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Xabi Alonso y el Jardín de las Delicias

Xabi Alonso y el Jardín de las Delicias

Escrito por: Luis Montero Manglano21 diciembre, 2025
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No pude ver el partido que enfrentó al Real Madrid con el Sevilla, pero seguí el resultado: 2-0 a favor de los merengues. Me puse contento porque soy de esos raros madridistas (parece que cada vez quedamos menos) que se alegra cuando gana el Madrid. Luego llegué a casa, eché un vistazo a los comentarios de otros madridistas y de ese modo descubrí que no había que estar contento, sino muy cabreado porque el equipo había hecho otro partido renqueante.

En mis tiempos, sobarle el morro al Sevilla siempre era motivo de alegría en cualquier circunstancia, pero en la Era de la Autoexigencia el madridismo no se conforma con menos que la perfección. El equipo tiene que ganar, y tiene que ganar bonito, y tiene que ser por goleada, y los 90 minutos de partido deben mostrar el aplastante e indiscutible dominio del Madrid sobre el rival de forma continuada. Todo lo que no sea eso será insuficiente e insatisfactorio.

Todos los aficionados exigimos la perfección con la tranquilidad de saber que esta no requiere más esfuerzo por nuestra parte que el de exigirla. Tampoco ninguna responsabilidad. Los aficionados podemos soltar cualquier idea de bombero para solucionar los problemas del equipo sin tener que preocuparnos de que nadie nos pida cuentas en caso de que no funcionen. No nos jugamos nuestro dinero ni nuestro puesto laboral, por lo tanto, nos resulta enormemente sencillo recetar soluciones drásticas que jamás tendremos que aplicar. Pareciera, al escuchar a la afición de este equipo (de cualquier equipo), que administrar el banquillo de un club de fútbol de élite es algo que no requiere más que un par de cojones.

No ha pasado mucho tiempo desde que el madridismo sentencioso e irresponsable decía que la única solución posible para el Real Madrid era darle puerta a Ancelotti y traer a Xabi Alonso. Según Oscar Wilde: “Hay dos tragedias en esta vida: una, no conseguir lo que queremos, la otra, conseguirlo.” El deseo del madridismo fue concedido y me temo que las cosas están saliendo como se esperaba. Aunque sospecho que el propio Xabi Alonso lamenta más que nadie que su anhelo de entrenar al Madrid se cumpliera. Últimamente al tolosarra se le ve la misma cara que a un polvorón en una paella: no sabe qué hace ahí, no sabe cómo ha llegado y por Dios que tampoco tiene ni puñetera idea de cómo salir de esa situación.

La luz

Pienso en Xabi Alonso y me viene a la memoria una historia que contaba Eduardo Ruiz de Velasco en su “Antología de Gazapos”. Cierto periodista hablaba en un programa de radio sobre la trayectoria profesional de los actores de “Verano Azul”. El plumilla se hizo un lío al hacer la semblanza del actor Gerardo Garrido (al que no paraba de llamar Gerardo Iglesias), llegando a soltar esta perla: “Optó por estudiar filosofía y letras para así aprender el oficio de zapatero remendón.” No tengo pruebas de que el periodista en cuestión fuera Juan Carlos Rivero, pero tampoco dudas.

Todos los aficionados exigimos la perfección con la tranquilidad de saber que esta no requiere más esfuerzo por nuestra parte que el de exigirla. Tampoco ninguna responsabilidad. Los aficionados podemos soltar cualquier idea de bombero para solucionar los problemas del equipo sin tener que preocuparnos de que nadie nos pida cuentas en caso de que no funcionen

A Xabi Alonso le ha pasado que estuvo años aprendiendo filosofía del fútbol con Mourinho, Guardiola y los empíricos de la Bundesliga, donde se doctoró con honores, para venir al Madrid a remendar un equipo que empezaba a rasgarse por las costuras. Salvo excepciones que desconozco, un filósofo no es un buen costurero, no me consta que a Sócrates se le dieran bien los pespuntes ni meter bajos de los pantalones, y por eso iba por ahí con los forros de la túnica sujetos de grapas, de cualquier manera. Quizá eso explique algunas de las cosas que están ocurriendo ahora en el equipo: que Xabi ignora cómo coserlo e intenta ponerle grapas, a ver si así tira.

