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5 años de Fred Gwynne

5 años de Fred Gwynne

Escrito por: La Galerna16 junio, 2020
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Fred Gwynne celebra hoy el quinto aniversario de su primer texto en La Galerna y sus amigos hemos querido sumarnos a la fiesta con una pequeña sorpresa.

 

Jesús Bengoechea

Conocí a Fred Gwynne a través de Twitter. No recuerdo cómo ni por qué empezó a ponderar las bondades de la polka. Me hizo gracia. Me hizo gracia hasta la decimoquinta polka que enlazó. Ahí empecé a pensar que era un pesado. Cuán equivocado estaba. No es ningún pesado. Es solo un obsesivo compulsivo que eleva sus neuras a la categoría de arte.

Sus obsesiones son las siguientes, no necesariamente en este orden: el oficialismo rampante y orgulloso, tomar el aperitivo, su sobrina, sus supersticiones inveteradas, mis inexistentes náuticos y una serie de sesudos criterios para dictaminar si un jugador es o no válido para el Madrid, léase largura de brazos y grado de apertura de boca cuando juega. Y la polka.

Con este disparatado arsenal lleva Fred Gwynne cinco años (exactamente cinco, eso celebramos hoy) escribiendo textos tan rigurosamente científicos que le han valido su ascenso al puesto de CM del mismísimo Florentino Pérez, cuyos tuits escribe el muy cabrón, invariablemente, mientras disfruta de un vino blanco y unas angulas desde lo alto de un acantilado, mirando al Cantábrico o al Índico, nunca se sabe. Hay encendidas discusiones en el seno de La Galerna sobre si es nuestro Wenceslao Fernández Flores o nuestro Eduardo Mendoza, aunque yo una vez me empeñé en que era nuestro Chesterton para luego descubrir con estupor que no había leído El Hombre que fue Jueves. Inconcebible, porque toda la obra de este monstruo indecente está transida del sentido del humor blanco (no podía ser de otro color) y rigurosamente luminoso del creador del Padre Brown. Late en los textos de Fred un humorismo tan encantadoramente ingenuo y desopilante que hasta un espíritu tan artero como el del fenicio Juan Mercado ha terminado por reconocer su excelencia.

Gracias, Fred, por estos primeros cinco años de despelote insoslayable. Deja de vivir tan bien y escribe más, miserable.

 

Rafa Moreno

Fred Gwynne es un personaje de ficción. No es posible que alguien real sea tan locuaz, tan despreocupado, tan ajeno al desaliento, tan anárquico y luminoso. Here comes the sun cuando escribe Fred Gwynne, cuyos textos lucen como merecen si seguimos las recomendaciones del Dr. Hackenbush (Groucho Marx en Un día en las carreras) de leerlos en la playa, daiquiri en mano y carcajada en ristre. Fred Gwynne no existe, porque si existiera sería una fiesta a la que todos estaríamos invitados, si es que somos ya tan sabios como para jugar como niños, ya sin tiempo para eso que los tristes llaman realidad.

 

Alberto Cosín

Mi amigo Fred que durante un tiempo primigenio era mi amigo Die.

Un personaje en toda la extensión de la palabra. Un hombre 'Quechua' con filias y fobias que examina a los jugadores del mismo modo que don Santiago Bernabéu, a través de la jeta. No hay ningún AIC que tenga ese poder para 'hypear', ni descubrir prometedores ases del fútbol o el futuro que les aguarda a algunos de ellos en el Mónaco de turno.

A Fred le apasiona pasear por monte, comer con vistas al mar, las películas de Alfredo Landa, escribir locuras desternillantes o que le reciten la alineación de Madagascar y la del Real Unión en 1924. Yo solo podré ayudarle en esto último pero siempre disfrutaré de sus fotos paisajísticas en la montaña, tomaré nota de sus recomendaciones culinarias y filmográficas y reiré hasta llorar con sus charlas ten con ten con Florentino Pérez.

Nos vemos pronto en el Club Social de La Galerna.

 

Manuel Matamoros

Amar la vida.

Me tomé tan en serio el proyecto de Jesús de facilitar al Madridismo un instrumento de expresión de calidad exigente y horizontes abiertos, en tiempos de pandemia de la grosería sobreactuada y el sectarismo ultraexpresado, y sobre todo, me afligía tanto eso de la sintaxis (el madridismo lo traíamos ambos impreso en la placa base del hemisferio en que se atesoran los sentimientos) que dediqué mi primera colaboración en La Galerna a una añeja polémica poética entre, nada menos, Rafael Alberti y Gabriel Celaya, en la que el donostiarra se quejaba del árbitro —qué raro— de una final contra el Barcelona. Poco después, empezó a publicar en La Galerna otro donostiarra, demostrativo de que el humor, como manifestación elevada de inteligencia, era capaz de aportar a la calidad tanto o más que la indignación expresiva de su paisano. Y a La Galerna, que usaba con frecuencia el humor más mordaz en su expresión editorial del Portanálisis, le vino bien ese soplo de aire fresco del Norte.

