Yo de fútbol no sé nada, Hulio

Todo tuitero madridista que se precie debe darse una vuelta de vez en cuando por la cuenta de Alberto Cosín. Lo mismo puede hallar allí un incunable de ABC sobre el madridismo de Edgar Neville que el vídeo de un gol de la liga austriaca marcado por el delantero centro titular de la selección de Bután.

Alberto Cosín suena a nombre de cronista de los años 40, cuando no de analista en alta definición de pormenores tácticos impenetrables para el común de los mortales. Resulta que Alberto es las dos cosas aunque sea joven en pleno 2020 y aunque se le entienda fenomenal, amén de buen amigo y excelso colaborador de La Galerna.

En la cuenta de Alberto me solacé el otro día con un espléndido gol vintage de Julio Baptista en un derbi. El gol no era espléndido por su ejecución final, sino por la jugada que le precedía, un contragolpe fulgurante en el que Guti sacaba el balón del área propia con sabiduría infinita, Baptista y Zidane cocinaban la internada de Beckham y la banana del inglés la remataba el propio Baptista, la Bestia para los amigos, para algarabía de un Bernabéu desatado.

El gol era bonito, pero lo curioso era constatar la rara amalgama de peloteros allí reunidos, no solo los involucrados en la jugada, sino otros cuyos dorsales reconocí enseguida mientras se arremolinaban en torno al autor del gol para felicitarlo, entre los que se contaba el mismísimo Cassano. La cámara se dirigía entonces al banquillo, donde reconocí a López Caro, para a continuación volar hasta el palco, en el que presidía nada más y nada menos que Fernando Martín Martinsa. Guti-Zidane-Baptista-Beckham para recordarnos una etapa miscelánea de galácticos venidos a menos y esforzados gregarios venidos a más, y López Caro-Martinsa para recordarnos el abismo que se insinúa siempre bajo los propios pies. La tierra está hueca por dentro aunque el madridismo tienda a olvidarlo.

Baptista era más que un esforzado gregario. Era eso que los Analistas Internacionales Calvos (AIC en nomenclatura inventada por Fred Gwynne) llaman un llegador. Los meros llegadores, por buenos que sean (y Baptista lo era) nunca han terminado de cuajar en el Madrid, y menos en un Madrid de entreguerras como el que comentamos. Aquel entretiempo no era el tiempo de Baptista, pues los llegadores no resuelven las turbulencias.

Resulta (y como no me entero de nada esto solo lo he sabido hasta hace poco, también merced a un vídeo en las redes sociales) que Baptista (Julio Baptista) es también la razón por la que miles y miles de tuiteros, de manera hasta ahora enigmática para mí, llevan siglos dirigiéndose metafóricamente a un tal Hulio para expresar su nulo conocimiento o pericia en un tema o disciplina concreta. Me informo ahora, con infinito retraso, de que la cosa viene de una entrevista con Joaquín en la cual el sempiterno extremo bético se deshuevaba ante su propia desfachatez tras declarar su interés por el tenis. Parece ser que el Hulio de “No he cogido una raqueta en mi vida, Hulio” no era otro que Julio (Hulio) Baptista, el llegador de entreguerras y autor del gol que admiré gracias a Alberto Cosín. No le habría venido mal Joaquín a aquel Real que acababa de sufrir el mutis por el foro de Florentino por culpa de unos galácticos envejecidos y de unas incorporaciones nuevas de calidad (digamos) perfectamente descriptible.

Joaquín, que se ha convertido en el cachondo nacional por excelencia, habló el otro día muy en serio para decir que el mejor futbolista con el que ha jugado jamás es Raúl González Blanco. Por mucho que todos sepamos que Joaquín tiene alma vikinga, no deja de ser una declaración llamativa. Solo jugaron juntos en la Selección, no durante mucho tiempo,  y Raúl pasaba, para algunos, por ser el cáncer que hubo que extirpar para iniciar aquel ciclo triunfal que Luis principió, amén de un turbio factótum de vestuario. Joaquín habla en cambio de Raúl como de un compañero y capitán ejemplar, extraordinario delantero además y eminente jugador de equipo, lo que parece contradecir esa versión palaciega y medradora del 7 blanco.

Las declaraciones de Joaquín sobre Raúl se me han presentado casi a la vez que el regalo del gol de Baptista en el Twitter de Alberto, lo que me ha hecho repasar las viejas imágenes en busca de Raúl. No lo he encontrado. No está en la confección de la jugada. No está ni siquiera en la celebración.

-He visto este vídeo que colgaste- le consulto a Alberto- pero no he topado con Raúl en ningún momento. Es raro, estaba en la plantilla y Raúl siempre fue titular.

-Salió en la segunda parte- me aclara.- Se acababa de recuperar de una rotura del menisco y parcial del ligamento cruzado anterior que le tuvo unos cuatro meses de baja.

Y me adjunta una ficha del partido gracias a la cual, en efecto, compruebo que Raúl no ingresa en el derbi hasta el minuto 75, en sustitución de Cassano.

Joaquín hablando en serio. Raúl sustituyendo a Cassano. Martinsa ganando al Atleti. Todo en este artículo es raro hasta el mosqueo. Todo menos una cosa: Alberto Cosín acertando en cuestión de segundos una duda intrincadísima. Creo que vamos a empezar a llamarle HALberto. Empecé este artículo pensando que con él pretendía homenajear a Joaquín. Después, a quien Joaquín homenajeó. Luego, a quien Joaquín confesó no saber nada de tenis. Al final yo creo que vamos a dejarlo en un tributo a la única persona que sabe más de Joaquín, de Raúl y de Baptista de lo que ellos mismos saben, el hombre capaz de corregir al mismísimo Paco Gento, La Galerna del Cantábrico, respecto a sus goles en un remoto partido de Copa del Rey, el hombre a quien La Galerna que no es del Cantábrico tantísimo debe en términos de dedicación y sabiduría.

Al fin y al cabo, el resto de los que escribimos aquí de fútbol no tenemos ni idea, Hulio.