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Zidane, el cabileño

Zidane, el cabileño

Escrito por: Antonio Valderrama20 septiembre, 2019
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De Zidane se ha dicho de todo desde que es entrenador del Madrid, sobre todo desde que volvió el pasado mes de marzo. No es posible atender tantas necedades, daría para toda una tesis doctoral. Al fin y al cabo así es el fútbol y lo que le cuelga y a Zidane tampoco le han dicho nada que no le hayan dicho antes a tantos otros. Sin embargo uno de los puntos en común de los comentarios despectivos que se le hacían antes y se le hacen ahora es el que se refiere a la flor. La flor de Zidane llegó a constituir un verdadero subgénero. Era algo que tenía vida propia, un apéndice animado e inteligente, como una proyección mejorada del entrenador que él manejaba a conveniencia con alguna hechicería; incluso se llegó a sugerir en alguna ocasión que la flor era algo así como un espíritu que mejoraba a Zidane sin que él se diera cuenta. Ahora se dice que la flor de Zidane, au contraire, era Cristiano Ronaldo, sin el cual Zidane, a lo que parece, no tiene ni siquiera la habilidad para entrenar en Segunda B.

La flor de Zidane llegó a constituir un verdadero subgénero. Era algo que tenía vida propia, un apéndice animado e inteligente, como una proyección mejorada del entrenador que él manejaba a conveniencia con alguna hechicería

Es un tema interesante el de la flor. En España solemos traducirla sin más como potra, chamba, suerte, en el sentido accidental, de algo que te sale bien sin saber ni siquiera cómo, y muchas veces. ¡Fulano tiene una potra! Flor es que te toque lo echado en el cupón una y otra vez, que te toque un rasca de la ONCE, algo por el estilo, como potra, que hace referencia a la capacidad de algunos en la Antigüedad para predecir la lluvia según sufrieran dolores en las articulaciones. Así, todavía, en los pueblos, hay gente que asegura que va a caer la mundial porque se levanta con lumbalgia. ¡Zidane como simple zahorí del balompié! Pero es interesante lo de la flor porque con frecuencia manoseamos como algo banal, frívolo, de andar por casa. Algo que, como don premonitorio o intuitivo, no supone mérito alguno de quien lo tiene, está sujeto a variaciones y que naturalmente se puede perder. Sin ninguna duda este es el sentido que se le da a la flor zidanesca, una serie de casualidades extraordinarias que favorecieron sus indescifrables -para sus críticos- decisiones técnicas en momentos decisivos, de modo que gracias a esa sonrisa perenne del azar, Zidane ha podido labrarse su carrera en los banquillos.

Zidane, según esta línea de pensamiento popularmente aceptada, ganó tres Copas de Europa seguidas, en dos años y medio, y una Liga, una Liga al Barcelona de Messi, por mor de una concatenación increíble de carambolas.

Pero como digo, es un tema interesante este de la flor porque además entronca con algo más complejo, más profundo; la suerte, en un sentido más amplio, del azar providencial hasta la bendición divina, tiene un recorrido largo y hermoso en la Historia humana que alcanza a todas las culturas viejas. La tyche o el destino y el kairós o timing eran conceptos manejados y comprendidos en la Antigua Grecia, como el fatum de los romanos o posteriormente, ya con Cristo, la Gracia. Todas estas cosas no aluden sólo al hado o a la simple buena fortuna, o buena estrella sino que pertenecen a un espectro grande y ambivalente donde lo sacro y lo profano conviven promiscuamente; conllevan implicaciones religiosas, explicaciones teológicas o cosmogónicas de la realidad, en fin, no es cosa tampoco de ponerse astrológico, pero culturalmente la urdimbre de la providencia está compuesta por infinidad de hilos tan largos y retorcidos que se pierden en la noche de los tiempos. Sobre todo, se pierden en el fondo del Mediterráneo, en torno al cual no es que naciera el mundo, pero sí maduró la civilización.

culturalmente la urdimbre de la providencia está compuesta por infinidad de hilos tan largos y retorcidos que se pierden en la noche de los tiempos

Zidane es de Aguemoune Ath Slimane, en la Cabilia, una región en plena Berbería, la mítica república pirata semiindependiente del Mediterráneo antiguo. Esta es una zona especial del mundo porque estuvo conectada a España y Europa durante siglos, siendo el África romana, un auténtico granero. Con el tiempo fue islamizada a través de campañas militares y la acción de cofradías o monasterios sufíes que se integraron con la cultura clásica anterior. Hay en la tradición sufí, la corriente mística del islam, una palabra, baraka, que, designa al bendecido por Alá. La baraka entró en la Historia contemporánea con la Guerra Civil: los rifeños del ejército sublevado creían que Franco tenía baraka, o sea, que era invulnerable porque era uno de los elegidos por Dios, y esta creencia, cultivada durante su experiencia en combate en las guerras de Marruecos, le confirió un halo carismático a los ojos de estos voluntarios de las tribus de lo más agreste del norte de África.