En su versión corpórea le conozco como Juan Mercado, un tipo que me vaciló media hora en la barra de un bar de Santa Engracia, haciéndose pasar por un empresario dispuesto a invertir en La Galerna, a partir de un ideario futbolístico que le hacía más sospechoso de ser el dueño de Pipas Facundo. Es probable que el lector le conozca por Fred Gwynne, ese colaborador tan prolífico como poliédrico que nos cuenta con total desfachatez disparates como las llamadas de Florentino Pérez para consultarle la alineación, que, no paradójicamente, le sitúan dentro del círculo de un cierto periodismo deportivo pretendidamente serio en su concepción de cómo suele actuar el Presidente del Madrid.

Hoy se cumplen cinco años de su primera colaboración en La Galerna. La oscura pandemia flatulenta quedó tan atrás que nos separan de ella cuatro copas de Europa, ni más ni menos. Y Fred ha contribuido seriamente a apartarnos de ella. Con humor. Hablo casi a diario con él —en nuestros “foros secretos”— y puedo aseguraros que ese humor le nace natural, porque, como guipuzcoano de bien, es el más sabio de nosotros en su forma de amar la vida, y sobre todo, de saber disfrutarla.

 

Andrés Torres

Tolosako babarrunak

Aún recuerdo a mi padre, con su tamaño hobbit, abriéndose paso a codazos como Fernando Carlos Redondo Neri para alcanzar la barra de un atestado bar de Fuenterrabía y así hacerse con un espécimen del pintxo más premiado de Euskadi. No recuerdo exactamente qué era, parecía un huevo con pinchos, con "ch" de chimenea, que resultó ser tan bizarro y sorprendente como delicioso. Sabor, emplate y textura me recordaron a Fred.

No en vano estamos ante un madridista que creció en Hondarribi, un corazón blanco de noble cuna, la guipuzcoana, como Mikel Lasa o un servidor.

Y ser madridista en aquellos lares, hoy menos todo hay que decirlo, durante un tiempo fue como ser un sioux fumando peyote junto a Wyatt Earp y la Policía Montada del Canadá.

No creo que conocer a Manitú por la vía del delirio psicotrópico sea comparable a la degustación de una buena alubiada, las de Tolosa, patria chica de otro ilustre madridista guipuzcoano como Xabi Alonso y hogar de Fred. Esa textura de sublime y oscuro magma leguminoso, donde las piparras, la morcilla de Beasain, el chorizo y la costilla de cerdo se funden en un voraz orgasmo culinario incandescente admite pocas comparaciones.

Si acaso lo que más se le parece a unas buenas babarrunas son los textos de Fred Gwyne, ricos y con fundamento que diría otro guipuzcoano, irreverentes y contundentes frente a la nouvelle cuisine que deconstruye tortillas, directos al paladar y al insoslayable despelote que diría el jefe de todo esto.

Hoy hace un lustro que estamos de alubiada constante en La Galerna.

Eskerrik asko Fred

Menudo txapeldun estás hecho.

 

Lucía Corregel

Fred no estaba en aquella primera cena en la que conocí a casi todos los miembros de La Galerna, pero me recibió al día siguiente en el grupo con un “bienvenida a tu Galerna” que lo decía todo de él.

A Fred le gusta ir despacio. Primero hubo dos años de whatsappeo, de reírme con sus artículos y ocurrencias, de ver chiringuitos nocturnos y comentarlos a carcajadas. Hasta fui su vice.

Yo creo que por eso un día me sorprendió con una llamada. En realidad me hizo una videollamada y me acojoné, pero luego hablamos por teléfono y tuvimos la conversación surrealista que era previsible tener con Fred.

Por fin le conocimos hace unos meses. Se hizo de rogar, pero vaya si mereció la pena. Qué alegría. A estas alturas es como si llevara toda la vida tomándome el aperitivo con él.

Pon un Fred en tu vida.

