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El día de la marmota

El día de la marmota

Escrito por: Amalio Campa8 septiembre, 2018
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A medida que nos vamos haciendo mayores nos damos cuenta cada vez mejor del ciclo continuo en el que se ha convertido nuestra vida. En mi caso particular la época de finales de agosto y principios de septiembre siempre viene ligada inexorablemente a un sentimiento de melancolía debido al final del verano, pero también al Open de Estados Unidos de Tenis, a las fiestas patronales del pueblo, al principio del curso académico para mis hijas, a las dichosas autopromesas de perder peso y apuntarse a un gimnasio que después jamás cumplo y, no faltaría más, al inicio de la temporada de los principales deportes, entre los que el fútbol ocupa el lugar más destacado.

Es por esto por lo que, a la repetición sistemática de acontecimientos, lo llamo el Día de la Marmota, en honor a la extraordinaria película que aquí en España fue traducida estúpidamente como “Atrapado en el tiempo”, y de la que creo que todos los lectores habrán oído hablar o habrán visto. Pensando justo después del partido del Barcelona frente al recién ascendido Huesca se me encendió una bombilla en la cabeza y me vino a la memoria las imágenes del pobre Bill Murray en el pueblo esperando a verle la cara a la marmota para determinar si la primavera se adelantaría o no ese año. Los estruendosos titulares de la prensa del régimen culé elevando a los altares por enésima vez a Lionel Messi debido a sus recitales frente a equipos de medio pelo es algo que me parece haber vivido de forma recurrente una y otra vez durante los últimos doscientos años.

Vuelven con más fuerza si cabe las peticiones para el balón de oro, la canonización por parte de su compatriota en El Vaticano, los requerimientos para el Premio Nobel de Física, su inclusión en el Hall of Fame de Springfield como sempiterno campeón de la NBA y su contribución al mundo del baloncesto, y hasta un premio en Master Chef como cocinero revelación del año. Lo que pasa es que en marzo y abril, al menos durante los últimos años, la cruda realidad golpea en forma de eliminación prematura de la Champions, la selección argentina no acaba de dar el golpe definitivo sobre la mesa, y el globo, lo quieran los adoradores del genio argentino o no, comienza a desinflarse. Y si, además, las copas de Europa se tiñen de blanco, el efecto se hace mucho más acentuado.

Claro, aquí nos encontramos ante una disyuntiva interesante y peliaguda al mismo tiempo. El mejor jugador del mundo se sale en la liga española, marca goles con una facilidad pasmosa y su equipo suele ganar las ligas y las Copas del Rey con bastante asiduidad, pero en los torneos con el escaparate internacional se esconde bajo la alfombra sabiendo que sus periodistas y aficionados de cámara le echarán el muerto siempre a otros. Lo he dicho en algún otro artículo y lo diré siempre a quien me quiera escuchar. Como aficionado madridista sólo he tenido pavor a tres jugadores a lo largo de mi vida como espectador; a Marco Van Basten en la época del Milan, a Ronaldo Nazario en el único año que permaneció en el Camp Nou Camp, y a Messi. Y creo que la trayectoria de éste último es más completa y brillante que la de los otros dos y cuando se retire optará con poderosas razones al título honorífico de mejor jugador de la historia.

Sin embargo, a mí, que soy ya perro viejo, no me impresionan los recitales tempraneros, los Premios Nóbeles de Física, los balones de oro, ni la prensa mamadora de la Ciudad Condal y otros puntos de la geografía española con sus campañas. Y lo que es sin duda más importante, a los jugadores del Real Madrid les da exactamente lo mismo mis miedos, mis temores y mis fobias. Que Messi meta cincuenta goles, haga gambetas a los jugadores del Leganés, Huesca o Rayo Vallecano, salga en las portadas del Science o le den el premio a deportista mejor vestido del año, es algo que ya ha dejado de importarme. Mientras las copas de Europa se queden en las vitrinas del Bernabéu, sigamos adorando a aquel Bill Murray atrapado en el tiempo y observando de cerca la cara de una marmota blaugrana adorada por piperos de muchos colores, incluidos los blancos.

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Soy madridista de cuna, literalmente. La primera vez que asistí al Bernabéu jugaba un tal Juan Gómez, JG7. Incrédulo, suspicaz, inconformista. Tengo alergia a dos cosas en esta vida: a envejecer y a la mezcla de azul y grana. Escribir lo que se me ocurre es una de mis pasiones.

6 comentarios en: El día de la marmota

  1. Pues que quiere que le diga. Para mí, Ronaldo «el Gordo» fue muchísimo mejor que Messi, un jugador totalmente inflado por la prensa y que fuera del «hábitat» culé tiende a mediocre. Para mí, comparar a Messi con Maradona o Nazario no es más que consecuencia del totalitarismo mediático pro Messi que vivimos.

  2. Tuve una sensación parecida, si no idéntica, viendo el encuentro farça - Huesca, al comprobar que, tras el uno a cero oscense, en la primera entrada que le hacen a Messi, se le muestra tarjeta amarilla al defensor. Es lo mismo que decir: "chicos, a este jugador se le mira cómo juega pero no se pasa cerca de él. Y, esa mirada, debe de ser de admiración, si no, será sancionada como falta."
    Otra vez oí sonar, a mi alrdedor "I got you babe" de Sonny & cher y me pareció ver que, más allá de los cristales de la ventana, nevaba.

  3. Genial artículo, la descripción perfecta de 4 de los últimos 5 años.
    Y ojalá siga la racha y lo hagamos extensivo a 5 de los últimos 6.

    Hala Madrid.

  4. Primera entrada a Messi, primera tarjeta amarilla para el rival ........
    Luis Suárez, campando a sus anchas, repartiendo cera...........
    Pero luego en Europa, estos favores no cuelan (afortunadamente) y por eso los resultados diferentes en ambas competiciones..........

  5. Messi sería el mejor jugador del mundo si el fútbol fuese un deporte individual. El problema para Messi (y todos los Messis del mundo, pasados o aún por nacer) es que el fútbol es, lo quieran o no los juntaletras de la prensa o los bobos de la baba necesitados de un "dios menor", un DEPORTE COLECTIVO. Repito: DEPORTE COLECTIVO. Insisto: DEPORTE COLECTIVO.

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