoyo mediático y la simpatía de los rivales, todo lo contrario que nosotros, que estamos más solos que la una, y rodeados de enemigos. Así es que he asumido ya que mientras sigan Florentino, Villar y Messi el Madrid ganará las migajas que nos dejen los culerdos. Y el premio de consolación de todas las temporadas será la lista Forbes, a lo único que parece que aspiramos cada temporada.
    No quería hablar de la eliminación de la copa del Rey porque es algo puntual y no endémico, pero telita, porque si hay un gran y único culpable es alguien del club y aún estamos esperando que pague el o los que sean responsables de tamaña cagada, porque mucha transparencia pero será de las cuentas porque de este asunto ni mu. Del éxito del fichaje de Benítez qué decir, y de la sanción de la FIFA. En fin que si ponemos un circo nos crecen los enanos.
    Eso sí, nos dicen que critiquemos con perspectiva, lo malo es que yo no sé donde está la perspectiva para salvar a este club y a sus dirigentes y empleados de la quema de la crítica. De verdad que no la veo.
    Saludos

  2. Cuando analizo la historia de nuestro club veo con claridad que nuestros mejores momentos siempre han sucedido cuando hemos sido originales. Copiar exitos ajenos no son solución. Ocurrirá cuando menos lo esperemos. Los mimbres son buenos.

  3. Lo expuse aquí recientemente. Desde mi punto de vista, si queremos recuperar la hegemonía nacional y Europea, se necesitan líderes, en el campo y en los despachos . Ideas de lo que somos y lo que queremos llegar ser, arrestos para aplicar esas ideas y atinadamente, un contertulio habitual por estos lares, me indicó que fiel infantería para luchar por esas ideas. De acuerdo. También añadiría el dinero. Napoleón decía que para ganar una guerra se necesitaban tres cosas, dinero, dinero y dinero. De eso hasta ahora se ha encargado Florentino, inmejorable como gestor, pero nulo como líder.

  4. Estando de acuerdo en parte, con los anteriores comentarios y que a todos nos gusta ganar siempre, no creo que el actual presidente sea parte directa de los no títulos del Real Madrid.
    Su guerra con los medios de comunicación está pérdida punto. Aunque haya gente que me considere un estúpido, creo que es algo que se debe valorar, en cierta manera envidio a los cules por su prensa pesebrera; pero al fin y al cabo son barcelonistas y no engañan a nadie, escribimos lo que escribimos porque somos de éste equipo y hay mucha gente que le gusta; bastantes problemas tengo en casa para que me cuenten lo que le pasa a Neymar o al presidente de turno, si el Barca gana de puta madre cuando no gane ya tengo al Madrit para desfogarme; es humano y funciona es un mecanismo de defensa se llama negación.
    Lo siento pero tengo que cortar Hala Madrid y nada más.

  5. Pues pintan bastos a corto y medio plazo. Yo no veo otra que intentar poner en marcha una liga europea o algo así para quitarnos la zarpas del pescuezo. El problema es que no te puedes fiar de nadie.

  6. De Carlos ya heredó un Madrid en decadencia, sobre todo porque los tiempos habían cambiado demasiado y el club en lo económico estaba seco. Pero todo venía de los últimos tiempos de Bernabéu, un adelantado a su tiempo en 1945 pero anticuado en 1970 cuando intentó construir un nuevo estadio para recuperar la iniciativa. El Barcelona fichaba a Cruyff y el Madrid a medianías. Y con De Carlos la cosa fue a peor: el Barsa fichaba a Maradona y a Schuster y el Madrid a Cunningham a Valdano y a Lozano. Lo mismito. Tiene mérito lo que se consiguió a pesar de las circunstancias.

    Los que andan llorando si no viene Mbappé o están cansados de la BBC tenían que haber vivido esa época.

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