 

Jorge Martín (jorgeneo)

Alguien dijo una vez que la felicidad era el preámbulo de la felicidad. Que el concepto "felicidad plena" como tal no existe porque siempre deseamos más. Y que es esa búsqueda interna de la felicidad plena lo que nos permite ir conquistando pequeñas alegrías . Efímeras, eso sí, porque al rato desaparecen. De hecho, científicamente hablando, hay solo una persona en el mundo que sí parece haber alcanzado ese “estado de bienestar y felicidad constante”: Matthieu Ricard. Un monje budista que lleva 40 años viviendo en Nepal desprovisto de bienes materiales y sentimentales para poder conseguirlo. “Un aficionado” que diría Fred. Fred, y ya pueden decir los científicos misa, es el tipo más feliz de la tierra sin discusión ninguna. Cuando aún no sabíamos quién era (físicamente hablando) tuvimos serias sospechas de su existencia como persona real varias veces. Porque Fred era la única persona en el mundo capaz de mandarte un lunes cualquiera a las 12:00 de la mañana una foto en la que se le ve sentado en una maravillosa playa del norte escribiendo uno de sus descacharrantes artículos de La Galerna. De hecho, y que el boss me perdone por nombrarle en vano, era la única persona en el mundo capaz de enviar siempre esa foto que recuerda a un paisaje de una película de Medem.

Pero en las fotos, salían sus apuntes o algo que sólo podría ser de él, pero nunca conseguías verle. Y así se tiró varios años. No meses. Años. Años en los que todos aprendimos una bonita lección: que también puede llegar a quererse algo que no ves. De hecho, aún dudo si realmente conocemos al auténtico Fred. No descarto que haya aparecido en nuestra vidas simplemente para acercarnos la felicidad a todos nosotros. ¿Quién no ha leído un artículo de Fred sin dejar de sonreir desde la primera palabra hasta la última? A veces me gusta pensar que incluso la persona que conozco en realidad no es él. Que forma parte de otro truco de los suyos. No descartemos que el auténtico Fred sea ese budista de Nepal.

 

Nacho Faerna

Fred llegó hace cinco años a La Galerna con una txapela en la cabeza y una mochila en la espalda. Llevaba adherida en la suela de su chirucas arena de todas las playas del litoral ibérico. Traía en el bolsillo de los bombachos una colección de amuletos. Yo al principio no le hice mucho caso, la verdad. No decía más que tonterías. Pero con mucha gracia, así que le cogimos cariño, como a esos perros vagabundos que se arriman a las casas de los veraneantes y empiezas por darle algo de comida y terminas llevándotelos a casa al final de las vacaciones. Luego se empeñó en que lo aceptáramos en la familia Faerna como a un hermano más. Se puso tan pesado que le dimos el Número Cuatrocientos Quince. Una cosa simbólica. Y él tan feliz. Desde entonces me llama por teléfono todos los días. Yo, por descontado, nunca lo cojo. Es mi hermano adoptivo, vale, con el tiempo ha ido escalando en la clasificación y hay días que, como algo excepcional, lo dejamos ser Número Seis, pero eso es una cosa y otra muy distinta descolgar y hablar con él. Porque es muy capaz de cualquier día de estos reclamar su parte de la herencia. Y eso sí que no. Lo que tenga que decirnos, que lo escriba en La Galerna. Así disfrutan de sus tontunas todos sus lectores, que son legión. Todos salimos ganando.

Feliz cumpleaños galernauta, hermano del alma. Llámame cuando tengas un rato.

 

Ramón Álvarez de Mon

Fred es una de esas personas que te alegran la vida. La energía es más contagiosa que la gripe, por tanto uno debe cuidar mucho su energía cuando interacciona con otras. Con Fred el contagio siempre es positivo. Es algo que se nota. Fred aprovecha el humor para decir cosas muy serias de forma muy alegre y traviesa. Es un provocador nato. Nunca rehúye el debate. Sus argumentos son asombrosos y a veces parecen escapar a toda lógica, pero asusta el grado de acierto que tiene cuando juzga el porvenir de un jugador. Dentro de unos años el Mónaco tendrá muchos jugadores en la plantilla que le habrá enviado Fred. Jugadores en los que muchos, desde nuestra lógica, confiábamos. Una boca abierta, unos brazos caídos, cualquier pista puede ser decisiva para que todo un Analista Internacional Calvo tome la decisión definitiva.
Fred ya era mi amigo antes de verle en persona por primera vez. De hecho ya era mi amigo antes de hablar por teléfono en unas navidades en las que buscaba contrarreloj el último regalo para mi mujer. Porque como comentaba al principio, Fred le alegra a uno la vida y el grupo de La Galerna no sería lo mismo sin él. Es fundamental. Cumple hoy 5 años desde la publicación de su primer texto descacharrante. Un periodo en el que nos hemos muerto de la risa con sus textos, pero en los que si uno leía entrelineas comprendía la profundidad de muchos de ellos. Muchas felicidades, amigo.