Mohrand et Zahra los abuelos de Zidane en su casa de Aguemoune Ath Slimane en la Cabilia

¿Zidane tiene baraka? Bueno, esto sería zambullirse en la superstición. Pero es verdad que en Zidane hay algo prerracional. En sus decisiones, en su forma de comportarse, en su respeto a la jerarquía, de la cual la familia, como institución, es el modelo primero y más importante. La traslación de la familia y de su rango propio e inherente, distinguible en todas las culturas del mundo, podría decirse que es, en un club de fútbol, el vestuario. Desde luego Zidane no aparenta ser un entrenador científico y eso en la era de las gafitas y las palabras sesudas, los mapas de calor y el Big Data, lo sitúa directamente en un punto premoderno, más o menos entre Paco Bru y Vicente del Bosque. Zidane es, dicen los periodistas que van a Valdebebas e incluso los insiders, muy suyo. Se sabe lo que se quiere decir en España con eso, no hace falta explicarlo. Ese halo que ha envuelto a Zidane, halo de inefabilidad o aire indescifrable, lo ha tenido como digo desde siempre, no sólo ahora. Esa libertad de hacer siempre lo que le da la gana tiene algo que ver, uno nunca sabe si Zidane es carisma en crudo porque es libre o es libre porque tiene carisma. Esa inexplicabilidad de Zidane, un acertijo envuelto en un misterio precisamente porque lo hace todo al revés de lo que la lógica común dicta en los cafés donde se reúnen sus críticos a diletar, y gana, es lo que a mi juicio lo tiene siempre en la picota de la opinión pública madridista.

Esa inexplicabilidad de Zidane, un acertijo envuelto en un misterio precisamente porque lo hace todo al revés de lo que la lógica común dicta en los cafés donde se reúnen sus críticos, es lo que a mi juicio lo tiene siempre en la picota

Pero aquí hay que volver al sufismo. Es importante. El sufismo es una mística que pone en contacto directo al hombre con Dios, se puede decir que es la parte poética del islam, y es verdad que siempre ha habido una cierta belleza sufí en el juego del Zidane futbolista. Una plasticidad y una pureza de movimientos, una música, con la que se dotó a sí mismo de una imaginería particular que todo el mundo reconoce. A esto se suma su risueña austeridad fuera del campo, esa cosa casi monástica con la que se conduce fuera del foco, o al menos con la que pretende ubicarse en los márgenes claroscuros de la fama. Cuando era futbolista, por ejemplo, dejó la selección de Francia y luego regresó tras haber tenido una suerte de charla nocturna con un numen, que no ha vuelto a aclarar del todo desde entonces.

Una de las diferencias de la baraka con respecto a la Gracia cristiana es justamente que sólo unos cuantos pueden acceder a ella: es una magnitud doble, espiritual pero también material, una fecundidad. Para los musulmanes, Alá es baraka, porque concede a la buena gente de la Tierra lluvia para los campos, prosperidad, riqueza, una prole extensa y sana. El que tiene la baraka es el que está bendito por Dios, y su bendición se traduce en bienes, que el elegido tiene la capacidad de repartir, crear y multiplicar. No es sólo chamba ni asistencia providencial de una mano sobrehumana. Tampoco es el don de la armonía, de estar en paz con Dios y los hombres. Zidane es hijo de un hombre que tuvo seis hijos y él mismo tiene cuatro, con lo que como hombre y paterfamilias se puede decir que fue agraciado con los dones de la Tierra. En los dos primeros años y medio de Zidane como entrenador del Madrid, hasta yo que intento ser cada día más descreído y escéptico (sin conseguirlo) podía advertir una mano benefactora de origen desconocido en los increíbles tumbos de funambulista que llevaron al equipo a la máxima gloria, así que es preciso regresar a la pregunta. ¿Pero, de verdad, la baraka existe y él la tiene?

El que tiene la baraka es el que está bendito por Dios, y su bendición se traduce en bienes, que el elegido tiene la capacidad de repartir, crear y multiplicar.

El que tiene baraka por tanto según la interpretación sufí es un hombre santo, entendiéndose esta santidad más al estilo popular que recuerda a los santones de la Rusia ortodoxa, excéntricos y solitarios, que a lo que en la tradición católica se entiende por santo.

