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Crónica del Real Madrid, 6 ; Espanyol, 0

Crónica del Real Madrid, 6 ; Espanyol, 0

Escrito por: Mario De Las Heras1 febrero, 2016
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Todo el partido se jugó dentro de la curvatura de un pase exterior de Luka Modric. En un pase con el exterior de Luka Modric uno puede ver la vida pasar en súper ocho, con esa tonalidad sepia y esos movimientos a cámara rápida con los que uno puede recordar para siempre a los que siguen y a los que ya no están. Luka Modric rodando nuestras vidas sobre el campo como un reportero de guerra. En la espalda de Luka Modric no pone “19” sino “Press”, aunque a veces también se sienta para filmar una obra maestra en una silla plegable de lona en cuyo respaldo pone “Lukita”.

Dentro de todo este exterior inmenso había barbas. La incipiente, dejada y encanecida de Zizú y la negra zahína, joven, morlaca de Isco, como hecha de las trenzas de Marcelo. Todo ha cambiado y uno observa el compañerismo, el equipo, hasta en el perigallo de esos jugadores que Carvajal le había prestado al tico Keylor, del que yo pensaba que era barbilampiño, el indio de Ritchie Valens que baila La Bamba bajo los tres palos.

Enseguida vino el primer gol de la tarde. Luka se adentraba por la banda como en un set almeriense de Sergio Leone. Llevaba poncho y se la dejó atrás al casi piel roja de James que tensó el arco para herir con precisión a Benzema, que evidentemente está enamorado. La dio con el hombro pero pareció darla con la cabeza. Ese pase lo podía haber continuado con un metatarso e igualmente hubiese parecido haberlo rematado con la cabeza.

Lo mejor de James no es esa zurda, ni su disparo, ni su visión particular, infantil, del juego sino su gesto cuando está a punto de deslumbrarnos con todo eso. Esa cara de niño en acción vale millones. Ese rostro de asombro es el que hace posible el embrujo de este niño maravilla que juega en el Madrid. A mí esa expresión de esfuerzo y concentración pueril me recuerdan a los ojos de Özil, que era otro chico de esos irrepetibles al que se llevó su padre a Londres casi sin permiso.

El Madrid era un tablao al que saltaban bailaores, cantaores, cajones y guitarras y el Bernabéu el público guiri enloquecido de sabor. Iba a ser Benzema, Romeo desaforado, quien de una cabriola de cabra de gitano se la dejaba a Cristiano que sería derribado en el área con la misma claridad que la semana pasada en Sevilla. Esta vez hubo suerte y se pitó un penalti que iba a ejecutar el portugués con un movimiento último de cuello, que es lo con lo que imprime a sus disparos la velocidad extra: el Turbo Boost.

El amor estaba en el aire como si Zizú lo repartiese a cabezazos. Decía el comentarista que el Madrid estaba jugando de una manera “elocuente” como para abrirle un expediente disciplinario. Todas estas cosas se olvidaban pronto porque los blancos estaban en modo blitzkrieg agazapados detrás del pánzer Carvajal sobrepasando trincheras y alambradas. Salió James de una de esas, casi de puntillas, e iba a ser un bonito gol que afeó la espalda de un españolista sin impedir el desenlace.

Un cuarto de hora de partido y tres a cero daban para decir que el nuevo entrenador había devuelto definitivamente el miedo escénico a Concha Espina. El mundo estaba del revés. La prensa entregada y Benzema conduciendo para Isco, que corría hacia delante (y hacia todas partes) como un loco para hacer dejadas, taconazos, para jugar con los ojos en la nuca. Las triangulaciones cobraban un significado y un sentido nuevo. No eran tales sino rimas asonantes, incluso consonantes de la rotundidad. Luka filmaba a Karim lanzando peonzas al suelo y a Zizú sonriendo en la banda como Sinatra, quien los llevaba a todos bajo su piel.

Yo me fijé en Arla y en su elástica con escote palabra de honor como si aquello estuviese incitando a todos aquellos acosadores. Yo hasta quería que sustituyesen a Ramos porque cada vez que la tocaba era como si fuesen a volver aquellos vientos tenebrosos de los Idus de marzo, cuando a la mañana siguiente asesinaron a César. Pero Isco estaba allí jugando y servía para algo; y eso no había sucedido antes nunca. No era Ijco, no. Al fin era Isco, jugador importante del Madrid.