Falstaff

Fred Gwynne no existe, pero eso ya lo saben ustedes. Lo que tal vez no sepan es que la persona detrás de Fred Gwynne tampoco existe. Tómense esta última afirmación como una aseveración pendiente de comprobación empírica, puesto que no hay prueba de lo que sostengo, sino más bien de lo contrario: yo he visto a la persona que está detrás de Fred Gwynne y sin embargo tengo el convencimiento de que esa persona no existe. Juan Mercado es Juan Mercado haciéndose pasar por Fred Gwynne haciéndose pasar por Juan Mercado. Nadie en la redacción de La Galerna está de acuerdo conmigo en esto. Y sin embargo estoy en lo cierto.

Y es que Fred Gwynne es un trampantojo, un juego de espejos cóncavos y convexos donde la realidad se confunde con la ilusión y se deforma a capricho, sin atenerse a más regla que la del ingenio desbordante. Un ingenio bienhumorado, fresco, festivo, descarado, gozosamente infantil y engañosamente inocente. Fred Gwynne es imaginación en estado puro, sabiduría desenfadada (¿de qué otra forma podría ser la sabiduría?), fantasía a borbotones y una habilidad sin igual para encontrar el giro inesperado y descacharrante. Cuando Fred Gwynne escribe, los puntos seguidos estiran el cuello hacia adelante, incapaces de refrenar la curiosidad por saber a qué nueva ocurrencia han dado paso sin sospecharlo. Las historias de Fred Gwynne son, en fin, como una caja de bombones: uno nunca sabe lo que se va a encontrar (pero sabe que le va a gustar). Y en las distancias cortas, la persona que está detrás de Fred Gwynne es cálida, próxima, acogedora, generosa, igualmente divertida... e inexistente. Pero qué importa que no exista si nos quedan su ingenio, sus historias, sus textos, su bonhomía y su amistad... que sí existe. Porque Fred Gwynne, digámoslo ya, es la persona inexistente más brillante y jocosamente humana de este mundo. Y además giputxi. Yo la quiero mucho.

 

Athos Dumas

No puedo dejar de felicitar a Fred por sus 5 años ya de prolífica y, sobre todo, desternillante producción literaria que nos ha regalado en La Galerna. Ha entrevistado a vacas, nos ha hecho viajar al futuro sin necesidad de DeLorean, y gracias a él, Florentino estuvo a puntito de ficharnos a Messi. Hace unos meses le conocí en persona, bajo su otro yo, Juan Mercado, y me estuvo tomando el pelo con sus comentarios absurdamente piperos, hasta que Manuel Matamoros me desveló que era el mismísimo Fred Gwynne que me estaba sacando de quicio, mientras el resto de la redacción de La Galerna se partía de la risa. Enhorabuena Fred, Juan o como te llames de verdad, por estos 132 artículos - por ahora - con los que nos has hecho disfrutar y reír a carcajadas. Por mi parte, tan sólo falta que cumplas tu promesa de venir a visitarme al Sur y que me enseñes alguna de tus playas favoritas de la Costa del Sol. ¡¡¡Felicidades y Gracias!!!

 