En conciencia no se le puede achacar que la soluciones no le esté funcionando a cierto nivel. Comenzó la temporada con una racha de 13 victorias seguidas, ganó al Barça, ahora mismo el equipo va segundo en La Liga, con posibilidades más o menos razonables de recuperar el liderazgo, y está en puestos altos de la clasificación de Champions League (cosa que no se logró la temporada anterior). Como balance de fin de año no es catastrófico, el problema es que el equipo (no se puede negar) sigue descosido. El panorama general es favorable visto en la distancia, pero los detalles que se aprecian en la cercanía son inquietantes.

Es un poco como “El Jardín de las Delicias” de El Bosco. Hay personas a las que les gusta el Bosco, no me cuento entre ellas, pero respeto su gusto, como respeto a quienes les agradan las serpientes como animal de compañía o hacerse socio del Villarreal. El Bosco siempre me pareció un reprimido sexual, y El Jardín de las Delicias una excusa del pintor para llenar una tabla de cosas que parecen genitales para, en última instancia, dar a entender que el chipichusqui en cueros con el prójimo es un pecado gordísimo; pero eso es otro tema.

La afición merengue es muy dada a encender fuegos a la primera ocasión llevados quizá por el trauma de no querer ser acomodaticios como los del Atleti, aunque es un temor para el que llegamos con 15 Copas de Europa de retraso

En otro nivel de lectura iconográfica, encuentro El Jardín de las Delicias plagado de referencias al Madrid de Xabi Alonso, como una suerte de prefiguración bosquiana de cómo anda el equipo en estos tiempos. Por ejemplo: la tabla, cuando está cerrada, representa una imagen del mundo en el tercer día de la creación, un mundo donde solo hay plantas, aún no hay animales ni seres humanos. Es un mundo gris e inanimado, como el último Madrid de Ancelotti. En la esquina superior izquierda, Carletto parece estar contemplando su creación con la actitud distante del que está más allá que acá.

Pero se abre la tabla y estalla la luz. Llegan el color y la alegría. En la escena de la izquierda vemos un Paraíso plagado de criaturas nuevas, recién fichadas o que vuelven de su lesión: Huijsen, Mastantuono, Camavinga, Fran García, Militao… El Adán Madridista, tumbado sobre el césped de Valdebebas, contempla cómo el dios padre florentiniano le trae de la mano a Eva, poniendo fin a la grisura del auto azucaramiento manual del churro en la que Adán estaba inmerso antes de la llegada de la primera hembra. Por fin comienza el sexo, las drogas y el rock and roll. Eva es a Adán lo que la promesa de Xabi Alonso es al Real Madrid.

Pero hay nubarrones en esa promesa de felicidad conyugal entre Xabi y la afición merengue. En la esquina inferior derecha, hay una charca pútrida de la que brotan seres anfibios (en el Bosco, todo lo anfibio es malo), y el rostro del demonio acecha oculto y disfrazado. ¿No lo ven? Fíjense bien… Parece un peñasco, pero no, es un demonio: con los labios fruncidos, como si estuviera soplando un pito, y el rabillo del ojo caído, vigilando penaltis que no existen. Es De Burgos Bengoetxea, es Hernández Hernández, es Muñiz Ruiz; es la encarnación maligna del CTA presta a poner patas arriba el paraíso madridista.