Kroos parecía Djokovic en la línea de fondo. Un robot entrenado para no dejar pasar nada ni a nadie por la línea de fondo que eran los medios. Cristiano jugaba más que nunca, quijotesco galgo corredor. Marcelo se sumaba a la apoteosis de los exteriores como si el Madrid fuese la Paramount. Si el juego de Marcelo fuese una mujer sería la mismísima Helena de Troya. Y cómo salía Luka de las emboscadas, igual que el tipo aquel que emergía del mar en el anuncio de Aqua de Gió.

Ese repliegue del Madrid era el de los rusos en Stalingrado. Una trampa insalvable. Isco corría y corría hasta casi despegar de semejante aceleración. Allí había redaños. El madridismo dibujándose, reconstruyéndose, reencontrándose. Justo cuando yo tenía la extraña sensación de que Cristiano intentaba sin éxito equipararse a aquella gloria naciente fue cuando lo hizo como rompiendo la hucha, liberándose de las cadenas de la duda, de los recelos impacientes e injustificados con una interpretación majestuosa de sí mismo plena de habilidad y de potencia. Era el minuto cuarenta y cinco y el cuatro a cero.

En la segunda parte yo me di cuenta de que Benzema está como más grande, más ancho. Lo mismo que si hubiera dado el estirón. Y seguían sus compañeros mostrándonos sus intimidades, sus secretos. Una vuelta de Varane precedió a Marcelo flotando en el aire. Karim continuaba estando donde se le necesitaba. Yo me levanté un momento a por un vaso de agua y allí estaba el francés tendiéndome la mano.

E iba a haber más exteriores. Todo fue en exteriores mientras Modric rodaba en un solo plano. Isco lo intentaba y lo lograba. Una combinación de Luka con Carvajal y Cristiano que recortaba para enviársela a Benzema acabó en una bola mansa pero esperanzadora para el madridismo. Como un amanecer. En el minuto diecisiete iba a empezar a poner Zizú las joyas de la familia a buen recaudo. Primero fue Modric, al que le sustituyó Jesé, quien recibió el homenaje de la grada como en una vuelta al ruedo. Faltaron las rosas y las botas de vino. Luego iba a ser Kroos por Casemiro, infortunado Casemiro, y al fin Benzema por Lucas Quinto.

James redivivo en el córner iba a pasársela al canario entre dos defensas, quien imaginó a Cristiano lanzándose de cabeza y así fue: un pase de adivino. Casi magia de ese sobresaliente que es Jesé apareciendo por faroles. Fue pimienta el canterano para un partido que había quedado algo insípido pese a todo. Artífice primero de un gol en propia puerta, el sexto y definitivo, lo bonito no fue el mismo sino esa conducción de pelota como si columpiara un yoyó en horizontal. Una goyería de la que al final quedó triunfante Cristiano con sus tres cabelleras, cuya camiseta ondeante parecía la bandera del Madrid lanzándose contra el enemigo.

LAS NOTAS:

Keylor: Destaca (D). Bill Rusell.

Marcelo: Destaca (D). Isiah Thomas.

Ramos: Progresa Adecuadamente (PA). López Iturriaga.

Varane: Destaca (D). Wilt Chamberlain.

Carvajal: Destaca (D). Charles Barkley.

Modric: Destaca (D). Larry Bird.

Kroos: Destaca (D). Clyde Drexler.

Isco: Destaca (D). Kevin Johnson.

James: Destaca (D). Pete Maravich.

Benzema: Destaca (D). ‘Magic’ Johnson.

Cristiano: Destaca (D). Michael Jordan.

Jesé: Destaca (D). Joe Dumars.

Casemiro: Progresa Adecuadamente (PA). A.C. Green (aunque en realidad es Hakeem Olajuwon).

Lucas V.: Progresa Adecuadamente (PA). Scottie Pippen.

Zizú: Destaca (D). Frank Sinatra.

EFEMÉRIDE DESTACADA:

Nace Lunalilo (nada que ver con Danilo), rey de Hawai (1835).

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Ha trabajado en Marca y colaborado en revistas como Jot Down o Leer, entre otras. Escribe columnas de actualidad en Frontera D. Sobre el Real Madrid ha publicado sus artículos en El Minuto 7, Madrid Sports, Meritocracia Blanca y ahora en La Galerna.

4 comentarios en: Crónica del Real Madrid, 6 ; Espanyol, 0

  1. Leyéndote al final uno se adentra y se sumerge tanto en ese delicioso relato que se olvida de que esto iba de fútbol. Un fuerte aplauso.
    Saludos

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