José María Faerna

Fred Gwynne aka N9

No sé si se acuerdan de Gurb, el extraterrestre de Mendoza que andaba de incógnito por Barcelona a ratos bajo la apariencia de Marta Sánchez, a ratos bajo la del conde-duque de Olivares. Los que escribíamos en La Galerna al principio y los que la leíamos por entonces (ya hace tiempo que hemos desbordado felizmente esa época en que ambos conjuntos casi coincidían) nos encontramos con un fenómeno paranormal equivalente. Un tipo que decía haberse hecho a sí mismo, pero de retales. En realidad, un tipo que recomponía esos retales en cada artículo. Un día era un periodista lampante de complemento que asistía a la intimidad de Jesé y su fisioterapeuta y otro usurpaba la personalidad del Padre Suances, azote pastoral y benigno de relapsos antimadridistas y apóstol de la fe verdadera en esta casa algo carbonaria. A ratos era Stan Laurel y a ratos Oliver Hardy, a veces sin solución de continuidad en el mismo texto, según hubiera dispuesto los trozos esa mañana al levantarse. En los canales internos de La Galerna, Fred Gwynne se nos aparecía en estado de aperitivo permanente. Nos hurtaba celosamente su imagen, de modo que no conseguíamos imaginarlo más que bajo la máscara de Herman Munster, que a su vez era una máscara de Fred Gwynne. Él insistía, sin embargo, en que venía a ser como Alfredo Landa y de vez en cuando nos llamaba por teléfono porque yo creo que le sentó mal que cundiera la leyenda de que era un heterónimo de Jesús Bengoechea. Algo diabólico, ni Mortadelo en celo. Sí nos daba cuenta minuciosa de lo que veía: verdes prados guipuzcoanos, playas indómitas por doquier. Fred se convirtió enseguida en nuestro gurú, disciplinó debidamente nuestras supersticiones; le costó meterle en la mollera al enciclopédico Cosín que era suicida celebrar las derrotas del Barça en el minuto 85, pero por fortuna lo puso en vereda antes del córner mítico de Anfield. Con el tiempo devino Analista Internacional Calvo (AIC), cronista de partidos reales que nunca vio y de partidos imaginarios que vieron por él las vacas de Setién, asesor áulico de Florentino (que ya está tardando en meterlo en nómina). Un día se apareció, como la Virgen de Fátima; pero nos engañó como a niños y pastores y, como Gurb, adoptó para la ocasión las hechuras de Juan Mercado, magnate de provincias y pipero que a poco llega a las manos con Manuel Matamoros antes de matarlo de risa. Número Tres, que es un borde, no le cogía el teléfono, y cuando solicitó plaza de correspondiente entre los hermanos Faerna le asignó el N9 o algo así (Fred es hijo único, como para replicarlo). No te preocupes, hermano, que el primogénito soy yo y tengo el control de los certificados de familia. Al fin y al cabo, tú te criaste en Hondarribia y yo en la calle Fuenterrabía de Madrid. Hoy hace exactamente cinco años que no paramos de reír. Ni ustedes ni nosotros.

 

Mario de las Heras

“Fredo, eres mi hermano mayor y te quiero...”

No le vi la cara a Fred Gwynne hasta hace unos meses, a pesar de conocerle desde hace cinco años. Fred (yo le llamo Fredo) era como Charlie y los demás éramos como sus ángeles. A Charlie nunca se le veía la cara, la mano en todo caso al lado del altavoz, mientras a su alrededor parecían revolotear esas bellezas que éramos nosotros, claro. Al principio era así. Teníamos una especie de feliz resignación de saber que no lo podíamos ver, pero que siempre estaría ahí. A Fred le llamo Fredo porque no hace mucho (ya no sé si cinco años es mucho) éramos los Galerni, una suerte de autoparodia de los Corleone, y me gustaba imaginármelo (ya que tenía que imaginármelo) como el mediano de los tres hijos varones de don Vito, así con su chaqueta rosa pidiendo en cualquier lugar con playa un Banana Daiquiri. Porque Fredo, ya saben, busca playas, que es como buscar vivir y luego enseñárnoslo, la playa y la vida, que en él están tan unidas como dos familias de veraneantes a la una de la tarde en la playa de Conil. De estos temas tan profundos hemos conversado largamente Fredo y yo. De algo tiene que haber servido mancharnos las manos con la sangre de colorines de los unicornios. Ya les estoy contando intimidades que quizá no debería porque las intimidades a veces no se entienden cuando salen a tomar el sol. Pero da igual. Los de La Galerna éramos los Galerni, tan graciosos como los Fratelli de Los Goonies, y yo me desternillaba y me desternillo con estas y otras chorradas que nos iban (y nos van) surgiendo en las reuniones dadaístas de La Galerna, de la que Fred Gwynne es su Marcel Duchamp. Tan artista y tan inteligente como el autor de Una novia desnudada por sus solteros, la frase que podría servir para titular todas las obras galernáuticas de mi galermano Fredo. Todas esas cosas tan divertidas que nos muestran las playas de la vida o la vida de las playas, o incluso (esto lo tenemos muy pendiente de disfrutarlo juntos), un rodaballo en Orio.

 

Que sean muchos años más, amigo.

3 comentarios en: 5 años de Fred Gwynne

  1. Cada artículo de Fred Gwynne es sinónimo de sonrisas y carcajadas. Yo iba a decir de él algo así:
    "Fred aprovecha el humor para decir cosas muy serias de forma muy alegre y traviesa".

    Pero se me adelantó Ramón Álvarez de Mon... ¡Mecachis!

  2. En el equipo titular de la galerna, donde abunda el talento, el buen gusto, la gracia y la chispa (como en todo equipo puntero), Fred pone algo único: el genio.

    Espero que siga mucho tiempo sorprendiéndonos con sus extraordinarias historias.

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