Uno de los rasgos más llamativos de la mística sufí es el éxtasis, la experiencia extática. No sé si aquella visión nocturna que Zidane contó en 2005 es suficiente para adjudicarle a la revelación divina algún papel en su dirección de campo, pero sí que por lo menos ha merecido un artículo de Ignacio Ruiz Quintano, señalado hater, en ABC. Jabois contó que su familia plantó un olivo español en la academia como forma de agradecer a España todo lo que aquí han conseguido él y su familia, una cosa que recuerda a la ofrenda que un creyente le hace a Dios por lo que tiene y por lo que es. Su padre, Smaïl, les hablaba en casa en cabilio, el bereber tradicional, una lengua que como escribió en 2017 Martín Mucha en El Mundo, es el vehículo de “una profunda tradición oral, que rememora la historia de su pueblo... Eso también es Zidane, una mezcla de lo mejor de dos mundos”. El Magreb, lo que para los musulmanes es el Poniente de los musulmanes, o sea, donde está también la Cabilia, está lleno de recintos monásticos (zawiyas) donde desde antiguo se veneran los restos de estos hombres santos con baraka. Como ocurrió con la cristianización de Rusia, en la islamización del Magreb los elementos paganos anteriores  terminaron fundiéndose con la religión oficial en una mezcla peligrosamente cercana a manifestaciones politeístas, mezcla que se decantó a través de los siglos, dando lugar a esa tradición oral a la que se refería el periodista; una tradición que ha recorrido y recorre la infancia de los niños de la Cabilia en forma de cuentos e historias semimágicas que lo llevan a uno de cabeza a los cuentos ucranianos de Gógol o a esos personajes de Tolstoi que están locos, campesinos capaces de hablar con los árboles o de transportarse volando al Kremlin y aleccionar al Zar sobre los problemas del imperio. Como leo al arabista español Abderrahmán Muhámmad Maanán, “a diferencia del cuento tradicional, estos relatos sufíes no van dirigidos sólo a los niños; no se consideran fruto de la fantasía, más bien se sostienen sobre una enraizada sabiduría popular en la que lo fabuloso rompe la cotidianidad y se asienta en el eje de una explicación del mundo. Se sitúan a medio camino entre lo onírico y la crónica. Por supuesto, es la continuación dentro del Islam de toda una cosmovisión que le es previa y que está vinculada a otras expresiones del mismo género presentes en todas las culturas en las que lo mágico, lo trascendente, son el rasgo esencial”.  En el texto de Martín Mucha en El Mundo se dice que Zidane aprendió de su padre, Smaïl, que "la paz puede existir en el silencio".

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Madridista de infantería. Practico el anarcomadridismo en mis horas de esparcimiento. Soy el central al que siempre mandan a rematar melones en los descuentos. En Twitter podrán encontrarme como @fantantonio

8 comentarios en: Zidane, el cabileño

  1. No seré yo quien tire piedras contra Zizu.
    Ni contra ningún entrenador .Simplemente si no gana si no cumple objetivos se prescinde de el como con el resto de entrenadores.
    Si el Madrid cesó a Di Stefano ...

  2. Magnífico desciframiento antropológico de Zidane. E se non é vero... a mi me ha hecho disfrutar un montón.

    Solamente una puntualización: ese antiguísimo "lore" precientífico no es exclusivo de la Cabilia ni de Rusia. Estaba por doquier, en el mundo entero (al margen de las ciudades, eso sí) hasta hace solamente un par de generaciones. Siendo niño, mi abuela me regañó por cortarme las uñas delante de la chimenea encendida, advirtiéndome que podría volverme loco. Por supuesto, no entendí nada. Años más tarde leí en un trabajo sobre mitología báltica que la diosa del hogar de los baltos (la equivalente de Vesta, no me acuerdo de su nombre) castigaba con la locura a aquellos que se atrevieran a profanar el fuego sagrado del hogar.

  3. También de Miguel Muñoz se decía que tenía la flor. Debe de ser que solo la tienen los entrenadores del Madrid. Los demás ganan por mérito, trabajo, innovaciones tácticas.

  4. Gran artículo, muy divertido. Además conozca esa cultura de primera mano así que disfrute doble. La baraka no se le suponía a Franco, se la atribuían los cheikh untados de la zona para reclutar mercenarios. A ver si Zidane consulta con su Djinn cómo se supera esta crisis jeje...

    1. Ilustrado artículo. Me parece que -pesando unas cosas y otras-, Zidane está asegurado en su puesto hasta el próximo junio. No descarto que se marche entretanto, pero la directiva sabe que dos años de desastre le ocurren al más pintado. Será divertido ver cómo van manejando egos y piernas, en el ínterin, los verdaderos responsables.

  5. Brillantemente inconcluyente.

    A mí no solo me interesa si ZZ puede / quiere hacer lo que es necesario para devolver al equipo al nivel de resultados que le corresponde... flor mediante o no.

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