Por fin comienza el sexo, las drogas y el rock and roll. Eva es a Adán lo que la promesa de Xabi Alonso es al Real Madrid

La tabla central de El Jardín de las Delicias, vista de lejos, parece una bella estampa, un vergel colorido y pacifico donde el equipo va segundo en liga y en puestos de cabeza de Champions, con un balance positivo de victorias sobre derrotas. Pero uno se acerca al cuadro y ve el horror: seres monstruosos, criaturas patas arriba, edificios frágiles que parecen a punto del colapso… Hombres que caminan con los pies, como la defensa del Madrid, orgías caóticas y descontroladas, como los partidos del Madrid… Por todas partes hay cerezas, moras, madroños (muy madridistas) y otros frutos del bosque que para El Bosco simbolizaban el pecado de la lujuria en la medida en que se gesta en la oscuridad y su sabor es intenso pero muy breve. También simbolizan las victorias del Madrid, de sabor insatisfactorio. La tabla central del Jardín de las Delicias es un despelote incomprensible en el Bernabéu.

La tercera y última tabla representa al infierno. Justo ahí es donde estamos ahora, al parecer. El infierno bosquiano es un incendio. El Bosco contempló de niño como ardía la ciudad de Bolduque y eso lo traumatizó. La afición merengue es muy dada a encender fuegos a la primera ocasión llevados quizá por el trauma de no querer ser acomodaticios como los del Atleti, aunque es un temor para el que llegamos con 15 Copas de Europa de retraso.

El aficionado del Madrid a menudo crea sus propios infiernos. Sufre preventivamente de derrotas y humillaciones que están por llegar. El infierno bosquiano está lleno de merengues, el propio Anticristo es la encarnación de nuestra hinchada más diabólica. En la tabla del Bosco podemos observarlo en la esquina inferior derecha: una especie de pájaro horrendo sentado en un trono, con las dos copas de Europa de Vinicius en los pies, como vulgares pantuflas, y devorando fichajes y entrenadores que procede a defecar en un foso en cuanto le resultan un poco indigestos. En ese mismo agujero, un personaje suelta monedas por el trasero como metáfora del que todo lo arregla tirando dinero en fichajes. Cerca de él, otro personaje vomita en el agujero: los expertos en iconografía no tienen claro si simboliza a las redes sociales madridistas o a la prensa deportiva; puede que sea ambas cosas.

El Bosco era un artista extraordinario, con un talento genial, pero era un cenizo y un amargado. No sean como El Bosco. Tengan esperanza

Frente al Anticristo Merengue vemos a los fulleros y tramposo ocultos tras una mesa. Una mano aparece clavada a un escudo por un puñal arrojado por .Javier Tebas. Sobre ella, vemos un dado. Esa mano es la mano engañosa en el área de las circulares del CTA, la que nunca se sabe si lo es (de ahí el dado, simbolizando el azar), la mano pecadora que causa desgracias del Madrid, y quienes la rodean son una caterva de árbitros interpretando jugadas grises. Tras ella, instrumentos musicales de la armonía infernal, la melodía discordante que ejecuta el equipo en el campo cada jornada. El silbido enervante y piperil de los pitos de la grada del Bernabéu, que es la banda sonora original del Tártaro. Un personaje tiene una flauta encajada entre las nalgas, como si, de algún modo, el Bosco nos quisiera decir por dónde se pueden meter algunos los pitidos.

Podríamos seguir, pero creo que por hoy ya es suficiente. Supongo que queda de sobra probado lo que El Bosco quería decir con el Jardín de las Delicias. Tengan, sin embargo, en cuenta una cosa: el Bosco veía pecados por todas partes y, para él, el mundo era un lugar abocado a la perdición. El Bosco era un artista extraordinario, con un talento genial, pero era un cenizo y un amargado.

No sean como El Bosco. Tengan esperanza. Los madridistas, más que nadie, deberíamos ser capaces de creer que las cosas siempre mejoran en el futuro.

Les deseo a todos unas felices y blancas navidades.

Luis Montero Manglano
Novelista. Editor. Profesor de Historia del Arte.

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3 comentarios en: Xabi Alonso y el Jardín de las Delicias

  1. En la Era de la Autoexigencia el mejor presidente del Real Madrid junto a Santiago Bernabéu despidió a Carlo Ancelotti, el técnico más ganador de la historia del club.

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